Etimológicamente, el término ‘comunicar’ se refiere a poner en común, hacer comunidad; y, por su parte, el término ‘clarificar’ deriva de ‘clarus’, claro, poner claro. Pero vemos que la realidad practicada por los políticos y todos los poderes en general, es totalmente contraria, buscan la oscuridad, la desinformación, pues en ese caldo de cultivo reinan la mentira y el engaño, que son el combustible que mueve a esos poderes, como intento explicar a continuación.
El escrito de ayer lo titulé ‘Ley Campoamor’, que se basa en los siguientes versos:
Y es que en el mundo traidor
nada hay verdad ni mentira
todo es según el color
del cristal con que se mira
(Ramón María de las Mercedes Pérez de Campoamor y Campoosorio (Ramón de Campoamor, 1817 – 1901)
Y centrándome en el acuerdo de autofinanciación acordado entre ERC y el PSC/PSOE, para facilitar la investidura del represor Salvador Illa, ha comportado gran cantidad de opiniones, consensos y disensos, pues, cuando la criatura nace mal, generalmente comporta secuelas.
Y ese parto fue conseguido con fórceps, pues:
- Se negoció con gran secretismo por ambas partes, que, si bien es positivo para ir avanzando, comporta los múltiples efectos negativos propios de todo oscurantismo;
- Una vez alcanzado el pacto, ERC lo vendió como un gran éxito, que comportaría un gran salto cualitativo para Catalunya. La necesidad de ERC de venderlo como un concierto solidario, era necesario para que los militantes de ese partido pudieran aprobarlo. Y hasta esa aprobación, el PSC/PSOE se mantuvo callado, siguiendo con la estrategia pactada con ERC, para no desinflar el globo optimista que necesitaba difundir ERC;
- Una vez investido Salvador Illa (155), surgieron rápidamente voces significativas del PSOE diciendo que en ningún caso se trataba de un concierto al estilo del vasco y navarro; incluso el propio Pedro Sánchez dijo que con el pacto se garantizaría la financiación ajustada a la singularidad de Catalunya, así como de todas las comunidades autonómicas que expresasen su interés de que le sea reconocida su singularidad. Por lo tanto, se trata de un nuevo ‘café para todos’, mutado ahora en una ‘singularidad para todos’, cuando, lógicamente, si todos acabamos siendo singulares, nadie lo es; y, el colmo de los colmos, las otras comunidades autónomas tendrán su singularidad, gratis y gracias a que aquí debamos soportar a Illa (155)
Es cierto que el documento firmado entre ERC y PSC/PSOE expresa que:
- La Generalitat gestionará, recaudará, liquidará e inspeccionará todos los impuestos soportados en Catalunya (…) La gestión, la recaudación, la liquidación y la inspección de todos esos impuestos corresponderán a la agencia tributaria catalana, con la excepción de los impuestos locales.
- La aportación catalana a las finanzas del estado integra la aportación por los servicios que el estado presta en Catalunya (a través de un porcentaje de participación en los impuestos) y la aportación a la solidaridad con las otras comunidades autónomas, que deberá ser transparente y siempre que realicen un esfuerzo fiscal similar; y esa solidaridad ha de estar limitada por la ordinalidad.
Y esa descripción, en realidad sería un concierto como el vasco, si efectivamente fuera un pacto entre la Generalitat y el gobierno central; pero únicamente es un pacto entre dos partidos, que deberá ser ‘negociado’ mediante la creación de consorcios y, no lo olvidemos, en ambos lados de las mesas de negociación de esos consorcios, se sentará el PSOE.
Esta mañana, domingo 25, en una entrevista a Illa (155), éste ha efectuado afirmaciones como que ‘Catalunya tiene la capacidad de mejorar España’ y que la futura financiación no perjudicará a ninguna otra comunidad autonómica, más bien al contrario, que beneficiará a todas.
Me parece claro que el represor Illa, el actual president de la Generalitat (si bien, particularmente, a mi modo de ver, nunca merecerá el reconocimiento de MHP, muy honorable presidente), oculta que una mejora lineal o porcentual a todas las comunidades, por una mayor aportación del gobierno central, aprovechando los fondos Next Generation de la UE, no se ajusta al texto aprobado.
Asimismo, muestra que Illa (155) desconoce la ley física de los vasos comunicantes, que se basa en el principio de la hidroestática que describe que, al comunicar dos recipientes, donde uno tiene mayor volumen de líquido que el otro, se generará un flujo hacia el de menos nivel, hasta igualar los niveles, independientemente del tamaño. Y en ese principio físico (Blaise Pascal, 1623 – 1662), si se interrumpe la conexión entre los recipientes, los de menor no se producirá la igualación.
