En primer lugar, efectúo una breve introducción terminológica:
Panacea:
“Panacea (en la mitología griega ‘Panákeia’), era hija de Asclepio, simboliza ‘la que lo cura todo’, ‘la curación universal’, mediante una poción que podía curar todos los males (la panacea universal)”
(Wikipedia).
“Etimológicamente, Panákeia deriva de ‘pan’ (todo) y de ‘akos’ (remedio). (…) curiosamente, documentada en escritos de Platón y Aristóteles, se usaba como sinónimo de ‘lo público’ o ‘lo que concierne a toda la gente’; posteriormente fueron apareciendo términos como: panamericano, pangermánico, panafricano, panislamismo, panarabismo, pandemónium (…) y también: panacea, ya citada; pánfilo (amigo de todos); panteón (templo dedicado a todos los dioses); pánico (miedo a todo lo desconocido); etc.”
(El Español)
Pandemia:
Un significado en línea a Panacea, pero con el citado significado de Platón y Aristóteles, es ‘pandemia’ (de ‘pan’ todo y ‘demos’, pueblo), que significa, como sabemos:
‘Enfermedad epidémica que se extiende a muchos países o que ataca a casi todos los individuos de una localidad o región’ (RAE).
Vammatar:
“Es la diosa del dolor, de la enfermedad y del sufrimiento en la mitología finlandesa (…) hija de Tuoni (deidad superior del mundo subterráneo) y de Tuonetar (señora de la muerte) (…) Durante la Edad Media, gran parte de las pestes y pandemias que asolaban la región del extremo norte de Europa eran imputadas a Vammatar o a sus hermanas, que juntas compartían Tuonela, el reino de las tinieblas y la muerte”
(Wikipedia)
Centrándonos en la política española (para variar), me parece interesante resaltar que dos semanas después de que el rey emérito Juan Carlos I se marchase a los Emiratos Árabes Unidos, según comunicó este lunes pasado (17) la propia Zarzuela,
“Un importante grupo de ministros, presidentes autonómicos y altos cargos de los gobiernos de UCD, del PSOE y del PP, durante su reinado, han suscrito un manifiesto de soporte. En un documento de dos folios, critican la proliferación de condenas que ha tenido el emérito ‘sin el debido respeto a la presunción de inocencia’, aseguran que nunca se podrá borrar su trabajo de soporte a la democracia y a la nación’, ‘bajo pena de una ingratitud social que no presagiaría nada bueno del conjunto de la sociedad española’ y piden a los ciudadanos, entidades públicas y privadas, partidos, organizaciones y autoridades ‘que defiendan con todos los medios democráticos a su alcance la integridad política y territorial de la nación’.
Una preocupante combinación de impunidad pasada o futura y de unidad de España.
Un total de 30 exministros y 40 altos cargos han suscrito el manifiesto que evidencia la fragilidad del sistema del 78.
En Alemania nadie tuvo que hacer ningún manifiesto de soporte similar, al canciller Helmut Khol, que se vio inmerso en un caso de corrupción que le acompañó en el ostracismo de los últimos a los de su vida.
La calidad de un sistema democrático se refleja sobre todo en situaciones como estas. Es desde este punto de vista que el manifiesto es casposo, improcedente, desafortunado y vergonzoso. Poco edificante para la democracia española y de difícil digestión para todos aquellos que dicen defender que todos los ciudadanos son iguales delante de la ley. Poco edificante porque en nada ayuda a su hijo, hoy jefe del Estado. El reinado de Juan Carlos I está irremediablemente vinculado a la corrupción y ya no hay manera que esta situación sea reversible. En contra de lo que pueda parecer, el manifiesto juancarlista evidencia la debilidad del sistema institucional español, no su fortaleza.
El nombre de los firmantes recrea todo el arco iris parlamentario vinculado a la transición española. Así, hay desde un ministro franquista como Rodolfo Martín Villa, hasta los que fueron ministros y presidentes autonómicos socialistas, Alfonso Guerra, Rodríguez Ibarra, Celestino Corbacho, Julián García Vargas, César Antonio Molina y Rodríguez de la Borbolla; los populares Esperanza Aguirre, Ana Pastor, Josep Piqué, Rafael Wert, Rafael Catalá, Ana de Palacio, Margarita Mariscal de Gante, Jaime Mayor Oreja; y los ex fiscales generales del Estado Hernández Eligio y Leopoldo Torres.
