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La coherencia de Carles Puigdemont

Amadeo Palliser Cifuentes
amadeopalliser@gmail.com

Tal como apunté en mi escrito de anteayer, Vicent Partal, en su editorial de Vilaweb del pasado día 7, titulada ‘La contradicción del president Puigdemont’, explicó la posible incomodidad del electorado, por la configuración de unas listas un tanto contradictorias; y la editorial de hoy día 9, la denomina con el título que le he copiado para este escrito, y explica que Puigdemont se comporta como un político europeo normal, que habla abiertamente a sus electores y se somete, sin problemas, a su veredicto, sin plantearnos ningún tipo de chantaje. Y esta objetividad de Partal, me parece encomiable, para tratar seguidamente.

Mi escrito de ayer lo empecé diciendo que: En principio, la realidad que refleja Partal es correcta, ya que la incorporación de personas independientes, como la de Anna Navarro, que ya comenté en un escrito anterior, efectivamente es relevante, pero, obviamente, no son definitorias del proyecto puesto en marcha por el president Carles Puigdemont. Y ahora, me parece más que correcto señalar la normalidad y la honestidad de Carles Puigdemont, máxime, considerando la anormalidad del proceder prevaricador de los poderes del estado español.

Un estado en el que vemos que:

En plena tramitación de la ley de la amnistía, los jueces siguen retorciendo todos los resortes paralegales, para torpedear dicha ley, por lo que, como se hizo público ayer, un miembro de la junta directiva de Òmnium Cultural, Oleguer Serra, hace casi seis meses que se exilió a Suiza, ante el temor de ser imputado por el caso Tsunami, por el inquisidor Manuel García-Castellón, juez de la vengativa audiencia nacional.

Un estado en el que ayer, el expresidente José Luís Rodríguez Zapatero (PSOE) señaló que serán precisos diez años para la plena aceptación de la amnistía, pues se requiere tiempo y paciencia, para que se vaya asimilando dicha ley por parte de todos los estamentos.

Un estado en el que, a las denuncias en el congreso de los diputados por parte de Teresa Jordà (ERC) sobre la perpetuidad de la expolición que se aplica a Catalunya, comentando que ‘Catalunya vive por debajo de sus posibilidades por culpa del expolio fiscal (…) que Catalunya aparece siempre a la cola de las inversiones’, María Jesús Montero, la vicepresidenta española de economía le respondiera que ‘entiende la reclamación de ERC como legítima, pero, calificó como eslogan que no se ajusta a la realidad que se utilice el término de expolio’.

Es una vergüenza que discutan sobre el nombre, y no sobre el fondo; si bien es sabido que el nombra hace la cosa, ya que influye en la forma de percibirla; y el concepto es el concepto. Y es sabido, también, que es el ‘presunto amo’ de la cosa el que le pone nombre a ésta, ya desde el Génesis, y como pasó con el rebautizo del aeropuerto del Prat de Barcelona, y ahora con el pretendido cambio del nombre de la estación de Sants, que el gobierno metropolitano central, muestra su poderío sobre sus colonias.

Sobre la infrafinanciación, José Antich, tituló su editorial de ayer, de elnacional.cat, como ‘La insolencia de Pedro Sánchez’, explicando que éste respondiera en esa misma sesión parlamentaria, ‘con aquella desgana de quien contesta básicamente para tener tranquilos a sus aliados independentistas y, de una manera un tanto soberbia, explicarles que se producen muchos cuellos de botella, que los precios de las materias primas se han subido, que no tienen nada contra Catalunya y que tampoco no es tan extraño, ya que la Generalitat también tiene sus problemas a la hora de ejecutar la inversión de sus propios presupuestos’ 

