Hoy hace 40 años del auto golpe de estado del 23 de febrero de 1981 y, siguiendo con la farsa, el rey Felipe VI y Pedro Sánchez ‘conmemorarán’ la ‘victoria de la democracia’, una farsa más de la historia negra española, en la que estaban involucrados los principales estafadores, desde el rey Juan Carlos I, hasta Felipe González. Y, claro, ahora a todos les interesa mantener el gran engaño, el segundo, ya que el primero fue la transición-traición.
Y el único estadista, con sentido de estado, fue el siempre vilipendiado, Adolfo Suárez (1932-2014), ‘el duque del olvido’ (así le llama Pilar Urbano) como se verá en los fragmentos que reproduzco seguidamente. Sé que es un texto largo, pero muy interesante, que es imposible dejar de leer, una vez iniciado:
‘Entrevista con Pilar Urbano, autora de ‘La gran desmemoria. Lo que Suárez olvidó y el Rey prefiere no recordar’ (2014):
Para Suárez estaba claro que el alma del 23 F era el Rey
Pregunta: Tras leer su libro, no me extraña que el Rey y Suárez no quisieran recordar episodios que cuenta, especialmente los seis encuentros calientes, explosivos, que el Jefe de Estado y el presidente del Gobierno tuvieron el 4, 10, 22, 23 y 27 de enero de 1981. Y el día después del golpe, el 24 de febrero del 81.
Respuesta: Empecemos por el 4 de enero de 1981. Un día antes, en vísperas de la Pascua Militar, el Rey recibe a Alfonso Armada en Baqueira, en la Pleta. Como venía haciendo, al menos desde julio de 1980, el general calienta la cabeza a don Juan Carlos, le come a oreja sobre la situación límite que vive España. Ese día, insisto, dos jornadas antes de la Pascua Militar del 5, día del cumpleaños de su Majestad, le da una ‘solución de Estado’. Le plantea que ya tiene a punto, no un golpe de Estado, sino un golpe de timón, un golpe de Gobierno. Armada, en el que el Rey confía plenamente, ha tenido numerosas reuniones con políticos en activo de todos los signos. ¡Cuidado! No son el búnker. Son políticos de partidos con representación parlamentaria, como el PSOE y Alianza Popular, entre otros.
Pregunta: El gran obstáculo para el Rey para este golpe de timón, por lo que cuenta en su libro, sigue siendo Adolfo Suárez. ‘No sé cómo quitármelo de encima’, exclama durante meses ante diferentes interlocutores.
Respuesta: Efectivamente. Por eso el Rey no espera a volver a Madrid y llama a Suárez, que descansa en Ávila, para que se presente en Baqueira de manera urgente el 4 de enero. A Adolfo le parece rara tanta urgencia, se desplaza a Baqueira en helicóptero. Esa conversación será el primer choque de una serie encadenada en las semanas siguientes. La reunión empieza sin crispación. Poco a poco se va calentando. No hay insultos, pero sí ‘tuteos’. Se hablan claro. El Rey le dice al presidente que, si no hacen algo, los militares se le echarán encima. Don Juan Carlos siempre tuvo miedo a los ejércitos.
Pregunta: ¿El Rey tendría presente lo que Armada le había dicho el día antes?.
Respuesta: Sí. El mensaje de Armada fue muy claro: Suárez sobra y es urgente poner remedio a esta situación. El general le pinta al Rey una situación de pregolpe. Le informa de qud con Suárez fuera del Gobierno podría armarse un gobierno de concentración nacional que evitaría el golpe militar. Y que desde Fraga a Felipe González están dispuestos a entrar en el Gobierno. Por eso, don Juan Carlos tiene urgencia para que Suárez visualice que sobra. Y lo hace el 4 de enero. Suárez intuye que podría estar en marcha una moción der censura contra él, orquestada por Armada con la ayuda de numerosos diputados, entre ellos, muchos de su mismo partido, que cuenta con 168 diputados.
Pregunta: ¿El Rey expone con claridad a Suárez que la solución pasa por un militar al frente de ese gobierno de concentración?
