Este rey le ha ido encontrando gusto a borbonear, es decir, a hacer política, a pesar de que la constitución lo prohíba explícitamente, ya que en el Título II, sobre la corona, artículo 56, limita sus funciones a arbitrar y moderar.
Y lo que hizo el 3 de octubre del 2017, jaleando a las instituciones y a la ciudadanía contra los independentistas catalanes, o, lo que hizo este viernes 25/9, desautorizando al gobierno de Pedro Sánchez, mediante una llamada telefónica al presidente del consejo general del poder judicial, Carlos Lesmes, para hacerle saber que hubiera querido estar en la sesión de los despachos a los nuevos jueces, y, después, haciendo pública esa llamada, son dos muestras de que el rey está incumpliendo sus funciones constitucionales.
Si realmente este Estado fuera una democracia homologable con los estándares europeos, el rey no hubiera actuado así; y si lo hubiese hecho, los otros poderes del estado hubieran actuado en consecuencia; y, obviamente, ante la gravedad de esos actos, hubieran exigido rectificaciones o, incluso, solicitar su abdicación, por incompetente y antidemocrático.
Pero estamos en España, y aquí todo es ‘diferente’, pues:
· El primer ejemplo citado, tuvo un éxito popular, institucional y económico, ya que se trataba de atacar a los independentistas catalanes, y las consecuencias las pagamos y seguiremos pagando durante décadas.
· El segundo caso, es un golpe de estado contra el gobierno democrático, por haberse ‘atrevido’ a incorporar en el mismo a miembros de Unidas Podemos, y, designar como vicepresidente a Pablo Iglesias, que ellos consideran, cuanto menos ‘bolivariano’; este es el fondo real del malestar institucional ultraconservador.
En ambos casos tanto el rey como los poderes del estado se han aprovechado de un PSOE que ha demostrado sus debilidades, pues su ideología acomodaticia y oportunista, también ha actuado de forma incompetente y antidemocrática:
· En el primer caso, apoyando la aplicación del artículo 155 para suprimir la legalidad catalana, y así mostrar su apoyo a los principios fundamentales, ‘atados y bien atados’ que garantizan la indisoluble España: ‘una, grande y libre’ y su ‘unidad de destino en lo universal’, franquistas.
· En el segundo caso, la incompetencia viene dada por la incompetencia manifiesta, por no haber sabido valorar los inconvenientes de su medida, pues no autorizar el desplazamiento del rey, por un tema de ‘seguridad’ en Catalunya, por temor a una escalada de protestas por la próxima inhabilitación del president Quim Torra, que todos los grandes medios ya dan por seguro que será el próximo lunes. Y no haber ponderado la desautorización al desplazamiento del rey, ha sido magnificada por el poder judicial, por el discurso de Carlos Lesmes, que ya lleva dos años en funciones, pero como si oyera llover, él sigue con su plan de copar todas las plazas de magistrados del supremo con fieles al ‘régimen’, es decir, con una ideología predemocrática. Y ese distanciamiento se hizo patente con el discurso de Carlos Lesmes, y el grito de ¡viva el rey! (que en ese momento es una actualización del ¡Vivan las caenas!). El citado ministro de justicia, Juan Carlos Campo, expresó, acto seguido, ‘que se habían saltado tres montañas’; expresión que no tuvo el valor de reconocer y desmintió haber efectuado, ya que al llevar todos mascarillas, no hay imágenes, pero los audios son inconfundibles.
Y si bien todo esto es grave, muy grave, todavía es más, que no se levanten voces contra este tipo de abusos de poder, ni los que se consideran constitucionalistas ‘puros’, ni la masa de súbditos, pues aquí queda perfectamente aplicado este calificativo, ya que han demostrado no merecer el calificativo de ‘ciudadanos’.
Que, dentro del propio poder judicial, de los partidos, en definitiva, de los poderes y sus cloacas, es comprensible que no haya ningún tipo de protesta, ya que todos son ‘profesionales’ de conservar sus respectivas poltronas, y, en la media de lo posible, de ascender a otras más mullidas y mejor recompensadas (legal o alegalmente)
Que los medios de comunicación rivalicen en mostrar su apoyo al rey y al poder judicial, como, en su momento (y aún en la actualidad) están haciendo contra los independentistas, también es ‘comprensible’ pues defiende los intereses de sus respectivos accionistas; explicar la ‘realidad’ de los hechos les es indiferente. Ese es su nivel ético y moral.
Lo que no es comprensible, es que la ciudadanía, en gran medida, haya abdicado de sus derechos de ciudadanía, y haya preferido volver a la España de 1823, haciendo suyo el grito ¡Vivan las cadenas!, para aceptar el restablecimiento del absolutismo.
“¡Vivan las cadenas! Es un grito dado por el pueblo español en 1823 al ser restablecido el absolutismo de Fernando VII con el auxilio de Luis XVIII de Francia y del ejército del Duque de Angulema. Se ponía así fin al Trienio Liberal iniciado con el golpe de estado de Rafael del Riego en 1820. (…) En esta ocasión, los soldados franceses, tan odiados en tiempo de Napoleón Bonaparte, eran recibidos en palmas por los españoles.