Y Antich recuerda que ‘este mes de junio se cumplirán seis años desde la llegada de Pedro Sánchez al Palacio de la Moncloa, gracias a una moción de censura que no habría prosperado sin el soporte de los partidos nacionalistas e independentistas (…) y, aún así, el año 2022 el gobierno central ejecutó el 42,9% de los presupuestos generales del estado sobre las inversiones para Catalunya, y fue la segunda peor cifra desde el 2015, siendo la media española el 73,2%. Y la peor cifra fue el 2021, en la que Catalunya fue, por segundo año consecutivo, la comunidad autónoma con un grado de ejecución más bajo, hablamos del 35,8%. El porcentaje de ejecución (regionalizada) mediana de Catalunya, en el período 2015-2022 fue del 57,4%, una cifra inferior a la media nacional del conjunto del estado, que fue del 71%’.

Los independentistas catalanes hemos sido pacientes, lo hemos demostrado en estos 310 años, desde 1714, pero nuestra paciencia ya se ha agotado, por eso, me parece muy ilustrativo reproducir la siguiente fábula de Aldo Llanos:

¿Qué es un caviar?

En un parque de Lima, no muy lejos de acá, había una cigarra que pasaba sus días sobre las ramas de un viejo olivar, leyendo a Zïzek, cantando canciones de Pablo Milanés y fumando marihuana. Es decir, tal y como lo enuncia en su cuenta de twitter: ‘luchando por un mundo más justo e igualitario’.

La zigarra vivía cómodamente en un departamento ubicado en las alturas de un árbol, gracias al legado de su abuelo, quién, en los años cincuenta se rompió el lomo para darle todas las comodidades a su familia; aunque su hijo, o sea, el padre de la cigarra, sintiera que lo suyo era vestir polos rojos con la foto del Che Guevara y lanzar piedras a la policía en horario de clases de la universidad (buen ejemplo de estudiante comprometido con el cambio).

Pero estos tiempos son otros y nuestra cigarra ahora lucha también desde su trabajo en un centro de estudios superiores (privado, faltaba más), contra el cambio climático, el patriarcado y la heteronormatividad surgidas por culpa del maldito capitalismo neoliberal.

Al mismo tiempo, junto a la raíz más grande del olivar, vivía una hormiga que había construido su casita invirtiendo todos sus ahorros. Pero esta hormiga, en una actitud odiosamente egoísta, nunca hacía algo por deconstruir la retrógrada y conservadora sociedad peruana; en cambio, se pasaba los días recogiendo comida y guardándola para cuando llegue el crudo invierno limeño con sus copiosas garúas matutinas y densas neblinas.

Mientras tanto, la cigarra proseguía con su labor de ‘concientizar socialmente’ al resto de los insectos del parque, compartiendo memes, tiktoks y podcats (de eminentes e imparciales líderes progresistas de opinión), organizando marchas coloridas y pintarrajeando monumentos públicos a su paso, mientras que, la indolente y desclasada hormiga, acaparaba bienes de consumo y se hallaba ajena a cualquier razonamiento solidario con el pueblo explotado y con las minorías oprimidas  y la Pachamama es agotador, por eso, nuestra cigarra siempre departe con sus ‘cumpas’ estos esfuerzos en los muy proletarios restaurantes de cinco tenedores de Miraflores y en coctelitos exclusivos en casonas de Barranco, desplazando su combativo trasero, en un ecológico y muy ahorrador auto 4×4 gasolinero full equipo.

Pero el otoño llegó y la hormiga seguía recolectando comida der sol a sol mientras cantaba el fujimontesinista himno ‘chino, chino, chino’, aunque esto último es lo que propalaba la cigarra desde su redacción bloguera solo para desprestigiarla. En virtud de esto, la despensa de la hormiga acaparadora e insolidaria estaba casi repleta, lo que le garantizaba que por muy crudo que fuera el invierno, no tendría que salir de casa a pasar frío para poder llenarse el estómago, total, en el asfixiante y competitivo mundo reaccionario, ‘competitividad’ es una palabra soez para todo ciudadano verdaderamente solidario.