Respuesta: El Rey habla con Suárez de un problema militar y de que Armada puede solucionarlo. Pero no le dice que Armada iría de presidente, sino que podría reconducir la situación. Don Juan Carlos traslada al presidente el panorama apocalíptico militar descrito por Armada, con varios golpes militares en marcha. La realidad es que había sido el propio Armada, con el CESID y el comandante Cortina, junto a civiles, políticos, empresarios, periodistas …, quienes habían puesto en marcha el ventilador para crear ese clima de ruido de sables. Se había ido creando un ambiente para que pareciera que antes de que llegara lo peos, un golpe militar puro y duro, lo intermedio, o sea, la Operación Armada, el golpe de timón o golpe de gobierno, sería lo mejor. El Rey le insiste a Suárez que son necesarios remedios extraordinarios. Y cuando Suárez le pregunta que a qué se refiere, don Juan Carlos, tras hablarle de ministros inteligentes, de que la oposición le está tendiendo la mano, de que se olvide de sus sueños de grandeza …, concluye: ‘Voy a serte franco, con otro hombre en la presidencia’. Suárez vuelve destrozado a Madrid. Se da cuenta de que le han encontrado sucesor.
Pregunta: 10 de enero de 1981. El Rey se presenta en Moncloa en moto, sin avisar?
Respuesta: Ese día hay una gran gresca entre los dos. El Rey solía llegar de improviso a Moncloa. Con su desparpajo conocido, pedía: ‘¿Me dais de comer? ¿Ha sobrado paella?’ Esta vez la visita no era tan amigable. Quería hablar de una vez por todas con claridad con Suárez. Salen a dar un paseo por los jardines. ‘Vengo a hablarte de dos asuntos que alguna vez ya te he esbozado, pero hoy quiero resolverlos. Mi viaje al País Vasco y el traslado de Armada a Madrid’. La conversación sube de tono. Un testigo me cuenta que el Rey y el presidente gesticulan cada vez de manera más ostensible.
Armada, destinado en Lérida, es un tema tabú para Suárez. El Rey quiere traerlo a Madrid, al Estado Mayor, de segundo JEME. Es la bicha para Suárez; sabe que es el hombre destinado a cortarle la cabeza. Es entonces cuando Suárez vaticina al Rey que Armada no es la solución al golpe militar del que el Rey le habla insistentemente, sino el problema.
Pregunta: ¿El Rey piensa lo contrario: ‘Tú eres el problema y el otro la solución’?
Respuesta: Su Majestad llevaba año y medio oyendo de militares, de empresarios, de banqueros, de algunos obispos, de catedráticos, de gente de distintos sectores sociales, de algunos periodistas, que todo iba muy mal y que había que cambiar de Gobierno y a su presidente. Lo que un banquero, ya en el verano de 1980, en su visita al monarca definió ‘como cambiar el alambre, pero no los postes’.
Todos parecían olvidar, empezando por el Rey, que sólo las urnas pueden cambiar al partido gobernante y a su presidente. En realidad, fue el 5 de junio de 1980, siete meses antes del 23 F, cuando se produjo un primer anuncio en Zarzuela de que el Rey había decidido entrar en acción.
Pregunta: ¿Sigamos con la visita del Rey a Moncloa?
Respuesta: El Rey, en un momento, coge del codo al presidente. Lo agarra para que se pare. Suárez, según mi testigo presencial, se desembaraza de un tirón. Nada que ver con la foto amable que años después el hijo de Suárez tomaría, con el Rey y el ex presidente, ya enfermo de alzheimer, paseando por el jardín de la casa familiar. ‘Un momento, no te embales’, dice el Rey a Suárez, y éste le contesta: ‘Me embalo porque sé lo que digo; Armada es un enredador que vende humo, que vende conspiraciones, sediciones, sublevaciones. Y lo malo es que se las vende al propio Rey’. Suárez se mantiene en sus trece y se niega a traer a Armada a Madrid. Ahí rompieron.
Pregunta: ¿El Rey ya no controla a Suárez. No puede conseguir ni traer a Armada a Madrid …?
Respuesta: Nunca pensó que la persona que él eligió como presidente (julio de 1976) pudiera llegar a este extremo. Él, que muchos años atrás, cuando empezaba a reinar, había dicho a Torcuato Fernández Miranda: ‘Hombre, yo creía que iba a ser como Franco pero en Rey’.
