La vulneración a los sistemas de ciberseguridad de las Fuerzas Armadas es un escándalo del que difícilmente se levantará el gobierno del presidente López Obrador. Aunque lo nieguen, el coraje al interior de Palacio Nacional debió de ser descomunal.
Rayos y centellas es lo que propició la información dada a conocer por el periodista Carlos Loret de Mola, no solo porque quien lo difundió es uno de los comunicadores más odiados por el régimen, sino que, además, se trata de un golpe certero al corazón de los militares.
Sobre la salud del presidente solo se confirmó lo que ya se sabía: que está enfermo. Es de suma conocido que los hábitos alimenticios del primer mandatario no son los más saludables, por ello encontrarse con enfermedades relacionadas al poco cuidado de su cuerpo como “la gota”, niveles elevados de ácido úrico, no fue novedad.
¿Pero por qué es importante saber la verdad? Lo es porque la ciudadanía tiene derecho a conocer cuál es el estado de salud del que gozan sus gobernantes, sobre todo, y por obvias razones, del presidente de la República.
Usted que me lee no querría que estuviera al mando alguien que por enfermedad o por algún otro padecimiento tenga comprometidas sus capacidades para la toma de decisiones, las cuales en un país como México involucran a nada más y nada menos que ciento treinta millones de personas.
Sin sospechosismos ni hipótesis macabras es cómo se debería manejar la información sobre la salud presidencial, pero para que eso ocurra el gobierno es el primero que debería cumplir con su función de transparentar el tema, cosa que no ha hecho y que maneja en la opacidad como muchos otros asuntos
Tuvieron que ser los hackers, unos que por cierto no apuntaron a México como su único objetivo, para que no empiecen los maromeros a ver “complots” donde no lo hay. Por cierto, hablando de otros países: ¡qué distintas y elocuentes fueron las reacciones al escándalo!
El gobierno obradorista trató de minimizar los cables filtrados, se burló incluso de la información que expone a su gobierno arrodillado ante los hijos de Joaquín El Chapo Guzmán. Por donde se le vea, el escándalo desnuda los errores e injustificadas formas de proceder en las que se vulneró de forma reiterada el Estado de Derecho.
Los ciber activistas que se autonombraron con el alias de “guacamaya” sacudieron las entrañas del gobierno de México, y lo peor está por venir porque hay terabytes de sobra esperando revelarse. Hasta el momento solo se ha hecho pública una minúscula parte de la información obtenida por los hackers. Habrá aleteos para rato de una guacamaya que se paró en el balcón presidencial.