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La corrupción: los vicios privados producen beneficios públicos

Amadeo Palliser Cifuentes
amadeopalliser@gmail.com

Ahora, en pleno Catargate, un ejemplo más de nuestro mundo, en el cuál, el reino de España es un alumno privilegiado, aventajado, es más oportuno que nunca hacer un alto, una pausa, y repensar nuestro entorno político.

Por eso me parece interesante hacer referencia al filósofo, médico y economista anglo-holandés Bernard de Mandeville (1670 – 1733) que, entre otras obras, escribió ‘La fábula de las abejas: o cómo los vicios privados hacen la prosperidad pública’ (1714), (el nefasto año para Catalunya), una obra sarcástica, irónica, en la que, fotografiando a su sociedad, defendió el egoísmo como fuente de la moralidad, y el consumismo como motor de la economía. Consideró, asimismo, que las pasiones nos gobiernan, queramos o no.

‘Esa obra provocó un gran escándalo pues defendía que los vicios privados producen beneficios públicos. No es la virtud sino el egoísmo el motor del progreso, de tal forma que la ausencia del amor propio significaría la muerte del progreso, pues sin la búsqueda del provecho personal, los individuos dejarían de esforzarse.

(…) ‘La fábula de las abejas’ recogía y ampliaba un pequeño libro del mismo autor que se había publicado anónimamente el año 1705: ‘La colmena revolucionada o los tramposos convertidos en gente honrada’

(Wikipedia)

‘Mandeville nos habla de una colmena de abejas que vivían con lujo y comodidad, empeñadas por millones en satisfacerse mutuamente la lujuria y la vanidad. Los abogados demoraban las audiencias deliberadamente, los médicos valoraban más la riqueza que la salud del paciente, la justicia dejaba caer la balanza sobornada con oro. El curioso resultado es que mientras cada parte estaba llena de vicios, todo el conjunto era el Paraíso.

Así y todo, todos los tunantes exclamaban descarados, ‘Dios mío, si tuviéramos un poco de honradez’.

Júpiter, movido por la indignación prometió liberar por completo del fraude al aullante panal; y así lo hizo.

Entonces todo se derrumbó. La honestidad y la ética acabaron con la sociedad próspera. Contemplad ahora el glorioso panal, y ved cómo concuerdan honradez y comercio. Todo se vino abajo. Desapareció el comercio y la industria y todo el mundo se lamentaba: ‘dejad pues de quejaros: solo los tontos se esfuerzan por hacer de un gran panal un panal honrado. Querer gozar de los beneficios del mundo, y ser famosos en la guerra, y vivir con holgura, sin grandes vicios, es vana utopía en el cerebro asentada. Fraude, lujo y orgullo deben vivir, mientras disfrutemos de sus beneficios.

Y termina: para alcanzar la Edad de Oro, da lo mismo la honradez que la bellota’

(www.eldiario.es enero 2013)

Y, seguidamente reproduzco otro cuento, en esa misma línea:

‘La corrupción (una fábula tonta):

Este era un pequeño pueblo empotrado entre dos montañas donde todo era al revés.

Un señor que vendía la Justicia en su despacho era el juez. Otro señor que tenía una imprenta que publicaba mentiras era el Historiador. El Policía de día robaba en el mercado salchichas y quesos y durante la noche robaba niñas.

El Cura trabajaba para el Diablo y el Diablo se persignaba con un pie. En la Iglesia, el Jesús estaba colgado por los pies y el agua santa de la pila bautismal era ron.

Los ricos no pagaban la luz y los pobres pagaban la luz que no tenían. El hombre más honesto era un mudo y la adivinadora del porvenir era ciega y parapléjica. Las gallinas caminaban para atrás y las palomas vivían en túneles angostos bajo tierra.

Nadie era como pretendía ser. Y al contrario todo lo que era se decía de otra manera.

De pronto, un día varios niños y niñas salieron de la escuela con una inocente misión. Ponerle a cada quién en la espalda su verdadera profesión.