Pregunta: ¿22 de enero de 1981. Suárez está en Zarzuela….?
Respuesta: Aquello fue muy fuerte. Suárez subió a Zarzuela como solía hacer en vísperas del consejo de ministros. Lo cuenta en el capítulo titulado Suárez, el rey, un perro, una pistola…
Ya no son desencuentros, ya están a mandoblazos, sobre todo por parte del Rey. ‘El Rey consulta, escucha y hace caso a cualquiera antes que a mí’, se queja Suárez. Don Juan Carlos ve al jefe del Gobierno sin rumbo. Utiliza en algún momento la frase de Abril Martorell, íntimo y fiel colaborador de Suárez: ‘Eres un arroyo seco’, sin un norte ilusionante.
Tras combatir en una esgrima de reproches, Suárez espeta al Rey: ‘Hablemos claro, señor, yo no estoy en el cargo de presidente porque me haya puesto ahí su Majestad’. ‘Lo que no es normal, por muy legítimo que sea, es que yo diga blanco y tu negro. Las cosas han llegado a un punto en que cada vez coincidimos en menos temas’, expresa don Juan Carlos. El cruce de reproches crece en grados. ‘Me temo que empezamos a dar la impresión de dos jefaturas que en lo importante discrepan’, dice Suárez. Y recuerda al Rey que es presidente por las urnas, en las que obtuvo 6.280.000 votos (en 1979). ‘Tú estás aquí porque te ha puesto el pueblo con no sé cuántos millones de votos …. Yo estoy aquí porque me ha puesto la Historia, con setecientos y pico años. Soy sucesor de Franco, sí, pero soy heredero de 17 reyes de mi propia familia. Discutimos si OTAN si u OTAN no, si Israel o si Arafat, si Armada es bueno o peligroso. Y como no veo que tú vayas a dar tu brazo a torcer, la cosa está bastante clara: uno de los dos sobra en este país. Uno de los dos está de más. Y, como comprenderás, yo no pienso abdicar’.
Pilar Urbano relata que cuando Suárez oye la palabra abdicar, él mismo dice que sería el mayor fracaso de todos sus empeños y que, llegados a este punto, lo mejor es disolver las Cortes para que el pueblo hable, ya que no cuenta con el apoyo del Rey ni con parte de su partido, y sí con la animadversión de la oposición. El Rey le responde que eso sería una locura y que se niega a disolver las Cortes.
Pregunta: ¿Plantea el rey a Adolfo Suárez la dimisión?
Respuesta: En realidad le dice que no puede impedir que dimita, pero que disolver las Cámaras supondría un nuevo parón nacional, con la crisis económica que había. ‘Aquí lo que hace falta es un gobierno fuerte, cohesionado, que cuente con una mayoría estable y que gestione. Por tanto, no voy a firmar el decreto de disolución’. La bronca crece y crece cuando el presidente recuerda al rey que, según la Constitución, la disolución no corresponde al jefe del estado y que éste no puede negarse a firmarla.
Pregunta: ¿Con la Constitución como arma arrojadiza…?
Respuesta: Y el rey, entonces, comete una indiscreción al recordar a Suárez que también el artículo 115 advierte que no se podrán ‘disolver las Cortes si está en trámite una moción de censura’. Nadie había hablado de moción de censura. Se le escapó inconscientemente lo que le daba vueltas por la cabeza: una dimisión repentina invalidaría el plan de derrocarle por la vía intachablemente parlamentaria de la moción de censura. Y una disolución dejaría la Operación Armada en papel mojado. Por tanto, el rey no quería que Suárez dimitiera todavía, ni disolviera las Cortes. Y de manera entre infantil y desesperada le dice a Suárez que no piensa firmar, que se irá de viaje, que se pondrá enfermo … La discusión subía y subía de tono.
Llegaron a alzarse la voz con tal rudeza que el perro del Rey, Larky, un pastor alemán, tumbado en la alfombra del despacho real, comenzó a ladrar y, excitado, se arrojó contra Suárez. ‘Casi me muerde los coj…’, me contó Suárez tiempo después. El Rey saltó y sujetó al perro. Más allá de esta anécdota, Suárez le leyó la cartilla al Rey, el hombre que lo había elegido para, juntos, hacer Historia.
