La crisis valenciana nos ha reafirmado que nos sobran chupópteros e inútiles, y nos faltan políticos, servidores públicos; seguidamente traslado algunas elucubraciones sobre el particular.
Esta mañana (13/11), el abogado penalista Xavier Melero Merino, en la tertulia de RAC1, ha efectuado una afirmación, que suscribo totalmente: ‘Carlos Mazón, presidente valenciano, tenía razón al negarse a recibir maquinaria y bomberos franceses y catalanes, pues en España hay ejército y no faltan máquinas; pero sí que son necesarios 200 gestores, para afrontar la crisis y la postcrisis’.
Y es así, pues los que calientan las actuales poltronas (en Valencia y Madrid), no sirven para nada, salvo para beneficiarse de los sueldos y prebendas.
Es sabido que, a pesar de todas las evidencias científicas, siguen habiendo terraplanistas; y aquí, tras la tragedia en Valencia, vemos que hay negacionistas de las evidencias, pues nadie asume sus responsabilidades; también tenemos los que esconden la cabeza debajo de ala, emulando la actitud de los avestruces, es decir, que avestrucean (*)
(*) aunque el diccionario de la RAE únicamente contempla avestrucear como cazar avestruces; yo lo aplico de forma extensiva a su actitud más popular.
Y es evidente que una de las mayores estupideces es engañarnos, cuando vemos algo que no nos gusta; o achacar las culpas a los oponentes, pues confundir nuestros deseos con la realidad, es una actitud infantil, ya que la realidad es la que es, nos guste o no. Y por más cobardía que se tenga, no podrán engañar a toda la ciudadanía.
Y sabemos que los errores, las crisis y los fracasos, por sí mismos, no nos proporcionan aprendizajes, si no los racionalizamos; en caso contrario, nos dejan cicatrices.
Y cuando se pierde la confianza en los políticos, pasa como con las cerámicas cuando se rompen, pues, aunque se reconstruyan, siempre se observarán las cicatrices.
Por eso, aunque Carlos Mazón efectúe una reconfiguración de su equipo de gobierno, él, personalmente es un cadáver político, y nunca podrá limpiar su culpa.
Nunca he entendido que los avestruces, ante un peligro, escondan su cabeza debajo de sus alas, o la entierren, pues eso no es un acto positivo, no me parece adaptativo, ya que el peligro persiste y, por lo tanto, se sigue expuesto a los depredadores.
Pero los naturalistas, con más conocimiento de causa, explican que el motivo es que su cabeza y cuello son ligeramente coloreados, y escondiéndola, se echan al suelo y permanecen inmóviles, mimetizándose con la tierra, para confundir a sus depredadores; pero, en realidad, esos avestruces no son cobardes, y no actúan así. El mito lo inició Plinio el Viejo (23 – 79), en su Historia natural (37 libros), en el que decía que los avestruces, al esconder la cabeza, pensaban que todo su cuerpo estaba oculto. Pero no es así, pues cuando se ven en verdadero peligro, huyen, siendo capaces de alcanzar los 70 km/h; o se enfrentan, pues pesan más de 150 Kg, y tienen potentes patas, capaces de lastimar a sus oponentes (leones, guepardos o hienas), como hacen cuando atacan a sus crías.
Y hemos visto que los políticos valencianos, con Carlos Mazón a la cabeza, huyen de la realidad, la niegan, o la imputan a sus oponentes. Como hace todo el PP, cargando la culpa y toda la responsabilidad a Pedro Sánchez, y, también, a Teresa Ribera, como vimos ayer, intentando evitar que superase su examen para ser vicepresidenta de la comisión de la UE y comisaria para la transición limpia, justa y competitiva.
Pero la realidad es que Teresa Ribera, todavía vicepresidenta del gobierno español, tiene responsabilidades directas sobre la DANA, y ha permanecido oculta durante la crisis, supongo que, para no poner en riesgo su nombramiento para su nuevo cargo europeo; y eso debe pagarlo políticamente.
Igualmente, Pedro Sánchez, poniéndose en segundo plano, y a la espera de las peticiones que le hiciera Mazón, y por más que se justificase por la separación de poderes, en realidad hizo una dejación de sus responsabilidades y obligaciones, pues en momentos realmente graves, lo primero es salvar vidas y las propiedades de los ciudadanos, pero, siempre, clarificando la cogobernanza con el gobierno valenciano, o, según las competencias, supeditándose al gobierno autónomo.
