Realmente, el conflicto español – catalán no tiene nada de cómico, de comedia bufa (broma, burla), pero, cambiando la perspectiva para tratar los temas que los políticos dicen que ‘interesan a la gente’, se ve difuminada la actuación de los gobiernos, y de los políticos en general, dando la sensación de que realmente son fantasmas de la ópera, como trato de explicar en este escrito.
Un primer tema es la situación en las prisiones catalanas, después del asesinato de una cocinera de la cárcel de Mas d’Enric (Tarragona) por parte de un interno, acusado de asesinato de su esposa y, ahora, causante de la muerte de esa empleada a cuchillazos, y que después se suicidó.
Obviamente, como todo asesinato, requiere una investigación a fondo, por parte de los mossos d’esquadra (policía autonómica); pero, de entrada, surge la duda sobre una cierta negligencia, al permitir que ese preso tuviera un empleo con acceso a cuchillos; si bien, es cierto que esa actividad hacía más de cuatro años que la realizaba, y en esos años, sólo participó en un incidente, en el cuál dio un puñetazo a otro preso.
Obviamente, los funcionarios de prisiones están de huelga desde hace tres días, por el asesinato de Núria López (jefa de cocina, de 44 años y madre de una niña) bloqueando los accesos a los diferentes edificios (excepto ayer, domingo), con el grito de ‘basta ya’, y exigen, como primera medida para negociar con la consellera de Justicia, Gemma Ubasart, la destitución de Armand Calderó, secretario de medidas penales; y, después, negociar la mejora de los servicios penitenciarios, ampliando la plantilla, las condiciones laborales y de seguridad, y, también, revisar que en esas actividades esenciales, trabajen presos, para ahorrar plantilla (los festivos, según parece, el servicio de cocina lo prestan, exclusivamente, los propios presos)
Y, claro, esas manifestaciones comportan una repercusión grave en los más de 5000 presos, que, durante todos estos días no han podido salir de sus celdas, por falta de personal. Y eso, obviamente, es grave, pues, que los internos vean restringidos sus derechos de movilidad, y deban estar recluidos 24 horas en sus celdas, sin acceso as los espacios abiertos (patio, biblioteca, trabajos, etc.) y, lo peor, que no puedan tener acceso a las visitas programadas, en realidad, puede ser el foco de otros incidentes mayores.
Pero, la ciudadanía y los políticos en general, hasta este momento hemos pasado olímpicamente de los derechos de los presos, pues consideramos que, una vez condenados, recluidos y apartados de la sociedad, ya nos sentimos reconfortados y tranquilos; y nos despreocupamos de la política de reinserción necesaria y obligatoria.
Un segundo tema, es el que se produce estos días, de puertas abiertas en los colegios e institutos, para que los padres puedan visitarlos, y elegir el centro en el que matricular a sus hijos para el curso siguiente.
Pues bien, sobre el particular, los ciudadanos, acríticamente, aceptamos sin más esas jornadas abiertas, que consideramos muy positivas. Pero una carta abierta de Xènia Murillo, directora de un instituto público de Santa Coloma (Barcelona), dirigida a la consellera Anna Simò (ERC), y publicada en elnacional.cat en el día de hoy, me ha planteado, y supongo que a todos los lectores, serias preguntas, ya que:
La citada directora, con más de 12 años de experiencia en el puesto, manifiesta que no ve muy adecuadas esas jornadas, en las que cada centro intenta vender de la mejor forma posible su respectivo centro educativo, cantando las excelencias educativas y de medios, para que los padres lo compren, es, como dice Murillo, como vender unas vacaciones en un resort de Punta Cana, con el todo incluido.
Asimismo, esa directora plantea a la consellera, y a los lectores, si ¿se imagina que toda la población de Santa Coloma pudiera escoger el CAP (centro de atención primaria de sanidad), después de haber hecho una ronda por los consultorios y enfermerías, examinando los aparatos de radiología y broncoscopia, consultando el grado de proclividad a hacer recetas a demanda del paciente y, para acabar, escuchar los discursitos de la directora del centro, escoltada por los médicos con impecables batas y fonendos nuevos de trinca?, ¿la comodidad de los asientos de las salas de espera y el color acogedor de las paredes, el hilo musical, la sonrisa de la recepcionista, y las dotes de persuasión del personal de enfermería?
