BARCELONA (AP) — Como demasiados veinteañeros españoles, Sergio Rosado ha visto cómo la nueva variante del coronavirus alcanza a los que estaban demasiado ansiosos por liberarse cuando las autoridades retiraron las restricciones de salud conforme la campaña de vacunación empezaba a ganar ritmo.
Pero el estudiante de 22 años comparte la confianza pública en las vacunas generalizada en el país y tiene previsto ponerse sus inyecciones en cuanto llegue su turno.
Varios amigos de Rosado se contagiaron de COVID-19 en fiestas grandes, señaló. Él también salió, pero a lugares no abarrotados, en espacios controlados y con mascarillas.
Como sus socios de la Unión Europea, España comenzó despacio a administrar sus vacunas, en comparación con Gran Bretaña y Estados Unidos, después de que los organismos reguladores aprobaran las primeras vacunas. Pero una vez empezaron a llegar las entregas de las farmacéuticas, el país ganó terreno con rapidez.
Después de completar la vacunación de apenas el 10% de sus adultos entre enero hasta finales de abril, unos 25 millones de personas han recibido ya sus dos inyecciones, lo que coloca a España entre los líderes de vacunación de los 27 países de la Unión Europea.
La campaña de vacunación se ha apoyado en el eficiente sistema de salud pública, un programa bien organizado de vacunación que se atuvo a los grupos de edad y una población que confía en la seguridad de las vacunas infantiles y por tanto resistente en su mayoría al escepticismo en torno a las vacunas contra el COVID-19.
“La vacuna forma parte del genoma de nuestra ciudadanía”, explicó a The Associated Press Amós García, presidente de la Asociación Española de Vacunología. “Nuestros profesionales han tenido siempre muy clara las bondades que tienen las vacunas (…). Siempre se están recomendando de manera rotunda, al momento de ver un niño”.
Las coberturas de vacunación en niños en España son superiores al 95%, señaló.
El sistema español de salud pública, que ha sufrido recortes de presupuestos en la última década, se vio sobrepasado el año pasado por la primera ola del virus, que se ha cobrado al menos 81.000 vidas en el país.
Pero los temores a que el sistema de salud pública no estuviera a la altura de la campaña masiva de vacunación resultaron ser infundados. La información sobre quién podía optar a la vacuna se difundió de forma generalizada y la gente no dudó en inscribirse cuando llegó el turno de su grupo de edad. En general, las filas para vacunarse avanzaban con rapidez y a diferencia de Francia, no había trabas burocráticas cuando la gente acudía a vacunarse a sus clínicas locales o a centros masivos de vacunación.
También ayudó el hecho de que ningún político, ni siquiera en los extremos a la izquierda o la derecha, sembró dudas sobre las vacunas. La única disputa política en torno a las vacunas giraba en torno a los plazos de entrega, y a las reclamaciones de las autoridades regionales de salud de que llegaran más rápido.
“Esta no es una cuestión de progresistas o conservadores. Es una cuestión de salud pública”, dijo la semana pasada el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en declaraciones a MSNBC durante una visita a Estados Unidos.
A diferencia de Alemania o Francia, España no tiene un gran movimiento antivacunas. Más del 90% de los trabajadores de salud pública se han vacunado, en comparación con el 42% de los trabajadores de salud pública en Francia.
De modo que mientras Alemania y Francia han tenido que presionar a los escépticos y a los que iban demorando sus vacunaciones haciendo las vacunas obligatorias para algunos empleos, como paramédicos y trabajadores de residencias, los españoles han necesitado poca insistencia.
Al avanzar de forma metódica desde los más ancianos y hacia abajo, España ha alcanzado su primer objetivo: evitar que los más vulnerables mueran. Pero el énfasis en las vacunas como salvación también ha contribuido a que los jóvenes bajen la guardia cuando se levantaron los toques de queda y las normas sobre mascarillas, justo cuando llegaba la variante delta.
El resultado es que, pese a su exitosa campaña de vacunación, España es ahora uno de los focos de nuevos contagios en Europa. España registra ahora más de 25.000 casos nuevos al día en comparación con los 3.400 diarios de hace un mes, según Our World in Data.
“Hace un mes, cuando levantamos la mayoría de las restricciones, no lo llamamos ‘Día de la libertad’ como Inglaterra, pero básicamente fue un gran paso hacia más libertad”, explicó a The Associated Press Rafael Bengoa, exdirector de sistemas de salud en la Organización Mundial de la Salud y uno de los principales expertos en salud pública de España.
“Este es uno de los motivos por los que tenemos esta situación epidemiológica”, indicó.
“Si quieres el control de la pandemia en esta situación, hay que tener tanto las restricciones tradicionales de salud pública como las vacunaciones”, explicó Bengoa.
Algunas regiones han reaccionado recuperando nuevas restricciones, como un toque de queda nocturno en Cataluña.
España cuenta con que su programa de vacunación avance rápido en los menores de 40 años, y parece que el deseo de vacunarse no ha caído con el cambio generacional. El Centro español de Investigaciones Sociológicas dijo la semana pasada que casi el 90% de los menores de 35 años encuestados dijeron que querían vacunarse.
Aun así, Bengoa cree que las restricciones seguirán un tiempo en vigencia.
“Tenemos que explicar a la población que esto está aquí para quedare”, dijo. “Lo controlaremos. Pero (…) van a tener que vivir con un virus que es más peligroso que la gripe”.
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Hernán Muñoz en Barcelona, Aritz Parra en Madrid, y Angela Charlton en París contribuyeron a este despacho.