La reacción de las distintas instancias judiciales españolas, en rebelión contra la aplicación de la ley de la amnistía, confirma que en España hay una ‘dictadura judicial’, como intento explicar en este escrito.
Como es sabido, el filósofo Platón (427 a.C. – 347 a.C.), en su obra ‘República’ argumentó que era poco favorable a la ‘democracia’, al poder del pueblo, una forma agradable de anarquía, pues consideraba que votar a un líder era arriesgado ya que los electores eran fácilmente influenciables por características irrelevantes.
Platón era partidario de la ‘aristocracia’, el gobierno de los mejores, si bien consideró que los hijos de los hombres sabios, de los mejores, se corromperían con el tiempo, por los privilegios y el ocio, por lo que terminarían preocupándose solo por la riqueza, y la aristocracia se convertiría en una ‘oligarquía’, el gobierno de unos pocos no ya los mejores. Así, de la aristocracia nacería la oligarquía (pasando previamente por la timocracia (gobierno de los que tienen rentas altas), tras ésta, vendría la democracia y, finalmente, la tiranía.
Aristóteles (384 a.C. – 322 a.C.), en su obra ‘Política’, especificó seis formas de gobierno: la monarquía, el gobierno unipersonal; la aristocracia, el gobierno de unos pocos, los mejores, ‘áristoi’ que hacen lo mejor (áriston) y esa forma es la república. La desviación de la monarquía es la tiranía (que procura el interés del monarca); la desviación de la aristocracia es la oligarquía (que procura el poder de los ricos); y de la república la democracia, la demagogia (el poder de los pobres).
Con el devenir de los tiempos se han ido dando diferentes variedades de gobierno, como la oclocracia (gobierno de la muchedumbre), kakistocracia (gobierno de los peores), cleptocracia (gobierno de los ladrones), autocracia (concentración del gobierno en una sola persona), partitocracia o partidocracia (gobierno de los partidos), corporatocracia o corporocracia (gobierno de las corporaciones), gerontocracia (gobierno de los ancianos), etc.; y, como sabemos, pueden darse combinaciones de varias modalidades, que no siempre se presentan en estado puro.
Pues bien, en la actual España estamos en plena dictadura judicial, que es el grado extremo y degenerado de una critarquía o critocracia, (del griego: ‘krités’, juzgado; ‘krito’, juzgar y ‘arché’, ‘arquia’, gobierno), el gobierno de los jueces, ya que, como vemos, no respetan la separación de los poderes, y, por todos los medios, quieren imponer su criterio, su visión del estado español, único e indivisible; y el principio de esa unidad, según el poder judicial, es la base y la fuente del derecho, como nos han repetido en diferentes ocasiones.
La critarquía o critocracia es el gobierno de los jueces, como en Israel de hace más de 3000 años, durante el período de tiempo descrito en el Libro de los Jueces del Antiguo Testamento. Pero también en la actual Somalia, regida, en gran parte, por los jueces en la tradición xeer, que predomina especialmente en el norte del país, mostrando que el derecho consuetudinario (basado en los usos y costumbres) puede funcionar en una sociedad sin estado.
Como hemos visto, las diferentes modalidades de gobierno acaban degenerando, corrompiéndose, y así, la critarquía o critocracia, española, acaba siendo una dictadura de los jueces, que, al no ser imparciales, acaban realizando todos los papeles del cuento: legisladores, jueces, verdugos, etc., y todo ello, para salvaguardar su sacrosanta visión de ‘su’ estado.
Y esa dictadura judicial se puede observar en gran cantidad de dictaduras o pseudo dictaduras actuales, en las que el poder judicial se somete, se subordina, al régimen en cuestión. Y no lo olvidemos, la falsa transición española de 1978, en realidad, fue lavar la cara del régimen franquista, para perpetuarlo y, por eso, el poder judicial, que no se ha regenerado, sigue impasible, impertérrito, en su ademán (según manda ‘El cara al sol’, el himno falangista).