La mencionada directora acaba señalando que, por su propia experiencia, los padres, en la mayor parte de los casos, acaba eligiendo por la proximidad a sus viviendas; por lo que, en conjunto, todo no pasa de ser un mero teatro, pues los familiares, en realidad, se desentienden de los aspectos relativos al autoconocimiento, al desarrollo de las unidades didácticas, ya que, en realidad, interesa más la lista de actividades extraescolares, las colonias y viaje de fin de curso, y, claro, en este momento, el tema estrella, que es la autorización o no, de los teléfonos móviles.
Obviamente, me parecería genial que la ciudadanía, pudiéramos elegir tanto el centro educativo, como el sanitario y, en general, todos los servicios públicos; pero soy consciente de que no tenemos los conocimientos para ello; y los servicios públicos, para poder ser eficientes, requieren organizarse autónomamente, con la visión de prestar el mejor y más adecuado servicio público, sin presiones externas.
Con estos temas, que, como he dicho, ‘son los que interesan a la ciudadanía’, según los políticos al uso, me parece que queda en evidencia que, en el fondo, ni el gobierno de la Generalitat, ni el central, tienen las ideas claras, no tienen una política, un programa, una estrategia; como también vemos que faltan en temas tan graves como la sequía, el sector primario (agricultura y ganadería), la defensa de la lengua, etc.
Ante estos graves problemas, los gobiernos actúan en plan reactivo, nunca proactivo. Y ese es el problema, que nos evidencia que estamos en manos de unos políticos mediocres, interesados más en su continuidad en sus respectivos cargos, que en el servicio público.
No me parece oportuno que las conselleries y ministerios se asignen con la exclusiva y prioritaria valoración de la ‘confianza’, en lugar de la experiencia y los conocimientos.
Es cierto que una conselleria o un ministerio requieren políticos, que sepan y sean capaces de rodearse de equipos de gestores eficaces que dominen el correspondiente sector.
Pero vemos que la práctica no es así, y que todos se creen válidos para cualquier corte y zurcido, y, claro, después, con la práctica de las puertas giratorias, todos ‘valen’ para cualquier presidencia, como el burócrata y mediocre Pere Navarro i Morera, exsecretario general del PSC/PSOE, que, al cesar, fue nombrado delegado especial del estado en el consorcio de la Zona franca de Barcelona; o Josep Lluís Salvadó i Tenesa (ERC), exsecretario de hacienda de la Generalitat, y actual presidente del puerto de Barcelona. Ambos personajes con un perfil de partido, que nunca habían trabajado en la empresa privada, y esa característica es común a la mayor parte de los políticos al uso.
Y toda esa tramoya ‘política’ me recuerda más a la ópera ‘El fantasma de la ópera’ (Le fantôme de l’Opéra), novela publicada en 1910 por Gaston Louis Alfred Leroux (1868 – 1927), como he comentado al inicio.
En esa obra se explica que el lujoso edificio del teatro de la ópera, está construido sobre un lago subterráneo, y los empleados afirmaban que el edificio estaba encantado y vivía Erik, un fantasma misterioso que provocaba muchos accidentes, y había chantajeado a los gerentes del teatro, para que le pagasen un sueldo de 20.000 francos mensuales y le reservasen una cabina privada para poder ver los conciertos, ya que él era el compositor de muchas de las obras que se representaban o era el autor de arreglos musicales de otras obras.
La historia de esta ópera se complica, pero no viene al caso. Pero, en conjunto, me parece una metáfora ilustrativa, ya que los políticos actuales viven en el lujoso edificio, se pasean y disfrutan de los espectáculos que muestran a la ciudadanía, pero ocultan el verdadero trasfondo de la realidad, que intentan mantener distante de la población.
Y mientras sigamos con unos políticos así, que mantienen una patológica esquizofrenia, diferenciando los problemas cotidianos de lo que consideran ‘la gran política’, no conseguiremos avanzar.
En definitiva, que necesitamos políticos que tengan un adecuado expediente académico y que sean buenos gestores, pero, claro, sobre todo, que tengan la precisa y necesaria talla ética y moral, para romper los actuales esquemas y plantear políticas y estrategias a corto, medio y largo plazo, que garanticen una viabilidad y futuro para solucionar los graves problemas que tenemos en la actualidad.