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Los independentistas catalanes debemos dejar de ser camellos

Amadeo Palliser Cifuentes
amadeopalliser@gmail.com

En este escrito dominical me centro en las tres fases que el filósofo alemán Friedrich Nietzsche (1844 – 1900) consideró que debía atravesar todo individuo.

Hace unos días, leyendo un artículo, me recordó que, efectivamente, el mencionado filósofo describió tres transformaciones, tres fases, mediante tres metáforas: el camello, el león y el niño, para, finalmente, convertirse en superhombre o supermujer.

Y me parece que su aplicación a nuestro movimiento independentista puede ser instructiva, por lo que, seguidamente, efectúo una síntesis y extraigo algunas consideraciones al respecto.

Fase del camello:

Es sabido que el camello es un animal dócil que, sin cuestionárselo, carga sobre su lomo una gran carga: normas y valores de la sociedad.

El camello, carente de una identidad asumida, es dependiente de su amo, sin capacidad de pensar de forma crítica, por lo que sigue obediente las pautas preestablecidas.

Representa al individuo que, consciente o inconscientemente, asimila su postura y pensamiento, para llevar una carga que acaba considerando como propia, sin cuestionarse si realmente es suya o impuesta por el entorno. Y, obviamente, esa carga que acabamos arrastrando o que hace que nos arrastremos, nos impide mostrar nuestro interés, nuestros deseos y, claro, nos impide avanzar libremente.

Fase del león:

El león es un animal indócil, potente y libre.

El león ha reconocido lo innecesario y superfluo de su carga original, que sumisamente arrastraba el camello.

Por eso, los individuos, en esta fase, acaban con las cadenas de la conformidad y sumisión de la fase precedente; lo que comporta la individualidad, es decir, descubren quiénes son, de dónde vienen, qué quieren, cuál es su objetivo.

Esta fase refleja, obviamente, una rebeldía contra las normas preestablecidas, y permite la reafirmación de su identidad. Así, el individuo en esta fase es libre para expresar su ira, su potencia, pero, también, su incapacidad para modificar el entorno.

Fase del niño:

En esta tercera fase, que yo denominaría de la madurez (no de la vejez), el individuo logra la máxima libertad creativa y espontánea, y puede sentirse autónomo para definir y concretar sus propios valores y actuar, consecuentemente, sin las ataduras preexistentes.

En esta fase, se presenta al individuo niño, alegre e inocente y, a la vez, al individuo maduro, sabio por las experiencias vividas durante su etapa vital precedente, lo que le permite reafirmar sus deseos y actuar de acuerdo con ellos.

Así, el individuo niño / maduro, ha rechazado sus cargas y, a la vez, la lucha por rechazarlas. Es decir, tiene libertad de pensamiento y de acción.

Esta metáfora nos muestra diferentes moralejas, que podemos sintetizar del siguiente modo:

¿Qué efecto tienen en nuestra vida y pensamiento las cargas, las normas preestablecidas?,

¿Esas cargas nos imposibilitan o dificultan el libre pensamiento y la libre acción?

¿Nos vemos capacitados para deshacernos de esas cargas?

¿Tememos la posibilidad de ser libres?

¿La confrontación con las normas nos debilita o fortalece?

¿Cómo podría ser el futuro sin esas cargas sociales preestablecidas?

¿Nos aportan alguna cosa esas cargas?

Etc.

Como vemos, Nietzsche nos plantea la necesidad / conveniencia de replantearnos nuestro sufrimiento, retándonos a asumir las responsabilidades de definir, libremente, nuestras acciones para conseguir nuestros deseos.

Pues bien, pensando en nuestro movimiento independentista, me parece que seguimos en la fase del camello, pues seguimos siendo sumisos y continuamos soportando unas grandes cargas, nos sentimos atrapados por el pasado, ligados a estructuras y hábitos sociales impuestos.

Obviamente, el pasado es importante, no podemos ni debemos olvidar nuestra historia, eso sería un gravísimo error, un insulto a los heroicos defensores de Catalunya que nos han precedido.

Pero debemos aprender que la rebeldía de la fase del león, sin más, nos permitirá vivir de acuerdo con nuestra fortaleza, pero no efectuaremos ninguna transformación social, no superaremos el esquema en el que nos encontramos, no tendremos cadenas, y nos moveremos y manifestaremos, pero sin capacidad para replantear las normas reales o psicológicas que nos siguen imponiendo.

Por eso, debemos superar esas dos fases, la del camello del desierto y la del león de la selva, para poder llegar a la fase del individuo niño / adulto.

Es cierto que, como dice el refrán, ‘sólo los niños y los locos dicen la verdad’; pero, en esta fase de sabia madurez, nos podemos ver capaces de definir los objetivos que deseamos y así, poder trabajar por ellos, sin las trabas precedentes.

Es sabido que la fase final, según Nietzsche, es la del superhombre o supermujer, entendidos como los individuos capaces de superarse a sí mismos (individual y socialmente), de crear, de establecer sus propios sistemas de valores, de fijar sus nuevos modos de relación con el entorno social.