Hasta que llegó el invierno y fue mucho más frío que los anteriores, con temperaturas tan bajas que el Senamhi alertó a todos que tomen sus precauciones, así que la cigarra, al terminar de gastar el último centavo mal presupuestado que le quedaba, empezó a padecer de frío y de hambre, mientras que la insensible hormiga, pasaba los días felizmente apapachada junto al fuego de la chimenea y comiendo de lo almacenado durante los meses anteriores.

La situación era un ejemplo evidente de injusticia social. ‘¿Por qué tengo que pasar frío y hambre mientras esa fascista vive rodeada de lujos sin querer compartir sus bienes con los más desfavorecidos?’, clamaba la cigarra desde su rama a todo el que la quisiera oír. Rápidamente el caso de la cigarra se hizo popular gracias a la avalancha de información mediática que se viralizó entre los sectores más ‘concienciados’ de la sociedad, entonces, los movimientos solidarios de vanguardia autodenominados ‘sociedad civil’, organizaron manifestaciones en la puerta del hormiguero -a ritmo de batucada y coreografías-, denunciando el egoísmo de la hormiga que no se daba por aludida.

En redes sociales empezaron a circular vídeos de la pobre cigarra moribunda de hambre y titiritando de frío, alternadas con otras de la hormiga cómodamente instalada en su casa comiendo de lo lindo. La opinión pública estaba escandalizada por el hecho de que el sistema socioeconómico pudiera provocar situaciones tan injustas como esa.

Entonces el gobierno, asustado por las encuestas, decidió tomar cartas en el asunto y promulgó una ley con ‘rostro social’ de carácter retroactivo, que condenaba a todo aquel que no compartiera con los demás los frutos de su trabajo. A la hormiga, le cayó una multa gigantesca y encima fue enjuiciada por oenegés afines a la cigarra para que le paguen una fuerte indemnización a esta pobre víctima del capitalismo hambreador y expoliador. A la hormiga no le quedó más remedio que vender su casa -despensa incluida-, para hacer frente a la multa y a los 39 juicios que le abrieron los luchadores sociales de reivindicaciones justas.

Pero ¿qué pasó con el hormiguero? Se convirtió en un ‘centro cultural’ para cigarras ‘indignadas’ que, en un santiamén, hicieron uso de las reservas alimenticias sin pagar lo más mínimo. Mientras tanto, los programas periodísticos, daban cuenta de la histórica noticia mostrando a la audiencia la felicidad de la cigarra y sus camaradas a las que, por fin, se había tratado con justicia. Cuando se acabó la comida, las cigarras empezaron a provocar altercados, con el Estado primero y luego entre ellas, para dejar finalmente abandonado y destrozado el hormiguero. Días después, nuestra cigarra, víctima de la depresión por vivir en este mundo aun capitalista, murió de una sobredosis de drogas … por culpa de la sociedad neoliberal, naturalmente.

Al enterarse de esto, diversas organizaciones inclusivas, combativas y progresistas, pidieron la renuncia del premier y del ministro de economía, además de exigirle al parlamento (mediante una vigilia con velitas y música en vivo) que constituyera una comisión de investigación de alto nivel que encuentre responsabilidades por el fallecimiento de la cigarra, símbolo de las reivindicaciones sociales en favor de la justicia redistributiva.

Hoy, la cigarra tiene un monumento esculpido con las técnicas del muy entendible arte abstracto (una piedra), cerca del hormiguero expropiado, junto a una inscripción que reza: ‘A la cigarra, luchadora por la libertad de los desposeídos, cuya injusta muerte no pudimos evitar’, aunque ayercito nomás, un desadaptado usando un spray acababa de pintarrajearla con la palabra ‘caviar’

¿Y tú, ¿crees también que nuestra cigarra es un ‘caviar’?

