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Falta de voluntad para convivir

Amadeo Palliser Cifuentes
amadeopalliser@gmail.com

Todos sabemos que, salvo dignas excepciones, cuanto menos, somos clasistas, y no estamos dispuestos a una convivencia, en la amplia extensión del término, como intento explicar a continuación.

Ayer, la casi totalidad de los políticos de la UE estaban satisfechos y se felicitaban mutuamente tras haber aprobado un ‘Nuevo Pacto Migratorio y de Asilo de la UE’.

Y no hacen falta muchas luces, para reconocer que, en realidad, ha sido un logro de la extrema derecha europea, que los ha atraído hacia sus tesis restrictivas, racistas y clasistas; y claro, los restantes partidos, temiendo perder escaños de eurodiputados en las próximas elecciones de junio, han virado hacia ese polo, sin considerar que es un verdadero agujero negro que todo lo absorbe y destruye.

Es evidente, una vez más, que la generalidad de los partidos políticos piensan, en primera instancia, en ellos mismos, en sus cuotas de poder y en sus prebendas; y, en última instancia, en la propia ciudadanía; en concreto, en sus votantes o posibles votantes, (ya que la ajena, si es del Tercer Mundo, no cuenta en absoluto, como tampoco cuenta la del Cuarto Mundo que existe en el primero)

Por eso, Amnistía Internacional (AI) se ha mostrado crítica respecto a ese acuerdo mencionado, ya que considera que provocará más sufrimiento humano.

Eve Geddie, directora de la oficina de AI  en la UE, ha expresado su preocupación al ver que esa normativa ‘está diseñada para endurecer el acceso a un lugar seguro para los refugiados, ya que el pacto incluye medidas excepcionales que podrían violar las obligaciones internacionales de derechos humanos por parte de los estados miembros (…) y destaca especialmente la posibilidad de excepciones a las normas de asilo cuando se considera que un tercer estado está instrumentalizando los migrantes, para desestabilizar la UE.

(…) Y lamenta que este pacto reducirá los derechos de las personas que buscan refugio fuera de sus países y teme que más individuos acaben en centros que, de hecho, funcionan como lugares de detención en las fronteras de la UE (…) y expresa su preocupación por la falta de medidas para dar soporte a los estados de llegada y critica la preferencia de la UE para pagar para reforzar las fronteras exteriores o financiar a otras países fuera de la UE (Albania, Libia, Túnez o Turquía), en lugar de priorizar la solidaridad y la recolocación de los migrantes.

Tristemente, es así, y todos lo sabemos, pues, nuestro ‘buenismo’, es decir, nuestro falso espíritu altruista, es clasista y racista, pero no tonto.

Y la cruda y descarnada realidad es que, salvo honrosísimas excepciones, todos somos egoístas, y únicamente nos interesa nuestro bien y el de nuestros próximos, y eso excluye y discrimina a los diferentes, especialmente si son de otras razas / culturas y/o de nulo nivel económico.

Por lo tanto, la culpa no es exclusiva de los políticos, también es de todos nosotros, que no estamos abiertos a coexistir y compartir un mismo espacio de forma pacífica; consideramos que no es posible una armonía con ‘esos otros’; máxime cuando estamos cerrados incluso con nuestros conciudadanos que no forman nuestro círculo familiar o de amistades.

Es decir, tenemos una concepción de la convivencia muy reducida y limitada, alejada de la búsqueda del desarrollo y sostenimiento de las relaciones interpersonales basadas en el respeto, la equidad, la solidaridad, el sentido de pertenencia, el reconocimiento de la diferencia, la participación para la construcción de acuerdos y el ejercicio de los derechos humanos para el logro del bien, como establece voluntaristamente la ONU.

Por lo tanto, confundimos la convivencia con la conveniencia.

Un ejemplo de esa confusión lo tenemos con la argumentación de Pedro Sánchez (PSOE) diciendo, ahora, que la amnistía favorecerá la convivencia en Catalunya (su gran mantra), mientras que Alberto Núñez Feijóo le responde, repetidamente, que lo hace ‘por conveniencia, no por convivencia’.