Personalmente, tampoco me gusta la denominación de superhombre / supermujer, eso rozaría el supremacismo, me parece más precisa la denominación del hombre / mujer éticos, autónomos, independientes, que aceptan y asumen la posibilidad de superar la inmadurez. Es decir, de superar el nihilismo pasivo en el que estamos presos en las fases de camello y león; e incluso en la de niño / maduro, en cierta medida.

De acuerdo con estas transformaciones nietzscheanas, los independentistas catalanes, a mi modo de ver, deberíamos ser capaces de alcanzar ese nivel ético superior, y actuar consecuentemente.

Es comprensible que los jóvenes actuales, con sus múltiples obligaciones familiares y laborales, pese a tener la fuerza y potencia de los leones, no tienen el margen de libertad para romper los esquemas. Sus compromisos e hipotecas se lo impiden.

Pero los jubilados, generalmente, hemos superado esas obligaciones, al menos en gran parte, y podemos olvidar los años en los que hemos tenido que obedecer, sin poder cuestionarnos la autoridad de los que no son ‘auctoritas’, y la de los que ya no son líderes, por más que se lo crean. En ese momento, sí que podemos replantearnos las imposiciones legales, judiciales, policiales, culturales, religiosas, etc., sin ningún tipo de miedo.

Por eso, podemos y debemos actuar racional y éticamente, sin temor a los castigos. Solo así superaríamos la heteronomía que nos han impuesto durante tanto tiempo.

Es verdad que cierta heteronomía es necesaria para vivir en sociedad, pero, aún así, debemos ser capaces de dejar de ser pasivos, para poder alcanzar nuestra autonomía, nuestra libertad ética.

Sólo así conseguiremos nuestra plena identidad, forjarla, ser escultores de nuestra propia vida y de nuestro país.

Y eso requiere superar todos los miedos, todos los temores. Solo así, con valentía (sin llegar a la heroicidad suicida), podremos llegar a ser lo que queremos ser, a conseguir nuestro ethos (*), y superar el paradigma tradicional en el que nos hemos movido hasta ahora.

(*) conjunto de rasgos de comportamiento que conforman el carácter o identidad de una persona o de una comunidad.

Casi la totalidad de los analistas políticos consideran que el ‘procés’ ya finalizó, que ahora, en este período de negociaciones, hemos entrado en una nueva fase.

Y, si hemos alcanzado la fase de niño / maduro, y realmente queremos alcanzar la superior fase de ética, ahora no podemos seguir pensando y actuando como veníamos haciendo durante el ‘procés’,

Debemos ser capaces de pensar de forma estratégica para conseguir el objetivo deseado de la independencia; y en base a esa estrategia, debemos ser capaces definir las coherentes acciones, de conseguir las herramientas, los instrumentos necesarios para forjar nuestro futuro libre.

Sabemos que todo progreso, incluido el científico, se basa en pruebas de ensayo / error; y, por eso, no podemos desmotivarnos si cometemos fallos, si puntualmente desfallecemos. Pero, claro, debemos aprender de los errores cometidos y de los que podamos cometer, para corregir, cambiar y adaptarnos, pues esa es la única respuesta inteligente.

Debemos superar y abandonar el pensamiento utilitarista basado en el orden preestablecido, y eso, obviamente, comporta riesgos, máxime siendo conscientes de las actuaciones del corrupto estado español; por eso, debemos buscar la unidad de acción, la máxima confluencia de intereses.

Y para ello, debemos superar los personalismos y las divisiones, que no hacen más que debilitarnos.

Nuestro objetivo ha de ser el de evitar la nocividad que nos comporta el actual sistema, el actual esquema en el que nos venimos moviendo. Sólo siendo activos de forma conjunta superaremos los hábitos que tenemos asumidos.

Para finalizar, me parece interesante recordar el Enigma de la Esfinge de Tebas, que fue presentado a Edipo (Oedipus), según narró Sófocles (496 a. C. – 406 a. C.) en sus obras ‘Edipo rey’ (hacia 430 a. C.) y ‘Edipo en Colono’ (406 a. C.). Edipo, hijo de Layo y Yocasta que, sin saberlo, mató a su propio padre, se desposó con su madre y, finalmente, se quemó los ojos.

Se trataba de determinar qué ser, provisto de una sola voz, camina primero de cuatro patas, después sobre dos patas y al final, con tres.

La certera respuesta dada por Edipo fue que ese ser es el hombre, que de pequeño gatea, de adulto camina sobre las dos piernas, y de mayor se ayuda con un bastón.  

Pues bien, hemos de ser conscientes de que los que debemos alcanzar la madurez en nuestra forma de pensar y de actuar, si bien todavía no necesitamos el bastón, realmente no tenemos la potencia de los leones, pero sí que tenemos la capacidad para efectuar confrontaciones pacíficas efectivamente contundentes. Estos días tenemos el ejemplo de los agricultores y ganaderos.

Sólo la falta de miedo responsable y racional, no irresponsable ni prepotente, nos permitirá llegar a alcanzar el nivel de ética y moral necesarias para llegar a ser lo que queremos ser. Y sólo así, conjuntamente, podremos determinar las acciones que son necesarias realizar.