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La vanagloria de los pseudo líderes (y segunda parte)

Amadeo Palliser Cifuentes
amadeopalliser@gmail.com

A continuación, prosigo con el escrito de ayer, que finalicé diciendo que ‘para más inri, todos los pesudo líderes europeos intentan asumir el triste papel de Shylock, del ‘Mercader de Venecia’, de William Shakespeare (1564 – 1616)’.

La mencionada obra narra las desventuras de Basanio,

‘(…) un veneciano que pertenece a la nobleza, pero es pobre, que le pide a su mejor amigo Antonio, un rico mercader, que le preste 3000 ducados que le permitan enamorar a la rica heredera Porcia. 

Antonio, que tiene todo su dinero empleado en sus barcos en el extranjero, decide pedirle prestada la suma a Shylock, un usurero judío. Shylock acepta prestar el dinero con la condición de que, si la suma no es devuelta en la fecha indicada, Antonio tendrá que dar una libra de su propia carne de la parte del cuerpo que Shylock dispusiera.

(…) los barcos de Antonio se hunden y la deuda no se paga. Shylock reclama su libra de carne, y exige que sea la parte más próxima al corazón. Tal situación desemboca en un juicio presidido por el Dux de Venecia, al que asisten Porcia disfrazada del abogado (…) Porcia da la razón a Shylock y admite que este, por ley, puede cobrarse la libra de carne. Sin embargo, sólo puede ser carne, y, por lo tanto, no puede derramar ni una sola gota de sangre. Shylock finalmente, desiste de su reclamación, y pide luego el doble de lo que le debían, pero le dicen que si no accede al cumplimiento del contrato se iría preso, salvo que done todas sus riquezas, y le de la mitad a Antonio y la mitad al estado. 

Antonio dice que le perdona su parte si se convierte al cristianismo (…) finalmente, Porcia informa a Antonio que tres de sus barcos han vuelto sanos y salvos (…)’

(Wikipedia)

Es sabido que la figura del mercader es la persona que compra, vende o permuta con la intención de obtener ganancias; es decir, lo que entendemos como ‘comercio’, y ese es el mecanismo que, históricamente, ha prevalecido desde las épocas más primitivas; si bien desde hace siglos ya había diferencias entre los mercaderes y los comerciantes, pues los primeros se dedicaban a abrir nuevos mercados, mientras que los comerciantes se limitaban a comprar y vender en plan minorista.

La palabra griega ‘émporos’ (donde ‘poros’ expresa viaje) y ‘emporïum (mercado, factoría), en definitiva, mercado establecido en el extranjero.

Y como expuse ayer, la política, tradicionalmente, se ha basado en la protección del comercio; y, en la actualidad, vemos que los grandes mercaderes venden intangibles, negocios en las nubes, y nunca mejor dicho, solo hace falta recordar a los personajes más relevantes del momento: Elon Musk (Tesla, Space X, etc.), Jensen Huang (Nvidia), Satya Nadella (Microsoft), Tim Cook (Appel), Mark Zuckerberg (Meta), Sam Altman (Open AI), Sundar Pichai (Google), Jeff Bezos (Amazon), Bill Gates (Microsoft), etc.

Y todos ellos son personajes muy ambiciosos que pretenden dirigir las redes sociales, la innovación mundial y, en definitiva, el control del pensamiento único dominante; disponiendo, a tal fin, con medios casi ilimitados, muy superiores a los presupuestos generales de muchos estados.

Pero no se contentan con eso, quieren más, siempre más, como nos demostró la nueva investidura de Donald Trump, rodeado de esos magnates (o mangantes). Ya que pretenden controlar y dirigir la política, mediante el ‘turbocapitalismo’, término que Vicent Partal explicó que:

‘(…) fue propuesto por Edward Luttwak el año 1998, partiendo de la idea que vivimos una forma extrema de capitalismo caracterizada por una globalización acelerada, una desregulación financiera muy intensa y un dominio absoluto del mercado sobre los otros ámbitos de la sociedad, como ahora la política.

(…)

Y la consecuencia más evidente es la desaparición o el empobrecimiento de la clase media y también la desaparición acelerada de la pequeña y mediana empresa -incapaz de competir por arriba con Amazon y por abajo, con Glovo)’.

