
amadeopalliser@gmail.com
Utópicamente, la política es una actividad noble, pero todos sabemos que las personas somos egoístas, envidiosas, y por eso, toda actividad humana acaba degenerando, pues, en lugar de motivarnos y actuar con nobleza, lo hacemos con bajeza, movidos por los instintos, en lugar de la razón; como intento explicar a continuación.
Tenemos muchos ejemplos, desde Donald Trump, regidores de los ayuntamientos más pequeños, e incluso muchas personas, que hacen una ‘política politiquera’. Pero esa expresión es incorrecta, ya que ambos términos son contrapuestos, como describe el diccionario de la RAE; así, correctamente hablando, unos pocos hacen política y la mayoría hace politiquería, pues:
- La política ‘es el arte, la doctrina o la opinión referente al gobierno de los estados. La actividad de quienes rigen o aspiran a regir los asuntos públicos. Y la actividad del ciudadano cuando interviene en los asuntos públicos con su opinión, con su voto o de cualquier otro modo (…)’
- Y la politiquería, despectivamente, es la acción y efecto de politiquear, es decir, ‘intervenir o brujulear en política; tratar la política con superficialidad y ligereza; y hacer política de intrigas y bajezas’.
Es decir, mientras unos actúan moralmente, con el objetivo de servir a la colectividad, otros lo hacen de forma inmoral, pues tratan de conseguir y mantener su poder, su beneficio personal, mediante licencias, falsas promesas, concesiones, etc.
Así, mientras la política tiene un objetivo constructivo positivo, la politiquería es su antítesis destructiva y negativa, si bien, con una pretendida apariencia de respetabilidad.
Pero debe quedar claro que la politiquería se mueve por la ambición por el poder, la envidia, la ambición, el rencor, los celos; y esos sentimientos generan estrategias y acciones basadas en intrigas, traiciones, retórica vacía, etc., y, en definitiva, el desgobierno del bien social.
Así, cuando oímos afirmaciones como: ‘yo soy apolítico’, ‘todos los políticos son iguales’, ‘no voto porque no me gusta la política o porque no sirve para nada votar’, ‘que todo es más de lo mismo’, ‘que no es mi problema’, etc., estamos cayendo en la trampa (en su trampa) de confundir la política y la politiquería, englobándolo todo y a todos, en este segundo saco.
Es verdad que hay momentos en los que es difícil seleccionar el grano de la paja, pues predomina el circo mediático, que fomenta el show espectacular, y busca la descalificación de la política, de los políticos (profesionales o ciudadanos), y así, ‘a río revuelto, ganancia de los pescadores’ amorales.
Tenemos millones de casos de politiquería, un buen ejemplo, lo podemos ver en un mensaje en X (publicado hoy en el Ara), de Judit Verdaguer, historiadora del arte y conservadora de museos, diciendo: ‘(El año 2022) el entonces ministro de Cultura, Miquel Iceta, afirmaba que el traslado del Guernica sería un crimen ¿Y trasladar Sixena no?’
Otro ejemplo lo hemos visto estos días con un vídeo efectuado por la Federació Catalana de fútbol, destinado a la venta de entradas para el partido entre Catalunya y Chile (de hoy, 1 de junio, en el estadio Johan Cruyff), pero promocionando un partido de la selección española contra Inglaterra, de la UEFA Nations League (del próximo 3 de junio, en el RCDE Stadium), y en el vídeo aparecen gran cantidad de rojigualdas (la bandera española). Y claro, ‘utilizar’ la imagen de futbolistas como Alexia Putellas, Aitana Bonmatí, Laia Aleixandri, Leiala Ouahabi y Jana Fernández, animando a los aficionados para que las vayan a ver, pero, en realidad, publicitar un partido masculino posterior, como he apuntado, no solo es vergonzoso, es putrefacto. Pero no pasará nada, a pesar de las críticas en las redes, no habrá ninguna dimisión ni cese; pues, está claro que, en realidad, con esa politiquería están favoreciendo el reino español.
En esa línea vergonzante y politiquera, excepcionalmente, el próximo día 4, por primera vez, habrá un partido de pelota vasca entre las selecciones de España y la de Euskadi; la primera vez que una Comunidad Autónoma se enfrentará a España, en una competición deportiva oficial, la Liga de las Naciones. A tal fin, en diciembre del pasado 2024, la Federación Internacional avaló la propuesta acordada entre el gobierno español (Pedro Sánchez) y el PNV, que permitió modificar la ley del deporte, para este único y exclusivo caso, si bien, el estado profundo todavía va poniendo todo tipo de trabas, y el TAS (tribunal de arbitraje deportivo, con las siglas en francés) todavía no ha dado su conformidad ni ha contestado a la denuncia de la federación española de pelota vasca.
Es pura politiquería que haya una federación española de pelota vasca, y que hasta ahora no permita una federación oficial propia en Euskadi, cuando ese juego de frontón a mano en Euskadi se remonta a siglos atrás, siendo muy popular.
Igualmente, Catalunya, desde hace décadas, va solicitando el reconocimiento oficial de nuestras selecciones deportivas, para participar, como tales, en las competiciones internacionales; pero sin ningún tipo de éxito.
En Catalunya tenemos un caso tan ‘pintoresco’ como el de la pelota vasca, con el hockey, un deporte que, en Catalunya tiene una tradición histórica, pues en 1907 se fundó el Barcelona Hockey Club, y la federación catalana de hockey hierba data del año 1923; y la selección española está compuesta por casi la totalidad de jugadores catalanes.
Pero es igual, todo es pura politiquería; y en ese ‘cocido madrileño’ sabemos que Pedro Sánchez accedió a reconocer la pelota vasca, para conseguir su voto puntual; pero no se atreve ni atreverá a reconocer selecciones catalanas, pues saldrían todas las furias del averno español.
El Reino Unido admite diferentes selecciones: Inglaterra, Escocia, Gales; y se enfrentan sin el menor problema. Pero esto, en el carpetovetónico reino español sería impensable, por esto defiende con uñas y dientes a sus frágiles costuras simbólicas. Y, a tal fin, emplea todos sus poderes (legales, ilegales y alegales), pues su lema es y seguirá siendo el de ‘España una y no 51’.
En definitiva, todo depende de nosotros, los independentistas catalanes, si queremos y aceptamos el juego que nos impone secularmente el reino español; pues nos tienen donde y como quieren, dormidos, anestesiados …, atontados, y así, desmotivados, hemos caído en su trampa, alejándonos de la política, mediante su politiquería barata, insultante y descalificante.
Pero no debemos olvidar que en Catalunya también predomina la politiquería, así que el primer ejercicio que deberemos hacer es reconocer a los verdaderos políticos, y depurar el colectivo de politiqueros, y así, poder empezar de nuevo, para el embate democrático, pacífico y definitivo con el estado español.