
La Universidad Autónoma del Estado de México (UAEMex) atraviesa uno de los momentos más oscuros en su historia reciente. Lo que podría haber sido un proceso de sucesión rectoral ejemplar y democrático ha terminado convertido en un episodio de imposición, favoritismo y maniobras políticas que han mermado la legitimidad de la institución. Y el principal responsable de esta crisis es el actual rector, Carlos Eduardo Barrera Díaz.
A pesar de que el proceso de renovación rectoral de la UAEMex ha sido catalogado como histórico por el hecho de que, por primera vez, una mujer asumirá el máximo cargo en la institución, esta transición está marcada por la sombra de la manipulación y la falta de equidad. Barrera Díaz, lejos de garantizar un proceso abierto y competitivo, utilizó todo el poder de la rectoría para cerrar el paso a las aspirantes que no fueran de su agrado y cargar a favor de su favorita, Eréndira Fierro Moreno.
Las reglas del proceso han sido torcidas para favorecer a la candidata del oficialismo, eliminando cualquier atisbo de competencia real y debilitando la legitimidad de la futura rectora. Las direcciones universitarias Y espacios académicos han sido usados como herramientas de justificación para el respaldo a Fierro Moreno, presionando a la comunidad académica para que se alinee con la decisión ya tomada por los grupos de poder. Ante esta situación, la comunidad universitaria ha mostrado un preocupante desinterés en el proceso, participando sólo por presiones institucionales o con la certeza de que la elección no es más que una lucha por el millonario presupuesto de la institución.
Pero la indignación no ha quedado silenciada. Algunos sectores de la universidad han llamado a protestar contra este proceso viciado, denunciando la simulación y el autoritarismo de Barrera Díaz. Su legado quedará marcado como el de un rector antidemocrático, protector de los intereses de los grupos enquistados en la UAEMex y responsable de un descrédito institucional que costará años revertir.
La UAEMex, en lugar de celebrar un hito en la inclusión de las mujeres en su dirigencia, se encuentra ante un proceso que, lejos de fortalecerla, la ha debilitado profundamente. La comunidad académica debe exigir transparencia y democracia, antes de que la universidad pierda completamente su esencia y se convierta en un mero instrumento de los intereses políticos y económicos de unos cuantos.