Al Historiador le pusieron en la espalda una etiqueta que decía, con letras grandes, Mentiroso. Al Juez le pusieron una etiqueta que decía Ladrón. Al Cura le pusieron Bribón. Al policía, Criminal. A cada paloma le pegaron en el pecho la palabra Topo.

Entonces ocurrió algo extraordinario.

Cundió el miedo. La incertidumbre anidó en los corazones y les hizo perder el ritmo. Las pesadillas infiltraron los sueños. Y la gente dejó de hablar con afirmaciones para solo frasear preguntas.

¿Qué quedaría del pueblo si se decía la verdad?, ¿Quién sería el Policía, el Historiador, el Juez o el Cura, si los que lo habían sido ya no lo eran?

El pueblo entero se encaminó de prisa a buscar al intelectual sabio de la región. Cruzaron en fila india un puente colgante y se encontraron al Intelectual dormido y sentado en una silla entre la hierba alta de un potrero. Y le expusieron el temor.

El Intelectual abrió despacio los ojos y contestó:

Dos largos siglos hemos mentido y esa es nuestra tradición: decirlo a lo de arriba abajo, a lo bueno malo y a lo falso cierto. Si de golpe la verdad se habla, ¡cuidado!, nuestro pequeño pueblo empotrado entre dos montañas …-el Intelectual abrió grandes los ojos y dijo en un soplido- de-sa-pa-re-ce-rá.

El pueblo ya se iba del potrero, pálido y aterrado, cuando una niña le puso en la espalda al Intelectual una etiqueta que decía, en letras grandes, Tonto.

Algo extraño ocurrió en este momento. La inquietud se aquietó, el miedo se esfumó, en la pila bautismal del templo el ron se volvió agua pura, una parvada de palomas cruzó el cielo y en los gallineros las gallinas caminaron pa’delante’.

(https://www.eluniversal.com.mx/opinion/sabina-berman/la-corrupcion-una -fabula-tonta)

Como vemos, nuestras sociedades actuales no han cambiado, respecto a la que irónicamente describió Mandeville, y precisaríamos que los niños (no los políticos) etiquetaran a los personajes, para ver si es posible cambiarlas, regenerarlas, de pies a cabeza, pues buena falta que nos hace.

Efectivamente, nos hace falta un buen revolcón, un drástico revulsivo, ya que, a nivel general, los políticos han conseguido la desmovilización total, sólo queda la residual y testimonial, que no lleva a ningún lugar. Lo vemos en nuestro entorno más inmediato, nuestros amigos más próximos están desmotivados, como lo estamos todos. Pero no podemos bajar los brazos, no podemos rendirnos. No podemos tirar por la borda tantas horas de manifestaciones efectuadas en esta última década. No podemos dejar a nuestros hijos o nietos el futuro embate, pues, en ese momento, nos podrán mostrar nuestra nula coherencia y decisión.

Debemos ser coherentes, y seguir en la línea inicial. Dejemos los cantos de sirena de los políticos ‘conllevantes y dialogantes’, como ERC. A este respecto, recomiendo vivamente la lectura de la editorial de hoy de Vicent Partal, en su Wilaweb, que nos muestra las contradicciones de ERC, pues, con su verborrea habitual, Oriol Junqueras, su presidente, y sin el menor pudor, defiende hoy blanco y mañana negro, para después volver al blanco. Y, claro, siempre descalificando a los que no piensan como él.

Debemos abominar de políticos como Pedro Sánchez, que únicamente piensa en su futuro esplendoroso como presidente de la UE, en su turno rotatorio, que le tocará el segundo semestre del 2023. A él, personalmente, EspaÑa ya le ha quedado pequeña, y trabaja para su futuro internacional, en el cementerio de elefantes que recogen a tipos tan extravagantes y ridículos como Josep Borrell, pero con sueldos astronómicos.

Y debemos desconfiar de sus pactos con ERC, que son tan ambiguos, que cada uno los vende a sus respectivas parroquias, diciéndoles lo que quieren oír. Y, claro, sin pensar que los aplicadores de las futuras leyes serán los jueces de los tribunales supremo y constitucional, que todos sabemos que son los perfectos representantes de la carpetovetónica y rancia EspaÑa.