(Vilaweb, 4 de febrero del 2025)

Y es evidente que, en la actual situación, la ciudadanía estamos desprotegidos, somos la carne de cañón, la carne picada de base que, a la vez, resultamos ser, asimismo, el subproducto consumidor. Y ante esos gigantescos poderes, estamos desvalidos, y nuestra defensa es mínima e irrisoria, y abocados a tragarnos lo que nos echen, sin la menor disidencia, que es censurada.

Por eso deberían ser los gobiernos, los estados, la UE, etc., los que velaran por nuestra defensa; pero para ello se requieren políticos honestos y cualificados, es decir estadistas, con políticas y estrategias científicamente estudiadas y debidamente consensuadas. 

No nos valen defensas quijotescas, como las efectuadas por Pedro Sánchez, luchando contra los molinos de la ‘tecnocasta’, y menos, si, por detrás y de forma opaca, compra servicios a la peor de las peores empresas, como Palantir (relacionada con la CIA y el Pentágono), de Peter Thiel (cofundador de Paypal), dedicada a espiar patrones y comportamientos ‘sospechosos’.

Tiene razón Sánchez al decir que las redes sociales no pueden campar como en el salvaje Oeste, pero cabría recordarle que el Far West fue el resultado de las actuaciones de los colonos emigrantes europeos, que impusieron sus leyes y desmesuras, aniquilando a las civilizaciones indígenas, mediante la ley del mas fuerte, precisamente, ‘gracias’ a la superior tecnología de sus armas; al objeto de conquistar todo el territorio, del este al oeste.

Y la diferencia principal, a mi modo de ver, se da cuando partimos de la perspectiva de los poderosos hombres blancos, armados con revólveres (especialmente el Colt Single Action Army, conocido también como Colt Peacemaker, el ‘pacificador’, para más cinismo) y rifles Winchester o, por el contrario, nos encontramos entre los débiles, como es ahora, que nos podemos asimilar a los indios americanos en su momento.

Y, como ya expliqué ayer, estar en el lado poderoso favorece la fanfarronería prepotente, así como la fanfarronería de determinados incompetentes, todos ellos ‘necesitados’ de presumir, de jactarse, de mostrar su soberbia y, en realidad, tapar su vaciedad; y esos perfiles, tristemente, ejercen un atractivo en la acomplejada población, envidiosa e ignorante.

Así, la ciudadanía en general, no dejamos de ser más que simples subproductos, utilizados por esos grandes magnates, pero, también, por los poderes teóricamente políticos (pues, en realidad, se han olvidado del bien común); como vemos con las ‘negociaciones’ que efectúan desde la óptica del poder desigual, mediante estrategias aparentando cierta determinación ‘beneficiosa’ cuando, en realidad, se persigue otra bien distinta.

Un claro ejemplo lo tenemos con la reducción del horario laboral de 40 a 37,5 horas semanales, planteada por Sumar, con el principal objetivo de diferenciarse del PSOE, y así marcar perfil; mientras que el PSOE, que en realidad es contrario a esa reducción, la apoya, sabiendo que serán otros partidos (Junts, PNV, PP, etc.) los que se la carguen, por diferentes motivos, especialmente, por la defensa de las pequeñas y medianas empresas, y, así, Pedro Sánchez quedará como un líder de izquierdas y los otros se quemarán y quedarán con el sambenito ‘conservador’.

Pero, en ambos casos, lo menos sustancial son los trabajadores, y, entre ellos, los de las pequeñas y medianas empresas respecto a los de las grandes empresas y, especialmente los funcionarios, y, también, respecto a los trabajadores autónomos. Es decir, en realidad, se provocarán subclases de trabajadores. 

Es verdad que esos argumentos se debieron plantear en 1980, cuando la ley del estatuto del trabajador, impuesto por el PSOE, redujo la jornada laboral máxima a las 40 horas semanales actuales. Y, claro, tras 45 años desde esa medida, se han producido importantísimas modificaciones laborales: tecnológicas, de seguridad, etc.

Ahora bien, las medidas se han de adoptar con visión de conjunto, sopesando los pros y contras, y en este momento, España presenta los peores ratios europeos en productividad, déficit formativo, paro, falta de vivienda, etc. Así que, en este momento, esa reducción únicamente tiene un objetivo populista que no parece adecuado, dadas las actuales circunstancias. 

