Es vergonzante ver que los presidentes autonómicos catalán y madrileño, Salvador Illa (155) e Isabel Díaz Ayuso, consideren a los independentistas catalanes como nacionalistas dogmáticos, sin darse cuenta de que los ataques que nos hacen, les retrata a ellos, como explico en este escrito.
El pasado martes, Salvador Illa entregó una carta a cada uno de sus consellers, en la que les pedía: ‘gobernar sin dogmatismo ni exclusiones (…) para asumir los problemas reales de la sociedad’.
En esa misma línea, ayer, en la fiesta de la Virgen de Cobre de la Paloma, la presidenta madrileña (PP) fue más explícita, acusando a Pedro Sánchez de ‘abandonarse al nacionalismo catalán y de buscar la destrucción de España (…) ¿qué clase de federalismo nos van a imponer ahora? (…) dando privilegios a manos de personas que odian a España y que no buscan lo mejor para los catalanes (…) están buscando la destrucción de España entera, que es como trabaja el nacionalismo (…) el nacionalismo es destrucción, es odio, es impunidad y también es acabar con la soberanía, con la Constitución, con la verdadera igualdad que es la que se da ante la ley, ante el Estado de Derecho, ante las oportunidades (…) castigando a las comunidades que son leales a España y que no importan para el Ejecutivo nacional (…) creo que arrancando a Catalunya de España no va a venir nada nuevo ni bueno. Nada bueno se puede construir cuando se hace de esta manera (…) desde Madrid nos negamos a la creación de una supuesta España federal plurinacional y laica que es ilegal, que atenta contra la soberanía nacional y que, por supuesto, va a afectar a los recursos de todos los españoles y otras comunidades autónomas que tienen problemas verdaderos (…) van a intentar que aquello que es inimaginable se convierta en obligatorio, normal, van a repetirnos hasta la saciedad las mismas mentiras de la convivencia, de que somos todos muy moderados. Desde Madrid no nos vamos a quedar quietos y vamos a apelar a ser nuestra mejor versión de esta región al servicio de todos, al servicio de España entera, de nuestra soberanía, de nuestra igualdad frente a la ley, las oportunidades y la Constitución’.
Es vergonzante que Díaz Ayuso tenga la sinvergüencería de efectuar ese discurso, cuando los datos objetivos muestran que la comunidad de Madrid, históricamente, ha sido, y es, la beneficiada, con el argumento de la capitalidad, por lo que, en realidad, es un gran agujero negro que provoca la ‘España vaciada’, ya que absorbe todos los recursos de esa España radial, pues hasta el corredor Mediterráneo pasa por Madrid.
Y así, vemos que el PSOE y el PP tienen un mismo objetivo, contra lo que puedan parecer estas críticas, pues, en realidad, consideran que en el corrupto estado español, el único dogma válido es el suyo, el franquista, basado en ‘la España una, grande y libre’ que defiende que ‘España es una unidad de destino en lo universal’, etc.
Y claro, no se consideran nacionalistas, este calificativo nos lo aplican despectivamente, a los catalanes, al considerarlo fuente de todo odio y destrucción.
Históricamente, España nunca ha sido una nación, ha sido y es un estado plurinacional; pero, su constitución, incluso en este tema, es confusa, ya que en el art. 1.1, dice que ‘España se constituye en un Estado (…)’, pero en el 1.2, dice ‘La soberanía nacional (…)’; y en el art. 2: ‘La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española (…)’
Pasa lo mismo con su lengua, ya que en su art- 3, se dice: ‘El castellano es la lengua oficial del Estado (…)’, pero en todos los lugares y documentos, dicen ‘español’.
Académicamente se considera que un estado ‘es una entidad política un gobierno, territorio y población’, mientras que una nación ‘es un grupo de personas con una identidad cultural, lingüista, histórica o ética compartidas’. Por su parte, el término ‘país’ se considera más difuso, ya que se refiere a una región geográfica que puede comprender una o más entidades políticas.
Así, el estado es una entidad política con gobierno, territorio y población; la nación es un grupo de personas con una identidad compartida; y el país se refiere a una región geográfica.
Pero, claro, todas estas definiciones son limitadas y puntuales, correspondientes a un momento preciso. Y olvida, la historia, ya que, hasta 1714, que los Borbones conquistaron Catalunya, éramos un estado, con todos sus privilegios. Pero está claro que la historia la escriben los vencedores, y éstos trasladaron su relato a la constitución actual, como sabemos.
Pero el tema central del presente escrito, como he anunciado, es el dogmatismo, que nos atribuyen a modo de estigmatización.
Si bien, cualquier ciudadano mínimamente objetivo y crítico, ve que los unionistas españoles son, también, dogmáticos radicales, y que su dogma se refleja en su indivisibilidad de España.
Y claro, si nos centramos en el diccionario de la RAE, dogma es ‘una proposición tenida por cierta y como principio innegable’.