La convivencia, según Lev Semeónovitx Vigotsky (1896 – 1934), ‘es un proceso social y formativo, por el cual los individuos y grupos dialogan para actuar de modo consensuado, de una manera incluyente, en un tiempo y un lugar’; y, en nuestra política, y en nosotros mismos, fallamos de base, pues confundimos el diálogo con la imposición del monólogo propio; y, claro, así nunca se consigue una actuación consensuada. Y faltando una convivencia pacífica, no hay justicia social.

Jean William Fritz Piaget (1896 – 1980) afirmó que, ‘adquirido el lenguaje, la socialización del pensamiento se manifiesta por el desarrollo, los conceptos, las relaciones y el establecimiento de normas’; y si, como es el caso, las relaciones, normas, etc., obedecen a intereses racistas y clasistas, es evidente que es debido a nuestro deficiente pensamiento.

La convivencia es un arte, y como tal, requiere un aprendizaje de adaptación a los otros; pero, nuestro egocentrismo, nuestro narcisismo, nos impide ese esfuerzo cognitivo, frenado por nuestros instintos.

Todo proceso, y la convivencia no es una excepción, requiere motivación y decisión para superar los conflictos internos de cada uno de nosotros, entre nuestros intereses y los de carácter general.

Todo es muy complejo, como bien sabemos en nuestra cotidianidad; ayer tuve un claro ejemplo en una reunión de la comunidad del parking, en el que se observó que los intereses monetarios priman sobre la convivencia y la buena fe, pues predominó la conveniencia. Y así nos va. Si una pequeña comunidad somos incapaces de entendernos, ¿cómo nos vamos a entender a niveles superiores o ante problemas más complejos?

¿Cómo podemos entendernos los independentistas catalanes, con conciudadanos que quieren privarnos de la libertad de elección de nuestro futuro, imponiéndonos el suyo, sin ser votado, sólo por la imposición de las guerras históricas?

Si pudiéramos votar, y los independentistas perdiésemos, aceptaríamos, democráticamente, los resultados; y eso es una buena muestra de convivencia.

Mientras que el pensamiento y acción de los catalanes unionistas españoles, son intolerantes, quieren mantener el statu quo a marcha martillo, nos quieren sometidos a su ‘yugo y sus flechas’; y eso es una clara muestra de conveniencia, no de convivencia.

Y una buena prueba de esa conveniencia, son los esfuerzos que realizan esos unionistas, para abolir, o reducir, nuestra lengua catalana, así como nuestra cultura e historia, contra toda lógica, ya que despreciar el lugar en el que has nacido o acogido, es de miserables. Y para ello utilizan todos los medios, todos sus poderes, como hemos visto estos días con la inmoral comisión investigadora que ha traído la eurodiputada Dolors Montserrat (PP), y sus socios de la extrema derecha europea. 

Efectivamente, la convivencia es un proceso voluntarista y complejo, y en buena parte depende de nosotros, pero, claro, nadie puede jugar al tenis solo, siempre se necesita a otra persona; y más, si pretendemos jugar un partido de fútbol.

Y nosotros podemos y debemos hacer un esfuerzo, para modificar nuestras actitudes respecto a los inmigrantes, fundamentalmente, y un mayor esfuerzo pedagógico, didáctico, respecto a los unionistas españoles. Sabemos que los inmigrantes lo agradecerán, otra cosa es la respuesta de los españolistas, pues muchos de ellos están muy cerrados en su historia y sentimientos unitarios, y no entienden, o no quieren entender, que el diálogo, del que ahora presume Pedro Sánchez, no es más que una mera farsa.

Esta mañana, en la entrevista que le han hecho en RAC1, Sánchez ha dicho que una vez conocidos los posicionamientos maximalistas de ambas partes (el estado y los independentistas), que no hace falta que dejemos nuestro ideal independentista (gracias por perdonarnos la vida), pero ahora hemos de ser pragmáticos y negociar una mejor financiación autonómica, para mejorar la gobernación.  

