En la actualidad no tenemos modelos, ni morales, ni intelectuales, ni sociales y ya no digamos políticos; y eso tiene aspectos positivos y negativos, y el resultado es una importante desorientación.
Al nivel de influencia privada, tradicionalmente la ostentaban los padres, los maestros o algunos pocos amigos; y esa influencia, tanto positiva como negativa, marcaba toda la vida. Pero en la actualidad esos modelos han perdido importancia, ahora tienen una relativamente inferior; y eso, en parte, es beneficioso, pues es una muestra de la superación de un modelo de vida social autoritaria y patriarcal que aún perdura en ciertas sociedades y culturas, como por ejemplo la china.
Respecto a la falta de los modelos públicos, me parece interesante diferenciar entre los modelos positivos y negativos:
Esa carencia de modelos públicos positivos, me parece que ha sido el denominador común de la historia, ya que los personajes relevantes, en cada ámbito, en todo caso eran modélicos para las personas más próximas; por ejemplo: Leonardo da Vinci (1452-1519) y Michelangelo di Lodovico Buonarroti Simoni (1475-1564), fueron unos geniales maestros para sus discípulos y los artistas del Renacimiento y posteriores, pero no para la población en general, que podía admirar las obras (unos pocos afortunados), pero eso no ejercía ninguna influencia en su cotidianidad. Lo mismo podemos decir de escritores como William Shakespeare (1564-1616) o Fiódor Dostoievski (1821-1881). Incluso de personajes más recientes, como Nelson Mandela (1918-2013) o Teresa de Calcuta (Agnes Gonxha Bojaxhiu) (1910-1997).
En la actualidad, los modelos públicos ‘positivos’ son los artistas y deportistas que copan los medios de comunicación, por ejemplo, Lady Gaga (Stefani Joanne Angelina Germanotta) (1986), (Rosalía (Rosalía Vila y Tobella) (1993); Leo Messi (Lionel Andrés Messi Cuccittini) (1987) o Lewis Carl Hamilton (1985). Pero dada la velocidad de los cambios, esos modelos son muy efímeros, con algunas excepciones más duraderas, como Elvis Aaron Presley (1935-1977), The Beatles (1960-1970) o The Rolling Stones (1962), que aún hoy día tienen multitud de seguidores e imitadores.
Contrariamente, los modelos públicos negativos parece que sí que han tenido y tienen una más amplia incidencia, una mayor cantidad de discípulos y acólitos. Por ejemplo, Adolf Hitler (1889-1945), Benito Amilcare Andrea Mussolini (1883-1945), Francisco Franco Bahamontes (1892-1975) o Donald John Trump (1946).
Sería interesante profundizar en las múltiples causas de esa diferente influencia predominantemente negativa, y unos de los aspectos son, me parece, la citada cultura autoritaria patriarcal, machista, y las leyes de la selva, el poder del más fuerte. Y una buena prueba la seguimos teniendo en la violencia de género.
También es preciso destacar que en la actualidad tenemos una mayor y mejor información, por eso es más fácil ver los blancos y negros de los personajes públicos, y gracias a ese mayor conocimiento, nos es más fácil descabalgar, bajar del pódium, a los que, en su momento ensalzamos. Por ejemplo, tras la muerte de Franco, muchos confiamos en Felipe González Márquez (1942), pues nos parecía que representaba un aire fresco, una modernización, y por eso muchos le votamos; pero, a los pocos años de su gobierno, viendo sus actuaciones, muchos nos desengañamos y, hoy día, viendo en lo que se ha convertido, no le prestaríamos ni un libro.
Por el contrario, los modelos negativos, como los citados, no defraudan a los suyos, aquí seguimos teniendo muchos seguidores ideológicos franquistas, y muchos de ellos muy jóvenes y, curiosamente, más mujeres, de todas las edades, como vemos cada día en el corte de la Meridiana, que al pasar nos insultan. Y eso también podría interpretarse como propio de personas que no han sabido, podido o querido superar el modelo autoritario / patriarcal / machista.
Otro aspecto a considerar, es la posibilidad o conveniencias de separar el personaje de su obra. Ya lo dice el viejo refrán ‘haz lo que yo digo y no lo que yo hago’. Y nosotros mismos, en muchas ocasiones decimos lo que se tiene que hacer, pero hacemos otra cosa, pues no somos coherentes, y, en muchas ocasiones, en temas de notable importancia, lo que denota una falta de ética, obviamente.
Es interesante el siguiente párrafo:
‘Cada vez que le pedía guita a mi viejo en mi juventud, el respondía: ‘¿No probaste trabajando? Vas a ver que ahí vas a tener plata’. Bueno, parafraseando aquella ironía de mi padre, les diría a la clase política argentina: ‘¿No probaron con ética?’. A lo mejor soy un iluso, un pelotudo; pero me parece que si lo intentaran, al menos de a poco, empezaría a funcionar la cosa’ Porque eso de predicar con el ejemplo tiene que funcionar, para mí es casi matemático, no debería tener fallas’.
(fernandomoron; artepolitica.com)
Ayer, leí un interesante artículo titulado ‘Perder el tiempo es muy educativo’, del que seguidamente transcribo algunos párrafos:
“Jean-Jacques Rousseau creía que la regla más útil de la educación no era ganar tiempo, sino perderlo. ‘Toda una paradoja, viniendo del hijo de un relojero suizo’, dice Josep Muñoz Redón, autor de ‘L’illa de Rousseau’ (La isla de Rousseau), la narración de un viaje con amigos a Suiza en la búsqueda del espíritu natural del filósofo ginebrino, un ilustrado heterodoxo, romántico ‘avant la lettre’, amante del paisaje y la botánica, de los gatos, de las mujeres (pero no del sexo), preocupado por la educación (pero no por los hijos: los cuatro los abandonó en un orfanato), contrario a la propiedad privada (pero protegido por nobles hacendados), apasionado por la música (y por el silencio de los bosques), convencido de la bondad intrínseca (y de la maldad congénita de la sociedad).
