Alejarse temporalmente del lugar habitual, permite una relativización de los problemas cotidianos, y facilita una cierta mayor objetividad, como intento explicar en este escrito.
Esta semana, en el estado español, se ha seguido sufriendo:
- la patética campaña electoral europea;
- el reconocimiento del estado palestino;
- las negociaciones para formar el gobierno de la Generalitat o la repetición de las elecciones;
- la aprobación de la ley de la amnistía y las consecuentes críticas desde el poder judicial y de la extrema derecha y derecha extrema, así como los actuales intencionados abusos burocráticos por parte de Pedro Sánchez, para dilatar su publicación en el BOE, en principio hasta después de las elecciones europeas previstas para el próximo día 9;
- los problemas de convivencia del matrimonio real;
- etc.
Y, obviamente, cada uno de estos temas ha colapsado todos los medios de comunicación, en sus diferentes modalidades: noticiarios y tertulias, informativos o puramente manipuladores.
Y, como pasa siempre, personal y socialmente nos consideramos el centro del mundo, y consideramos que el mundo gira entorno nuestro, de nuestros políticos y personajes de la farándula, y estamos convencidos de que el mundo nos mira, nos atiende y se ocupa por nuestras preocupaciones, ya que nos creemos que somos el epicentro y el motor de la galaxia.
Pero, claro, un simple ejercicio de desplazarse a otro país, como ha sido en mi caso, a Nederland (Holanda), un país un poco mayor que Catalunya (41.543 Km2 respecto a 32.108) y con una población que, prácticamente, duplica la catalana, que es de 8 millones de habitantes, te hace aterrizar a la realidad, pues, en el hotel, mirando algún telediario local (a pesar de no tener ni idea de neerlandés), pero también algún telediario en inglés o en francés, es fácil darse cuenta de que en toda la semana, por lo poco que he visto, no ha habido ninguna referencia a España; y en un periódico, vi una mínima referencia de unos pocos centímetros cuadrados, en un rincón de una página interior, publicando un breve sobre el ‘incomprensible reconocimiento del estado palestino, por parte de España, Irlanda y Noruega (en el caso español, por el no reconocimiento de Kosovo)’.
Es evidente que España es irrelevante, igual que Catalunya, está claro.
Y es comprensible que sea así, pues los 1.500 Kms. que separan Barcelona de Ámsterdam, en realidad es un abismo; ya que en Barcelona nunca se dan noticias de Ámsterdam, salvo que haya un atentado o algo muy fuera de lo común.
Y es penoso ver que, conociendo esa realidad, nuestros políticos, empezando por Pedro Sánchez, tengan un complejo de superioridad, un narcisismo exacerbado, que les impida darse cuenta u oculten su insignificancia relativa, su irrelevancia en el contexto internacional y, a pesar de eso, se paseen por el mundo como si tuvieran la llave maestra para solucionar todos los problemas internacionales.
Sobre el particular, es preciso pensar en las siguientes frases:
- ‘La insignificancia es siempre una garantía de seguridad’ (Esopo, s. VII a.C.)
- ‘El amor nos salva de la insignificancia’ (Jean-Paul Sartre, 1905 – 1980)
- ‘La vida está compuesta de insignificancias; el año de instantes y las montañas de granos de arena. Por lo tanto, no subestimes nada, por pequeño que te parezca’ (Lin Yutang, 1895 – 1976)
- ‘Amigo mío, respira esta insignificancia que nos rodea, es la clave de la sabiduría, es la clave del buen humor…’ (Milan Kundera, 1929 – 2023)
- ‘Lo preocupante no es la perversidad de los malvados sino la indiferencia de los buenos (Martin Luther King, 1929 – 1968)
- ‘Un tío sube al metro en Los Ángeles y se muere, ¿crees que alguien se da cuenta? (Tom Cruise, n. 1962)
- ‘Si quieres vivir feliz, no te importe que te crean tonto’ (Séneca, 4 a.C. – 65)
- ‘Tras fracasar es posible seguir adelante y fracasar mejor; en cambio, la indiferencia nos hunde cada vez más en el cenagal del ser estúpido’ (Slavoj Zizek, n. 1949)
Y sabemos que, en definitiva, el miedo a la insignificancia, se suele ocultar con la búsqueda constante del éxito rápido, fascinados por la telerrealidad, y eso explica la banalidad de muchas vidas.
Por eso es interesante ser conscientes de nuestra realidad, para no transformarla a nuestro gusto e interés, como se observa en el siguiente chiste del humorista Eugeni Jofra i Bafalluy (1941 – 2001):
‘Saben aquél que dice que había cien mil chinos jugando dentro de una cabina telefónica y, en un momento dado, se oye: Goooool. Salta el portero y dice: es que me dejáis solo, coño, es que me dejáis solo’