Y es verdad, ahora es el momento de ayudar a la ciudadanía, y ya habrá tiempo para analizar y pedir responsabilidades, que deberán ser del ámbito criminal.
Pero eso no impide, a mi modo de ver, el cumplir la exigencia de efectuar la sustitución Carlos Mazón, pues, como la mencionada cerámica, las cicatrices son profundas, y la ciudadanía no le confiará ni la gestión de lo más simple. Y en eso deberían aplicarse tanto Alberto Núñez Feijóo (PP) como Pedro Sánchez (PSOE), especialmente el PP, que tiene el control del parlamento valenciano (con Vox; pero para sustituir a Mazón, tendría el apoyo de toda la cámara, supongo), aunque eso fuera sustituir un galgo por un podenco.
Pero no es así, la realidad nos muestra que ambos siguen negando la realidad, siguen avestruceando, en el peor sentido del término, como hemos visto esta mañana en el congreso de los diputados, en el momento del primer debate sobre la crisis en cuestión, la peor crisis de la democracia, por la cantidad de fallecidos, 221, de momento, ambos dirigentes mencionados, han estado ausentes.
Y esa ausencia es incomprensible. No me vale que Pedro Sánchez ayer estuviese en la cumbre de acción climática (COP29) en Bakú (Azerbaiyán), no me valen sus formas (no es un buen ejemplo ir a una conferencia sobre la reducción de las emisiones, con un helicóptero Puma desde la Moncloa hasta el aeródromo militar, allí un avión del estado; y, de regreso, igual) ni su actitud (priorizar los temas internacionales -que son los que le gustan, y cree que le dan un aire de estadista- a los nacionales, en plena crisis, afrontando las críticas, y, teóricamente, buscando soluciones)
Pedro Sánchez ha regresado esta mañana; pero bien podría haber viajado de noche, y estar hoy en el congreso. Y, penosamente, al no ir Sánchez, Feijóo tampoco ha asistido, dejando el rifirrafe a sus segundones. Todo muy vergonzoso y deprimente, por más que Sánchez, en Bakú manifestase, todo compungido, que ‘el cambio climático mata, como se ha visto en Valencia’.
El debate de descalificaciones y de atribución de responsabilidades, se está enmarañando, incluso entre los servicios técnicos, que son, o deberían ser los verdaderos especialistas.
Pero, aún así, hoy hemos sabido que el 29 de octubre (día de la tragedia) Miguel Polo, presidente de la Confederación Hidrográfica del Xùquer (CHX) advirtió al gobierno español a las 19.32 h, de la ‘lentitud en la toma de decisiones dentro del Comité de Coordinación Operativo Integrado (CECOPI), pues llevaban más de una hora y media debatiendo sobre cómo articular la alerta masiva que ya habían decidido enviar mediante el sistema EsAlert. Polo advirtió a Hugo Morán, secretario de estado, y tras hacerle un balance de la situación, manifestó su preocupación por la tardanza para la reacción y ejecución, un retraso que se alargó más de lo que se prevé y es deseable, como explica Marta Sánchez Iranzo (elnacional, 13 de noviembre)
Pero todo son versiones contradictorias, y no es lógico que, a estas alturas del siglo XXI, no conozcamos con detalle y con total exactitud, las llamadas telefónicas, las reuniones y conclusiones de servicios tecnológicos, que, por su naturaleza, son registradas para posterior análisis.
Pues bien, ante este descontrol y desbarajuste, me parece evidente que los protocolos deben revisarse, así como la pertinencia de los participantes en esas reuniones (que deberían tener la formación, capacitación y poder de decisión, en sus respectivas áreas competenciales); y, claro, debería haber una jerarquía efectiva y ejecutiva en esas reuniones, y los sustitutos, deberían tener los mismos atributos que los titulares, a todos los efectos. No es comprensible que la ausencia injustificada e injustificable de Carlos Mazón, lo parase todo.
Otro aspecto es que Carlos Mazón, todavía hoy presidente de la Generalitat valenciana, en plena alarma roja de la agencia estatal de meteorología (AEMET), se ausentara para comer en un reservado privado de un restaurante próximo a la Generalitat, y estuviese desconectado 6 horas. Y esto es injustificable, incomprensible, incluso en circunstancias normales. Y, aun que ese fuera su único error, ya sería imperdonable. Pero, como sabemos, ese sólo es una más de la gran cadena de errores.
Los técnicos, los especialistas con conocimientos científicos, deben tener un protocolo en línea con lo que marca la UE, y ese protocolo debería incluir el poder de apretar el botón rojo, en crisis en las que los políticos no están a la altura de las circunstancias.