Pues bien, hasta ahora Catalunya está forzosamente conectada, pero, claro, el acuerdo alcanzado rompe este esquema; y aquí es donde engaña Salvador Illa, para contentar a sus colegas de otras comunidades, o, en el peor de los caos, sabiendo que no se aplicará el acuerdo. Pero él ya es presidente, como lo son Pedro Sánchez en el gobierno central y Francina Armengol, en el congreso de diputados, y ya llevan un año en el cargo, sin haber cumplido los acuerdos en su integridad.
Esta es la forma de proceder del trilero Sánchez, nada nuevo.
Y esa ha sido la traición de ERC, que ahora, como partido, ya ha pasado a ser irrelevante, ya que no tiene ninguna palanca para presionar a Illa, pues en esta legislatura no será posible hacer una moción de censura con un candidato alternativo, y el apoyo a los presupuestos generales de Sánchez y de Illa, tampoco son una herramienta de suficiente presión, pues pueden ser prorrogados los actuales.
Es preciso recordar que, en el año 2016, la CUP forzó el cambio de Artur Mas, dando paso a Carles Puigdemont. Y en las negociaciones entre ERC y PSC/PSOE, en ningún momento se planteó la sustitución de Illa por otro personaje menos identificado y proclive a la represión de los independentistas, y eso denota una gran debilidad y un notable complejo de inferioridad, de ERC, claro.
Pues bien, efectuada esta larga introducción, me parece interesante pasar al núcleo central del presente escrito, que es el circo montado por ERC y PSC/PSOE, que no dejan de repetir que ‘el nombre no hace la cosa’, refiriéndose a la no utilización / ocultación del término ‘concierto’; y esto no deja de ser una forma de seguir mareando a la perdiz (ciudadanía)
Hay líneas de pensamiento que efectivamente, ‘el nombre no hace la cosa’, que el nombre es una cosa secundaria, pues lo que importa es el significado; es decir, ‘que el nombre no hace la cosa, pues el concepto es el concepto’.
Pero la pragmática, como ciencia de los signos en relación con los intérpretes (C. Morris), considera el lenguaje tal y como se manifiesta, es decir, inmerso en una situación comunicativa concreta.
Es decir, el lenguaje nunca es neutral, como se expresa perfectamente en la siguiente reflexión machista, de François Marie Arouet (Voltaire, 1694 – 1778):
Cuando un diplomático dice sí, quiere decir ‘quizá’;
cuando dice quizá, quiere decir ‘no’;
y cuando dice no, no es un diplomático.
Cuando una dama dice no, quiere decir ‘quizá’;
cuando dice ‘quizá’, quiere decir ‘sí’;
y cuando dice sí, no es una dama’
Hace unas décadas se planteó sustituir la palabra ‘paciente’ para referirse los profesionales sanitarios a las personas que atienden en los centros hospitalarios; pues algunos especialistas consideraban más adecuados los términos: usuario, cliente o consumidor, que, particularmente me desagradan del todo en el ámbito sanitario.
Los partidarios a sustituir la palabra paciente, justificaban que viene del latín ‘patior’ (sufrir o soportar) y denota una actitud pasiva totalmente opuesta a la visión actual del paciente activo implicado en la gestión de su enfermedad (es una contradicción en términos, según Neuberger), según citó Joan Escarrabill, 19 diciembre del 2022, ‘avances en gestión clínica’.
Me parece que este ejemplo puede avalar que, el nombre no haga la cosa, pero el error es que se basa en el desconocimiento del léxico. Quizás el término adecuado sería ‘enfermo’, de ‘in – firmus’, no firme, no robusto.
Estoy convencido que, inicialmente, la relación: médico–paciente, no cambiaría si al segundo se le considerase cliente, pero inconscientemente la relación significativa y simbólica, sería diferente.
Asimismo, el cambio de denominación impuesto desde el poder, siempre es tendencioso, pues en ningún momento se debatió sustituir el nombre de médico por el de proveedor, que estaría en línea con el de cliente. Pero, claro, eso bajaría a los doctores de su pedestal.
Así que este ejemplo me parece claro para mostrar que el lenguaje nunca es inocente.
Por todo eso, creo que la relación entre el nombre y el concepto, es y ha de ser significativa, pues denota una imagen y un pensamiento de base.
En el caso contrario, si el nombre es indiferente, se confirmaría el refrán de que ‘la mona, aunque se vista de seda, mona se queda’, o el de que ‘el hábito no hace el monje’.
Y todos sabemos que el hábito, por ejemplo, el de policía, militar, juez, médico o enfermera, además de la identificación, visibilidad, disciplina y autoridad, afecta tanto al que visibiliza el uniforme, como al que lo lleva, y ratifica las relaciones desiguales, incomparables. De superioridad vs inferioridad.
Por todo eso, si la apariencia es importante, como sabemos, no podemos caer en la trampa de devaluar el lenguaje, ocultando, por ejemplo, el término concierto económico, salvo que se quiera engañar, a unos, a otros, o a todos a la vez.
