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Los independentistas catalanes debemos recuperar la ilusión

Amadeo Palliser Cifuentes
amadeopalliser@gmail.com

Como vemos en la generalidad de países, la actualidad se caracteriza por un exceso de incompetencia en todos los entornos, y eso genera tsunamis de desinformaciones; y, en definitiva, la desafección de la ciudadanía, como intento explicar seguidamente.

Es evidente que en un momento en el que los máximos ‘responsables’ políticos son unas personas muy deterioradas intelectualmente, como Joe Biden (81 años), Donald Trump (77 años), o, sin llegar a ese nivel de edad y deterioro, pero también mayores, como Vladimir Putin (71 años), Xi Jinping (70 años), etc., lo que podemos observar es que prima el presente, la actualidad, en detrimento del futuro, y eso comporta una notable desilusión, desesperanza y, en definitiva, una falta de compromiso por parte de la ciudadanía.

Un claro ejemplo de ese nefasto presente, lo tenemos con las declaraciones de ayer de Trump, diciendo que animaría a Putin a invadir a los socios de la OTAN que no pagan las cuotas o no invierten lo acordado en armamento.

Antes de proseguir, me parece importante señalar que no es correcto considerar la edad como único baremo, pues todos conocemos ejemplos de intelectuales y de personas relevantes en todos los ámbitos, que siguen siendo verdaderos referentes sociales positivos, a pesar de su elevada edad. Asimismo, por desgracia, también conocemos a muchísimas personas jóvenes que ocupan puestos significativos siendo negativos e inoperantes.

Un claro ejemplo lo tenemos con los múltiples insultos de Javier Gerardo Milei (54 años), presidente de Argentina, contra el Papa:

‘Asno, burro, ignorante, nefasto, zurdo cultor del modelo basado en el odio, la envidia y el resentimiento’; ‘un sorete mal cagado’; ‘él, como jesuita promueve el comunismo, el cual fue un fracaso en lo económico, lo social y lo cultural’; ‘Yo creo en Dios, pero no me siento identificado con la institución de la Iglesia, creo que no contribuye a mejorar la espiritualidad de los seres humanos. En el caso de Francisco, es la máxima expresión de la tarea opuesta’; ‘@Pontifex_es, a vos que te gusta la MIERDA de la justicia social, sería bueno que arranques repartiendo a los pobres las riquezas del Vaticano’; ‘dedicado a vos @Pontifex_es zurdo hijo de puta que andás pregonando el comunismo por el mundo. Sos el representante del maligno en la casa de DIOS. ¡VIVA LA LIBERTAD, CARAJO!’, ‘la envidia es un pecado capital, habría que informarle al imbécil ese que está en Roma, que defiende la justicia social, que sepa que es un robo y que eso va contra los mandamientos’; etc.

Efectivamente, Milei puede pensar como quiera, y actuar en consecuencia; pero debería ser riguroso y no insultar, y ser coherente, no como ayer, que el Papa le concedió la entrevista solicitada por Milei, y, éste le regaló alfajaroles y, al salir, reconoció que la entrevista había sido ‘muy amable’ y que ‘habían sellado la paz’.

Aquí también tenemos ejemplos de incompetentes con dobles mensajes, por ejemplo: Alberto Núñez Feijóo, anteayer, abriendo la puerta a una posible amnistía condicionada, y ayer, negando esa afirmación y diciendo que fue mal interpretado; y Pedro Sánchez, reconociendo aquí que el independentismo catalán no tiene nada que ver con la inventada trama rusa, pero, en Bruselas, el viernes apoyó, con el PP, la comisión de investigación que incluye esa mentira inventada.

Y antes de profundizar en el tema del presente escrito, me parece de interés subrayar otro aspecto relacionado con mi escrito de ayer, en el que propugnaba que precisamente los independentistas mayores, jubilados, somos los que tenemos más libertad y posibilidades para alcanzar la etapa nietzscheana de niño / maduro, e incluso la del superhombre o supermujer. Pues bien, me parece preciso diferenciar que efectivamente, somos, podemos y debemos ser válidos para actuar, tal como expliqué ayer, ya que somos imprescindibles en ese sentido; pero no para liderar ni asumir la dirección, pues el futuro lo deben determinar y configurar los jóvenes, los que tienen ese futuro, mientras que los mayores tenemos más pasado que futuro.

