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La paradoja de la tolerancia, de K. Popper, que España debería seguir

Amadeo Palliser Cifuentes
Amadeo Palliser Cifuentes    amadeopalliser@gmail.com

Nota previa: Ayer, una comisión colombiana vino al corte diario de la avenida Meridiana de Barcelona, para explicarnos la crisis humanitaria y genocida que está sufriendo su pueblo, culpa de un estado ‘autoconsiderado democrático’, apoyado por los poderes de los EUA. Lógicamente, nos solidarizamos con ellos y, salvando las distancias, debemos aprender que sólo con la confrontación se rompen las cadenas.

El president en el exilio, Carles Puigdemont (JuntsxCat), después de la investidura del nuevo president Pere Aragonès (ERC), remitió una carta a los militantes de su partido, diciendo, en síntesis:

·       ‘Reclama restaurar el respeto, la confianza y la lealtad entre su partido y ERC para garantizar el éxito del nuevo gobierno.

·       Ha explicado que se ha mantenido callado y al margen de las negociaciones porque, a su parecer, eso favorecía el acuerdo y no generaba ninguna distorsión que sirviera a los intereses de sus detractores.

·       Afirma que esta nueva etapa viene cargada de retos colosales y que su formación será determinante.

·       La desunión, que es una de las preocupaciones que más le preocupan, asegura, si bien advierte que la paga toda Catalunya y tiene efectos generalizados.

·       La unidad es una prioridad tan difícil de conseguir ahora mismo, como irrenunciable.

·       Delante de esto, pide respeto, confianza y lealtad entre los partidos independentistas.

·       Si esa cadena se rompe o se debilita en alguna pieza, el resultado es el recelo permanente, la parálisis política y, al final, el enfrentamiento.

·       En este sentido, admite que, en los últimos tres años y medio, con decepción compartida por mucha gente, esta cadena se ha ido debilitando hasta romperse, lo que, a su parecer, ha originado una batalla sin freno que avergüenza internamente y desde fuera es muy desconcertante, de la cual nadie sale bien parado.

·       Ante esto, sostiene que el éxito del gobierno no se medirá sólo por la obra hecha, en las políticas desplegadas. Se basará, también, y posiblemente ahora más que antes, en su capacidad de restaurar todo aquello que se ha deteriorado, y que influye en el ánimo del país.

·       Recuerda que las elecciones no las ganó ningún partido independentista. Las elecciones tuvieron un claro ganador, y éste es el movimiento independentista en su conjunto y en su diversidad. Por lo tanto, ningún acuerdo y ninguna estrategia no se pueden basar en la hegemonía de un determinado partido.

·       Reitera que en el actual proceso de independencia y de estado de represión, era preciso afrontar los retos electorales de manera unitaria por tal de buscar la manera de forzar al estado a una negociación fiable.

·       Sería preciso irrumpir siempre con la máxima fortaleza y no a partir de la suma de debilidades o pequeñas victorias particulares, defiende, asegurando que la represión no se ha parado, que continuará. El estado no tiene ninguna voluntad de abordar con honestidad y ganas un proceso de negociación como el que se esperaría en una democracia consolidada’.

(www.xcatalunya.cat)

Carta que me pareció muy adecuada, por lo que considero que es interesante enlazarla con la Paradoja de la tolerancia, tal como apunté en mi escrito de ayer; por eso, seguidamente reproduzco una síntesis de esa teoría, y al final, incluiré unas observaciones al respecto:

‘Karl Popper (1902-1994) describió la ‘Paradoja de la tolerancia’ (1945), ‘es una paradoja enmarcada dentro de la teoría de la decisión. La paradoja declara que, si una sociedad es ilimitadamente tolerante, su capacidad de ser tolerante finalmente será reducida o destruida por los intolerantes. Popper concluyó que, aunque parezca paradójico, para mantener una sociedad tolerante, la sociedad ha de ser intolerante con la intolerancia.

(…)

La tolerancia ilimitada puede conducir a la desaparición de la tolerancia. Si extendemos la tolerancia ilimitada hasta a aquellos que son intolerantes; si no estamos preparados para defender una sociedad tolerante contra los intolerantes, el resultado será la destrucción de los tolerantes y, juntamente como ellos, de la tolerancia.

