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La gran mentira del reino de España; y sus mentiras como combustible

Amadeo Palliser Cifuentes
amadeopalliser@gmail.com

Tradicionalmente se decía que la envidia era el deporte nacional español. Se decía que de los pecados capitales (ira, gula, soberbia, lujuria, pereza, avaricia y envidia), en España destacaban, prioritariamente: la soberbia, la avaricia y la lujuria.

Pero ahora, los independentistas catalanes nos hemos dado cuenta que el deporte nacional es la mentira; así que la camiseta roja debería representar ese vicio capital; pues tras el frustrado proceso independentista catalán, hemos comprobado que los políticos, policías y guardias civiles, jueces, etc., pueden mentir en sede parlamentaria o judicial, sin tener por ello ninguna repulsa judicial ni política ni social.

Hemos conocido estos días, que Alicia Sánchez Camacho, cuando era líder del PP catalán, con el mafioso comisario José Manuel Villarejo, para ‘fabricar’ pruebas falsas contra los líderes independentistas, manipulando, de ese modo, los resultados electorales: perjudicando a Artur Mas y a Xavier Trías, sin que sus directos beneficiarios, por ejemplo, la alcaldesa Ada Colau, que se aprovechó directamente de esas mentiras en la campaña, aún haya pedido perdón. Y la delincuente Sánchez Camacho, sigue con sus sueldos y prerrogativas de regidora en Madrid y de senadora.

Hemos visto, también, que el entonces ministro de interior, Jorge Fernández Díaz, en unos audios publicados por El País, confabulara con el mencionado Villarejo, para organizar ‘la operación Catalunya’, diciendo que ‘negaré, incluso bajo tortura, que esta reunión ha existido’; y, días después, jurar, sin la menor ética, en la sesión de investigación del parlamento, que él tuviera contactos con el comisario en cuestión. Y, para más chiste, el mencionado exministro es un destacado miembro del Opus Dei, así son.

Vimos, en el juicio a nuestros líderes políticos y sociales, que los ministros del momento, desde Mariano Rajoy, Soraya Sáenz de Santamaría, Juan Ignacio Zoido, etc., se limitaran a decir que no sabían nada, que no les constaba nada de nada. Y, claro, el juez todopoderoso y satánico Manuel Marchena, lo aceptó, sin más. Igual que aceptó todo el tinglado montado bajo las mentiras del teniente coronel Baena (alías el Tácito, en las redes), que, con posterioridad, incluso fue ascendido.

Está claro que prevaricar, manipular elecciones, sale gratis en este reino de los Borbones (que auto-consideran una ‘democracia plena’, vaya reducción al absurdo); una monarquía que encarna la corrupción y la manipulación, como lo muestra la fotografía que se hizo Felipe VI (ideólogo del ‘a por ellos’) con miembros de Vox (sus seguidores más fieles), y que la diputada de ese partido, Mireia Borrás, divulgó en las redes. Y eso el 30 de mayo, justo unos días antes del inicio de la campaña electoral andaluza, el día de sus fuerzas armadas (las que tenían un plan para intervenir en Catalunya, si la unidad de su sacrosanta España peligraba; ya lo dice una máxima: si tu ejército no habla tu lengua, estás colonizado). Y no hablemos de Juan Carlos I.

Y qué ha hecho el gobierno del PSOE/Podemos, el autodenominado ‘más progresista de la galaxia’, pues nada, en lugar de promover denuncias o comisiones de investigación, se ha limitado a pedir al PP que asuma responsabilidades.

Está claro, Pedro Sánchez es tan responsable como el PP, ya que aceptó la aplicación acrítica del artículo 155, destituyendo a nuestro gobierno y parlamento; la fiscalía, que depende jerárquicamente del ministro de justicia, tan diligente contra los independentistas, tampoco ha actuado de oficio.

Sobre el particular, me parece interesante la siguiente fábula:

‘Cuenta una leyenda que un día la verdad y la mentira se cruzaron:

  • Buenos días, dijo la mentira.
  • Buenos días, contestó la verdad.
  • Hermoso día, dijo la mentira.
  • Y la verdad, miró el cielo y oteó el horizonte para ver si era verdad … Y sí, lo era. Hermoso día, contestó entonces la verdad.
  • Aún más hermoso está hoy el lago, dijo la mentira.
  • Y la verdad, miró y requetemiró el lago para convencerse que era verdad … Y sí lo era. Cierto, está más bonito, dijo entonces la verdad.
  • Y la mentira, corriendo hacia el agua, dijo: ¡vayamos a nadar!
  • La verdad se acercó con prudencia al agua, la tocó con la yema de los dedos, vio que sí, el agua estaba más hermosa, y decidió creer a la mentira y seguirla.
  • Ambas se quitaron la ropa y se lanzaron al agua. La verdad y la mentira estuvieron nadando un buen rato, muy a gusto, hasta que la mentira salió y se puso la ropa de la verdad. La verdad, incapaz de ponerse la ropa de la mentira, comenzó a caminar desnuda por la calle y todos se horrorizaron de verla.
  • Así es cómo, desde entonces, la mayoría de personas prefieren ver la mentira disfrazada de verdad, que la verdad al desnudo’

(https://tucuentofavorito.com)

No es preciso hacer más explicaciones, pues esa fábula, y los aforismos siguientes, son suficientemente claros:

Mahatma Gandhi (1869-1948): ‘Más vale ser vencido diciendo la verdad, que triunfar por la mentira’.

Alfred Adler (1870-1937): ‘Una mentira no tendría ningún sentido, a menos que sintiéramos la verdad como algo peligroso’.

Robin Williams (1951-2014): ‘En un mundo lleno de mentiras, la boca que se atreve a decir verdades se convierte en el arma más perseguida’.

Winston Churchill (1874-1965): ‘Una mentira puede recorrer la mitad del mundo, antes de que la verdad tenga la oportunidad de ponerse los pantalones’.

Friedrich Nietzsche (1844-1900): ‘No que me hayas mentido, que ya no pueda creerte, eso me aterra’.

En definitiva, no es que tengamos que conformarnos, ni mucho menos, debemos combatir las mentiras, sabiendo la dificultad que comporta, pues vemos cada día, que se van sucediendo juicios contra independentistas, vemos que la prensa institucional, así como los partidos dinásticos y las principales empresas (IBEX35), siguen asentados en sus propias mentiras, ya que ese es su pegamento a sus tronos y butacones.

Y lo más triste, es ver que conciudadanos, catalanes unionistas, sigan comulgando con esas ruedas de molino, sin atragantarse.