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La rebelión en la granja

Amadeo Palliser Cifuentes
amadeopalliser@gmail.com

El título del presente escrito lo he tomado de la famosa novela de Eric Arthur Blair, más conocido por su seudónimo ‘George Orwell’ (1903-1950), publicada en 1945.

Esta novela es una fábula distópica (pues los animales piensan y hablan como los humanos) sobre la corrupción del totalitarismo estalinista; pero me parece que es perfectamente trasladable al conflicto entre España y Catalunya (y en todos los grupos sociales), como intentaré explicar, si bien, en primer lugar, trasladaré una breve síntesis de la fábula, para refrescarla a los lectores.

‘Los animales de la Granja Solariega, alentados un día por el Viejo Major, un cerdo que antes de morir les explicó a todos sus ideas, llevan a cabo una revolución en la que consiguen expulsar al granjero Howard Jones y crear sus propias reglas (los Siete Mandamientos), que escriben en una pared:

  1. Todo lo que camina sobre dos pies es un enemigo.
  2. Todo lo que camina sobre cuatro patas, nade, o tenga alas, es amigo.
  3. Ningún animal usará ropa.
  4. Ningún animal dormirá en una cama.
  5. Ningún animal beberá alcohol.
  6. Ningún animal matará a otro animal.
  7. Todos los animales son iguales.

Al principio, la granja (que pasa a llamarse Granja Animal) es más próspera incluso que cuando el señor Jones la administraba. Los cerdos se erigen como líderes por su inteligencia. Dos de ellos, Snowball y Napoleón, los máximos dirigentes, empiezan a tener discrepancias que acaban cuando Napoleón lanza a los perros contra Snowball y éste huye de la granja.

A partir de este momento, Napoleón se erige como único líder. Los cerdos se constituyen como una élite dentro de la granja, y los demás animales se mantienen bajo la dictadura de Napoleón, amenazados por los perros de este. Poco a poco, los cerdos adoptan los defectos propios del hombre, que en su día sustentaron la revolución. A lo largo de la novela, se efectúan ciertos cambios en los Siete Mandamientos que legitiman las acciones de Napoleón y los cerdos.

  1. Ningún animal dormirá en una cama con sábanas.
  2. Ningún animal beberá alcohol en exceso.
  3. Ningún animal matará a otro animal sin motivo.

Sucesivamente, todos los Siete Mandamientos van desapareciendo por orden de Napoleón, y con la complicidad de los demás cerdos.

Finalmente, los cerdos modifican también sus conductas, empiezan a usar las ropas abandonadas por el señor Jones y aprenden a caminar sólo sobre sus patas traseras (modificando para ello el primero de los Siete Mandamientos). Después de que un ataque llevado a cabo por los humanos fuese repelido por los perros, los granjeros de los campos vecinos deciden mantener relaciones amistosas con los animales de la Granja Animal, felicitando a Napoleón por el éxito económico de la granja: los animales, dirigidos por Napoleón, trabajan en larguísimas jornadas, alcanzan elevados niveles de productividad, se contentan con raciones minúsculas de comida y jamás se quejan ante los cerdos.

Halagado, Napoleón y los cerdos invitan a los humanos a almorzar en la Granja Animal; los animales de allí, sorprendidos, advierten que sus compañeros cerdos han copiado totalmente la conducta y aspecto de los humanos.

Al final de la novela, la dictadura de Napoleón y sus seguidores se consagra de modo absoluto cuando los animales preguntan al burro Benjamín (uno de los pocos que saben leer) sobre cuál es el único mandamiento que queda escrito. Éste es el séptimo, convenientemente modificado por los cerdos:

  1. Todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros’.

(Wikipedia)

Podríamos hacer diferentes alegorías, en función del nivel de análisis que quisiéramos hacer (sin pretender ofender por la asignación del animal); pero, en el caso que nos ocupa, está claro que:

  • El señor Jones encaja con Felipe VI.
  • El Viejo Major, podríamos asimilarlo a Carles Puigdemont.
  • El cerdo Napoleón, en nuestro caso, podría ser Pedro Sánchez.
  • El cerdo Snowball, podríamos asimilarlo a Pablo Iglesias.
  • El burro Benjamín, a los intelectuales, por ejemplo, Salvador Cardús.
  • Los perros, los poderes estatales (judicial, policial, etc.)
  • Las ovejas, los individuos unionistas sin criterio, que repiten los eslóganes más comunes y fáciles.
  • Etc.

Asimismo, podríamos contemplar que, inicialmente, el conjunto de los animales representa a la sociedad catalana, cuestionando la situación utópica de la deseada República Catalana, después de criticar a la España del señor Jones.