(José Antich, 19/8, elnacional.cat)
Estoy totalmente de acuerdo con las apreciaciones que hace Antich en este artículo, y viendo los nombres de los firmantes, más los que faltan, pero que están en esa misma línea, como Felipe González y José Mª Aznar, que han hecho declaraciones en la misma línea que el manifiesto, pero que, por su ‘endiosamiento’ no se mezclan con sus subalternos pretéritos; pues bien, esos nombres representan el estatus quo, el sistema de la transición transfigurado en el ‘nuevo régimen’, continuador del anterior en el fondo, si bien formalmente camuflado bajo máscaras carnavalescas que a muchos no nos engañan.
No nos engañan ahora, pero durante los años de la transición, yo fui uno de los engañados por el tándem González / Guerra, por cuanto aparentaba una ruptura, pero, desafortunadamente, no fue ni un intento; todo continuó igual, pues en realidad, todos ellos son el Vammatar español.
Y ese Vammatar inoculó a toda la ciudadanía la peor de las pandemias políticas, sociales y económicas, ya que perpetuar el franquismo bajo la máscara demagógica de la transición, es más perjudicial, pues conlleva, asimismo, el engaño.
Y ese ‘nuevo régimen’ sigue manteniéndolo ‘todo atado y bien atado’, como dijo Franco, y la muestra la tenemos con el Borbón Felipe VI, el gobierno de coalición de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, el poder judicial, la fiscalía, la policía ‘patriótica’, etc., que no permiten y persiguen cualquier manifestación parlamentaria autonómica, ya sea de investigación o de reprobación a la monarquía.
Sin olvidar, obviamente, los grandes medios de comunicación y entidades, que ahora, siguiendo las consignas del mencionado manifiesto, se alinearán con los firmantes, pues les “piden a los ciudadanos, entidades públicas y privadas, partidos, organizaciones y autoridades ‘que defiendan con todos los medios democráticos a su alcance la integridad política y territorial de la nación”, así que a partir de ahora veremos un tsunami de proclamas en defensa del emérito, que serán igualmente vergonzosas e improcedentes, pues aludir a la ‘presunción de inocencia’ cuando la justicia belga ya ha demostrado la realidad de las comisiones, y la propia casa real se desvinculó de las acciones improcedentes del rey emérito.
Ante esta situación, difícilmente podremos alcanzar la Panacea, la pócima que nos cure de esta Pandemia de corrupción política, económica y social; España no tiene solución.
A los independentistas catalanes no nos son suficientes las tres medidas profilácticas básicas que se recomiendan contra el Covid-19; ya que la mascarilla (para que no se vea los que somos), la higiene de manos (y mental, para que no volvamos a reincidir) y la distancia de seguridad (para no manifestarnos), no nos harán olvidar a nuestros representantes políticos y sociales en prisión o en el exilio.
Ante esta pandemia, sólo hay una vacuna, que es la independencia de la República Catalana, que será una verdadera Democracia, ya que en el pancatalanismo cabremos todos, cada uno con su ideología, lengua, religión y confesión, sin diferencias ni clases, ya que formaremos un verdadero ‘pandemos’ (todo el pueblo), alejado del modelo español. Y esa República no será ‘contra’ la ciudadanía española, en absoluto, pero sí contra el estado profundo que gobierna España.
Eso ahora puede parecer utópico, pero todos unidos, podríamos hacer que fuera una realidad, mucho antes de lo que algunos pueden imaginar.
Y ahora que conocemos el nivel de corrupción del estado español, esa unión habría de ser más fácil, ya que racionalmente es difícil defender la continuidad del actual régimen sin ser pánfilos. Y todos superaremos esa división, ya que, emocionalmente, no se romperá ninguno de los actuales lazos de unión con los familiares, amigos, ni con los pueblos españoles. Y las futuras generaciones llegarán a tener un sentimiento de respeto y consideración con el país que entre todos haremos, sin tener ningún tipo de pánico.
Amadeo Palliser Cifuentes