Con este planteamiento no queremos significar, por ejemplo, que siempre tengamos de impedir la expresión de concepciones filosóficas intolerantes; mientras podamos contrarrestar -mediante argumentos racionales y mantenerlos en jaque delante de la opinión pública, su prohibición sería, por cierto, poco prudente

Pero hemos de reclamar el derecho de prohibirlas, si es preciso por la fuerza, si no están destinadas a imponerse en el plano de los argumentos racionales (…) en ese caso, entonces, en nombre de la tolerancia deberemos reclamar el derecho a no tolerar a los intolerantes.

(…)

En 1971, el filósofo John Rawls (1921-2002) concluyó, en su ‘Teoría de la justicia’, que una sociedad justa ha de tolerar al intolerante, o si no, la sociedad podría volverse intolerante, y, consecuentemente, injusta. Aún así, Rawls también insistió, como Popper, que la sociedad tiene derecho razonable a la supervivencia, que precede el principio de tolerancia:

‘Mientras una secta intolerante no sea señalada como intolerante, disfruta de libertad, la cual ha de ser restringida sólo cuando los tolerantes, sinceramente y con razón, creen que su propia seguridad y la de las instituciones que garanticen la libertad estén en peligro’

(…)

La paradoja de la tolerancia es importante en la discusión sobre si es preciso establecer límites a la libertad de expresión. Popper afirmó que permitir la libertad de expresión a aquellos que la utilizarían para eliminarla, es una paradoja’.

(Wikipedia)

Observaciones:

Atendiendo al conflicto entre España y Catalunya, me parece claro que el enfrentamiento será eterno, ya que, subjetivamente, desde ambos puntos de vista se parte de la misma premisa de Rawls: que la supervivencia antecede a la tolerancia. Obviamente, unos consideran la supervivencia de la España unida, y nosotros una Catalunya independiente.

Esa premisa citada se basa en la pirámide de Abraham Masllow (1908-1970), que, en 1943, jerarquizó las necesidades desde las más básicas (situadas en la base) a los deseos más elevados (en la cúspide)

En ese sentido, y haciendo un paralelismo, si tanto España como Catalunya consideramos nuestra respectiva supervivencia como excluyente de la otra, la situación quedará en una paradoja irresoluble.

Obviamente, considerando las necesidades básicas (fisiológicas, de seguridad y pertinencia), por un lado, y las de superiores (reconocimiento y autorrealización), el nacionalismo español ha de renunciar a su integridad, no hay otra. Y para eso debe respetar su propia constitución de 1978, que, en su artículo 1, dice:

1.1   España se constituye en un estado social y democrático de derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político.

1.2   La soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del estado.

y, deje en segundo lugar la sacrosanta unidad española (art. 2), y, obviamente, olvide, sí, olvide, el art. 8 que asigna a las fuerzas armadas la misión de asegurar dicha unidad; pues ambos preceptos, son inaceptables en una sociedad democrática del siglo XXI.

Sólo así podremos realizarnos los catalanes, todos, independentistas y ‘dependentistas’, (unionistas), ya que, para crecer y alcanzar el desarrollo completo, metafóricamente, debemos ‘matar al padre’, freudianamente.

Asimismo, y pensando en la extrema derecha (Vox), deberíamos aplicar los límites a la libertad de expresión mencionado por Popper: ‘permitir la libertad de expresión a aquellos que la utilizarían para eliminarla, es una paradoja’ y si queremos liberarnos de esa paradoja, lógicamente, debemos limitar determinadas manifestaciones inaceptables (racistas, homofóbicas, etc.).

En definitiva, el estado español debería respetar la paradoja de la tolerancia, ya que, en caso contrario, todos seguiremos atrapados en la paradoja de la serpiente, que dice:

‘Si una serpiente empieza a comerse su cola y acaba comiéndose absolutamente todo su cuerpo, ¿dónde estaría la serpiente, si está dentro de su estómago, que a su vez está dentro de ella?’

Sería seguir en el eterno retorno de lo mismo, al castigo infinito de Sísifo.

Pero, está claro que todo depende de que el estado español quiera resolver el problema, o prefiera cronificarlo; y, por lo que sabemos, al no haber estadistas, sólo simples personajes manteniendo sus privilegios, no podemos esperar nada de España.

Por lo tanto, todo depende de nosotros, de los independentistas catalanes, que rompamos el ciclo, para evitar ser comidos por la serpiente, ya que no nos consideramos parte de ella. Así que debemos unirnos, respetarnos, motivarnos y movilizarnos, sólo así podremos confrontarnos con el estado central y conseguir la independencia.