Según la novela, el hombre (el señor Jones, es decir, España), según el discurso de Viejo Major, es el único que consume sin producir. No da leche, no pone huevos, es demasiado débil para tirar el arado y su velocidad ni siquiera le permite atrapar conejos. Sin embargo, es dueño y señor de todos los animales (los catalanes). Los hace trabajar, les da el mínimo necesario para mantenerlos y lo demás se lo guarda para él. El ideal más importante de la vida de Major era convertir a los animales de la granja en seres ricos y libres. De acuerdo con él, todos los hombres son enemigos y todos los animales son camaradas e iguales.

En la novela, los animales de la granja sustituyen la bandera por la del nuevo régimen. La nueva era verde (el campo) y un cuerno y una pezuña. Este paso es el que nos faltó en octubre del 2017, tras ganar el referéndum, es decir, sustituir la bandera española por la ‘senyera’ (nuestra bandera); asimismo, siguiendo con la novela, los animales crearon un himno titulado ‘Animales de Inglaterra’ que subrayaba la esperanza y el deseo de igualdad y libertad para todos. Nosotros ya tenemos ‘Els segadors’, nuestro himno nacional, que debería ser el único oficial en Catalunya.

En la novela, los animales, tras aprobar Los Siete Mandamientos (la nueva constitución catalana), votaron sobre la edad de jubilación para cada clase de animal, y decidieron instituir una clase de alfabetización para todos (nosotros también deberíamos definir y regular la futura sociedad en la que queremos vivir).

Al inicio de la novela, un día, el señor Jones bebió de más y olvidó dar de comer a los animales, fue el motivo de la nueva era; los animales, ante el hambre y la injusticia, se unieron e hicieron una gran revolución expulsando a los hombres de la granja. Nosotros ya estamos hartos de injusticias, y más después de las cometidas tras el toque de corneta de Felipe VI, el 3 de octubre del 2017, dando carta blanca al ‘a por ellos’ (que somos nosotros). Y estamos hartos y hastiados de la injusticia española. Y estamos hartos del control de los cerdos y los perros (con perdón, ya he comentado que la asignación de los animales es metafórica, siguiendo exclusivamente la analogía de Orwell). La leche desaparecía y era encontrada en la comida de los cerdos, las manzanas eran escondidas y llevadas al depósito de las herramientas para ser también consumidas por los cerdos. Pequeños privilegios fueron ganados por quienes se consideraban los trabajadores intelectuales. Y esto, en Catalunya lo vemos cada día, en cada momento, no hace falta ver los presupuestos generales del estado.

Según la novela, un día volvió el señor Jones, armado y acompañado por otros hombres, pero los animales consiguieron expulsarlos de nuevo. Esto tampoco nos sería nuevo, me refiero a la llegada de hombres armados para reprimirnos. El final, es el deseado, claro.

Según cuenta Orwell, el poder empezó a subírseles a la cabeza de los cerdos, y la situación empeoró considerablemente. El líder llegó a prohibir que los animales cantaran la canción que tanto les gustaba ‘Animales de Inglaterra’ argumentando que ésta sólo funcionaba en el tiempo de la revolución. Aquí podríamos hacer varios paralelismos: las dificultades progresivas que nos ponen a la lengua catalana; pero, a la vez, el abandono del espíritu del 1 de octubre del 2017, por parte de Pere Aragonès y ERC.

Igualmente, en la novela, Napoleón declaró que era beneficioso negociar los productos de la granja con los hombres; el desacuerdo se transformó en un conflicto real en el que se invadió la propiedad y murieron muchos animales en la batalla. Ese deseo negociador, tristemente, también lo vemos por parte de ERC.

Al final de la novela, el cerdo ganó características humanas, haciéndose tan corrupto como el antiguo propietario; produciéndose la simbiosis entre el cerdo y el ser a quien antes detestaba: el hombre. No es preciso señalar que, en el paralelismo interno catalán, muchos observamos la simbiosis entre ERC y los unionistas. En la novela, los animales veían en el cerdo a un. hombre, en el hombre a un cerdo y en el cerdo, a un hombre de nuevo, pues ahora era imposible distinguir quién era hombre o quién era cerdo. Sin comentarios, pues queda clarísimo.

Fuente: Rebeca Fuks, culturagenial.com)

Sé que la lectura simple de este escrito puede ofender, por la asignación de los animales; pero, como he dicho repetidamente, se trata de un mero ejercicio metafórico, haciendo un paralelismo, quizás extremo, de la alegoría efectuada por George Orwell. Y ese paralelismo, como he comentado, podemos efectuarlo, asimismo, en todo colectivo humano.

Y mi único interés es poder extraer conclusiones positivas, nada más, pues no pretendo insultar a nadie, ni mucho menos.