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La zona de ‘interés’ de España

Amadeo Palliser Cifuentes
amadeopalliser@gmail.com

Como era previsible, y confirmando la descripción de Gonzalo Boye, abogado del president Carles Puigdemont, el poder judicial sigue moviendo sus tentáculos, como explico seguidamente.

Todos tenemos momentos en los que parecen confluir diferentes informaciones que, unidas como en un puzle, tienden a confirmar nuestras tesis previas. Ese fenómeno casual, es debido a múltiples estrategias, más o menos conscientes: que encontramos lo que buscamos, la profecía autocumplida, etc.

Estas informaciones, en concreto han sido:

1 –

Los diferentes artículos y tertulias sobre la españolización de Catalunya, suscitada por dos mediáticos de renombre: Jordi Évole y Ricard Ustrell, en TV3 (ahora 3Cat), la televisión catalana, siguiendo una estrategia propia de unionistas españoles, que QUIEREN desconocer nuestra historia catalana, y asumen la distorsionada por los vencedores, que adulteran la narrativa de los hechos a su conveniencia. Una distorsión fruto de una desigual relación de fuerzas, la castellana vs la catalana.

La cultura castellana, conquistadora y colonizadora, se impuso en toda España y América, siendo asumida sin más y de forma acrítica, aunque supusiera arrasar con las culturas locales (Andalucía, Canarias, etc.; México, Perú, etc.); con la excepción, en España, de Catalunya, Euskadi y Galicia, por tener una lengua propia, cada vez más impropia, por lo que vemos, pues pretenden reducirlas al ámbito folclórico, como las lenguas mayas, el náhuatl, el aimara, el quechua, etc.

2 –

El sábado pasado (27 de enero), fuimos a la presentación de dos libros, uno de ellos de la escritora Carlota Gurt (una excompañera de estudios, a la que me he referido en otras ocasiones) y otro de Roser Vernet, ‘Lo mig del món’ (el centro del mundo), al que me refiero seguidamente, ya que la autora hizo una defensa del territorio y de la lengua catalana.

Este libro empieza con una frase contundente: ‘El lugar es la gente’ y sigue con preguntas muy interesantes, como: si somos de un lugar ¿somos de una gente?, ¿de la gente del lugar o de la gente a secas?, sin personas ¿no hay lugar?, ¿Qué son pues, los lugares ignotos e inhóspitos donde nunca ha estado ninguna persona?, ¿son solo una porción determinada del espacio?

Y la autora sigue diciendo ‘los lugares puede que no necesiten a la gente para ser, para existir, pero la gente, sí que necesitamos un lugar para ser. En primer lugar, nuestro propio cuerpo, como logar primigenio que nos sitúa en otro lugar que lo incorpora, en el mundo y en el universo. (…) y ya de piel afuera, somos todos los lugares donde habitamos y por donde vamos haciendo camino, sedentarios y nómadas como somos todos. Lugares que nos transitarán, incluso si proclamamos como Facundo Cabral aquello de ‘no soy de aquí ni de allá …’

Sentirse lugar puede querer decir: reconocer en aquel trozo de espacio, trazos que el espejo de cada mañana nos retorna (…)

La autora inicia el segundo capítulo con la frase ‘ser casa’, el tercero ‘hay caminos trillados que no llevan a ningún lugar’, ‘hacer casa’, etc.

Y así, hasta llegar a afirmar que:

‘Es preciso un relato de todo (…) la necesidad de establecer relatos en todo momento y en todo lugar, esconde, quizás, nuestra incapacidad de explicar la realidad sin ficcionarla. No fuera que detrás del humo, ha naya fuego’.

Todas estas reflexiones me parecen muy adecuadas para repensar lo que somos, en concreto, los catalanes, con nuestra historia geológica y física, pero, especialmente, cultural.

En un escrito anterior me referí a los no-lugares, y reproduje el siguiente comentario:

‘Un ‘no-lugar’, según la definición del antropólogo Marc Augé (1935 – 2023), en su libro ‘Los no-lugares’ (1992), es un espacio intercambiable donde el ser humano permanece anónimo. Pueden considerarse ‘no-lugares’ los medios de transporte, grandes cadenas hoteleras, supermercados, áreas de descanso, pero, también, los campos de refugiados. La persona no vive y no se apropia de estos espacios, con los que hay, más bien, una relación de consumo.

(Wikipedia)

E indiqué que el estado español quiere que Catalunya sea un no-lugar, en el que los catalanes seamos minoritarios, y que nuestra cultura vaya quedando a expresiones residuales; argumentando que el castellano nos une a todos, mientras que el catalán nos divide.

Y esa concepción colonial es evidente que es amoral y falta de toda ética, pues todo genocidio cultural comporta una importante pérdida. Se trata de un supremacismo indecente.

3 –

Hoy hemos ido a ver la película ‘The Zone of Interest’ (la zona de interés) (2023), dirigida por Jonathan Glazer, basada en la novela homónima de Martin Amis, que explica la historia de la familia de Rudolf Höss, comandante del campo de concentración nazi de Auschwitz.

La familia vive en una casa junto al campo de concentración, con una vida idílica, bucólica y llena de comodidades, y ajena a los gritos, humo y disparos que se oyen del campo. Cuidan las flores, van a nadar y pescar con los hijos, mientras eligen las mejores prendas y joyas de los prisioneros.

