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Jornada de reflexión en sus dos acepciones

Amadeo Palliser Cifuentes
amadeopalliser@gmail.com

Hoy, día 11, nos toca reflexionar por decreto ley, como si fuera una acción que no hacemos habitualmente; pero, en todo caso, en esa reflexión, más que reflexionar (meditar, pensar, etc.) muchos nos limitamos a reflejar (refractar, reverberar, etc.), como explico en este escrito.

El día antes de las elecciones, legalmente, es considerado un día de ‘reflexión’, una jornada en la que se prohíbe la difusión de propaganda electoral y la realización de actos de campaña; en teoría, buscando una cierta ‘descontaminación’ gracias a la ‘desconexión’ durante las 24 horas previas a la jornada electoral.

Ahora bien, en el mundo actual, intercomunicado, y con un dominio total de las redes sociales, esa jornada de ‘desconexión’ ha perdido todo su sentido, ya que, por ejemplo, los diarios de papel hoy no pueden publicar encuestas electorales, pero, alguno de esos diarios, publicado en Andorra, sí que las edita, así que, mantener esa reflexión por decreto, es una anacronía, del griego ‘aná’ (contra) y ‘chronos’ (tiempo), es decir, una discordancia entre el orden temporal del relato, el discurso narrativo, y el orden temporal real; un anacronismo (acción extemporánea, incongruente, trasnochada, anticuada, obsoleta)

Es decir, la Loreg (ley orgánica del régimen electoral general) determina las acciones que no pueden efectuar los partidos políticos, si bien, al tratarse de unas elecciones autonómicas catalanas, vemos que los medios estatales, especialmente las televisiones y cadenas radiofónicas privadas madrileñas (castellano-españolas), no están constreñidas, así que, tienen su efecto sobre todo el territorio.

Y, por lo tanto, que la jornada se considere de ‘reflexión’ para la ciudadanía, es una consecuencia de esas teóricas restricciones.

Pero, como es lógico, la ciudadanía es un todo heterogéneo, así que habrá ciudadanos que aplicarán la jornada para reflexionar, en su acepción de pensar, meditar, cavilar, considerar, etc.; mientras que otros, la dedicarán aplicando otra acepción, es decir, la de reflejar, refractar, reverberar, etc.

Por lo tanto, unos harán una acción introversiva, y otros la harán extroversiva.

Sobre el particular, me parece ilustrativo reproducir dos fábulas:

Las cuatro estaciones

Cuentas que una vez, un hombre muy anciano, cansado de escuchar las quejas de sus cuatro hijos, y de ver cómo juzgaban a otros hombres constantemente, decidió darles una lección. Mandó a cada uno de ellos a visitar un peral que estaba lejos, muy lejos. Pero mandó a cada uno de sus hijos en distintas estaciones del año.

Así, el hijo mayor fue en invierno, el segundo en primavera, el tercero en verano y el último en otoño.

Cuando todos terminaron de visitar el peral, el hombre reunió a sus hijos y les preguntó: Y bien, explicadme, ¿cómo es el árbol que habéis visto?

Comenzó a hablar el hijo mayor: un árbol horrible, desnudo, con ramas retorcidas. Sin duda, un esperpento de árbol.

¡Qué va!, dijo el segundo hijo, el árbol estaba repleto de brotes dispuestos a nacer, todo un árbol lleno de promesas.

No sé qué habéis visto vosotros, hermanos, pero no es lo que yo ví, dijo el tercero; mi peral estaba repleto de flores, es un árbol lleno de vida y de vitalidad, de dulzura, plenitud y mucha belleza.

Pues yo no lo ví como tú dices, hermano, dijo el más pequeño, mi árbol tenía frutos, estaba lleno de peras jugosas y listas para comer, pero el peso de la fruta encorvaba las ramas y las hojas estaban a punto de marchitarse. Se le veía cansado y sus hojas estaban a punto de caer.

