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Lluvia de ideas (brainstorming)

Amadeo Palliser Cifuentes
amadeopalliser@gmail.com

En el presente escrito traslado unas rápidas preguntas sobre la concentración realizada ayer en Barcelona para reclamar la libertad de Julián Assange.

En la concentración realizada ayer, martes 20, ante el consulado del Reino Unido, participamos un millar de personas. El lugar de la concentración era céntrico y bien comunicado. La hora, las 19.00 h., parece adecuada por tratarse de un día laborable. El motivo de dicha concentración era ampliamente conocido a nivel internacional y local. Y la información sobre esa convocatoria fue, fundamentalmente por las redes sociales.

Pues bien, yo me pregunto:

  • ¿Por qué la reacción, la participación, fue tan minoritaria?
  • ¿Por qué la media de edad era tan elevada, básicamente jubilados?
  • ¿Por qué la juventud brilló por su ausencia?
  • ¿No funcionaron las cadenas de las redes sociales?
  • ¿En general predomina la desmotivación y el reconocimiento de la impotencia?
  • ¿Se considera este caso concreto un problema ajeno, de otro país?
  • ¿El paso de los años ha hecho perder el interés por Assange?
  • ¿Se considera que Assange es culpable de perjudicar a los EUA?
  • ¿No se considera que se trata de un ataque a la libertad de prensa en general?
  • ¿Las concentraciones son acciones que van caducando?   
  • Etc.

Efectivamente, cada uno tenemos nuestras propias respuestas a estas y cualquier otra pregunta.

A mi modo de ver, hay un cierto patrón, tanto en las concentraciones independentistas, como en ésta, que, en principio, era más inclusiva. Y el aspecto más relevante es la falta de participación de la juventud.

En la manifestación de ayer, el cantautor y exdiputado Lluís Llach leyó un comunicado recordando los periodistas encarcelados y asesinados en todo el mundo que, en estos últimos meses se han dado, mayoritariamente, en Gaza; y que, como forma de proceder generalizada, muestra la práctica de un terrorismo de estado. En ese comunicado, Llach recordó, también, al joven rapero catalán Pablo Hasèl, mostrando, de ese modo, que la petición de libertad es un problema mundial, y, claro, también local.

Aquí en Catalunya vimos y sabemos que la libertad de expresión y de manifestación está muy reprimida, especialmente si el motivo está relacionado con la independencia.

Volviendo a la juventud que, como es lógico, tiene la máxima potencia física y más ilusiones y deseos de libertad, históricamente ha de enfrentarse a las generaciones precedentes, psicoanalíticamente, ‘ha de matar al padre’.

Y hasta el 2017, no se observó diferencias de edades, las manifestaciones independentistas eran transversales; pero, después, a medida que han ido pasando os años, es constatable que la juventud (tomada en forma genérica, que siempre comporta errores por obviar las diferencias y los matices) ha ido abandonando las concentraciones que se han ido manteniendo, o de puntuales, como la de ayer. 

Sobre ese fenómeno, podemos preguntarnos que:

¿la pasividad y el conformismo generalizado en el movimiento independentista, ha defraudado a la juventud?

¿la repulsa generalizada, desde los sectores más conservadores del movimiento independentista, de la confrontación que efectuó la juventud, especialmente en la Plaza Urquinaona (tomada como símbolo), les desencantó?

¿la demostrada escasa preparación existente en 2017 les mostró que no íbamos en serio?

¿que esas concentraciones sean organizadas por personas mayores, sea un elemento suficiente para que no llegue ni motive a la juventud?

¿la forma de continuar las acciones reivindicativas, asumiendo, aceptando, todas las cortapisas impuestas por los diferentes poderes, sea un motivo suficiente para que la juventud, más decidida a la confrontación directa y efectiva, considere que ese proceder no sirve para nada?

En la manifestación de la avenida Meridiana hemos visto un claro ejemplo de ese proceder, pues desde las críticas a las hogueras por la molestia (a pesar de hacerse en un lugar controlado y sin afectaciones), asumir el no cortar la avenida (por el temor real a las identificaciones por parte de los ‘mossos’ (la policía autonómica), etc.; provocó la paulatina deserción de la juventud, que, en la actualidad es prácticamente inexistente.

