Op-ed
En política, la máxima de que “la forma es fondo” sigue siendo crucial, especialmente para partidos que luchan por mantener su relevancia. Sin embargo, parece que en el PRI del Estado de México se ha olvidado incluso este principio básico. Ricardo Aguilar Castillo y Eduardo Bernal Martínez se presentan como los líderes de una supuesta “rebelión” bajo la bandera de la “Expresión Ciudadana”, pero su estrategia parece más una repetición de prácticas desgastadas que un auténtico intento de renovación.
Convocar a reuniones cargadas de promesas recicladas y hablar de cargos y recursos como si aún representaran una alternativa creíble muestra un profundo desconocimiento de la realidad política actual. Los ciudadanos están cansados de los mismos discursos que no conducen a soluciones concretas. Los resultados en las urnas han dejado claro que la credibilidad del PRI, especialmente en entidades clave como el Estado de México, está por los suelos.
Eduardo Bernal, conocido por su fracaso al frente del PES en Baja California, aporta poco al intento de Aguilar por encabezar esta rebelión. Ambos representan una clase política que se aferra a las viejas fórmulas sin considerar que el electorado ya no es el mismo. La pregunta clave es: ¿los priistas mexiquenses permitirán nuevamente que estas figuras los guíen al abismo?
El PRI, otrora maquinaria política invencible, enfrenta un reto existencial. Si aún queda dignidad en el partido, estas reuniones no deberían ser espacios para el reciclaje de promesas vacías. En cambio, podrían convertirse en escenarios para rendir cuentas y exigir explicaciones a quienes, en su búsqueda de poder, traicionaron los principios del tricolor.
El cinismo, más que la desvergüenza, parece ser la nueva ideología de un grupo que no termina de entender el mensaje de los ciudadanos: el cambio debe ser real, no un simulacro. Las bases priistas tienen en sus manos la oportunidad de decidir si aceptan el regreso de las viejas prácticas o si, finalmente, optan por una auténtica transformación interna.
Porque la política no solo exige formas, sino también fondo. Y en el PRI mexiquense, parece que ambas cosas están ausentes.