Pregunta: ¿23 de enero. El Rey precipita su regreso a Madrid. Está de cacería, pero cuatro tenientes generales se han presentado en Zarzuela?
Respuesta: Cuatro y un almirante. Los tenientes generales Elícegui, Merry Gordon, Milans del Bosch y Campano López, de las regiones de Zaragoza, Sevila, Valencia y Valladolid. Desde Zarzuela avisan al rey, que tiene que suspender la cacería. Por cierto, los compañeros de montería se indignan con el Rey porque el helicóptero ahuyenta la spiezaqs. Estos generales están pensando un golpe a la turca. Ya habían enviado una carta a Zarzuela, por el conducto reglamentario, como me dijo el general González del Yerro. Al no obtener respuesta, se presentan en Zarzuela. Entra el Rey, jefe y compañero de armas, y cuando comienzan con la retahíla de quejas, les dice: ‘Un momento, yo soy el Rey. El Rey reina, pero no gobierna. Decídselo al jefe del Gobierno’. Llama a Suárez. En un rato está en la Zarzuela. ‘Realmente estos que hay dentro quieren verte a ti’. Y don Juan Carlos se ausenta. Nadie se sienta y Suárez advierte a los entorchados que Zarzuela no es el sitio para hablar, que, si quieren, él los recibe en Moncloa, que es la sede del presidente del Gobierno.
Pregunta: ¿Y aparece la primera pistola?
Respuesta: Milans dice a Suárez que por el bien de España debe dimitir ya, cuanto antes. Y es cuando Suárez pide al luego golpista que le dé una razón para ello. En ese momento, Pedro Merry Gordon saca del bolsillo de su guerrera una pistola Star 9mm, se la pone en la palma de la mano izquierda y mostrándola dice al presidente: ‘¿Le parece bien a usted esta razón?’. El Rey, en la escalera, le advierte: ‘¿Te das cuenta de hasta dónde me estás haciendo llegar? Y le reitera que la solución para evitar el golpe militar pasa por un cambio de Gobierno.
Pregunta: ¿Dos últimas fechas para olvidar esta tragedia en las relaciones de los dos parteros de la Transición, 27 de enero, con el golpe en puertas?
Respuesta: Suárez acude a Zarzuela para comunicar al Rey que tira la toalla, que se va. Antes almuerza con los Reyes. Al acabar, suben los dos al despacho. ‘¿Qué es eso tan importante que tienes que decirme?’, inquiere el Rey. ‘Que me voy, señor. Sí, he pensado muy seriamente que debo irme. Irme y, como decía Maura, que gobiernen los que no me dejan gobernar’. El Rey escucha en silencio, sin mover un músculo. Con pose de rey, no de amigo. Asiste, impávido, a la explicación de Suárez, que se queja de tener el enemigo dentro. Él ya sabe, como me dijo años después Sabino, que estaba en marcha una moción de censura movida y encabezada por Armada. Gente de su partido, como Herrero de Miñón, participa activamente. Piensa que con su dimisión podrá desactivarla. Pero Armada se veía ya como presidente de un gobierno de concentración, una operación que comenzó a trazarse en Zarzuela en julio de 1980. Ya hablaremos luego de esto…
Pregunta: ¿El Rey no hizo el menor amago pidiéndole que siguiera?
Respuesta: En absoluto. Descuelga el telefonillo interior y llama a Sabino. ‘Sabino, sube, sube, inmediatamente’. Cuando llega, don Juan Carlos le suelta: ‘Sabino, que éste se va’. Ni un abrazo, ni un gesto. Como si se sintiera liberado. ‘¿Qué hay que hacer ahora? ¿Qué pasos? Es la primera dimisión de un presidente en democracia’, pregunta al fiel secretario.
Punto y final. Al día siguiente, el 28, Suárez lleva la carta de dimisión a Zarzuela. Su publicación en el BOE se retrasa durante semanas. El acto de Suárez de dimitir por sorpresa tiene enormes consecuencias porque deja a los golpistas, militares y civiles, sin argumentos para la sublevación.
Pregunta: ¿Última fecha, 24 de febrero de 1981; horas después de acabar el secuestro de Tejero, Suárez se presenta en Zarzuela?