Efectivamente, la juventud no ha renegado de la libertad, y se comunica en las redes mediante otros inputs. Y quiero confiar que, cuando lo consideren oportuno, vuelvan a movilizarse, como hacen, puntual y decisivamente, en determinadas acciones, por ejemplo, luchando contra los desahucios.

Y en ese momento, volveremos a coincidir todos, pues los mayores, en gran medida, seguiremos; quizás ya no seamos nosotros, pues la ley de vida tiene sus calendarios improrrogables, pero otros irán llegando a nuestra edad y nos relevarán.

Todos sabemos que la historia es aleccionadora, y todos tenemos nuestros referentes. Y muchos somos conscientes de que los actuales partidos políticos y sindicatos deberían reformularse.

Por todo esto, creo que tenemos mucho trabajo, si realmente queremos conseguir la República Catalana.

Para concluir este brainstorming, esta lluvia de ideas, que pretende motivar el presente escrito, y dado el reciente asesinato de Aleksei Navalni, me parece muy oportuno recordar a la poeta rusa Anna Andréievna Akhmàtova (Ajmátova) (1889 – 1966):

‘Sufrió la censura y la represión en carne propia, y en la de su familia, bajo el régimen de Stalin. El silencio y la muerte custodiaron buena parte de su existencia: encarcelados o asesinados sus mayores afectos, como su amigo el poeta Òsip Mandelshtam, su esposo y, sobre todo, su hijo, condenado dos veces a purgar años y años en el gulag.

Con ‘Réquiem’, Ajmátova – más que un monumento, un túmulo mortuorio o un epitafio colectivo – ofrece un testimonio polifónico, brillante, de una época oscura: Anna, la poeta y la víctima, habla por las víctimas – las madres – que no tienen voz, mientras la lengua rusa discurre hacia el futuro, como un arroyo del deshielo, en estos versos.

Réquiem

Jamás busqué refugio bajo cielo extranjero,

ni amparo procuré bajo alas extrañas.

Junto a mi pueblo permanecí estos años,

donde la gente padeció su desdicha.

A modo de introducción:

En los terribles años de la yezhovzbina pasé diecisiete meses en las filas frente a las cárceles de Leningrado. Un día, alguien me reconoció. Entonces, una mujer de labios morados que ocupaba su lugar detrás de mí y que, por supuesto, jamás había escuchado mi nombre, pareció despertar del letargo en el que permanecíamos sumidas y me preguntó al oído (porque allí todos hablaban en voz muy baja): ¿Y usted podría describir esto? Yo repuse: Sí, puedo. Entonces una especie de sonrisa se deslizó por lo que alguna vez había sido su rostro

Leningrado, 1 de abril de 1957.

Dedicatoria:

Ante esta inmensa desgracia los montes se doblegan

y dejan de correr los grandes ríos,

pero más fuertes aún son los cerrojos de la cárcel,

que esconden los lechos de tablas y la infinita tristeza.

Ya no sopla para ti la fresca brisa,

ni se enciende para ti el tierno ocaso.

Ya nada sabemos, somos siempre los mismos,

sólo escuchamos el odioso rechinar de los portones

y el retumbar de los soldados que marcan el paso.

Despertábamos temprano, como para la misa matutina,

y atravesábamos la capital totalmente salvaje.

Confluíamos en un punto, más

inánimes que un muerto,

más opacos que el sol, más

brumosos que el Neva,

pero la esperanza continuaba a lo lejos su canto.

¡La sentencia! … Y al instante saltaron las lágrimas,

y me hallé aislada del resto del mundo,

como si me arrancaran la vida que alberga mi corazón,

o me hubieran lanzados de bruces contra el suelo.

Pero ella avanza … Solitaria … Vacila…

¿Dónde están hoy aquellas desconocidas con las

que compartí dos años de infortunio?

¿Qué formas adivinan en la ventisca siberiana?

