No deja de ser curioso, por decirlo de forma elegante, que nuestros políticos independentistas (con contadas y honrosas excepciones) pierdan el tiempo justificando y explicando su asistencia / no asistencia a la manifestación de la Diada (11 de setiembre pasado) y ahora, estén repitiendo su juego con la convocada para el próximo 1 de octubre (fecha del quinto aniversario del referéndum del 2017)
La única explicación es que ellos viven en su mundo paralelo, con sus avatares, como Alicia de las novelas (‘Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas’, 1865 y ‘A través del espejo y lo que Alicia encontró allí’, 1872) de Charles Lutwidge Dougson (1832-1898), más conocido por Lewis Carroll; sospechoso de que fuese Jack el Destripador.
Dudo que nuestros políticos tomen drogas psicoactivas, como Carroll, pues para ellos su ‘droga’ es la erótica del poder y los beneficios y prebendas que comporta; y eso lo demuestran con el cambio de discurso efectuado, siguiendo a Groucho Marx (1890-1977): ‘estos son mis principios, y si no le gustan (al estado español), tengo otros’.
Sus obras, las de Carroll y las de nuestros políticos, reflejan un sinsentido, pertenecen a un género fantástico.
Sería interesante descifrar, entre nuestros políticos, quién asume el papel del Conejo Blanco, la de la Liebre de Marzo, la del Sombrerero, la de la Oruga azul, la del Gato de Cheshire o la de Reina de Corazones; pero tanto da, todos actúan siguiendo la lógica de la filosofía del ‘como si’ (de Hans Vaihinger), que expliqué en mi escrito de ayer; y, por lo tanto, alejados de la aparente realidad.
Ya estamos hartos de sus discursos fatuos y manipuladores, pues, emulando a Chico Marx, disfrazado de Groucho, en ‘Sopa de ganso’, nuestros políticos nos dicen: ‘¿A quién va usted a creer, a mí o a sus ojos?’. Es decir, nos quieren anestesiados, infantilizados.
Y olvidan que todos vivimos en un panóptico (del griego: ‘pan’ todo, ‘opsis’ vista y ‘tikos’ relativo a), en el que todo es visible, todos estamos vigilados. El filósofo Michel Foucault (1926-1984), en su obra ‘Vigilar y castigar’ (1975) estudió el modelo de una sociedad disciplinada; pero, efectivamente, no somos nosotros los únicos encarcelados, los políticos también lo están, aunque su ubicación sea el centro de control. Y si ellos nos ven a nosotros, nosotros los vemos a ellos. La visión es bidireccional.
Pero los independentistas de base lo tenemos claro, queremos independizarnos, más pronto que tarde. No queremos soportar más un estado corrupto como el español. Sabemos que los reyes hispánicos nunca nos han querido, como explica Marc Pons, en su artículo:
‘Cuando los hispánicos ya debatían si dialogar o masacrar a los catalanes.
Hace 382 años que los españoles debaten si el sentimiento de Catalunya ha de venir por la vía del diálogo o de la masacre.
Madrid, 23 de diciembre de 1640. Hace 382 años. La Junta Grande de la monarquía hispánica (el equivalente al actual consejo de ministros) se reunía para debatir cómo habían de encarar la crisis de Catalunya. La escalada de tensión y violencia iniciada el 1635, con los alojamientos forzosos -a pan y cuchillo- de los tercios de Castilla en las casas de los catalanes, había culminado con el Corpus de Sangre (7 de junio de 1640), la declaración de guerra de Felipe IV a Catalunya (1 de setiembre de 1640). Todos los pasos que se habían dado parecían irreversibles. Pero la revolución portuguesa (1 de diciembre de 1640) había resucitado un debate que, poco antes, estaba muerto y enterrado: ¿qué hacer con los catalanes?: dialogar o masacrarlos.
(…) García Álvarez de Toledo, marqués de Villafranca, era la sombra siniestra del estamento militar (…) y uno de los sospechosos del asesinato de Santa Coloma, virrey hispánico en Catalunya, en un sórdido suceso que tenía traza de crimen de falsa bandera (…) relató su convencimiento que los catalanes habían perpetrado una traición que amenazaba de ‘amotinar a todos los reinos de su Majestad’ y desintegrar la monarquía hispánica (…) por todo esto, ‘jamás convendré en ningún concierto con Catalunya’.
El conde duque de Olivares, promotor de la crisis hispánica, adoptó la opinión de Villafranca, decidió que ‘hay que moler a palos a los catalanes’, es decir, los deseos de derrotar a los catalanes preponderaron a la importancia de ganar a los rebeldes lusitanos (portugueses)’
(elnacional.cat, 18 de setiembre del 2022)
Y, como sabemos todos los catalanes (independentistas y unionistas), nada ha cambiado, siempre sufrimos una infrafinanciación, fruto de un desprecio, pues siempre nos han considerado ‘tierra conquistada’, como dijo Manuel Fraga Iribarne, ministro del dictador y asesino Franco, y fundador de AP, rebautizado después en PP.
Por eso, y siguiendo al poeta Richard Gross Enzensberger (1929-2002), en su obra ‘El panóptico’, es preciso distinguir los problemas solubles y los insolubles (irresolubles). Y, evidentemente, la independencia es un problema difícil, pero soluble.
Estos cinco años desde el referéndum, hemos visto caer muchas caretas y velos, ahora nos conocemos mejor todos, y conocemos mejor a nuestros políticos ‘independentistas’. Y es triste ver que éstos, además de no ser autocríticos, no aceptan las críticas ajenas, que ven como ataques. Esa es su miopía interesada.
Por eso, el 1 de octubre deberemos manifestarnos todos, mostrar que seguimos movilizados cuando es preciso, y no sólo para hacer performances estéticas, si no para exigir un cambio de chip, y los políticos que no nos sigan, que se vayan a casa, no hay otra; que dejen de dar lecciones penosas y miserables como están haciendo algunos (Anna Gabriel, Marta Vilalta, Marta Rovira, Oriol Junqueras, Pere Aragonès y ‘tutti quanti’).