(…)
Durante los seis años que vivió en Montmorency, bajo el amparo de Madame d’Epinay, además de ‘El contrato social’ (‘el hombre ha nacido libre, pero siempre se encuentra cargado de cadenas’), escribió ‘Emilio o De la Educación’, que le valió el exilio de Francia, y ‘La nueva Eloisa’, el primer bestseller de la historia. Son los dos libros en los que expone sus ideas sobre la educación práctica, moral y sentimental: ni autoritarismo ni permisividad, piedad y perdón, dejar que se desarrolle la sensibilidad de los niños y niñas a fin de que sean libres, que no queden ligados por la artificialidad de las reglas, que mande la naturaleza del niño, el buen salvaje, la inocencia”.
(Ignasi Aragay, Ara, 21 nov. 2020)
Es interesante transmitir, asimismo, los siguientes ejemplos:
‘El lado oscuro de 14 genios, artistas y personalidades que creíamos intachables:
La épica de muchos de sus logros, el magnetismo que desprendían ante las cámaras o la belleza de las obras que llegaron a crear han ayudado a que el mundo idealizara la imagen de estos personajes. Sin embargo, algunos de los nombres más idolatrados esconden un lado oscuro que conviene recordar. Porque como Billy Wilder escribió para la mítica escena final de Con faldas y a lo loco, ‘nadie es perfecto’. En su libro ‘El club de los execrables (Edic. B), Malcolm Otero y Santi Giménez recopilan algunos casos:
Teresa de Calcuta (ya citada): creía necesario el sufrimiento de los pobres, solo aceptaba el divorcio en las casas reales y adoraba el dinero de los ricos (…) Una tesis elaborada entre las Universidades de Ottawa y Montreal descubrió que las misiones de la Madre Teresa eran casas de la muerte, ‘a los pobres les pidió resignación y les ayudó a morir, pero sin darles cuidado profesional’, mantenía que ‘es hermoso ver que los pobres aceptan su suerte, sufren como Cristo su pasión. El mundo ana mucho con su sufrimiento’.
Mick Jagger, ‘es el colmo del machismo’; Michael Jordan, ‘capaz de hacer milagros en la cancha y de humillar a sus compañeros después’.
Mahatma Gandhi, racista y clasista, escribió: ‘la raza blanca en Sudáfrica debería ser la raza predominante’ o ‘los europeos intentan degradar a los indios al nivel de los negros, que solo se ocupan de cazar y cuya única ambición es tener ganado para comprar una mujer’. Cuando ya era anciano fue acusado de dormir con chicas jóvenes desnudas (incluso con la mujer, de 17 años, de su sobrino).
James Joyce ‘humillaba a su pareja’; Elvis Presley (ya citado), ‘inmaduro, obsesivo y con delirios de agente secreto’.
Albert Einstein, ‘agresivo y déspota con su familia, un tipo frío, un marido agresivo y un misógino; consideraba que ‘la ciencia agriaba a las mujeres y de su boca salieron frases como: muy pocas mujeres son creativas. No enviaría a mi hija a estudiar física. Estoy contento de que mi nueva mujer no sepa nada de ciencia’.
Antoine de Saint-Exupéry, autor de ‘El Principito’, cruel, negligente, avaro y derrochador.
John F. Kennedy, ‘un político moral que se comportaba en privado de forma inmoral que engañaba a su mujer constantemente y se relacionaba con insignes miembros del crimen organizado como Sam Giancana.
Charles Dickens, ‘un hombre que quiso encerrar a su mujer, perfectamente cuerda, en un manicomio’.
Etc.
(Sara Navas, El País, 25 junio 2019)
¿Pero realmente es posible, conveniente o procedente, separar el personaje de la obra?, ¿podemos valorar las teorías educativas de Rousseau, olvidando que ingresó a sus cuatro hijos en un orfanato, olvidándose de ellos?, ¿podemos considerar los discursos de los políticos, prescindiendo de sus actos, de su gestión?
Yo creo que, en el arte, podemos valorar las obras de Pablo Picasso (1881-1973), obviando su misoginia, estudiar la filosofía de Martin Heidegger (1889-1976), obviando su filonazismo, etc., pues son fácilmente diferenciables el autor y sus obras.
Pero en el caso de los políticos, de los religiosos, en definitiva, los que pretenden ‘vender’ unos patrones morales de conducta, me parece que deben respaldarla con sus conductas honestas y adecuadas a su programa electoral por la que obtuvieron sus votos. Pues, en caso contrario, es un fraude.
Decir que se preocupan por la ciudadanía, por superar la pandemia, por ejemplo, pero, en realidad, estar trabajando para su reelección, su mantenimiento o mejora de posición, no sólo es un fraude, es inmoral.
Obviamente, sé que la coherencia es muy difícil, somos humanos y estamos limitados. Por eso, lo importante es la información, la transparencia, para conocer las múltiples incongruencias y, de ese modo, poder votar con pleno conocimiento de causa. En caso contrario, estaríamos en plena hegemonía monolítica, autoritaria, patriarcal y machista, que es la que he señalado como negativa.
Creo que es importante que tengamos modelos, sabiendo que son parciales, que cubren determinadas parcelas y perfiles, con sus limitaciones y contradicciones. Debemos intentar estar bien informados, cuanto más, mejor. Pero me parece que lo importante es que modelemos nuestro propio modelo, que somos cada uno de nosotros, y esto es lo más difícil, claro.
Amadeo Palliser Cifuentes