Efectuada esa introducción, me parece preciso señalar la importancia de la ilusión, como emoción positiva.

Todos sabemos que la ilusión tiene varios significados, en primer lugar, como fruto de la imaginación, la fantasía, la quimera, la alucinación, el delirio, etc.; pero me quiero centrar en la segunda acepción del diccionario de la RAE, que hace referencia a la ‘esperanza cuyo cumplimiento parece especialmente atractivo’, anhelo, deseo, confianza.

La ilusión, como capacidad de imaginar y visualizar un futuro mejor, es la energía, la gasolina de la motivación, que impulsa a las personas a trabajar, a esforzarse, para establecer las acciones, las metas volantes que, finalmente, han de asegurar la llegada a la meta deseada.

La motivación, etimológicamente, viene de ‘motus (movido) y ‘motio’ (movimiento) y, como sabemos, todo movimiento precisa energía, que, en nuestro caso, como he dicho, es la ilusión. Pero la energía, es una condición necesaria, pero no suficiente por sí sola, pues debe ir acompañada de la motivación, la predisposición para mantener firme la conducta hasta lograr cumplir el objetivo deseado.

En otros escritos me referí a la jerarquía de las necesidades, que Abraham Harold Maslow (1908 – 1970) describió en su famosa pirámide, por lo que no volveré sobre el particular, pero me ha parecido de interés recordarla, para que el lector la tenga presente en todo momento.

Asimismo, y efectivamente, la desilusión y la desmotivación se caracterizan por el dominio de pensamientos negativos, pesimistas, de desánimo, de disminución de energía y, en definitiva, de incapacidad para actuar, no consiguiendo, por lo tanto, experimentar cualquier tipo de entusiasmo.

Debemos tener presente que, sin metas, sin objetivos, la energía, el motor, no sirven para cambiar el futuro ni para conseguir ningún tipo de logro; como en la etapa nietzscheana de los leones, mencionada ayer. Pues, si no sabemos a dónde vamos, iremos por la vida como un pollo descabezado, y claro, no conseguiremos ningún logro.

No se puede vivir sin ilusiones que nos conduzcan a nuestros sueños. Por eso, como proclama cierto pensamiento: ‘mi mayor ilusión es seguir teniendo ilusiones’, pues necesitamos la positividad, ya que, en caso contrario, sería insufrible, invivible.

También es preciso señalar que no podemos esperar que el entorno nos ponga las ilusiones, pues éstas deben partir de nuestra individualidad; y, claro, si son coincidentes con unas minorías, está bien, y si lo fueran con unas mayorías, sería óptimo, ya que, de ese modo, es más fácil llegar a la meta, conseguir el objetivo deseado.

Y claro, la ilusión debe basarse en la realidad, es decir, no debe ser una mera fantasía quimérica, ya que, en este supuesto, la decepción y el fracaso estarían asegurados.

En nuestro caso, posibilidad de alcanzar la independencia de Catalunya, es una ilusión, un objetivo difícil, pero alcanzable, si todos los independentistas recuperásemos la ilusión del 2017, y redefiniéramos de forma coordinada, las acciones a seguir.

Ayer mencioné el ejemplo de los agricultores y ganaderos, con sus actuales manifestaciones y cortes de carreteras con sus tractores. Sobre el particular, Agustí Colomines, en su artículo ‘Movilizarse y ganar’ (elnacional.cat, de hoy, 12 de febrero), recoge el comentario de Joan Rius, representante del movimiento 6-F de Catalunya Central, en el que dijo: ‘Podemos estar satisfechos, a pesar de que la lucha no acaba, solo se transforma. Y la victoria no existe si no escribimos nosotros la historia’. Colomines apunta que esa declaración: ‘no es una filosofía payesa; más bien es el pensamiento de un luchador’.

Y ese es el espíritu (ilusión + motivación) que debemos recuperar; debemos recuperar la ilusión, por eso me parece interesante reproducir la siguiente fábula:

‘La historia de los tres monjes que ríen

Hace mucho tiempo, tres monjes vagaban de pueblo en pueblo, esparciendo alegría y risas dondequiera que iban. Se reían constantemente, y su risa era tan contagiosa que cualquiera que se encontrase con ellos, pronto se reía también.

