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Falta de objetividad, incluso entre ‘buenistas’

Amadeo Palliser Cifuentes
amadeopalliser@gmail.com

Es sobradamente conocida la mala praxis de los sujetos de todo tipo, informando u opinando subjetivamente, y eso es grave, por las repercusiones de ese proceder en sus ámbitos profesionales y/o particulares. Pero en el presente escrito me quiero centrar en esa praxis en personas que podríamos considerar como ‘buenistas’ (ampliando el sentido de ese término), como explico seguidamente.

El artículo publicado ayer, al que me refiero a continuación, en realidad podría considerarse intrascendente, pero, para mi no lo fue, e incluso me molestó, ya que la descripción que efectuaba, no se ajustaba con la realidad (de mi realidad, claro), a pesar de que estoy convencido de la profesionalidad del autor, Antoni Bassas, pero nadie es perfecto, está claro.

El artículo de Antoni Bassas, titulado ‘Un trabajo bien hecho en el hospital’, explica que:

‘Esta semana tuve que entrar en el Hospital de Sant Pau como acompañante en una intervención quirúrgica de aquellas de una noche de ingreso y a casa. Y tuve la alegría de comprobar que también en las grandes organizaciones públicas es posible mejorar el servicio escuchando a los usuarios.

¿De qué nos quejamos a menudo? De la falta de información que genera inseguridad, que desemboca en malestar en una situación a la cual ya se llega cargado emocionalmente. Pues bien, las indicaciones burocráticas fueron claras, igual que las primeras preparaciones, introducidas con la frase: ‘Ahora les explicaré cómo pasarán el día’. En la sala de espera, muchos ojos estaban pendientes de la pantalla donde decía en qué fase estaba el paciente. Recibí tres SMS: ‘El paciente ha entrado en el quirófano’, ‘La intervención ha finalizado’, ‘El paciente ha salido del área quirúrgica’. Y también me telefonearon al móvil, para que fuese a reunirme con el cirujano y ayudante, que me hizo un breve resumen entendedor para explicarme que la operación se había desarrollado sin complicaciones. Una vez en la planta, tres enfermeras se presentaron por su nombre y nos dieron unas breves instrucciones sobre el funcionamiento del servicio.

Saber en cada momento dónde estaba y no sentirme perdido en la inmensidad física de un hospital ni en la distancia emocional de una despedida en la puerta de un área quirúrgica, hizo mi experiencia más tranquila, y por lo que veía en la sala de espera todos estaban igual: esperando, pero sin nervios añadidos. 

Muchas gracias a los responsables de este flujo fluido de información, a los que algún día habían quejas de los usuarios, a los que las elevaron a los jefes, a los que las convirtieron en protocolos imaginativos rompiendo inercias – que nunca es fácil – y, por descontado, a los que las ejecutaron con precisión. Otro punto para la sanidad pública de este país’.

(Ara, 17 de mayo del 2025)

Me parece perfecto que Bassas y su familiar, hayan tenido una excelente experiencia. Asimismo, por mi reciente experiencia de estos últimos meses, coincido con el periodista, en cuanto a que el Hospital de Sant Pau tiene un plus de calidad en el aspecto humano, si lo comparo con otros hospitales más masificados.

Ahora bien, me parece que Antoni Bassas ‘olvida’ que él es un periodista reconocido, popular y apreciado, y con acceso a los medios de comunicación, por lo que, en su caso, y sin la menor duda, recibió un tratamiento especial. 

Igualmente, si fueran el rey, o el president de la Generalitat, el trato todavía sería más exquisito, eso es humano y comprensible.

Pero sería absurdo que el rey, o Illa, llegasen a considerar que ese tratamiento es el común, el aplicado de forma generalizada; y si a ellos se les pusiera una alfombra roja, pensar que a todos los pacientes se la ponían, por poner un ejemplo absurdo.

Cuando la realidad es que ese hospital todavía tiene mucho campo de mejora, especialmente en cuanto se refiere al tratamiento y procesos; y lo digo por experiencia propia. Pero, claro, lo importante es que, efectivamente, hay buena voluntad, y eso se transmite a los usuarios; si bien, aún así, algunos comentarios recibidos, han estado fuera de lugar, y alguno, me dejó un tanto descolocado, como explico a continuación:

Siguiendo la normativa de la web de CatSalut, pedí una segunda opinión diagnóstica y del tratamiento, a otro hospital de la Seguridad Social (el Hospital Valle Hebrón), y éste confirmó el diagnóstico y tratamiento, pero señalaba que ‘teniendo en cuenta que el paciente presenta criterios de alto riesgo (…) recomendaríamos completar estudio de extensión con PET-TC (…)’.