Pero, todo es un mercadeo, y Pedro Sánchez, desde su poltrona de poder, y con el BOE a su disposición, es decir, su Colt y su Winchester, impone o intenta imponer su narrativa (que no las mejoras sociales) que le garanticen su futura reelección, pues, a mi modo de ver, con ese mercadeo de baja estrofa, Sánchez pretende comprar tiempo en la Moncloa, pues, efectivamente, el tiempo le abre las puertas a todo tipo de otras prebendas, claro.

Esa es la vanagloria de esos pseudo líderes, que buscan sus respectivos beneficios personales, familiares o de sus think tank (grupo de expertos interesados)

Y esa reducción de la política al puro y duro mercadeo, impuesto desde el poder, lo ejemplifica Donald Trump, para conseguir de Ucrania los minerales de las tierras raras esenciales para los dispositivos tecnológicos; el paso prioritario y gratuito de los buques americanos en el canal de Panamá, las riquezas geológicas de Groenlandia, la pretensión de convertir Gaza en un resort turístico sin palestinos, etc.

Y con esas pretensiones queda muy clara la tesis de Vicent Partal, en su editorial de ayer, pues nos explicó la aplicación de:

La ‘ventana de Overton’, que ‘es un concepto que describe el rango de ideas que se pueden considerar aceptables en el discurso público y político en un momento determinado. 

Según Joseph P. Overton, todas las propuestas políticas públicas se pueden clasificar en un espectro que va de aquello que es impensable a aquello que es aceptado o normalidad. Concretamente, define una escala de seis peldaños: hay cosas impensables, radicales, aceptables, sensatas, populares y establecidas.

Pero el hecho interesante es que la ventana no es fija, sino que se puede desplazar según los cambios de la opinión pública y el discurso político. De manera que con el paso del tiempo se pueden normalizar ideas radicales que pasan de ser impensables a ser aceptables si la influencia de los medios y de las élites políticas, o los cambios culturales y sociales, lo aconsejan (…)

(Vilaweb, 5 febrero 2025)

Así, vemos que Trump, con sus trompadas, está moviendo el marco referencial de la mencionada ventana. Y, aquí, en el estado español, el que movió la ventana de Overton, fue el nefasto Felipe VI, el 3 de octubre del 2017, y así, saltarse las normas democráticas, pasó a ser un ejercicio aceptable por la mayoría españolista.

Igualmente lo está moviendo ahora Pedro Sánchez, para presentar a la derecha y al poder judicial como favorecedores del lawfare (la guerra judicial) contra él y su familia; mientras que lo defendía y potenciaba contra los independentistas catalanes.

En definitiva, que la imposición de la narrativa es más relevante que la propia realidad, en independiente de esta misma, y por eso, los pseudo líderes nos quieren imponer su vana y vacía gloria, es decir, su vanagloria.

Esta mañana, el ministro para la transformación digital y de la función pública, Óscar López Águeda, en una entrevista a RAC1, argumentaba y se quejaba, que la estrategia de Isabel Díaz Ayuso (presidenta madrileña, del PP), se centrase en adoptar medidas populistas, buscando ese voto, y favoreciendo que los contrarios (de izquierdas) se abstengan en las elecciones. Y ha argumentado que el PSOE quiere justo lo contrario, abrirse a todos los votantes.

Y los independentistas catalanes vemos de forma clara que eso, en realidad es mover la mencionada ventana de Overton, ya que, precisamente, esa ha sido la estrategia del PSOE, de Pedro Sánchez, para conseguir que los independentistas acabasen siendo, mayoritariamente abstencionistas, y, de ese modo, permitir que su ‘delegado catalán’, el insustancial Salvador Illa, haya podido llegar a presidir la Generalitat.

En definitiva, que ahora, a mentir, a engañar, a tergiversar la realidad, etc., se le podrá decir que es ‘mover dicha ventana’, y, de ese modo, los ‘poderosos’ irán haciendo calar su nueva perspectiva, a una masa acrítica, amorfa y gris. Y así nos irá.

Por eso, la única alternativa será que el asteroide 2024 YR4, aumente su actual 1,5% de probabilidades de chocar con la Tierra en 2032, y que todo empiece de nuevo, pero mejor.