Todos tenéis razón, dijo entonces el padre, cada uno de vosotros habéis visto el árbol en una estación diferente y éste ha cambiado. Por eso, no podéis juzgar al árbol por cómo es en una sola estación, sino en todas ellas. Igual ocurre con las personas, tampoco podéis juzgarlas por cómo son en un momento dado (…)

(https://tucuentofavorito.com)

‘El león y su reflejo

Érase una vez un león que vivía en un desierto. Allí soplaba mucho el viento y por ello, el agua de las charcas en las que habitualmente bebían todos los animales no se quedaba nunca quieta. Las potentes ráfagas rizaban la superficie de las charcas y nunca se reflejaba nada en ellas.

Un día, el león se adentró en el bosque, donde solía cazar y en sus tiempos libres, jugar, hasta que se sintió algo cansado y sediento. Buscando agua, llegó a una charca que contenía el líquido más fresco, tentador y apacible que nadie nunca haya podido imaginar.

De modo que el león se acercó a la charca, alargó el cuello e intentó beber un buen trago. De repente, vio su propio reflejo y se asustó, al pensar que se trataba de otro león que estaba frente a él.

‘Esta agua debe pertenecer a otro león, mejor me voy de aquí, con mucho cuidado’, retrocedió, pero entonces la sed lo hizo volver de nuevo a la charca. Otra vez vio la cabeza de un temible león con una gran melena que le devolvía la mirada desde la superficie del agua.

El león de esta historia se agazapó a la espera del m omento oportuno para ahuyentar al ‘otro león’. Como estaba acostumbrado a hacer para marcar territorio o demostrar que se encontraba en un lugar, abrió sus fauces y dio un terrible rugido. Pero tan pronto como enseñó sus dientes, por supuesto, la boca del ‘otro león’ también se abrió; y a nuestro león esto le pareció una horrible y peligrosa visión.

Una y otra vez se apartaba, pero luego tomaba coraje, volvía a la charca y tenía la misma experiencia. Después de un largo rato, sin embargo, estaba tan sediento y desesperado que se decidió: ¡con otro león o sin otro león, beberé de esa charca’. Tan pronto como el león hundió su rostro en el agua … ¡el otro león desapareció!’

(https://lamentesesmaravillosa.com)

En definitiva, que, en esta jornada de reflexión, podemos hacer un ejercicio introversivo, como aconseja el padre a sus hijos en la primera fábula; o podemos dedicarnos a ejercicios malabares extroversivos, como el león de la segunda.

En general, la mayoría ya tenemos el voto decidido, y no influirá en nada la presente jornada, pero, para los indecisos, si reflexionan, si recapacitan y meditan intentando ser objetivos, sin duda llegarán a una decisión que les satisfará, aunque sea mínimamente.

Por el contrario, si los indecisos se limitan a proyectar sus desconfianzas y sus dudas, nunca llegarán a beber del charco, pues siempre percibirán los reflejos, tanto el propio, como el de extraños, por lo que su desconfianza, su angustia y su ansiedad irán en aumento.

Así que, ‘no hay mal que por bien no venga’, como dice el refrán, y espero que los indecisos y los abstencionistas dubitativos, sigan el consejo del padre de la primera fábula, y no se limiten a valorar de forma puntual unas palabras, unas acciones, si no que amplíen su perspectiva, que tomen el gran angular y contemplen la trayectoria de estos últimos años, para juzgar, de la forma más objetiva posible, y así, poder llegar a una conclusión que, mínimamente les satisfaga, ya que la perfección, el ideal, únicamente existe en los sueños.

Otro refrán dice ‘no hay mal que cien años dure, ni cuerpo que lo resista’, y llevamos desde 1714, es decir, 310 años con el mal español y … seguimos resistiendo, pero queremos dejar de hacerlo, queremos dejar de desear la independencia, por ser ya independientes. Y todo dependerá de nuestro voto de mañana.