Según el diccionario de la RAE, se entiende por identidad ‘el conjunto de rasgos propios de un individuo o de una colectividad que los caracterizan frente a los demás’, y también ‘conciencia que una persona o colectividad tiene de ser ella misma y distinta a las demás’.
Jordi Pujol (n. 1930), ex presidente de la Generalitat de Catalunya, en 1990, hizo popular la frase: ‘catalán es quien vive y trabaja en Catalunya y quiere serlo’. A su vez, el político Josep Benet (1920-2008), hizo famosa la expresión ‘un sol poble’ (un solo pueblo).
Es evidente que, entre los 7,8 millones de catalanes, hay muchas identidades, muchas colectividades, y esto es una riqueza, nada desdeñable, ya que del total del censo citado (del 2021), la población inmigrante es un 16,1%. De los cuáles 101.192 llegaron el año pasado. La concentración es muy desigual, ya que, en la comarca de la Segarra, la población inmigrante es del 27%. Respecto al origen de la inmigración, el 36,3% es África y el 33,2% de América del Sur.
Es destacable que la gran parte de los inmigrantes de décadas precedentes, han tenido hijos, y nietos, ya nacidos en Catalunya.
También es preciso señalar que las diferentes identidades no se refieren exclusivamente a los inmigrantes, ya que entre los catalanes de varias generaciones aquí, también se evidencian conciencias de pertenencia diferente, distinta de otras identidades, por ejemplo, entre independentistas y unionistas. Asimismo, hay identificaciones que no son excluyentes, ya que se pueden tener diferentes conciencias sociales, por ejemplo, las filiaciones deportivas, etc. Por lo que, en definitiva, son relevantes las relaciones intergrupales, (discriminaciones, comparaciones, imitaciones, etc.), ya que interactúan a diferentes niveles por sus distinciones (identificación personal, social, familiar, etc.), que vienen potenciadas por los propios barrios donde se concentran en función de su origen, y, por lo tanto, determinan sus relaciones.
Ahora bien, en conjunto, somos un solo pueblo (Benet), pero, aunque todos vivamos y trabajemos en Catalunya, no todos tenemos la misma voluntad de querer formar un país, de querer ser nosotros mismos; sin que ello quiera decir que los que no opinen así, no sean catalanes, ni mucho menos, pueden querer ser catalanes – españoles.
Centrándonos en el caso del independentismo / unionismo, entiendo que personas pertenecientes a familias, básicamente de la alta burguesía catalana, históricamente relacionadas con el franquismo, beneficiadas por la dictadura, y que mantienen sus privilegios incluso en la actualidad, sigan deseando el mantenimiento del statu quo, que nada cambie.
Pero no entiendo que ciudadanos de base, de clase media y media baja, de forma racional, puedan seguir defendiendo una monarquía corrupta, un sistema político, judicial, policial, con tintes franquistas; que les sea indiferente que, sistemáticamente, el estado español siga invirtiendo mucho menos en Catalunya, que históricamente nos sigan expoliando. Y que esos catalanes, sigan aceptando tener unas infraestructuras viales, ferroviarias, etc., similares a las de los años 60 del siglo pasado. Pero, está claro, hay razones que el corazón, los sentimientos, no comprenden, y viceversa.
Y entiendo menos, que una notable parte de los que nos gritan ‘viva España’, a los que nos manifestamos diariamente en la avenida Meridiana (Barcelona), sean catalanes unionistas de padres de origen en América del Sur, pues muchos de ellos han nacido en Catalunya. Parece que no sepan su propia historia, que no sepan que siglos atrás se independizaron, precisamente, de esta monarquía que tenemos todavía nosotros.
Eso es una muestra más de que la inmersión lingüística y cultural que se ha venido aplicando, no ha sido lo exitosa que se suponía, por lo que el problema, en parte, es nuestro, es evidente.
Pero, principalmente, a mi modo de ver, es debido a la ‘utilización’ de esos colectivos, por parte de los catalanes unionistas a los que antes me he referido, que añoran el franquismo, afines a partidos políticos españolistas (PP, Ciudadanos y Vox; y también el PSOE y Podemos) que potencian esa discriminación, en contra de los catalanes independentistas.
Ayer leí un artículo de Joaquim Coello, titulado ‘Vivan las cadenas’ (Ara, 6 de junio 2022), refiriéndose al grito de los madrileños cuando Fernando VII volvió de su secuestro por Napoleón; con ese grito atacaban el trienio liberal (1820-1823) y la constitución liberal de 1812 de las Cortes de Cádiz (La Pepa, por ser aprobada el día de san José). Y, explica el autor, que ‘en un trayecto de Fernando VII al santuario de Atocha, al pasar por la Puerta del Sol, la multitud desenganchó los caballos y estiraron de la carroza real hasta Atocha. El hecho tuvo una repercusión mediática y aún en 1874 se estrenó una zarzuela con el título de ‘Vivan las cadenas’ …La idea había arraigado (…)’
Y, como dice una amiga, mientras haya burros, los ‘señores’ irán montados.
En definitiva, que tenemos pendiente una gran pedagogía, no para asimilar a nadie (no somos supremacistas, en absoluto), si no, para mostrar de forma más clara nuestras razones independentistas; sabiendo que las razones sentimentales, son intrínsecas de cada uno, pero, las razones económicas, de seguridad jurídica y policial (persecuciones, espionaje, etc.), por si solas, ya deberían ser motivo claro para hacer independentistas.
Pero esa tarea es muy difícil, ya que el estado español está en contra nuestra, tenemos muchos ejemplos, sin tener que recurrir a los más de 300 años de expolio, si no a la última década, incluso ahora, con el gobierno más progresista de la galaxia, como se autodefine el PSOE/Podemos:
- nos siguen espiando (Pegasus, y ayer se supo que en las asociaciones sociales anti-deshaucios, por ejemplo, tenían policías infiltrados, como si fueran terroristas; y no me extrañaría que también los tuviéramos en nuestro colectivo de Meridiana Resisteix (Resiste));
- dicen que no publican las balanzas fiscales de las autonomías, para evitar discusiones; no aceptan que critiquemos el diferente cumplimiento inversor entre comunidades (en el pasado 2021, el 36% del presupuestado para Catalunya mientras que, en Madrid, ejecutado el 184%);
- prohibiendo que las encuestas oficiales (CIS), desde hace décadas, pregunten sobre la opinión y valoración respecto a la monarquía;
- etc.
Creen que, escondiendo la información, la realidad no se percibe.
Los catalanes independentistas tenemos mucho trabajo de información, respecto a los catalanes unionistas, ser más proactivos, pero sin bajar nuestro listón, ya que ampliar las bases por ampliarlas, representa forzosamente bajar el listón reivindicativo. Y tenemos claro que seguirán insultándonos, y ante eso no hay reacción, no queremos caer en sus provocaciones, y por esto abusan de nuestro pacifismo.