Y ese impasible ademán, incapaz de padecer o de sentir, incapaz de empatizar con la realidad actual, lo expresan buscando todos los subterfugios, ilegales y alegales interpretaciones de la nueva ley de la amnistía. Un poder judicial que carece de renovación, como vemos en la caducidad del consejo general del poder judicial, que lleva más de cinco años y medio caducado, culpa del PP, incumpliendo, por lo tanto, con su constitución, que tanto dicen defender, ya que su actual composición no responde a la representación popular del parlamento.
Y cuando el poder judicial se convierte en el poder de los poderes, que puede suspender, invalidar o reinterpretar leyes aprobadas en el parlamento; cuando los jueces son nombrados por ellos mismos, como depositarios y representantes de la voluntad del estado, lo que refleja es una falta de independencia; su funcionalidad y burocrática forma de proceder y de promocionar; su inamovilidad, por temor al poder endógeno y entrópico; etc.
Unos jueces y magistrados por encima de todos, pues ¿quién juzga a los juzgadores?, ellos mismos, claro, y así, no hay regeneración posible.
Y está claro que, en una dictadura judicial, se aplica el ‘derecho’ (según sus interpretaciones interesadas y sesgadas), pero no la justicia, y así estamos, con una ‘justicia’ que no es ciega ni sorda; por lo que pierde parte de su función primordial, que es solucionar o eliminar los conflictos sociales, pues lo que hacen es justo al revés, potenciarlos; y cuando no hay seguridad jurídica, falla todo, y, en realidad, nos lleva, paradójicamente, a una anarquía, al tiempo.
Diferentes estudiosos han planteado la posibilidad de introducir un referéndum judicial, para que los máximos responsables del órgano judicial fuesen elegidos por la ciudadanía, o por sus representantes parlamentarios; sería una cierta garantía, si bien, los críticos consideran que sería caer en un ‘populismo judicial’. A pesar de esos riesgos, sería volver a la democracia originaria de la Grecia clásica, en la que la ‘vox populi’ se traducía en ‘vox dei’.
Y aquí en el reino español, vemos que los máximos jueces y fiscales, compiten en mostrar quién es el más duro, el más rígido y combativo contra el independentismo catalán, pues saben que la ‘defensa’ de su espíritu nacional español, siempre les será recompensado. Por ello, los jueces ‘estrella’, como Marchena, Castellón, Llarena, etc., pretenden ser los héroes y liberadores, como los mencionados jueces del Antiguo Testamento, que, según la Biblia, ‘fueron elegidos por Dios como guerreros que lucharon por restablecer el asentamiento de las tribus de Israel en Canaán’, y los más relevantes de ellos, fueron Débora, Gedeón, Jefté y Sansón.
Y esos falsos ‘jueces’ actuales, envalentonados por la derecha extrema y la extrema derecha, en la que se han incorporado figuras como Felipe González (PSOE), que sigue considerando que la amnistía rompe el pacto del régimen de 1978, SU pacto, con el que nos vendió a todos; y esos falsos ‘jueces’ compiten, como he dicho, para ser considerados los Sansones, quieren asumir el papel del juez más importante, ‘Sansón’ (1118 a.C. – 1078 a.C.), un nombre que, en hebreo significa ‘sol’; un ‘juez bíblico’ terrorífico y poderoso (mató un león con sus propias manos; acabó con todo un ejército con solo una mandíbula de un burro; etc.), y que no dudó en recurrir a los peores procedimientos para conseguir sus deseos.
Según se narra:
(…) en un viaje a Timnat, contrajo matrimonio con una mujer de esa ciudad, a pesar de la oposición de sus padres, que preferían una esposa israelita. En la boda, Sansón propuso un acertijo a los filisteos: ‘del que come salió comida, y del fuerte salió dulzura’; los filisteos recurrieron a la esposa de Sansón, para conocer el resultado del enigma, ésta les explicó, lo que provocó la ira de Sansón, que dijo ‘si no hubiéseis arado con mi novilla, no habríais acertado mi acertijo’, por lo que repudió a su esposa, cazó a 300 zorras, atándolas por el rabo de dos en dos, y poniendo una tea ardiente entre ambos rabos, y las soltó por el campo, haciendo arder todas las cosechas de los filisteos.