Ese espacio donde viven, por lo que sabemos, era artificial, pero era un lugar (por eso es la zona de interés de la película), ya que el no-lugar era el campo de concentración.

Todos somos conscientes de que estamos rodeados de no-lugares, en Milán la Piazza del Duomo, en Roma La Fontana di Trevi, en Barcelona la Basílica de la Sagrada Familia de Gaudí y las Ramblas; etc.; pero esos no-lugares son subproductos del consumo.

Ahora bien, en todos ellos los ciudadanos somos anónimos, impersonales.

Y ese anonimato, esa despersonalización, que es más evidente en las grandes ciudades, es visible, en otra escala, en toda Catalunya, ya que, porcentualmente, el índice de inmigración es más relevante.

Pues bien, estas tres informaciones se refieren a casuísticas concretas, pero que, en realidad, en su conjunto, muestran un denominador común, que es el deseo del poder de arrasar todo lo que no sea sumiso e igual a él.

El periodista Francesc Canosa lo explica muy bien, en su artículo titulado: ‘Españolizar es…’, en el cual expresa que:

‘(…) españolizar es una lobotomía legal (…) españolizar es que en algunas décadas la lengua propia pase a ser impropia (…) españolizar es tenerte que justificar en todo momento por qué hablas en catalán, por qué haces eso en catalán, por qué quieres más cosas en catalán, por qué quieres ser catalán (…) españolizar es gratis, pagado, subvencionado (…) socializar españolizando. Fuera de esa tendencia, todo es costoso, privado, odioso, criminal. Españolizar es una religión buena, natural, pacífica, por el bien de todos. Fuera del españolizar sólo hay sectas, agujeros, islas, aislamientos, guerras, violencia, ignorancia, pobreza, tristeza. Españolizar es estar en el lado correcto de la vida, del destino, del más allá. Españolizar es ser superior. Y nadie quiere ser inferior. Incluso es tan superior que españolizar es venir de fuera, entrar, ocupar, espoliar tu casa y decirte con escupitajos en la boca, en la mente, que eres inferior, minoritario, secundario, subordinado, que no cuentas, que no vales (…) españolizar es mentir y mentir, repetir mil veces mentiras. Españolizar es esto y más (…)’

(Ara, 29 de enero del 2024)

Joan Rovira, en su artículo titulado ‘Yo también tengo nombre: me llamo Catalunya’ (elmon.cat, 28 de enero del 2024) explica que a los catalanes nos tachan de racistas ya que nos referimos al ‘paqui’, al chino’, para indicar esas tiendas; en lugar de mencionar el nombre del titular de cada negocio. Y es verdad, pero, como decía el autor, eso no es racismo, es una descripción antropológica. Y, otra constatación, es que los que están al frente de esos negocios, a lo sumo, hablan el castellano (con dignas excepciones); y no son culpables, pero constatan el poder del estado para seguir minorizando el catalán.

Pero eso no justifica ni explica, que, por extensión, a los catalanes nos pongan en el saco de los españoles, sin más.

Por lo visto, españolizar la televisión catalana, está bien visto; pero catalanizar la televisión y medios españoles, es un delito, y ya no digamos de catalanizar a la justicia, policía, etc.

En el año 1990, el presiden Jordi Pujol dijo que ‘es catalán quien vive y trabaja en Catalunya y quiere serlo’. Es decir, que no tiene nada que ver con la herencia sanguínea, y esa es la mejor muestra de apertura y de igualdad.

Y sabemos que muchos catalanes (que viven y trabajan en Catalunya), en realidad no quieren ser catalanes o, al menos, no quieren serlo es toda su amplitud, ya que prefieren ser parte del todo español. No han querido asumir ni entender a nuestro país.

La mencionada autora Roser Vernet, reflexionaba: ‘somos todos los lugares donde habitamos y por donde vamos haciendo camino (…) incluso si proclamamos como Facundo Cabral aquello de ‘no soy de aquí ni de allá …’

Y me parece que tiene razón, si todos fuésemos honrados, honestos, éticos, morales, y con un mínimo de interés cultural de donde vivimos, nos consideraríamos catalanes, incluso los que están de tránsito más o menos prolongado; pues vivir en un espacio y odiar su historia, es de infames.

Y lo triste es que estos catalanes unionistas españoles, ya sean nacidos aquí y con decenas de generaciones en estas tierras, o los que han llegado, se han instalado, manteniendo su cultura y su lengua (castellana, claro) sin el menor interés por la cultura catalana, en realidad siguen pensando como Francisco Gómez de Quevedo y Santibáñez Villegas (1580 – 1645): ‘En tanto en Catalunya quedase un solo catalán, y piedras en los campos desiertos, hemos de tener enemigos y guerra’.

Y en estas estamos, como vemos descarnadamente estos días con los ‘jueces’ Manuel García-Castellón (que persigue al Tsunami democràtic y a los CDR) y Joaquín Aguirre (que acaba de prorrogar el caso Vólkhov), pues sólo buscan incriminarnos como terroristas y traidores.

Ante todo este gran embrollo, sólo nos queda ratificar en lo que somos, defendiendo nuestra cultura, nuestra historia, y no dejarnos avasallar por los unionistas españoles. Y, para ello, debemos ser proactivos y recuperar la iniciativa que tuvimos hasta el 2017, pero para ello, debemos ir juntos, unidos, coordinados.

Sólo así podremos tener nuestro relato propio, y no seguiremos presos en su ‘zona de interés’