MANAUS, Brasil (AP) — Navegar por una compleja red fluvial para llegar a remotas comunidades de la Amazonía brasileña es apenas el primer reto que encara el enfermero Waldir Pires da Luz Bittencourt para vacunar a indígenas y habitantes ribereños contra el COVID-19. Al llegar, se tropieza con algo que no esperaba: El temor a la vacuna.
“Es un fenómeno nuevo entre los pueblos indígenas, derivado de la politización del tema de las vacunas”, expresó Bittencourt, de 32 años y quien a lo largo de los ocho años que lleva en la profesión ha estado involucrado en campañas contra la tuberculosis, la difteria y el tétano.
El personal sanitario como Bittencourt está siendo enviado a rincones aislados de Brasil, a menudo viajando por horas en pequeñas avionetas o en lanchas. La mayoría de las comunidades selváticas tienen instalaciones sanitarias básicas que no están en condiciones de tratar pacientes con el COVID-19. Por ello las vacunas son fundamentales para contener el brote.
Brasil suma más de 235.000 muertes y es superado solo por Estados Unidos en ese renglón, según la cuenta de la Universidad Johns Hopkins. En una consulta del mes pasado de la encuestadora Datafolha, el 17% de los que respondieron dijeron que no pensaban vacunarse. Los porcentajes son más altos en el norte y el centro-oeste, que Datafolha agrupa en una misma categoría, y más bajos en el sur y el sudeste, regiones de más ingresos.
El personal sanitario, expertos y antropólogos dicen que el rechazo o el temor a la vacuna responde en parte a las dudas que genera el presidente Jair Bolsonaro respecto a la eficacia de la vacuna. Bolsonaro, quien se contagió el año pasado y se recuperó, dice que no piensa vacunarse e insiste en que nadie debería hacerlo si no lo desea.
Inicialmente se negó a autorizar la compra de la vacuna china Sinovac y dijo en Facebook que Brasil nunca sería “el conejillo de Indias” de nadie. También rechazó la vacuna de Pfizer, citando una cláusula que exime a la firma estadounidense de posibles responsabilidades. Bromeó diciendo que no se podría reclamar a nadie si a las mujeres les salía barba, le cambiaba la voz a los hombres o la gente se transformaba en caimanes.
Su prédica en contra de la ciencia llegó hasta las localidades ribereñas y las comunidades indígenas de la Amazonía.
“Este movimiento en contra de la vacuna no nace allí. Lo traen algunos misioneros, las redes sociales y las noticias falsas”, dijo la antropóloga Aparecida Maria Neiva Vilaça, quien ha trabajado con comunidades indígenas del estado norteño de Rondonia.