No cabe mayor sinvergüencería, y a eso le llama diálogo. Nosotros hemos de ceder, olvidar nuestro maximalismo, pero el estado no debe olvidar el suyo. Nosotros hemos de ser pragmáticos (entendiendo por eso el mero financiamiento); cuando el pragmatismo nos dice que, gobernándonos independientemente, tendríamos más recursos. Y el estado no cede ni un ápice de su posición maximalista, basado en la unidad de su sacrosanta España; ni se plantean una alternativa federal, ni confederal. Están fijados en una organización extraña e irregular, como es el estado de las autonomías, pero, claro, unas autonomías limitadas, contra toda lógica, incluso semántica, pues, se es autónomo o no, no se puede estar medio embarazada.

Y ese es el pensamiento tautológico, repetitivo, del cansino Pedro Sánchez, el autoconsiderado el campeón del diálogo.

Todos deberíamos hacer un profundo esfuerzo, como el que expresa la siguiente canción de Ramón Muntaner i Torruella (1950 – 2021), ‘Cancó de carrer’ (1975) (canción de calle); en el bien entendido que los independentistas no debemos rechazar nuestro pasado, ni mucho menos; si no, racionalizarlo y defenderlo, para superar las deficiencias que vivieron nuestros padres y que todavía muchos siguen sufriendo.

Y, en ese sentido, ese esfuerzo debería ser mayor por parte de los unionistas, ya que, además de los similares problemas vivenciales (salvo las privilegiadas élites representantes del franquismo) ideológicamente siguen representando a los opresores históricos y actuales. Pero, para ello, nuestros conciudadanos catalanes españolistas, deberían ser objetivos, conocer la historia y la cultura de Catalunya, pues, sin conocerla, no hay posibilidad de apreciarla.

‘Canción de calle

Cuando tenga cincuenta años

no quiero ser como el padre,

cansado y sin hacer ninguna queja o sonrisa,

trabajo embrutecedor,

fútbol cada domingo,

el tute en el fondo de un bar,

tabaco de ocho pesetas.

La televisión

que ahoga la palabra;

y baños en un mar sucio

cuando vienen las vacaciones.

La madre el trabajo de la casa,

el mercado y la limpieza.

Y mis hermanos pequeños,

en escuelas de malos maestros.

¡Qué vacío!

quizás sólo viven de verdad

los que mueren matando

en la calle o en la guerra.

Apóstoles y caudillos:

lanzad el grito de alarma.

sabios, técnicos y obreros

forzad vuestras máquinas.

genios de todas las artes

embelleced la cruzada.

Hombres, mujeres, niños,

de toda lengua y raza

y los miserables y los vencidos

manada innumerable,

esperad y aumentad

el grito que nos hermana.

Todavía estamos a tiempo,

todavía, todavía, todavía.

Destruyamos un mundo

estúpido y sin alma.

Cavemos los fundamentos

de una vida más alta

Ayer visité una exposición de Daniel Steegmann Mangrané’ titulada ‘Una fulla al lloc de l’ull’ (Una hoja en el lugar del ojo), y, en la primera sala había un panel que explicaba:

‘Eu era gases puro, ar, espaço vazio, tempo’ (Yo era puro gas, aire, espacio vacío, tiempo); y este verso de la poeta brasileña Stella do Patrocínio encapsula los conceptos de impermanencia y transitoriedad que fundamentan la práctica artística de Daniel Steegmann Mangrané’

En realidad, somos poca cosa, pura insignificancia, como dijo Stella, pero, aún así, tenemos las capacidades para ser lo que queremos ser, si tenemos la determinación precisa; y tenemos la obligación ética y moral de abrirnos a los que tienen menos, en especial a los inmigrantes, con los que debemos compartir el espacio y el tiempo de la mejor forma posible, pues sólo así mereceremos el calificativo de humanos.