De los creadores de la rifa de un avión que no se rifó, ahora llega el registro de vacunas para vacunas inexistentes y la inauguración de un aeropuerto sin aeropuerto. No nos podemos quejar, las ocurrencias del gobierno bien pudieran servir de guiones para éxitos cinematográficos de la ciencia ficción.
La mentira hecha política pública ha acaparado los tabloides y comunicados oficiales, mientras otras naciones hacen hasta lo imposible por acelerar los programas de vacunación, aquí seguimos festejando la llegada de embarques con migajas que envían las farmaceúticas.
Cada semana es común ver a un puñado de funcionarios ataviados con gabardina y cubrebocas en el aeropuerto de la Ciudad de México mientras se dejan fotografiar frente a las cajas que contienen las dosis de vacuna contra el Covid-19 que llegan por goteo a nuestro país.
Debajo de esos cubrebocas hay sonrisas que posan para los lentes de la prensa, la pregunta es: ¿acaso, hay algo para sonreir? Según los datos oficiales, en México han muerto más de 173 mil personas y cerca de 2 millones se han contagiado, aunque la cifra negra es exponencialmente mayor.
Los chistes sobre la lentitud con la que se mueve la estrategia de vacunación no se han hecho esperar, algunos auguran meses, años y hasta décadas para contar con las dosis necesarias que alcancen para los 126 millones de mexicanas y mexicanos.
Y en esta carrera por el tiempo y la vida, hay otras prioridades para la actual administración. Ya se inauguraron avances del nuevo aeropuerto de Santa Lucía, con sus grises colores que hacen juego con el desolado paisaje de un elefante blanco producto de la necedad. Una obra que será un lastre no sólo para las aerolíneas, sino para los pasajeros nacionales y extranjeros.
No se necesitará mucho tiempo para ver los impactos negativos una vez que esté en operación la nueva terminal, mientras tanto desde los aires se puede observar la gran equis del cancelado aeropuerto de Texcoco. Miles de millones enterrados, en desuso, a la basura. Doble gasto, porque así lo dijo su dedito.
Bien dicen que a las palabras se las lleva el viento, y más cuando estas se acomodan para deformar la realidad. Con propuestas populistas se moldea el día a día, se dibujan paisajes inexistentes y se pretende jugar al engañabobos. Un error muy grande sería subestimar a los ciudadanos. Al tiempo.