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La insensibilidad de no escandalizarse

Amadeo Palliser Cifuentes
amadeopalliser@gmail.com

Es cierto que la sensibilidad es muy personal, pues hay personas que experimentan sensaciones ante un partido de fútbol, un concierto, una obra de arte, etc., y también, ante catástrofes naturales con pérdidas humanas y de sus bienes; pero son totalmente insensibles ante las consecuencias de las guerras, argumentando que esas desgracias, prolongadas en el tiempo, dejan de ser noticia, y por eso no comportan reacciones emocionales. Y sobre esta última opción, va el presente escrito.

Todas las guerras generan la lógica división de ambas partes contendientes, y eso comporta adhesiones político-afectivas en las personas directa o indirectamente implicadas y, también, en los estados afines ideológicamente, que cuidan de cocinar, manipular y censurar las noticias para evitar disonancias cognitivas entre sus poblaciones distantes con el problema, que no desean cuestionarse nada y quieren saber lo mínimo y de forma simplificada, pues con dos titulares ya se consideran informados.

Un interesante pensamiento en ese sentido, lo apuntó Ademólá, en su cuenta africanista de X, el pasado 14: ‘Los blancos de Sud-África, tras casi cuatrocientos años, todavía no son capaces de hablar zulú’. Pero claro, esa visión no interesa a los poderosos, como tampoco interesa ver el desinterés de los unionistas españoles con el catalán.

Pero a veces, estos esquemas simplificados, inesperadamente, saltan por los aires. Y esas situaciones puntuales nos las explicamos mediante las estrategias de solución de conflictos, si bien, con un arbitraje y conciliación dirigidas para marginar y aislar al diferente, pues, al considerarlo así, ya nos ‘tranquiliza’, en cierta medida. En ese sentido, nuestra cultura tiene muchas fábulas, como el patito feo, el cisne negro, etc., cuyas moralejas siempre acaban bien, incorporando al diferente, con excusas variadas.

Pero cuando vemos hechos inusuales, incluso en políticos más o menos desconocidos, la reacción inmediata es reducirlos a simples memes, y viralizarlos durante unas horas, máximo un día, para, después, olvidarlos.

Un claro ejemplo, lo vimos el pasado miércoles, en un discurso del representante de Palestina en el Consejo de Seguridad de la ONU, en Nueva York. Ese político, Riad Mansur (de 78 años, natural de Ramal-ha, y miembro político en la ONU, desde 1983) recordó las matanzas de niños efectuada por el ejército del gobierno israelí; y se puso a llorar, gritando: ‘es insoportable’ (y dio un fuerte golpe en el atril), ‘¿cómo puede alguien tolerar este horror?’, y el hombre, por lo visto, no pudo continuar su discurso previsto; pues eso ya dejaba de ser ‘interesante’, tras los impactantes segundos mencionados.

Y este hecho de total sinceridad, contrasta con la cotidianidad, pues estamos habituados a ver el teatro de muchos políticos cínicos, mostrando su cara de gravedad compungida, al tratar, por ejemplo, ese problema, pero, al minuto después, ser capaces de quitarse esa máscara, para ponerse otra más alegre incluso. Ese es su nivel de humanidad, si bien, excepcionalmente, hay momentos dignos de mención en alguno de esos personajes; por ejemplo, a David Rockefeller (1915 – 2017), cuando vino a España para promocionar sus memorias, le preguntaron: ‘¿Qué es lo mejor que se puede conseguir con dinero?’, y su respuesta fue: ‘Yo me puedo comprar 15 coches -razonó con ironía- pero solo tengo un culo … así que lo mejor que puedo obtener con dinero es la compañía de gente interesante a la que escuchar y con quien compartir conversaciones’.  

Y sabemos que la sensibilidad provocada por esos memes, precisamente, por su brevedad (inmediatez y rápida caída), no generan ni ilusiones de comportar ningún tipo de cambio. Y es una pena, ya que, como señaló Gabriel García Márquez (1927 – 2014), en su obra ‘El coronel no tiene quién le escriba’ (1961): ‘La ilusión no se come (dijo ella). No se come, pero alimenta (replicó el coronel)’; pero, claro, dada su brevedad y rápida desaparición, la sincera y sentimental protesta del citado Riad Mansur, ni siquiera alimenta a la mayoría.

Por todo ello, me parece evidente que no podemos huir de la realidad, por dolorosa que sea. Y debemos evitar caer en las telas de las arañas que nos rodean por todas partes, para devorarnos (reducirnos a su nada). Y eso tanto en el ámbito internacional, como en el de nuestro pequeño país (Catalunya) 

Incluso debemos tener la sensibilidad suficiente para evitar edulcorantes trampas sibilinas y, también, de las bien intencionadas, que las hay. Por ejemplo, los especialistas señalan que los griegos antiguos diseñaron las columnas del Partenón, ligeramente torcidas para que el ojo humano pudiera verlas perfectas.

Pero, afortunadamente, nuestra situación es más clara, ya que, como señaló Silvia Barroso, en su artículo titulado ‘El Estatut se suyo y hacen lo que quieren’ (Elmon.cat, 28/05): ‘Catalunya sólo tiene dos opciones con España: ser maltratada o ser instrumentalizada. Nunca respetada’

Y ante esta situación, podemos:

Seguir haciendo el papel de la princesa Aurora, ‘la bella (o bello) durmiente’ (*), que es el que predomina, como consecuencia de la maldición de la bruja Maléfica (el reino español) y pincharnos con el uso de la rueca (la violencia judicial y policial), y dejarnos dormidos durante un siglo, a la espera del príncipe que, mediante un beso, nos vuelva a despertar y motivar.

(*) cuento de tradición oral, recogido por los Hermanos Jacob y Wilhelm Grimm, en su recopilación ‘Cuentos de la infancia y del hogar’ (1812)

O bien, podemos activarnos, reactivarnos, para reemprender, ahora mismo, el embate donde lo dejamos en el 2017, pero con mejores y más claras estrategias. 

Todo depende de nosotros, en el bien entendido que la primera opción refleja una gran insensibilidad, por no escandalizarnos antes los hechos injustos.