Respuesta: Suárez, tras ser liberado, es informado por Francisco Laína, de que ha sido Armada quien ha arreglado la liberación de los secuestrados y de que el mismo Armada había estado metido en el golpe hasta las cejas. Ya en Moncloa, se encierra con sus colaboradores directos Arias-Salgado y Meliá, y les pide un informe técnico urgente para revocar su dimisión. La investidura de Calvo-Sotelo, interrumpida por Tejero, se reanudará el día siguiente, 25, a las seis de la tarde. El cese de Suárez aún no se ha publicado en el BOE. ‘Hay mucho que limpiar, apuntalar, poner coto a los que quieren quitarnos la libertad. Si legalmente puedo, volveré’. Eso sí, respaldado por la más Grosse Koalition que pueda constituir’, dice a sus íntimos.
Pregunta: ¿Y acto seguido, va a Zarzuela a hablar con el Rey, por llamarlo cortésmente?
Respuesta: Es el enfrentamiento más duro, durísimo, que Suárez tiene con el Rey. Se lo contó a muy pocas personas recién ocurrido, y 12 años después lo revivía con las mismas palabras. Leo a partir de la página 701 de mi libro: ‘Arriba en la puerta, me espera Sabino. Me da un abrazo. Yo se lo tomo. Al que no se lo puedo tomar es al ‘Otro’. Entro en el despacho del Rey. Está vestido de uniforme. Es mediodía. Tiene allí a su perro Larky, el que me atacó la otra vez. Estamos solos, le tuteo.
‘Nos la has metido doblada’
¿De qué me hablas?
‘Hablo de que, alentando a Armada y a tantos otros, jaleándolos, dándoles la razón en sus críticas, diciéndoles lo que querían oír de boca del Rey, tú mismo alimentaste el dichos malestar militar (…) Sabes cómo entre el Guti (el general Gutiérrez Mellado), Agustín (Rodríguez Sahagún) y yo hicimos trigonometría para desplazar al quinto moño a los generales golpistas, a los que tú a la semana siguiente recibías; y cómo me opuse al traslado de Armada.
¿Pero tú te das cuenta de lo que dices y a quién se lo dices?
‘Sé demasiado bien a quién se lo digo. Esta situación la has provocado tú.
Noooo, al revés, la has provocado tú y la he evitado yo.
Pregunta: ¿O sea, que Suárez acusa al rey de promover el golpe de Armada?
Respuesta: Para Suárez está clarísimo ya en ese momento que la Operación Armada nace en Zarzuela y que el alma es el Rey: que don Juan Carlos es el muñidor para que Armada sea el presidente de un gobierno de concentración. Incluso que el mismo Rey conocía el gobierno que el golpista tenía preparado. Un Gobierno en el que, entre otros, Felipe González iba de vicepresidente. En el transcurso de esa conversación con tono elevadísimo, Suárez alaba el comportamiento digno del ‘pobre Guti, un anciano, cuatro huesos’, y critica, en cambio, al ‘otro’, a ‘gatas debajo del escaño’, refiriéndose al presidente a punto de ser investido, Calvo-Sotelo. Pero el clímax de la pelea verbal se alcanza cuan do Adolfo advierte al rey lo siguiente: ‘Quiero revocar mi dimisión. Traigo un estudio jurídico-constitucional del proceso…’ Y saca el folio del bolsillo y lo despliega ante el Rey. Le anuncia que piensa hacer depuraciones en el Ejército, llegando hasta donde haya que llegar. ‘¿Me estás amenazando, so cabrón? ¿Te atreves a hablarme de responsabilidades a mí? ¿Tú … a mí? Mira -le dice el jefe del Estado-, ni tu puedes retirar ya la dimisión ni yo voy a echarme atrás en la propuesta de Leopoldo. ¿Todavía no te has enterado de que ha sido a ti a quien le han dado el golpe? A ti, a tu política, a tu falta de política, a tu pésima gestión. ¿Responsabilidades’ ¡Tú eres el auténtico responsable de que hayamos llegado a esto!’