El sarcástico grito reaccionario de ¡Vivan las cadenas! se habría dado por primera vez en Sevilla. El movimiento contrarrevolucionario de esta ciudad había hallado imitadores en casi todos los pueblos de la provincia en junio de 1823. El vulgo, ebrio de alegría, cometió excesos y tropelías persiguiendo a los liberales, saqueando en algunos puntos las casas.
(…)
Los revolucionarios de Madrid habían emprendido un ataque duro y grosero contra el rey, a quien ultrajaban públicamente. En contraste, tras restablecerse su poder absoluto en 1823, en Madrid se llegó a escenificar un recibimiento popular en el que se desengancharon los caballos de su carroza, que fueron sustituidos por personas del pueblo que tiraron de ella.
(…)
En otras ocasiones se combinaba el grito con otros de contenido parecido: Muera la libertad y vivan las cadenas, Viva el rey absoluto y vivan las cadenas, o Vivan las cadenas y mueran los negros (nombre que los absolutistas daban a los liberales españoles), y Vivan las cadenas y muera la nación (que los liberales entendían como soberanía nacional, milicia nacional, o bienes nacionales)
(Wikipedia)
Como podemos ver, esa situación guarda un gran paralelismo con la situación, y el denominador común son los borbones.
“Fernando VII (1784-1833), llamado ‘el Deseado’ y el ‘rey Felón’; (…) obligado a abdicar en Bayona, pasó toda la guerra de la Independencia preso en Valençay, donde incluso llegaría a solicitarles a Napoleón Bonaparte ser hijo adoptivo suyo, mediante la siguiente carta:
‘Mi mayor deseo es ser hijo adoptivo de S. M. el emperador de esta adopción que verdaderamente haría la felicidad de mi vida, tanto por mi amor y afecto a la sagrada persona de S. M., como por mi sumisión y entera obediencia a sus intenciones y deseos.’
(…)
Tras la derrota de los ejércitos napoleónicos y la expulsión de José I Bonaparte, Napoleón le devolvió el trono de España (…) Pronto el ‘Deseado’, se reveló como un soberano absolutista y, en particular, como uno de los que menos satisficieron los deseos de sus súbditos, que lo consideraban una persona sin escrúpulos, vengativa y traicionera. Rodeado de una camarilla de aduladores, su política se orientó, en buena medida, hacia su propia supervivencia.
(…)
El 4 de mayo de 1814 firmó el decreto de supresión de la Constitución de Cádiz (La Pepa), y la legislación de las Cortes, restaurando el absolutismo entre 1814 y 1820, y persiguiendo a los liberales. (…) En 1820 un pronunciamiento militar inició el llamado Trienio liberal, durante el cual se restablecieron la Constitución y los decretos de Cádiz (…) el rey, que aparentaba acatar el régimen constitucional, conspiraba para restablecer el absolutismo, lo que se logró tras la intervención de los Cien mil hijos de San Luís, en 1823.
La última fase de su reinado, la llamada Década Ominosa, se caracterizó por una feroz represión (…)”
(Wikipedia)
Ese paralelismo entre los Borbones Fernando VII y Juan Carlos I / Felipe VI, permite extraer similitudes, por ejemplo, entre la sumisión a Napoleón / Franco, el interés absolutista (los ejemplos citados de actuaciones de Felipe VI van en esa línea), el cambio de careta según el momento, etc.
Y si esa forma de proceder de los Borbones es compresible, como he dicho, pues su interés es preservar sus privilegios; pero no es ni ética ni moral, lógicamente.
Pero, como he comentado, lo que es ilógica es la respuesta de los súbditos, que actúan de forma servil, y que lleguen a gritar ¡Vivan las caenas!, o que desenganchen los caballos para tirar ellos de la carroza del monarca, es el colmo de los colmos. Es la burricie llevada al extremo. Y mientras haya burros, ellos irán a caballo, como dice un popular aforismo.
Y el paralelismo entre el grito ¡Vivan las caenas! Y el ‘A por ellos’ no sólo hay un paralelismo, hay una íntima conexión psicosocial, que es el reflejo de los sentimientos clasistas y culturales que siguen vigentes en la actualidad, como sabemos y sufrimos los independentistas catalanes.
Por eso vemos que el problema iniciado en 1714, con la derrota de Catalunya por las tropas de Felipe V, el primer Borbón español, ha sido perenne, y, en este momento, tenemos a nuestros representantes políticos y sociales en prisión o en el exilio y, con alta probabilidad el lunes tendremos a nuestro president de la Generalitat inhabilitado.
Y ante esta situación, si la seguimos tolerando, y seguimos sentados en el sofá, será una muestra más de que muchos tienen asumido, aceptado y ven tolerable que se mantengan las caenas. Por esto, la ÚNICA ALTERNATIVA ES LA CONFRONTACIÓN DEMOCRÁTICA E INTELIGENTE, como proclama el president en el exilio, Carles Puigdemont.
Amadeo Palliser Cifuentes