Y el dogmatismo, refleja la línea de pensamiento basada en ‘el convencimiento de que las personas pueden conocer la verdad, con facilidad y certeza, sin necesidad de fundamentarla ni tampoco confrontarla con la realidad’; por lo tanto, es una sobrevaloración de la capacidad intelectual, por lo que acarrea ‘una exagerada seguridad subjetiva de conocer la verdad’.
Por lo tanto, a mi modo de ver, los independentistas catalanes no somos dogmáticos, ya que nos basamos en reivindicaciones objetivas, racionales e históricas; mientras que los españolistas sí que lo son, y se basan en la fuerza bruta y la violencia de la conquista y del mantenimiento de la tierra quemada.
Así, los independentistas catalanes nos consideramos nacionalistas (aunque muchos nacionalistas no se consideran independentistas); pero nuestro nacionalismo no fomenta odio, ni destrucción, ni mucho menos; mientras que el falso e incorrecto nacionalismo español, sí que lo genera y fomenta, como sabemos por experiencia. Y es así, pues los unionistas españoles no aceptan el relativismo ni el criticismo.
Es sabido que, ya en la conquista de América, los castellanos impusieron sus dogmas, manteniendo en una mano la cruz y en otra la espada, para eliminar a los nativos, exterminar sus creencias y dogmas, aunque para ello fuese preciso derramar mucha sangre.
Y con el tiempo, mediante la contrarreforma, la inquisición, la cruzada franquista, etc., hasta hoy día, siguen mostrándose como inclementes conquistadores / saqueadores; y ahora, nos imponen su dogma, con la constitución en una mano y la maza judicial en la otra. Pero el objetivo es el mismo, aniquilarnos como ente y personalidad política, imponernos su dogma españolista, que es más difícil de entender y de explicar que el de la Santísima Trinidad.
Hay un chiste clásico, en el que, en una viñeta se ve un sacerdote y un seglar, ante un letrero que dice: ‘doctrina de la santísima iglesia’. Y el seglar le dice al cura: ‘padre, acabo de sorprender al hermano Antonio, sin corbata, fumando, insultando, y del brazo de una mujer que no es su esposa’. Y el cura le contesta: ¿cómo, sin corbata, sin corbataaaa?’
Y ese chiste es un claro reflejo del pensamiento del estado español, del cual, el represor Salvador Illa e Isabel Díaz Ayuso, son meros polichinelas, que se fijan en el detalle que interesa para machacarnos. Por ejemplo, todos se fijan y critican que el president Carles Puigdemont, se marchase inmediatamente, la semana pasada; pero ‘olvidan’ que el poder judicial hace años que dio un golpe de estado, y todos lo asumen, ya que su objetivo es defender a su estado y a su rey.
Es comprensible que a los creyentes les molesten las críticas sobre su religión, que a los terraplanistas les disgusten los argumentos sobre la redondez de la Tierra, que los vegetarianos critiquen a los que comemos cadáveres de animales (como nos dicen), y así, hasta los aficionados de los clubs de fútbol, etc.
Pero si todo acaba en meras discusiones pacíficas y no pasa de ahí, nada que objetar, incluso es terapéutico; lo malo es cuando el que ostenta el poder impone por la fuerza su dogma unilateral, y es peor todavía, cuando encima nos acusan de todos sus males, sin reconocer que, precisamente, están reflejando y proyectando los suyos. Pues eso, además de indecente, puro cinismo.
Por eso, cuando oímos que ‘el nacionalismo es destrucción, es odio, es impunidad (…), en realidad es mostrarnos su verdadera cara dogmática, su razón de ser, su doctrina explotadora y aniquiladora, que intentan disimular (tergiversando hasta los datos objetivos de la infrafinanciación y del déficit fiscal, por ejemplo), criticando, asimismo, la paja de nuestro ojo, sin ver la viga del propio.
En definitiva, que no nos debemos dejar engañar con sus rollos autoritarios, pues está claro que intentan adoctrinar a los indecisos, a los desinformados y a los conformistas. Por eso debemos buscar la confrontación pacífica, la crítica dialéctica, a pesar de que sabemos que nunca podremos conseguir que lleguen a admitir nuestras razones, pues eso no pasará nunca, su dogma, por serlo, es irreformable. Así que debemos retomar la vía del 1 de octubre del 2017, no hay otra.
Pero dado que ‘gracias’ a ERC, que regaló la Generalitat al PSC/PSOE, y no tenemos mayoría en el Parlament (la tuvimos hasta las recientes elecciones, pero ERC ya había cambiado su hoja de ruta, y, como todos los proyectos españoles, pasa por Madrid), ahora no nos queda otra alternativa que reflotar el movimiento independentista desde las calles, y hacerlo de forma coordinada, razonada y coherente, supeditada a una estrategia global, que el Consell de la República y la ANC, deberían consensuar. NO HAY OTRA ALTERNATIVA.