¿Qué imaginan ver en el círculo blanco de la luna?

A todas ellas envío mi último adiós.

Marzo de 1940

Introducción

Esto sucedió en tiempos en que sólo los muertos sonreían,

alegres por haber hallado al fin reposo,

y como un apéndice inútil, Leningrado colgaba

del portón de sus cárceles, mecido por el viento.

En tiempos en que, enloquecidos de dolor,

desfilaban al paso columnas de condenados

mientras las locomotoras lanzaban al aire

su breve canción de despedida…

Estrellas de muerte planeaban en lo alto,

y la inocente Rusia se retorcía bajo las botas ensangrentadas,

y bajo las ruedas de los furgones celulares.

1

Te llevaron al amanecer, fui tras de ti como quien despide un cadáver.

Lloraban los niños en la estancia oscura y humeaba la vela bajo el icono.

No podré olvidar el frío de tus labios y el sudor mortal en tu frente.

Como la mujer de los strelzi aullaré a los pies del Kremlin.

2

Fluye sereno el apacible Don, entra en la casa una luna amarilla.

Entra alegre, con la gorra ladeada, la luna, y ve una sombra.

Esta mujer padece de tristeza, esta mujer se siente sola.

Su esposo yace en la tumba, y su hijo está en la prisión. Recen por ella.

3

No, no soy yo, es otra la que sufre, yo no podría sufrir tanto.

Dejen que un negro manto cubra lo ocurrido, y que retiren las linternas… Cae la noche.

4

Sí a ti, la joven frívola y sarcástica, la niña mimada de todos sus amigos, la alegre pecadora del Tsárskoye Seló, te hubieran dicho cuánto habrías de sufrir en esta vida:

cómo, la número trescientos, esperarías con tu hatillo a los pies de Las Cruces; y cómo tu lágrima ardiente quemaría de parte a parte el hielo del año nuevo…

En el patio de la cárcel se mece un álamo… nada se escucha, ni un solo murmullo

¿Cuántas vidas inocentes no se estarán consumiendo allí?

5

Hace diecisiete meses que grito llamándote a casa.

Me he arrojado a los pies del verdugo, por ti, hijo mío, horror mío.

Todo ha perdido sus contornos, y ya soy incapaz de distinguir a la fiera del hombre, al hombre de la fiera, ni sé cuántos días faltan para la ejecución.

Me encuentro sola, rodeada de flores polvorientas, del tintinear del incensario, y de huellas que no conducen a ninguna parte.

Mientras me mira fijamente a los ojos anunciándome la próxima muerte, una estrella inmensa.

6

Ligeras vuelan las semanas, y aún no sé cómo pudo ocurrir,

cómo, hijo mío, en la cárcel las blancas noches te miraban,

como hoy vuelven a mirarte con ojos de halcón afiebrado;

mientras te hablan de tu alta cruz y de la muerte.

1939

7

Y cayó la palabra de piedra sobre mi pecho, aún con vida.

No es nada, siempre supe que así sería, sabré enfrentarlo de la mejor manera.

Son muchas las cosas que aún debo hacer:

Acabar de matar la memoria, procurar que mi alma se vuelva de piedra, y aprender de nuevo a vivir.

Y si no …el cálido susurro del verano semeja una fiesta bajo mi ventana.

Hace tiempo ya lo había presentido: este diáfano día y esta casa vacía.

Verano de 1939

8

A la muerte:

Ya sé que vendrás, ¿por qué mejor no ahora?

Espero tu llegada mientras llora mi alma.

Apagué la luz y abrí de par en par la puerta para que pudieras entrar, tú, tan simple y tan extraña.

Asume para esto el aspecto que quieras, irrumpe como un proyectil envenenado, o golpea silenciosa, como un bandido experto, o mátame con el veneno del delirante tifus.

O llega con ese cuento, que tú misma inventaste y que ya todos conocemos hasta la náusea en ese que descubro la gorra azul del gendarme y detrás al conserje, pálido de la muerte.