Un día, los monjes llegaron a un pueblo donde la gente estaba sumida en la tristeza y la desesperación. Pero su risa rápidamente hizo magia, transformando el pueblo en una comunidad próspera y alegre. Los aldeanos aprendieron a abrazar la risa y la felicidad, convirtiéndola en una parte esencial de sus vidas.

Cuando llegó el momento de que los monjes se fueran, los aldeanos se sintieron tristes pero decididos a mantener la risa y la alegría que trajeron los monjes. Comprendieron que el legado de alegrías de los monjes tenía el poder de unir y elevar a su comunidad.

Una tarde, mientras los monjes se reunían alrededor del fuego, el monje mayor compartió un secreto con los otros dos. Les dijo que su tiempo en la Tierra estaba terminando y que pronto se iría, por lo que les pidió un favor inusual: pidió que no lo lavaran antes de quemar su cuerpo, según las costumbres locales y deseaba ser incinerado con las posesiones que llevaba en su bolso.

Cuando llegó el momento, el monje mayor murió en paz. Los otros dos monjes cumplieron con su petición y colocaron su cuerpo en la pira funeraria, junto con su bolsa de posesiones. Los aldeanos se reunieron para presentar sus respetos, mientras las llamas envolvían la pira.

De repente, la pira funeraria estalló con un estallido de coloridos fuegos artificiales, iluminando el cielo nocturno. La exhibición inesperada tomó a todos por sorpresa y el sonido de la risa llenó el aire una vez más. Los otros dos monjes no pudieron evitar unirse a la risa al comprender la sabiduría detrás de la última solicitud de su amigo.

Los fuegos artificiales sirvieron como recuerdo del poder de la risa y la importancia de vivir el momento presente. El monje mayor había elegido dejar este mundo con fuerza, convirtiendo un evento triste en una celebración de vida y alegre’.

(https://royumi.com)

Efectivamente, no soy tan iluso de pensar que nuestro movimiento independentista deba limitarse a las manifestaciones festivas y multitudinarias, de las sonrisas y sin ningún papel al suelo. Las manifestaciones deben importunar, deben tener consecuencias. Por eso he repetido varias veces que debemos buscar la confrontación activa inteligente y pacífica.

Y para eso estoy convencido que debemos recuperar la ilusión, ya que, como la risa en la anterior fábula, son mágicas; y para ello debemos ir contra los propios partidos que se autoconsideran independentistas, pero en realidad son meros autonomistas.

Para finalizar, me parece que también es interesante recordar el siguiente poema de Pedro Calderón de la Barca (1600 -1681), de la obra ‘La vida es sueño’ (1635); pero para rechazar sus conclusiones, ya que nos llevarían al desánimo, a la pérdida de las ilusiones, que es lo que quiere el poder.

Monólogo de Segismundo (jornada 3, escena 19)

Es verdad, pues: reprimamos

esta fiera condición,

esta furia, esta ambición,

por si alguna vez soñamos.

Y sí haremos, pues estamos

en mundo tan singular,

que el vivir sólo es soñar;

y la experiencia me enseña,

que el hombre que vive, sueña

lo que es, hasta despertar.

Sueña el rey que es rey, y vive

con este engaño mandando,

disponiendo y gobernando;

y este aplauso, que recibe

prestado, en el viento escribe

y en cenizas le convierte

la muerte (¡desdicha fuerte!):

¡que hay quien intente reinar

viendo que ha de despertar

en el sueño de la muerte!

Sueña el rico en su riqueza,

que más cuidados le ofrece;

sueña el pobre que padece

su miseria y su pobreza;

sueña el que a medrar empieza,

sueña el que afana y pretende,

sueña el que agravia y ofende,

y en el mundo, en conclusión,

todos sueñan lo que son,

aunque ninguno lo entiende.

Yo sueño que estoy aquí,

destas prisiones cargado;

y soñé que en otro estado

más lisonjero me vi.

¿Qué es la vida? Un frenesí.

¿Qué es la vida? Una ilusión,

una sombra, una ficción,

y el mayor bien es pequeño;

que toda la vida es sueño,

y los sueños, sueños son.

Como he dicho, no debemos caer en falsas ilusiones, pues acabaríamos desesperados, frustrados, o acabaríamos en la más pura inacción, si pensásemos que todo es un mero sueño y que no vale la pena luchar.

Por eso, debemos actuar de forma inteligente, para que nuestra ilusión de tener un estado independiente no sea un mero sueño más.