La imagen pública de un líder político es un componente esencial en su
capacidad para gobernar y liderar con eficacia. En el caso del
presidente de Estados Unidos, Joe Biden, su imagen pública enfrenta
desafíos significativos derivado de la percepción social que existe
sobre su salud física y mental, que inevitablemente tocan la esfera
política, pues estas opiniones se recrudecen a medida que la nación se
prepara para las próximas elecciones que se llevarán a cabo en
noviembre del 2024, pero cuyo proceso de selección de candidato ya
inició, por lo que la imagen del presidente Biden está en el reflector
lo que ha propiciado que se vea afectada por una serie de factores que
merecen una revisión cuidadosa.
Una reciente encuesta de CNN realizada por SQL Server Reporting Services (SSRS) revela un veredicto devastador sobre la popularidad del presidente Biden, ya que entre las calificaciones laborales ampliamente negativas y una preocupación generalizada sobre su edad, la imagen pública del presidente enfrenta desafíos significativos.
Esta impopularidad puede tener consecuencias en las elecciones futuras y no sólo eso, también en la percepción que se tiene de su actual labor y así en la imagen legado del presidente, y todo gracias a que, a diferencia de muchos políticos, su edad y aparente estado de salud están cobrando factura públicamente.
Esta encuesta señala que gran parte de las dudas giran en torno a la vitalidad de Biden más que a su gestión del cargo, pues la preocupación social sobre su edad y capacidad física y mental es evidente en los datos de la encuesta, y es que cerca de tres cuartas partes de los estadounidenses dicen que están seriamente preocupados de que la edad del presidente interfiera en sus labores y, en consecuencia en su capacidad para cumplir otro mandato, y a su vez cuestionan su capacidad para comprender las preocupaciones de la próxima generación. Algo que no se limita a un solo grupo político; abarcan tanto a demócratas como a independientes.
La realidad es que cada vez menos ciudadanos consideran que inspire confianza o que tenga el vigor y la agudeza necesarios para ejercer eficazmente como presidente. Esto es particularmente relevante en un momento en que la política estadounidense se vuelve cada vez más polarizada y competitiva.
Ahora, algo que debemos entender es que la imagen pública de un personaje tan relevante como es el presidente de Estados Unidos, no se basa únicamente en su gestión política, sino también en su capacidad de proyectarse como un personaje fuerte y poderoso, por lo que los recientes problemas de comunicación que ha enfrentado, lo han hecho quedar en mal, ya que en últimas fechas Biden ha enfrentado momentos públicos en los que, por ejemplo: ha perdido el equilibrio en escaleras para abordar un avión, confundido países y pronunciado discursos incoherentes. Aunque algunos atribuyen estos incidentes a su propensión a hablar mal, la percepción que se genera de este tipo de errores es tan relevante que cada vez la atención se centra más en detectarlos para descalificarlo, que en escuchar su mensaje.
Al final debemos recordar que, para la imagen pública de un político, independientemente de su capacidad para abordar los desafíos de la nación y cumplir con sus proyectos políticos, la edad y la salud del líder en cuestión son preocupaciones legítimas que repercuten directamente en la confianza de su audiencia, en su nivel de aprobación y así en su imagen. En el caso de la imagen de Biden es un recordatorio de que la política no es sólo una cuestión de retórica y apariencia, sino de un contexto integral que de momento no está jugando a favor de su imagen.