El nombre siempre es importante, como hemos visto estos últimos años, con el cambio de denominación de la consellería ‘Acció Climàtica, Alimentació i Agenda Rural’ por el de ‘Agricultura, Ramaderia, Pesca i Alimentació’; que suscitó y sigue suscitando controversias, por primar o no el cambio climático, respecto a la agricultura, ganadería, etc.
En definitiva, que la ocultación de ciertos nombres, como el del concierto económico, únicamente busca engañar, como he dicho. Y así, ocultando ese nombre, Pedro Sánchez pone su ‘pica en Flandes’, sin coste alguno (no como en la Guerra de Flandes, de los s. XVI y XVII); igualmente Illa (155) poniendo la bandera española en la sala de recepciones del Palau de la Generalitat, puso esa pica. Son pasos importantes, para ir modelando consciente e inconscientemente, el pensamiento de la ciudadanía acrítica.
Los independentistas catalanes ya estamos muy hartos, muy cansados, de ver que nos van poniendo picas en nuestra ‘Flandes’ catalana; estamos hasta el moño de ver como esos tercios castellanos campan a sus anchas esquilmando lo que les place.
La Guerra de los Ochenta años, o Guerra de Flandes’ (1568 – 1648) enfrentó a las Diecisiete Provincias con el rey español, con la finalidad de conseguir la independencia. Los catalanes llevamos 310 años de dominio, pero nos falta la unidad, que es la que facilitó la victoria a los naturales de los Países Bajos.
Felipe II, incapaz de controlar los Países Bajos, envió a Fernando Álvarez de Toledo y Pimentel, III duque de Alba de Tormes (1507 – 1582), como gobernador, al llegar implantó el ‘tribunal de los tumultos’, que provocó una gran persecución y una carnicería (miles de muertos, de deportados, etc.) y a los condenados se les quitaban todos sus bienes, que pasaban a ser de la corona castellana.
Y el colmo de todas las atrocidades, su excusa, fue la lucha contra el movimiento calvinista, para defender el cristianismo; ese fue el relato oficial del régimen.
Pero ya estamos cansados de eufemismos, queremos que el lenguaje se ajuste a la realidad, sin disfraces y falsas metáforas creativas, que solo nos confunden.
Esta mañana, un amigo me decía que no deberíamos rasgarnos tanto las vestiduras al ver el gesto de Illa (155) introduciendo la bandera española en la Generalitat, pues, el 27 de octubre del 2017, al aprobar el Parlament la declaración unilateral de independencia, nuestros líderes no fueron capaces de arriar la bandera española de lo alto de la Generalitat.
Y es cierto, ese fue un gran error, pero, ahora, encima, efectuar ese nuevo retroceso, es grave. Un retroceso que Francisco Javier López Álvarez (Patxi López) del PSE/PSOE no se atrevió a efectuar cuando fue lehendakari del gobierno vasco (2009 – 2012)
Pero a los catalanes siempre nos han tratado peor, siempre nos han insultado y ofendido, pues nos han visto más dóciles y sumisos, más ‘dialogantes’. Para el estado español, Catalunya siempre les acaba siendo una bicoca, es decir, un objetivo fácil de lograr, y, encima, comportándoles grandes beneficios.
La mentalidad del estado español sigue manteniendo el brindis de los tercios de Flandes, proclamado por Diego Hernando de Acuña Zúñiga (1518 – 1580), poeta y militar:
‘No os preguntarán por mi,
que en estos tiempos a nadie
le da lustre haber nacido
segundón en casa grande;
pero si pregunta alguno,
bueno será contestarle
que, español, a toda vena
amé, reñí, di mi sangre,
pensé poco, recé mucho,
jugué bien, perdí bastante
y, porque esa empresa loca
que nunca debió tentarme,
que, perdiendo ofende a todos,
que triunfando alcanza a nadie,
no quise salir del mundo
sin poner mi pica en Flandes.
¡Por España!
y el que quiera defenderla,
honrado muera.
Y el traidor que la abandone,
no tenga quien le perdone,
ni en Tierra Santa cobijo,
ni una cruz en sus despojos,
ni las manos de un buen hijo
para cerrarle los ojos.
Y la conclusión es que España es irreformable, todo el estado español, castellanizado hasta su médula, sólo se autojustifica como conquistador y represor, por eso necesita tener siempre un chivo expiatorio, y, a tal fin, Catalunya les va a la perfección.
Y lo grave de todo eso, es que ERC haya sucumbido a los cantos de las sirenas castellanas. Y esto no lo olvidaremos nunca, pues es un error histórico gravísimo, imperdonable, ya que, al daño simbólico e institucional, hay que añadir el significado, el mensaje internacional de que el movimiento independentista está derrotado, y el represor blanqueado.
En síntesis: que no nos creamos nunca los relatos ni los mensajes, pues el lenguaje del estado español, históricamente, nunca ha sido inocente.