No es novedad que, en las campañas electorales en Catalunya, se multipliquen las trampas de toda índole, por parte del estado español, como explico seguidamente. Y estamos cansados, muy cansados y hemos de atrevernos a decir que ya basta.
En la España castellanizada prevalece la cultura hidalga del ‘sostenella e no enmendalla’, ‘mantenella e no enmendalla’, o ‘mantenella, sostenella e defendella’.
Y el núcleo duro de esa cultura carpetovetónica, se basa en su mantra de que ‘siempre se ha hecho así’, y, por lo tanto, es y será bueno por los siglos de los siglos.
En síntesis, ese núcleo duro se explica con una fábula popular, que Eduardo Hughes Galeano (1940 – 2015) recogió, y que transcribo:
‘El banquito
Sixto Martínez cumplió el servicio militar en un cuartel de Sevilla. En medio del patio de ese cuartel, había un banquito. Junto al banquito, un soldado hacía guardia. Nadie sabía por qué se hacía la guardia del banquito. La guardia se hacía porque se hacía, noche y día, todas las noches, todos los días, y de generación en generación los oficiales transmitían la orden y los soldados obedecían. Nadie nunca dudó, nadie nunca preguntó. Si así se había hecho, por algo sería. Y así siguió siendo hasta que alguien, no sé qué general o coronel, quiso conocer la orden original. Hubo que revolver a fondo los archivos. Y después de mucho hurgar, se supo. Hacía treinta y un años, dos meses y cuatro días, un oficial había mandado montar guardia junto al banquito, que estaba recién pintado, para que a nadie se le ocurriera sentarse sobre pintura fresca’.
Como he dicho, este cuento es muy popular, como se observa con las siguientes variantes, básicamente iguales, pero que me parece interesante repetir, para re-machacar la idea fundamental de la absurdidad:
‘Un jefe militar ordenó al oficial de guardia de su regimiento, que pusiera a uno de los soldados para evitar que los niños se acercaran a un banco que había en la calle, jun to al cuerpo de guardia, a la entrada del cuartel, pues, junto con la verja, acababa de ser pintado.
Por los avatares de la vida militar, este jefe militar fue enviado a otro destino. Muchos años después volvió a la ciudad ya como general en plaza y no tardó en visitar la que había sido su unidad en tiempos pasados. Para su sorpresa primero e indignación después, observó que había un soldado desarmado pero vigilante junto al banco (ahora oxidado) que todavía recordaba.
El oficial de guardia se aprestó a rendirle los honores correspondientes y el general, una vez cumplimentado el protocolo, le preguntó sobre la causa de que un soldado estuviese fuera del cuartel desarmado y vigilando un banco vacío y herrumbroso. El oficial, extrañado, le dijo que siempre había sido así, y que así estaba reflejado en las instrucciones de la guardia que se apresuró en buscar y mostrar.
El general tranquilizó al joven oficial, consciente de su apuro, y se avino a explicarle el motivo de esa vigilancia que él mismo ordenó décadas atrás. Y de la pesadumbre que le suponía que nadie se hubiera cuestionado en todo este tiempo la razón de tal actividad, por lo que hizo revisar todas las órdenes de las guarniciones de la ciudad, para asegurarse que no se hacían trabajos inútiles, exigiendo una justificación razonada de cada una de ellas’.
(https://www.hojadellunes.com)
‘Durante el mandato de Napoleón Bonaparte como emperador de los franceses, se pintó un banco que se encontraba en los jardines del palacio de las Tullerías (por aquel entonces, residencia imperial).
Para evitar que su amada Josefina o alguna de sus damas de compañía pudiesen manchar sus vestidos al sentarse por un descuido, ordenó colocar a un soldado de guardia con el propósito de avisar a quien quisiera sentarse, de que la pintura todavía estaba fresca.
Eugenia de Montijo, emperatriz de Francia como esposa de Napoleón III, allá por la mitad del siglo XIX, paseando por los jardines vio a un soldado montando guardia junto a un banco de madera. Cuando repitió el paseo unos días después, volvió a encontrarse con un soldado vigilando el banco y aquello le llamó la atención sobremanera.
Preguntó por qué se hacía aquello y comenzaron a investigar, ya que nadie sabía realmente el porqué de aquella vigilancia. Al final descubrieron que todo había comenzado en tiempos de Napoleón I, cuatro décadas antes.
Aquella guardia se mantuvo unos días por si el banco no estaba aún bien seco y la cosa se fue alargando. La cuestión es que, durante décadas, día tras día, un soldado prestaba un servicio de nula utilidad.