Pues bien, al presentar ese informe, la respuesta de ‘mi’ doctora del Hospital de Sant Pau, fue que esa prueba ‘era la Tesla’ de las pruebas, y que a mí ya me habían efectuado otras, que eran suficientes. Esa respuesta del Valle Hebrón, la llevé, asimismo, al servicio de atención del usuario de la Fundació Puigvert, que es la que efectuó mi diagnóstico (ya que actúa como complemento de Sant Pau), y la respuesta inmediata fue ‘que no estaban obligados a hacerla’, y, ante mi insistencia de si podía hacerla pagando, me contestaron que lo consultarían con el doctor autor del diagnóstico, y me telefonearía. Pasados unos días me telefoneó la misma persona de atención al usuario, diciendo que no procedía, ni pagando, ‘pues no hacían diferencias de ningún tipo, etc.’.

No dudo de que los protocolos adoptados están validados por la UE, como me dijeron. Pero, esos mismos protocolos rigen para el Valle Hebrón, y aconseja esa prueba, para verificar si hay metástasis o no.

Obviamente, mi desconocimiento médico es total, y estoy convencido (quiero estarlo) de que los especialistas de Sant Pau y de la Puigvert deben basarse en otros parámetros, para ellos, suficientemente claros. Pero, a mi, como paciente impaciente, y nunca mejor dicho, la situación me parece un tanto kafkiana que deja mal sabor de boca, y una gran incertidumbre nada tranquilizante, por lo que me ha obligado a buscar otro hospital privado, para hacerme esa prueba.

Otros comentarios, sobre el régimen alimentario, también serían ‘curiosos’, pero con el ejemplo mencionado, ya me parece más que suficiente para contrastarlo con la magnífica opinión publicada por Antoni Bassas. Y, por eso, yo no regalaría ‘otro punto a la sanidad de este país’, como hace Bassas; y menos, sabiendo la falta de recursos que tienen los centros de atención primaria en Barcelona (y en toda Catalunya), con las consiguientes deficiencias y consecuencias en los pacientes.

Por eso, el núcleo del presente escrito es la necesaria, y difícil, objetividad por parte de los informantes; y, en concreto, en los periodistas, que deberían superar sus sentimientos y experiencias personales, y contrastar sus opiniones, no con la mera observación de los familiares en la sala de espera ante la pantalla informativa. Los periodistas, antes de informar, deben seguir una verificación consistente y desde diferentes prismas; y sus opiniones, por lo tanto, deberían ser suficientemente equilibradas, para evitar transmitir sesgos.

En el inicio del presente escrito he mencionado el término ‘buenismo’, que se aplica de forma peyorativa para calificar conductas basadas en creencias de que todos los problemas pueden resolverse a través del diálogo. Por eso, he señalado que yo lo he usado ampliando el significado, para recoger, asimismo, a las actuaciones efectuadas sin malicia, a pesar de que sus consecuencias puedan distar de lo óptimo.

Para finalizar, es preciso señalar que soy subscriptor del Ara, desde hace años; y fue en ese periódico, de ayer, en el que se publicó el artículo en cuestión; medio del que Bassas fue uno de sus fundadores y tiene una columna diaria (excepto los festivos). 

Pues bien, hace unos años, cuando los manifestantes independentistas cortábamos la avenida Meridiana de Barcelona, Bassas escribió su artículo aquejándonos a los manifestantes, por ser un grupo reducido que distorsionaba la circulación de la ciudad, y afectaba a muchos usuarios. Ante ese escrito, envié una carta a la redacción del Ara, expresando mi respeto a Bassas, al que, como he dicho, considero de un gran nivel profesional y personal, pero matizando su respuesta y defendiendo el derecho de manifestación y de expresión. Y … ante mi sorpresa, el Ara no publicó mi carta, a pesar de respetar el número máximo de caracteres requerido, expresar mi total respeto a Antoni Bassas y ser un veterano subscriptor.

Por eso, y tras pensarlo, no escribiré para ‘contestar’ el artículo que he copiado más arriba, pues sé que censurarán mi carta, y es una pena, un mal ejemplo, pero es lo que hay.