El rifirrafe entre los dos continúa y se despeña hasta el punto de que don Juan Carlos le dice: ‘O te vas tú o me voy yo’, no sin recordarles que no podrá formar ningún gobierno de unidad ‘porque nadie va a querer contigo…’ Políticamente estás muerto. No revoques tu dimisión. No intentes volver. Tienes que saber poner punto y final a tu propia historia’
Viéndolo así, en pie, con el uniforme de capitán general y al otro lado de la mesa, Suárez se da cuenta, según él mismo contaba después, de que ese señor imponente que tiene delante es el rey. ‘Junto los talones, doy un cabezazo, paso al usted y les presento mis excusas: disculpe, Señor, me he excedido’, Larky, el perro, esta vez no atacó al indignado visitante.
(…)
Pregunta: ¿Pero Armada, como usted decía antes, ‘tiene puestos los patines’?
Respuesta: (…) hay cosas llamativas, raras, anómalas. Que los hijos del Rey no vayan ese día al colegio, como tampoco fueron al colegio los hijos de los americanos de Torrejón, que le dijeran al médico de la Zarzuela que ese día estuviera en el palacio desde por la mañana, que cierta vedette, Bárbara rey, declarara, ¡vaya usted a saber si es cierto!, que el Rey la llamó diciéndole, ¡oye, el lunes, 23, procura no ir a recoger al colegio a los niños, porque puede pasar algo…’
(…)
Pregunta: ¿Lo que queda meridianamente claro en su libro es que la gestación de la Operación Armada, que deriva en el golpe de Estado del 23 F, pasa por la Zarzuela?
Respuesta: Sale de Zarzuela y sigue en Zarzuela desde julio del 80 hasta la segunda semana de febrero de 1981. Yo dejo al Rey fuera del golpe del 23 F. Pero sí digo que, si esa noche Armada se hubiese llegado a entender con Tejero, y Tejero le hubiese dejado pasar, como me decía Pablo Castellano, ‘en esa situación, bajo la amenaza de las metralletas, todos hubiésemos aceptado cualquier solución que no fuese una junta militar’ Y mucho más si todo se anunciaba en nombre del rey, que es como Tejero entró en el Congreso: ‘¡Paso en nombre del Rey!
(…)
Pregunta: ¿Hablemos del Elefante Blanco?
Respuesta: Le pregunté a sabino por el famoso tema del Elefante, y me confesó que don Juan Carlos metió la pata en el libro de Vilallonga (una biografía del Rey, basada en varias conversaciones con el protagonista), cuando dijo que él ‘sabía, desde el primer momento, quién era el Elefante Blanco’. Suárez, también dijo que ‘sólo dos personas saben quién era el Elefante Blanco, y yo soy una’. Si Suárez lo sabía, y desde luego él no era, y el rey también lo sabía, según le dijo a Vilallonga, y está en la edición francesa y en la inglesa. Ergo …Después, en la versión española eso se corrigió, porque se hubiese tenido que reabrir el sumario del 23 F. El Rey también decía en la primera edición, la francesa, que él habló con Armada varias veces esa noche.
(…)
Pregunta: ¿Traiciones, miserias, héroes que, según usted, no lo son … ¡para echarse a llorar!?
Respuesta: Sí, también el Rey se echó a llorar en la madrugada del 23 al 24 de febrero. Se narra en ‘La gran desmemoria’. Sabino me lo contó varias veces. El Rey ya ha dado el discurso en televisión en la medianoche del 23 F al 24 F. Tejero continúa en el Congreso con sus guardias civiles. De pronto, don Juan Carlos rompe en sollozos. ‘Sollozaba, recordaba Sabino, como si se le hubiera roto un juguete, la Corona. Fue un m omento en el que el Rey no sabía cómo acabaría aquello, qué reacción militar podría haber, él había tenido muchas conversaciones con gentes diversas, se habían prometido carteras, estaba formado prácticamente un gobierno … ¿Quiénes iban a callar? ¿Quiénes iban a hablar? ¿Qué se iba a decir…?’ Era de madrugada. Todo es incierto. Hacía frío físico en la Zarzuela. A las 11 o las 12 de la noche habían apagado la calefacción en el edificio. Es entonces cuanto el Rey se pone una cazadora negra, la de piloto, no sé por qué no su guerrera militar con la que había grabado el mensaje. Quizás el subconsciente … En la gaveta de su mesa de despacho tenía una pistola. En aquel momento, según me contó Gómez Acebo, la puso encima de la mesa, y luego se la metió en el cinto.