Evidentemente, Eugenia de Montijo mandó derogarla y, a partir de aquel momento, el banco dejó de estar inútilmente vigilado’
(https://blackcorssario.wordpress.com)
Me parece interesante haber repetido esta ‘historia’, atendiendo a que ‘la letra con sangre entra’, pero, claro, sé que el destinatario que debería leer este escrito, nunca lo leerá.
La moraleja de este cuento es mostrar cómo llegamos a naturalizar las cosas más absurdas, sin preguntar, sin replantearnos los aspectos más básicos: ¿no se podía poner un letrero, en lugar de un humillado soldado? y, pasados los días, asumir que, si se hacía la guardia, ‘por algo sería’, ‘se hacía por que se hacía’, ‘siempre se había hecho así’, ‘los que nos precedieron, que tenían mucha experiencia y tampoco eran tontos, así lo definieron, algún motivo habría’, etc.
Pues bien, en este momento, vemos que en esa España (como en otros muchos estados), en la campaña electoral se mantienen ciertos hábitos, que son aceptados como el banco pintado, por ejemplo:
Hoy, primer día de la campaña electoral para el parlamento de la UE, la junta electoral nos ha vuelto a prohibir manifestarnos en la avenida Meridiana de Barcelona, basándose en mil leyes e instrucciones administrativas y, claro, los mossos d’esquadra (‘nuestra’ policía autonómica) cumple fielmente las instrucciones de vigilar ‘el banco pintado’, para multar a los que incumplan ese mandato.
En este caso, podemos argumentar y reargumentar que la manifestación es un derecho fundamental, que somos un movimiento apartidista, etc., pues no aceptan ningún argumento, no razonan, ya que, para el estado, en todas sus expresiones y brazos, la ley es la ley, siempre se ha hecho así, y la interpretación de los leguleyos unionistas españoles prevalece sobre la de los desgraciados ciudadanos, especialmente, si somos independentistas.
Siguiendo con las campañas electorales, tenemos muchos ejemplos como el mencionado, pues:
Que las televisiones y medios públicos tengan tasados los tiempos para una distribución entre los diferentes partidos políticos, tiene una cierta lógica, pues han de garantizar una neutralidad, pero, asimismo, presenta muchos defectos, pues los tiempos se distribuyen en base a los resultados de la campaña electoral precedente, vetando a las nuevas opciones.
Los medios privados tienen manga ancha para hacer lo que les plazca; con la consiguiente incidencia, ya que esos medios son estatales, con presencia en Catalunya, claro. Asimismo, las redes y medios telemáticos se escapan de todo control, obviamente.
La prohibición de publicar sondeos electorales durante los últimos cinco días de la campaña, pero que, los medios sortean esa publicación con sus ediciones en Andorra, o mediante sus redes.
Y esa complejidad aumenta, si comparamos la situación entre Catalunya y el resto del estado, pues este mismo mediodía, viernes 24, (primer día de la campaña) hemos podido ver a Pedro Sánchez, clausurando las jornadas del Cercle d’Economia, en Barcelona, haciendo un discurso de 30’, entre grandes aplausos de los presentes (la élite empresarial y política, claro); un discurso propio de campaña electoral, ya que:
- ha cantado las excelencias de su política de pacificación y de mejora de la convivencia en Catalunya (como si antes fuéramos por las calles disparándonos);
- nuestra mejora económica, actual y futura, tras los desgraciados años precedentes (olvidando que él y sus predecesores son los culpables de la aplicación del 155 y de la represión en todos los ámbitos);
- los milagros que nos esperan con el gobierno de su ‘delegado’ Salvador Illa, pues tendremos el mejor gobernante de la galaxia, que nos llevará al Shangri-la (un lugar mítico del Tíbet) y, gracias a ese mesías, Catalunya volverá a ser ‘el séptimo cielo’, ya que nos lloverán inversiones, lluvia de millones en inversiones del estado, con lo que superaremos la nefasta década pasada (olvidando, intencionadamente, que la infrafinanciación histórica de Catalunya es culpa suya y de sus predecesores);
- las improbables posibilidades de otras alternativas a Salvador Illa, pues ‘los catalanes hablamos y decidimos una Catalunya más hermanada con España’ (sin recordar que él mismo, Pedro Sánchez, no ganó en las pasadas elecciones, por lo que, en aquel momento, siguiendo con su ‘lógica ilógica’, el pueblo español habló y decidió que gobernase el PP). Es vergonzoso que Pedro Sánchez tenga ese discurso, cuando su partido PSC/PSOE, en las pasadas elecciones catalanas, tuvo un voto de un 15,2% sobre el censo, y un 27,8% de los votantes; mientras que ERC + Junts, tuvieron el 19,1% del censo y el 35,1% de los votos (pero la división y la ley d’Hont, tiene sus efectos en la distribución de los escaños), así que su discurso y su lectura, es una mentira sobre otra, como siempre.
