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La lotocracia, la única solución para España

Amadeo Palliser Cifuentes
amadeopalliser@gmail.com

Todos sabemos los problemas que genera el actual sistema de base democrática, tanto por las estructuras jerárquicas internas de los partidos políticos, las listas electorales cerradas, la elección de los jefes de gobierno, de los máximos responsables de los diferentes poderes (como estamos viendo estos días con el poder judicial español dirigido por el nefasto Carlos Lesmes), la elección de los responsables de cualquier colectivo social y, como no, la elección de cargos como los de Papa o Dalai Lama, y demás responsables de las diferentes iglesias, etc.

De los reyes no merece la pena decir nada, por tratarse de unas estructuras de otras épocas, que ya no deberían existir; y en el caso español, por más que se quiera vender como una monarquía parlamentaria, la realidad está muy alejada, ya que el discurso del 3 de octubre del 2017 fue anticonstitucional pues está fuera de sus atribuciones, como otros mensajes que hace de tanto en tanto, pero, claro, aquí todos los poderes son vasallos suyos.

Tradicionalmente se ha dicho que ‘la democracia es el peor sistema de gobierno, a excepción de todos los demás que se han inventado’ (Winston Churchill, 1874-1965); por eso, no podemos conformarnos continuando así; estamos en el siglo XXI, y deberíamos ser capaces de cambiar, por muchas resistencias que ello comporte por parte de los actuales ostentadores del poder, al nivel que sea, desde el del presidente de gobierno, hasta el de dirigentes de los más pequeños clubs de fútbol, por poner un mero ejemplo.

Aunque parezca mentira, un sistema neutro y objetivo, que rompería con las burocracias, dependencias, subordinaciones, ‘peloterismo’ y demás actuaciones serviles, que encorsetan las estructuras de poder, que comportan una endogamia perversa, sería el sorteo (la lotocracia) de los cargos de relevancia. Otro aspecto importante es la limitación de mandatos, no solo en los cargos, si no también, en el conjunto de los años dedicados a trabajar en puestos de servicio público.

Por eso, seguidamente, profundizo en este tema del sorteo, de la lotocracia:

‘En la Antigua Grecia, la formación de la estructura de los organismos del poder y la administración según sorteo se aplicaba ampliamente en la Atenas antigua. Durante el siglo VI a.C., se desarrolló en la democracia ateniense el concepto llamado isonomia, el cual significa igualdad de derecho y derechos políticos. Ellos creían que la principal forma de garantizar la democracia y la imparcialidad en la elección era por medio de sorteo, y así lo hicieron. El sorteo se utilizó para elegir a buena parte de los magistrados para los comités de gobierno y para los jurados; el sorteo se realizaba comúnmente entre 501 hombres. Al respecto, Aristóteles creía:

‘La democracia surgió de la idea de que los que son iguales en cualquier aspecto, son absolutamente iguales. Todos son libres, por lo tanto, afirman que todos son absolutamente libres … Lo siguiente es cuando los demócratas, alegando que todos son iguales, reclaman la misma participación en todo’

En la Atenas antigua, el proceso de elección por sorteo tenía un método específico. Los ciudadanos se postulaban dentro de un grupo amplio de ciudadanos. Luego, por medio de la lotería en una máquina que ellos llamaban kleroteria se elegían al azar y por sorteo los ciudadanos que ocuparían el cargo – en su mayoría magistraturas -. Las magistraturas asignadas a los ciudadanos elegidos en la kleroteria tenían alrededor de un año para cumplir su función. También, un factor muy clave de la democracia ateniense es que los ciudadanos pueden ejercer una magistratura solamente una vez en toda su vida; también, aquellos ciudadanos que tengan más de 30 años y sean varones podían ser elegibles si anteriormente no habían sido inhabilitados por atimia (*).

Es muy curioso de este tipo de democracia que los seleccionados por medio del sorteo tenían que someterse a un examen llamado dokimasia para así evitar funcionarios que no fueran competentes. En raras ocasiones fueron seleccionados ciudadanos que no fueran competentes y que hayan sido descartados. Finalmente, los magistrados una vez elegidos por sorteo y que estuvieran en su función, estaban sujetos al constante control por parte de la Asamblea. Así mismo, los magistrados debían rendir cuentas después de su licencia, lo cual llamaban euthynai.

