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Los políticos y su desconocimiento de freír un huevo

Seguidamente reproduzco parcialmente el cuento del ‘hombre que no sabía freír un huevo’:

‘Había una vez un hombre tan ignorante, que se decía de él: ese no sabe freír un huevo.

Y era cierto, pero un día se propuso corregir ese defecto.

Amadeo Palliser Cifuentes
Amadeo Palliser Cifuentes
amadeopalliser@gmail.com

Y consultando enciclopedias y paciencia, acabó sabiendo lo que significaba ‘freír’ y lo que era el ‘aceite’, sus variantes y proceso de extracción … y también se enteró de la temperatura adecuada para el proceso de la fritura, así como los distintos tipos de fuegos o fuentes caloríficas, de lo que era la temperatura y su medición y las distintas fuentes de energía: leña, carbón, gas, electricidad, petróleo, solar, biomasa … llegando a dominar todos estos conocimientos, pero seguía sin saber freír un huevo.

Aprendió todo lo referente a la fritura, qué utensilios eran necesarios y su proceso de fabricación, pero aún ignoraba lo que era un huevo.

De modo que se puso a leer sobre biología y, con mucha dificultad, acabó conociendo lo que era una célula, con todas sus partes, desde la membrana y el citoplasma, al núcleo, y cómo se dividía para acabar dando lugar a un animal completo, en este caso el pollo o la gallina.

Ya conocía los elementos necesarios: el huevo, el aceite, la sartén, la espátula y el fuego. Pero le faltaba la técnica.

Así, nuestro hombre sabía más de lo necesario sobre biología, agricultura, oleicultura y energía, pero seguía sin ser capaz de poner en práctica sus conocimientos y conseguir freír un huevo.

(…) Lo puso en la sartén, con el aceite bien caliente porque lo había medido antes y marcaba ciento sesenta grados centígrados, pero lo había puesto con su cáscara y todo, y allí se estuvo, dándole vueltas con el aceite humeante (…) El susto que se llevó fue tremendo, porque el huevo acabó estallando y poniendo todo perdido de clara, yema, cáscaras y aceite hirviendo; debiendo ser atendido de múltiples quemaduras.

Pero siguió sin saber freír un huevo’

(https://cuentosytrascuentos.blogspot.com)

Pues bien, me parece que los políticos españoles y muchos de los catalanes, podrían verse identificados con ese personaje del cuento, pues nos demuestran que son incapaces de resolver el conflicto catalán.

Y ante esta situación, esos políticos hacen como Fausto (*), el protagonista de una leyenda clásica alemana, un hombre inteligente pero insatisfecho, por lo que hace un pacto con el diablo entregando su alma, a cambio de placeres humanos ilimitados.

(*) La historia de Fausto guarda muchas similitudes con la leyenda de Teófilo el Penitente, recopilada en el siglo XIII por el escritor Gautier de Coincy (1177-1236). Si bien su popularidad fue gracias a la obra de teatro de Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832)

Es interesante recordar que la idea de Fausto tiene varias interpretaciones:

  • Históricamente, hace referencia al tema del bíblico Job, el justo que sufre injustamente. Y esa figura bíblica, podemos identificarla con los independentistas catalanes.
  • Pero el adjetivo ‘fáustico’ expresa la persona ambiciosa que renuncia a su integridad moral para alcanzar el poder y el éxito. Y en este grupo podríamos incluir a muchos de los políticos (y no políticos, claro)
  • En psicodinámica se utiliza la idea de negociación fáustica para explicar los mecanismos de defensa, que sacrifican elementos del yo para el equilibrio psíquico.

En definitiva, la idea central de este rápido escrito es la necesidad de reconocer e identificar la impericia de muchos políticos, por su propio desconocimiento, y por sus ambiciones fáusticas, para conservar el poder.

Como todos sabemos, entre las pruebas que pasó el bíblico Job, además de la pérdida de todos sus bienes, sufrió una aflicción generalizada de úlceras y pústulas que supuraban (el síndrome de Job identifica el síndrome de hiperinmunoglobulina E)

Y los independentistas catalanes debemos superar el complejo ‘jobiano’. Hemos sufrido muchas pruebas afligidas por el estado español. Pero no debemos actuar como Job, no debemos resignarnos a mantener y soportar a los que no saben freír un huevo, debemos expresarles nuestra disconformidad, de forma contundente y pacífica.