Hoy ya me da igual. Sobre el Yenisei se arremolina la niebla. Fulgura imponente la estrella polar.

Y el más cruel de los espantos nubla el brillo azul de los ojos que amo.

Casa de la Fontanka, 19 de agosto de 1932

9

Ya el ala de la locura ha cubierto la mitad de mi alma, me da a beber su vino de fuego y me llama a su valle tan negro.

Comprendí entonces que ella había conseguido la victoria, que debía escucharla como quien presta oídos a un deliro ajeno.

Y que no me dejaría llevarme nada conmigo por más que le pidiera, o la cansara con mis ruegos: ni el espanto en los ojos de mi hijo: su sufrimiento vuelto de piedra; ni el día en que estalló la tormenta, ni nuestra corta entrevista en la prisión.

Ni el amable frescor de sus manos, ni la sombra temblorosa de los tilos, ni aquél distante y levísimo rumor de las palabras, el último consuelo.

Casa de la Fontanka, 4 de mayo de 1940

10

Crucifixión

No llores por mi, Madre, yo yazgo en la tumba.

I

Un coro de ángeles cantaba el gran advenimiento y los cielos llameaban como fuego fundido.

Al Padre dijo: ¿Por qué me has abandonado?

Y a la Madre: Oh, no llores por mí.

II

Se debatía y lloraba Magdalena, su discípulo predilecto se había vuelto de piedra.

Pero a donde la Madre sufría en silencio, nadie osó levantar los ojos.

1940-1943

Epílogo

I

Aprendí cómo puede deshojarse un rostro, cómo entre los párpados asoma el espanto, y el sufrimiento va grabando las mejillas, como tablillas de escritura cuneiforme.

Cómo bucles que fueron castaños o negros se tornan plateados al paso de una noche, y se marchita la risa en los labios sumisos y en la seca sonrisa vemos temblar el miedo …

No sólo por mí elevo esta plegaria, sino por todos aquellos que a mi lado soportaron el frío atroz y el bochorno de julio, a los pies de aquella pared roja y ciega.

II

Otra vez se avecina el Día de los Muertos.

Ya las veo, ya las oigo, ya las siento.

Y aquella, que no pudo soportar el sufrimiento, y aquella, que ya no pisa el suelo materno, y a la que sacudiendo su hermosa cabellera dijo: ‘vengo aquí como quien va a su casa’.

Quisiera, una a una, llamarlas por sus nombres, más me han robado la lista, ya nunca podré hacerlo.

Para ellas he tejido este amplísimo manto con sus propias palabras, con su llanto inconsolable.

Las recuerdo siempre, dondequiera que me encuentre, jamás las olvidaré, aunque me asalte una nueva desgracia.

Y si algún día silencian esta boca atormentada por la que gritan cien millones de almas, que también me recuerden como yo a ellas hoy en vísperas del Día de los Muertos.

Y si algún día en este país deciden erigirme un monumento, consiento en recibir tal homenaje, pero con esta condición: no erigirlo junto al mar, en mi ciudad natal, pues he roto el último lazo que me ataba a él, ni en el jardín imperial, junto al tocón querido, donde aún vaga y me busca sin consuelo una sombra. Sino aquí, donde aguardé trescientas horas y donde este portón jamás abrió sus hojas.

Porque hasta en la misma ventura de la muerte temo olvidar el fragor de los negros furgones; o el rechinar del odioso portón y a la anciana que aullaba como una fiera herida.

Para que por mis párpados de bronce la nieve del deshielo fluya como lágrimas.

Y la paloma de la cárcel arrulle en el cielo y, en silencio, los barcos naveguen por el Neva.

Marzo 1940

(https://revistaelestornudo.com)

Pido perdón por tan larga transcripción, pero me ha parecido oportuna y conmovedora, pensando en Navalni y en todos los reprimidos, como Assange, etc.

En definitiva, que todos los cambios generacionales comportan cambios actitudinales (objetivos, formas y estilos), y confío que, en este momento, este proceso de adaptación sea eso, y no una pérdida de los objetivos que llevamos tantos años persiguiendo.