(Adaptación hecha a partir del libro ‘Cómo convertirse en un icono progre’, de Pablo Molina, Editorial Libros Libres, Madrid 2008)

(https://elmontonero.pe)

Los independentistas catalanes tenemos muy claro que las cigarras españolas y españolísimas (desde el rey, hasta Salvador Illa) siempre nos considerarán y tratarán como a esa hormiga de la fábula, por eso, debemos aplicarnos y decir que ya estamos cansados, que nos independizamos, cueste lo que cueste. No queremos dejar la actual situación a nuestros nietos.

Por eso, y abusando de la paciencia de los lectores, me parece pedagógico reproducir el siguiente texto de Eugen Berthold Friedrich Brecht (Berthold Brecht, 1898 – 1956) (que cité en mi escrito de ayer), escrito en 1938 y traducido por Manuel Sacristán:

‘A los por nacer

I

Verdaderamente: vivo en tiempos tenebrosos. La cándida palabra es necia. Una frente tersa revela insensibilidad. Y si alguien ríe es que no le ha llegado todavía la noticia terrible.

¿Qué tiempos son éstos, en que casi es un crimen hablar de los árboles porque eso es callar sobre tantas maldades? Ese hombre que va tranquilamente por la calle, ¿es ya acaso inaccesible a sus amigos en la necesidad?

Cierto: yo me gano la vida todavía. Pero creedme: es por casualidad. Nada de lo que hago me da derecho a hartarme. Casualmente me respetan (pero si cambia mi suerte, estoy despedido).

Me dicen: ¡Come y bebe, sé alegre tú que tienes! Pero ¿cómo voy a comer y beber si le arranco al hambriento lo que como y mi vaso de agua le falta al sediento? Y, sin embargo, como y bebo.

También me gustaría ser sabio. Los viejos libros dicen que es sabiduría apartarse de las luchas del mundo y pasar el breve tiempo sin temor. También renunciar a la fuerza, devolver bien por mal, no cumplir los deseos, sino olvidarlos dicen que es sabiduría. Pero yo no puedo hacer nada de eso: verdaderamente, vivo en tiempos tenebrosos.

II

Yo llegué a las ciudades en la hora del desorden, cuando reinaba el hambre. Me mezclé entre los hombres en la hora de la rebelión y me indigné junto con ellos.

Así transcurrió mi tiempo, el tiempo que me había sido dado sobre la tierra.

Comí mi pan entre las batallas. Me eché a dormir entre los asesinos. Cultivé sin respeto el amor y fui impaciente con la naturaleza.

Así transcurrió mi tiempo, el tiempo que me había sido dado sobre la tierra.

A una ciénaga llevaban en mi tiempo todos los caminos. Mi habla me traicionó al matarife. Poco pude. Pero los amos habrían seguido más seguros sin mí: ésa fue mi esperanza.

Así transcurrió mi tiempo, el tiempo que me había sido dado sobre la tierra.

Pocas eran las fuerzas. La meta estaba muy lejos. Pero era ya visible, aunque para mí apenas alcanzable.

Así transcurrió mi tiempo, el tiempo que me había sido dado sobre la tierra.

III

Vosotros, los que surgiréis del diluvio en que nos hemos ahogado, pensad, cuando habléis de nuestras debilidades, también en el tiempo de tinieblas del que os habéis librado.

Porque a menudo, cambiando de patria más que de sandalias, fuimos desamparados a través de la guerra de las clases, cuando todo era injusticia y nada rebelión.

Mas no por ello ignoramos que también el odio contra la vileza desencaja el rostro, que también la cólera contra la injusticia enronquece la voz. Sí, nosotros que queríamos preparar el terreno a la amistad no pudimos ser amistosos. Pero vosotros, cuando llegue el día que el hombre sea ayuda del hombre, acordaos de nosotros con indulgencia’

(https://lamquinadeescribir.blogspot.com)

Ya me he extendido demasiado, pero estoy convencido que los lectores verán claramente el paralelismo de estos dos textos, con el que padecemos los catalanes, ya que, ‘a buen entendedor, pocas palabras le hacen falta’.