Para vengarse, los filisteos quemaron a su exmujer y la casa del padre de ésta, provocando a Sansón, que mató a muchos de ellos, y después se refugió en la roca de Etán. Mientras tanto, los filisteos fueron a Judá pidiendo justicia y que le entregaran a Sansón. Tres mis filisteos lo encontraron y prometieron no matarlo, pero rompió las cuerdas y se liberó, y con una quijada de asno, como ya he citado, mató a mil filisteos.
(…) tras más de 20 años ejerciendo de juez, huyó a Gaza, quedándose en casa de una prostituta, la que, para un forastero y encima israelita, sería el único sitio donde alojarse. (…) Posteriormente conoció a Dalila (mujer filistea), pero los filisteos la sobornaron para que Sansón le explicase el secreto de su fuerza descomunal, y tras varios engaños, éste le explicó que el secreto se debía al juramento nazareo, que el mismo Sansón rompió, al permitir que Dalila le cortase el cabello. Los filisteos acabaron capturándolo, le sacaron los ojos y lo mantuvieron preso en Gaza, pero su pelo volvió a crecer y tras varios acontecimientos, logró que las columnas del edificio a las que estaba atado se derrumbaran, y así, muriendo, mató a más enemigos filisteos, entre ellos sus líderes políticos, militares y religiosos, de los que había matado durante toda su vida.
(fuente: Wikipedia)
Pues bien, me parece que los ‘jueces’ Marchena, Llarena, Aguirre, etc., se consideran poderosos por su ‘metafórico juramento secreto’ con el neofranquismo, por lo que prefieren ‘morir matando’, como Sansón.
Prefieren ir hasta el final para conseguir sus fines y mantener sus ideales.
Saben que con la quijada de burro (sus leyes) ya consiguieron anular las consecuencias del referéndum del 2017; saben, también, que aniquilar y hacer económicamente insostenible nuestra autonomía (como hizo Sansón con las tierras filisteas), conlleva el desánimo de muchos independentistas; y ahora, incumpliendo formalmente con la ley de la amnistía, y atacando su espíritu mediante todo tipo de ‘trampas leguleyas’, incluso con el riesgo de quedar en evidencia ante las instancias judiciales internacionales, consideran que ese será, posiblemente, su último gran servicio al ‘todo por la patria’, confiando, obviamente, que les sea debidamente reconocido y gratificado su gran heroísmo.
Y en estas estamos, con unos ‘jueces’ vengativos, que sólo sueñan con tener al president Carles Puigdemont entre rejas. Y ahora, que éste ha dicho que vendría, no tolerarán que, una vez tengan aquí a su ‘enemigo número 1’, pueda pasearse impunemente. Esto, para esos ‘jueces’ sería la puntilla definitiva del sistema judicial español, y nunca, nunca, lo consentirán.
Así que estoy convencido de que Puigdemont acabará siendo retenido, consiguiendo la fotografía que todos los nacionalistas españoles sueñan y quieren, es su ‘sueño húmedo’ preferido (vaya pena la suya). Otra cosa será ver si esa retención será más o menos larga, ya lo veremos, pues es evidente que Gonzalo Boye, su abogado defensor, tiene previstos todos los escenarios posibles.
En definitiva, que estamos viviendo unos tiempos estresantes, por lo que no debemos relajarnos, pues, como vemos, los enemigos de una futura República Catalana están más acorazados que nunca; pero olvidan que, por ejemplo, el 27 de junio de 1905 tuvo lugar el motín del acorazado Potemkin, pues los marineros y la tripulación se rebelaron por las penosas condiciones de vida a las que estaban sometidos, quedando como uno de los símbolos de la revolución (como lo recordó y potenció la película muda, en blanco y negro: ‘El acorazado Potemkin’, de Serguei Mikhàilovitx Eisenstein (1898 – 1948), estrenada en 1925)
La expresión ‘pueblo Potemkin’ se refiere ‘a algo muy bien presentado que disimula su desastroso estado real’. Y me parece que esa expresión refleja muy bien al reino español.
En última instancia, no debemos olvidar que la fuerza la tenemos la ciudadanía, y debemos saber que los ‘teatros’ del estado no son tan poderosos como nos hacen creer, pues ya están en su última fase de degeneración, ya que lo que no se regenera, degenera.