El huracán ‘Otis’ ha dejado una cicatriz imborrable en el Estado de Guerrero y, en cierta medida, en la imagen del presidente, Andrés Manuel López Obrador. Si bien es innegable que ‘Otis’ fue un fenómeno
natural de una magnitud inusitada, también no podemos negar el impacto que está teniendo en la percepción de la gestión gubernamental. Esta tragedia ha revelado una serie de desafíos tanto en la respuesta del gobierno como en la imagen pública del presidente.
Y es que, una de las principales críticas hacia el mandatario ha sido su aparente falta de empatía. Andrés Manuel López Obrador ha construido su imagen política como un hombre del pueblo, alguien que
entiende las necesidades y las luchas de la gente común, ese era su diferenciador. Sin embargo, su respuesta ante esta tragedia ha sido percibida como insensible. Desde su tardío aviso a la población sobre la llegada del huracán hasta su demorada atención a la crisis, y bueno, ya ni hablemos de los comentarios fuera de lugar “Tuvimos suerte” «No fueron tantos muertos». Ciertamente, la sensación de
indiferencia se ha hecho notoria.
Andrés Manuel está enfrentando, tal vez, la crisis de imagen más fuerte de su carrera y es que la reacción de él, su administración, y de los gobiernos estatal y municipal, están dejando mucho que desear.
Empezando porque el presidente tuvo que tener presencia en la zona desde el inicio, y no fue así, sin embargo cuando por fin decidió acercarse al lugar donde pasó Otis, su equipo de asesores debió haberle aconsejado en contra de su traslado por tierra a una región cuyo terreno desconocían después de la tragedia, exponiéndose a riesgos innecesarios, especialmente si entendemos que él es máximo líder de México, su integridad es prioridad. Pero no sólo esto, sus asesores también debieron ser conscientes de cómo las imágenes pueden moldear la percepción pública. Compartir fotografías de él en un camino enlodado rodeado de personal militar, luchando por superar el atasco en su trayecto, dio lugar a interpretaciones mixtas y, en muchos casos, se ha considerado que esta imagen, que seguramente pasará a los anales de la historia, representa la administración de AMLO. Indudablemente, la imagen que debería haberse proyectado es la del presidente junto a las personas damnificadas, atendiendo sus peticiones, mostrándose cercano al pueblo, como siempre ha pregonado ser. Ese AMLO de campaña.
También, en lugar de abordar la emergencia como jefe de Estado y unificador de la nación, el presidente asumió una postura divisoria y partidista. Esto ha contribuido a la división en un momento en que la unidad debería ser primordial, ciertamente, el presidente se ha mostrado lento en su respuesta y su enfoque parece estar más en la defensa de su imagen que en la solución del problema.
Andrés Manuel López Obrador se encuentra en un momento crítico para su imagen y liderazgo, pues en momentos de crisis, la imagen de un líder puede forjarse o fracturarse por lo que la manera en que navegue este momento no sólo impactará su legado como presidente, sino también la percepción que el público tiene de él. Y es que, más allá de la política, este es un momento para recordar que, en tiempos de adversidad, un líder debe unir a su pueblo, ofrecer apoyo y guía, y representar la fortaleza y la empatía que se necesitan desesperadamente.