- y, claro, insultando a los que seguimos aferrados a las ideas ‘ya superadas’ e, implícitamente, despreciar a Carles Puigdemont;
- etc.
Todo ha sido repelente, asquerosamente denigrante, pues, que TV3 (324) haya retransmitido íntegramente este discurso en directo, y después, fragmentado en el telenoticias, nos muestra, nuevamente, lo adocenadas que están nuestras instituciones. Y, claro, la junta electoral no dirá nada, a lo sumo, si algún partido plantease alguna consulta, podrían multar a Pedro Sánchez con 2000 €, como hicieron en otras flagrantes ocasiones, en campañas precedentes; mientras que, si nosotros nos manifestamos en la avenida Meridiana, nos pueden imponer hasta 6000 € de multa, como indica la junta electoral.
Todo es muy ético, muy moral, muy racional, muy democrático, claro, claro.
Todo cuadra, cuando vemos que, como dice Ferran Requejo, en su artículo titulado ‘Patriotismo y poder judicial’, publicado ayer en elnacional.cat:
‘La pequeña crisis de los presidentes español y argentino ha dejado una frase de Pedro Sánchez para la historia: ‘el patriotismo está por encima de las ideologías’. La podría firmar cualquier político autoritario, tanto de los años treinta como de la actualidad. La frase da por entendido que el patriotismo no es una ideología. Y quizás da también por entendido que el patriotismo y el nacionalismo no son equivalentes. En fin, puede ser que lo que resulta más grave, más que una patinada debida a las pasiones políticas del momento, es la pésima teoría política implícita que arrastra esa frase (…)’
Pues tenemos unos políticos con un nivel ínfimo (intelectual y ético), que nos sueltan sus ‘ingeniosas paridas’ y después, rectifican sin pudor ni la mínima vergüenza, como el caso de Jaume Asens, que mencioné ayer, o la impresentable declaración de la vicepresidenta Yolanda Díaz, que ayer defendió ‘una Palestina libre desde el río hasta el mar’, un lema utilizado por los que niegan el estado de Israel, y claro, hoy ha rectificado diciendo ‘no soy antisemita, y defiendo los estados de Israel y de Palestina desde el río hasta el mar’.
Y en España no pasa nada, pues el que debería cesarla, Pedro Sánchez, tiene una ideología basada, centrada y sustentada por su narcisismo, que es lo único que le interesa.
En este corrupto estado español castellanizado, como he dicho, lo que prima es el pensamiento hidalgo del ‘sostenella e no enmendalla’, ‘mantenella e no enmendalla’, o ‘mantenella, sostenella e defendella’. Es decir, el núcleo duro de esa cultura carpetovetónica, se basa en su mantra de que ‘siempre se ha hecho así’, y, por lo tanto, es y será bueno por los siglos de los siglos.
A este respecto, en el Poema ‘Las mocedades del Cid’, de Guillermo de Castro Bellvís, (1569 – 1631), refleja el parlamento del conde Lozano:
Esta opinión es honrada
procure siempre acertalla
el honrado y principal;
pero si la acierta mal,
defendella y no enmendalla
es decir, Pedro Sánchez se considera ‘el honrado y principal’ que ‘nunca la acierta mal’, pues su narcisismo ya llega a ser patológico; pero, desgraciadamente, muchos se dejan engañar por ese encantador de serpientes, que utiliza todo tipo de trucos, de trampas y de ventajas, para salir vencedor: hizo un retiro amenazando con su dimisión fake, para incidir y ganar las elecciones catalanas, y ahora, con su teatral conflicto contra Javier Melei, presidente argentino, e, incluso con la utilización del tema palestino, para españolizar el discurso sobre el que quiere que gire la actual campaña (obviando los temas sociales, económicos, etc.), y, claro, para salir vencedor.
Y ante esta situación, y volviendo al poema de Salvador Espriu (1913 – 1985), en su obra ‘Indesinenter’ (adverbio latino que significa ‘sin pararse, incesantemente’) escrita en 1967, (que incluí en mi escrito de ayer), nos alerta para que no acabemos siendo ‘perros serviles, si no el único señor’.
Pero en el estado español saben que, en realidad, para vergüenza nuestra, somos perros ladradores, y el perro ladrador es poco mordedor, como dice el refrán.
Un compañero de la Meridiana, me pasó ayer un whatsapp en el que se veía un retrato con el rostro de René Descartes (1596 – 1650), con el siguiente texto: ‘Verás que gracia cuando Descartes se entere de que hay gente que no piensa, pero sí existe’
En definitiva, los independentistas catalanes deberíamos ladrar menos y morder más (metafóricamente), y mostrar que realmente ‘pensamos, luego existimos’.