Pregunta: ¿Suárez debería haber sido nombrado Duque del Olvido?
Respuesta: Y de la lealtad. Por no contar con los servicios de lealtad que hizo al Rey. Suárez decía que tenía que ‘proteger al Rey del rey mismo’, de sus campechanías, de su verbosidad, porque algún malintencionado podía tirarle de la lengua y grabarle diciendo cosas inconvenientes, incluso peligrosas.
(…)
Suárez salió del Gobierno sin Toisón. El Rey se lo concedió muchos años después …
Pregunta: ¿Por otros servicios?
Respuesta: Servicios legítimos, legales y patrióticos prestados por Suárez. Y el Rey lo sabe.
(Miguel Ángel Mellado, 30 de marzo de 2014, www.elmundo.es)
Ante estos grandes engaños, no podemos confiar en nadie ni en nada. Solo nos tenemos a nosotros mismos, debemos romper con el pasado que nos quieren imponer, con su visión casposa. Como Felipe VI, agradeciendo a su padre las gestiones para parar el golpe; el gobierno socialista felicitándose de lo aprendido. Pura desvergüenza. Pura indigencia moral. Y todos ‘conmemorando’ el golpe ‘fracasado’…, la verdad es para empezar a correr y no parar hasta llegar a Marte.
Y todos sabemos que ese golpe militar triunfó pues, como ya comenté ayer, a los pocos meses los impusieron la Loapa, para restringir y armonizar a las comunidades autónomas, y, así, paso a paso, con las muletas policiales y judiciales, hemos llegado a esta situación corrupta, de la que. tenemos que huir corriendo
Por eso debemos tener presente y vivo el espíritu rebelde, y no rendirnos, como se dice en la siguiente canción de Bruce Springsteen, ‘No Surrender’
No surrender (sin rendición)
Nos escapamos de clase,
Teníamos que huir de esos tontos.
Aprendimos más de una canción de tres minutos,
que lo que aprendimos en la escuela.
Esta noche, escucho el sonido de tambores del barrio,
puedo sentir que mi corazón comienza a bombear,
dices que estás cansado,
y que solo quieres cerrar los ojos
y seguir a tus sueños (hasta dormirte).
Hicimos una promesa,
juramos que siempre la recordaríamos,
nada de retractarse cariño, nada de rendirse.
Como soldados en una noche de invierno
con el juramento de defender.
Nada de retractarse, cariño, nada de rendirse.
Ahora, los rostros jóvenes se vuelven tristes y viejos,
y los corazones de fuego, crecen fríos.
Juramos que seríamos hermanos contra el viento,
yo estoy listo para volverme joven de nuevo,
y escuchar la voz de tu hermana llamándonos desde casa,
cruzando el campo abierto.
Bien, quizás podríamos meternos en algún lugar
con estos tambores y estas guitarras.
(…)
Esta noche en las calles, las luces se vuelven tenues,
las paredes de mi habitación se caen sobre mí,
hay una guerra ahí fuera todavía propagándose,
dices que ya no es cosa nuestra ganar,
yo quiero dormir, bajo tranquilos cielos,
en la cama de mi amante.
Con un campo abierto de par en par en mis ojos,
y estos románticos sueños en mi cabeza.
Hicimos una promesa,
Juramos que siempre la recordaríamos,
Nada de retractarse cariño, nada de rendirse.
Hermanos de sangre bajo la noche tormentosa,
Con el juramento de defender.
Nada der retractarse cariño, nada de rendirse.
Nada de retractarse, cariño, nada de rendirse.
‘Esta canción de resistencia y de reafirmación, no es tiempo de echarse atrás y rendirse, sino para apretar los dientes, seguir adelante -saltar a uno y otro escenario y dejarse la vida en todos, en su caso- y esperar a que un viento fresco y poderoso arrastre las nubes y despeje el cielo’.
(Amp.deia.eus)
Estamos cansados de toda esta casta y caspa: político – militar – judicial – económica – eclesiástica … Todos, con contadísimas excepciones, son chupópteros, vividores y mantenedores del régimen franquista – borbónico.
Y la única alternativa que tenemos es no rendirnos, seguir movilizados y movilizando a cuanta más gente mejor, hasta que reviente el estatus quo actual, y nos podamos independizar.