(Wikipedia)

(*) atimia = palabra griega que designaba la privación de derechos civiles o de ciudadanía, parcial o completa, temporal o perpetua.

La insaculación (latín: in y sacculum, en saquito), requería que los candidatos pusieran en un saco, bolsa o cántaro, ciertas bolas o cédulas, para el sorteo. Los elegidos resultan desinsaculados.

Ese método por sorteo se conservó en la Edad Media, por ejemplo, en Florencia y en Venecia (hasta finales del siglo XVIII, se eligió el Dux, con ese método), ya que ese sistema mostraba transparencia, pues los hombres que eran seleccionados al azar, juraban que no estaban influenciados por algún tipo de soborno.

Para el filósofo Montesquieu, Charles Louis de Secondat, barón de Breda y de Montesquieu (1689-1755): el sorteo representaba una elección más inofensiva, porque le otorgaba a cada ciudadano la posibilidad de servir a su patria.

Igualmente, según el filósofo Jean-Jacques Rousseau (1712-1778): las selecciones por sorteo hubieran creado pocos obstáculos en la democracia verdadera, puesto que todos los ciudadanos son iguales tanto por sus hábitos como por sus talentos, tanto por sus principios como por sus bienes, así que la elección se pone casi indiferente.

Particularmente me parece muy interesante el sistema de sorteo, entre voluntarios con mandatos limitados, y con control previo de aptitud / formación y examen final, por parte de tribunales también elegidos por sorteo, claro está. Sería la única forma para evitar todo tipo de injerencias externas.

Si ese sistema se utilizase también en los partidos políticos, para seleccionar sus candidatos, y después se efectuasen las elecciones con listas abiertas, para que los electores pudiéramos optar por el cuarto de una lista y el tercero de otra, por ejemplo, tendríamos un sistema realmente transparente y democrático; y también nos evitaríamos las campañas electorales con sus grandes costes y sus múltiples promesas falsas, así como los posibles sobornos y chantajes; pues los candidatos deberían limitarse a establecer un breve programa, claro y conciso, necesariamente diferenciados de los de sus propios compañeros de partido, pues los matices personales se tendrían en cuenta por parte de los electores.

También nos evitaríamos la lucha de carismas telegénicos y mediáticos, ya que el verdadero carisma, es decir, la capacidad de suscitar admiración o adhesión, lo aportaría el propio currículum personal de cada candidato (término que, etimológicamente, tiene su origen en el latín ‘cándido’, puro, limpio), no en la labia, narcisismo y poderes ocultos, como pasa en la actualidad.

Obviamente, el sistema electoral debería adecuarse para reflejar que una persona sea, efectivamente, un voto; ya que los citados matices personales, responderían a las necesidades locales particulares; así que no haría falta sobrecompensaciones ni leyes d’Hont, que no hacen otra cosa que alejar la democracia.

Todos sabemos que los problemas son muy complejos, y que a ciertos niveles de responsabilidad se requiere una formación especializada; en esos casos, debería ser un requisito tener la titulación de ingeniero, médico, maestro, etc.; pero a los niveles políticos, como los de ministros, por ejemplo, hemos visto que un economista (Ernest Lluch) o un filósofo (Salvador Illa), pueden realizar, aceptablemente, las funciones de ministro de sanidad; si bien, yo preferiría que fuera un especialista de cada ramo. Y, en ningún caso, uno carente de titulación superior, debería ser ministro, como pasa con Miquel Iceta, que, para mayor inri, es ministro de cultura y deportes.

Para finalizar, hasta el nombre de ‘lotocracia’ me gusta, ya que loto, proviene del italiano ‘lotto’, que significa lote; y ‘lotta’, lucha; y del griego ‘kleroteria’ (lotería), como hemos visto; acepciones alejadas a la flor de loto y a los lotófagos, por ejemplo.

(Y no me refiero a los elevados niveles de ludopatía existentes en España)

Ya sé que todo esto es muy utópico, pues los intereses económicos y de todo tipo, prefieren tenerlo todo ‘atado y bien atado’, para garantizar perpetuidad. Por eso, los ciudadanos, si efectivamente creemos en la isonomia (igualdad ante la ley) deberíamos ser exigentes, para no seguir dando vueltas en la rueda de nuestras pequeñas jaulas, como hacen los hámster.