El Hybris (hibris) es el orgullo extremo que lleva a desafiar los limites, sobreestimando las propias capacidades o derechos. Y, en este momento de precampaña electoral, vemos que todos los partidos están en ese momento de sobreactuación, por ejemplo, Pedro Sánchez (PSOE) llevando ante el tribunal constitucional la ILP (iniciativa legislativa popular) tramitada en el Parlament de Catalunya. Y sobre esta desmesura electoral, va este escrito.
Vemos que todos los partidos están en un momento de desmesura, sobreestimando sus propias capacidades y posibilidades, para, en última instancia, incidir en la voluntad popular, despreciando nuestra propia voluntad.
Según Arnold Joseph Toynbee (1889 – 1975):
‘(…) la hibris política es una de las causas de la caída de los imperios a lo largo de la historia y se muestra cuando los líderes intentan cubrir más de lo que pueden asumir, por ejemplo, creando un imperio más extenso o entrando en guerras innecesarias por orgullo de vencer, o bien cuando se acercan a la tiranía por los excesos y ocasionan revueltas internas’.
(fuente: Wikipedia)
Y el ejemplo de Pedro Sánchez (PSOE), censurando dicha ILP, confirma que, en realidad, su pensamiento es coherente con su historia, que mostró en 2017, apoyando las medidas adoptadas por Mariano Rajoy (PP). Y eso tiene su lógica, ya que, en realidad, el PSOE es un partido institucional (como el PP), preciso para la continuidad de la monarquía postfranquista, es decir, para mantener el estatus quo.
Es evidente que la argumentación de Pedro Sánchez, de apoyar la amnistía, con la explicación de ‘hacer de la necesidad virtud’, no deja de ser más que una estrategia de vuelo gallináceo, para conseguir su investidura.
Por eso, los independentistas catalanes debemos dejar de mirarnos el ombligo, es decir, debemos abandonar la costumbre de los monjes ortodoxos griegos del siglo IV, que rezaban con la mirada en dirección a su ombligo, porque creían que era el centro del cuerpo y el nexo de unión con la vida.
En nuestro caso concreto, nuestro ombligo es nuestro respectivo partido político; y, a su vez, los líderes de esos partidos, se consideran que, como Adán y Eva, ellos no tienen ombligo, pues, en sí mismos, ellos son el ombligo de los votantes.
Sabemos que los partidos políticos son meras empresas de colocación de sus personas afines, pero, aún así, las seguimos considerando como ‘Deus ex machina’, (Dios surgido de la máquina), mejor dicho, creemos que los partidos, y sus líderes, en sí mismos, son nuestro ‘deus machina’.
Y por eso siempre nos excusamos con referencias externas, partidistas, obviando nuestra lógica interna, pues así nos sentimos más cómodos.
De todos modos, todos (o muchos) presentamos una total incoherencia, como la de Gaius Licinius Macer Calvus (82 a.C. – 46 a.C.), que propuso unas iniciativas legislativas, para evitar los excesos de los ricos, pero que, pasados los años, aprovechó para enriquecerse; y, claro, cuanta más relevancia se esté en el puesto jerárquico del escalafón del partido, más incidencia tienen sus decisiones, y más lucro y prosperidad personal se consigue.
La democracia clásica griega creó el papel de ciudadano, con plenos derechos, para participar en las deliberaciones y decisiones de la ciudad ateniense.
Pero ahora, más de 2000 años después, la situación se ha vuelto un tanto artificiosa, pues se ha creado una apariencia de relevancia de nuestra incidencia, mediante el voto puntual, con el que delegamos nuestras responsabilidades durante cuatro años y, durante ese espacio, nos permitimos desatendernos de nuestras responsabilidades cívicas. Esa es la falsa / aparente democracia actual.
Antoni Bautista, en su artículo ‘La ilusión óptica de cada día’ (Ara de hoy, 26 de marzo) explica que: ‘Cuando Poncio Pilatos preguntó a Jesús ‘qué es la verdad’ (Juan 18,38), Jesús calló, el silencio más elocuente del Evangelio, manifiesto implícito de la libertad de la consciencia’.
Pilatos, burlándose de Jesús, que había afirmado que ‘Él es testimonio de la verdad’, contestó ‘que no hay otra verdad que no sea el poder y la conveniencia política’.
Y esa visión romana de la realidad (de la verdad), es una fotografía clara del momento actual, de nuestra política.
Por todo ello, viendo las declaraciones de esta precampaña, y en plenas vacaciones de Semana Santa, me parece que la única salida válida es considerar que ‘in vino veritas, in aqua sanitas’ (en el vino está la verdad, en el agua la salud), pero todos preferimos el vino, claro, y así nos va.
Por eso, deberíamos hacer un esfuerzo, y rebajar nuestro vino, incluso, mejor, sustituirlo por agua, así veríamos las cosas más claras, y podríamos descartar a muchos de los actuales politicuchos y pseudo-líderes y desoír sus rollos con los que pretenden atraparnos.