Ya comenté, en un escrito anterior, que ese protocolo debería incluso estar automatizado, es decir, que, siguiendo los patrones establecidos, se efectuase el aviso de alerta, de confinamiento, etc., para que la ciudadanía estuviese informada.
No es de recibo que los políticos tengan ese poder último, si no tienen los conocimientos precisos ni pueden aportar nada al respecto. Y eso debería ser así, por mal que nos pese como ciudadanos.
Asumir ese papel secundario, en situaciones extremas, no debería ser un menoscabo, ya que el sistema seguiría los protocolos aprobados.
En el ámbito privado, nos sometemos a la opinión de los especialistas: médicos, abogados, mecánicos, lampistas, electricistas, sin más. Ayer, por ejemplo, me debí someter a una resonancia magnética con contraste intravenoso, y firmé la autorización para ese contraste, ya que mis conocimientos médicos son próximos al cero absoluto.
Obviamente, tengo mis temores por los efectos secundarios de los campos magnéticos, las ondas de radio y del mineral gadolinio, que es el tinte más utilizado; pero son temores infundados ante lo desconocido.
Pero fue toda una experiencia, permanecer en el cilindro, y oír los potentes sonidos, de todo tipo y algunos rítmicos, que, incluso con auriculares para insonorizarme, oía muy potentes.
Asimismo, con posterioridad, y desoyendo todos los sabios consejos, consulté al ‘doctor Wikipedia’, y me pareció interesante saber de la existencia del gadolinio, un mineral perteneciente al grupo de las tierras raras, que nunca había oído ni nombrar, como tampoco que su nombre corresponde al del químico Johan Gadolín (1760 – 1852) Pero intento evitar ‘información’ sobre los efectos secundarios (al ser introducido como contrate intravenoso), pues, como he dicho, quiero confiar en los especialistas sanitarios.
Es cierto que, durante esa prueba, tienes en tus manos un botón de alarma, un mando para alertar de cualquier anomalía o indisposición y, en el caso de pulsarlo, es de suponer que los técnicos especialistas que controlaban el análisis, actuarían en consecuencia.
Pues bien, volviendo al protocolo de las alarmas ante catástrofes, me parece que podrían automatizarse todos los pasos, hasta el aviso a la ciudadanía, como he dicho, y me parecería bien, que, durante todo ese proceso, el responsable político, tuviera acceso a un botón similar, que sirviera para detener el protocolo; pero, incluso esa opción debería estar debidamente ponderada en el mismo sistema, protocolizada, si las razones no fueran consistentes.
Pero estamos en un mundo muy complejo, ya que domina la vanidad, como dice el Eclesiastés 1:2-18:
‘Vanidad de vanidades -dice el Maestro-, vanidad de vanidades, ¡todo es vanidad! ¿Qué provecho saca la gente de tanto afanarse bajo el sol? Generación va, generación viene, más la tierra permanece siempre. Sale el sol, se pone el sol; afanoso vuelve a su punto de origen para de allí volver a salir.
Dirigiéndose al sur o girando hacia el norte, sin cesar gira el viento y de nuevo vuelve aq girar. Todos los ríos van a dar a la mar, pero el mar jamás se llena. A su punto de origen vuelven los ríos, para de allí volver a fluir. Todas las cosas cansan más de lo que es posible expresar. Ni se sacian los ojos de ver ni se hartan los oídos de oír. Lo que ya ha acontecido volverá aq acontecer; lo que ya se ha hecho se volverá a hacer. ¡No hay nada nuevo bajo el sol!
Hay quien llega a decir: ¡Mira que esto es una novedad!, pero eso ya existía desde siempre, entre aquellos que nos precedieron. Nadie se acuerda de las generaciones anteriores, como nadie se acordará de las últimas. ¡No habrá memoria de ellos entre los que habrán de sucedernos! (…)’
En definitiva, que tenemos mucho que aprender, si queremos mejorar. Y, también, tenemos mucho que exigir de los políticos actuales, pues mientras tengan la responsabilidad del ‘botón nuclear’ de las alarmas, deberían ser los mejores, no simples chupópteros e inútiles.
Y eso depende de nosotros, claro, si queremos echar del sistema a los chupópteros, negacionistas de medio pelo y avestruces, pues todos ellos son los que hacen la antipolítica y alejan a la ciudadanía de sus/nuestras responsabilidades como tales.