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Makrothymia y Hupomone

Amadeo Palliser Cifuentes
amadeopalliser@gmail.com

Muchos independentistas catalanes estamos transitando un largo túnel laberíntico, oscuro y tenebroso, lleno de trampas y de nefastas sorpresas, con personajes espeluznantes, como el túnel de terror de las ferias, pero en serio y trágico, organizado por los poderes del estado español.

Y ya estamos cansados de tantas emociones fuertes y de tantos horrores.

Queremos ser un estado normal, como lo son los 193 estados reconocidos por la ONU (y es preciso señalar que hay otros 18 estados que no están reconocidos por ese organismo)

Pero lo tenemos difícil, seguimos encadenados al estado español, que no duda en aplicar toda su prepotencia (legal, alegal e ilegal) para tenernos sumisos.

Y este estado opresor, totalmente jacobino, como copió el primer Borbón, Felipe V, nunca será democrático, ya que, tradicionalmente, nunca ha reconocido a sus excolonias el derecho a independizarse, por lo que siempre ha acabado con sangrientas guerras, que no han impedido la pérdida de sus colonias. Así, el balance de este mal perdedor es que en ningún caso ha sabido efectuar una correcta, razonada y ética evaluación de cada momento. Y ha preferido intentar el peor de los caminos, el militar y represor. Y así le ha ido. Esa es su efectiva leyenda negra, que hoy día sigue bien viva, y que sigue alimentando y ennegreciendo, como todos sabemos.

Y los independentistas catalanes ya hemos mostrado una excesiva dosis de paciencia, palabra que, etimológicamente, viene del latín ‘patientia’ y significa ‘cualidad del que sufre’; y, según el diccionario de la RAE: ‘capacidad de padecer o soportar algo sin alterarse’.

Pero, como he dicho, estamos cansados hasta de ser pacientes sin trascendentales alteraciones; y consideramos que ya hemos llegado a su fin, ya hemos colmado el vaso, ya hemos pasado el Rubicón, ya no nos quedan más lágrimas, como dijo Raimundus (Raymundus) Lulius (Ramón Llull, 1232 – 1316): ‘la paciencia comienza con lágrimas y, al fin, sonríe’; y consideramos que ya es el momento de sonreír, de cosechar del fruto, como dijo: Jean-Jacques Rousseau (1712 – 1778): ‘la paciencia es amarga, pero su fruto es dulce’.

Hemos dejado de ser masoquistas.  Por eso, ahora necesitamos ‘el acuerdo histórico’ que nos señaló el president Carles Puigdemont.

Y, si no es posible conseguirlo, ya no podemos ni queremos seguir contentándonos con más migas, como las conseguidas por ERC:

  • como una amnistía descafeinada y que en la exposición de motivos no quede claro que el referéndum fue legal y que tampoco pide perdón por los excesos del estado,
  • con el reconocimiento de las lenguas minorizadas a medias, sólo en el congreso y senado españoles,
  • como el cambio de la normativa de la Europol, limitado a un mero cambio de epígrafe, pero que nos sigue considerando violentos,
  • como una transferencia de la red de ferrocarriles de cercanías, sin un calendario detallado, formando un consorcio compartido con el estado, sin detallar el presupuesto para actualizar las reformas históricas y las futuras; y con las decisiones estructurales dependiendo del gobierno español,
  • como una rebaja del déficit presupuestario de un 20% (déficit derivado de la incorrecta y deficitaria financiación), que será aplicado a todas las comunidades autonómicas, un nuevo ‘café para todos’, que no resolverá la debida financiación de Catalunya,
  • como la inclusión de la figura del verificador, pero sólo en la mesa de diálogo entre los partidos PSOE y ERC, no en la mesa de diálogo entre los gobiernos de Madrid y de Catalunya,
  • etc.

Por eso, me parece muy oportuno reproducir algunos fragmentos del artículo de Xavier Diez, en su artículo titulado ‘Ni por amor, ni por interés’:

‘Lo que hermana a los españoles es el odio, un odio especialmente sublimado contra nuestro país, como ya se comprobó con el ‘a por ellos’ de unos y el silencio cómplice de los otros.

(…) y a pesar de las apariencias, las declaraciones y los gestos, no me creo eso de un giro español respecto a una plurinacionalidad que haga más aceptable la coexistencia entre las naciones no castellanas y España. Y no es que no me lo crea porque tenga la certeza de que el nacionalismo es una especie de religión laica donde resulta imposible razonar (especialmente si España es la divinidad única y monoteísta), sino porque las condiciones objetivas lo hacen prácticamente imposible.

La relación de España con los Países Catalanes es colonial. Es lo que se desprende de la práctica de siglos y lo que aparece en aquel conocido mapa de ‘La España incorporada o asimilada’ de 1854, donde queda claro qué territorio es el dominante, y cuál es el dominado. Es lo que se desprende de las balanzas fiscales. Es lo que se desprende de la composición, por lo que hace referencia a la procedencia geográfica, de los hombres (de mujeres, pocas o ninguna) que conforman los poderes fácticos. Es lo que se desprende de la asimetría entre ‘Lengua oficial’ y ‘otras lenguas cooficiales’.

(…) Y todo ello para alimentar las estructuras imperiales de una élite parasitaria (…) que aprovecharon el régimen del 78, para consolidar su posición a base de burbujas especulativas, regar con ayudas sus cortijos particulares, negocios de dudosa utilidad, obras públicas para engrasar con dinero comunitario las redes clientelares, especialmente creadas a partir de la extensión de un mapa autonómico artificial (donde Castilla se divide en una decena de comunidades autónomas) (…) que facilitó que las élites parasitarias hispánicas se convirtieran en yonquis de los fondos públicos caídos del cielo.

(…) Que presidentes de autonomías artificiales y de feria como los de Extremadura y de Castilla la Mancha pongan el grito en el cielo contra cualquier ‘concesión’ a los independentistas, muestra el temor que, sin estos dineros caídos del cielo, no se puede mantener el sistema clientelas sobre el que se fundamentan las relaciones económicas y sociales, y, por lo tanto, el peligro de colapso se hace más evidente, y, sobretodo, que esto implica una terrible incertitud sobre el mantenimiento del poder de los beneficiarios del régimen del 78.

(…) soy escéptico que cualquier acuerdo con Catalunya pueda llegar a buen puerto. No solo por la cuestión ontológica (para cualquier español, de derechas o de izquierdas, noble o plebeyo, rico o pobre, Catalunya no puede ser una nación, por que representa una herejía delante de un nacionalismo monoteísta), sino porque hace inviable la continuidad de este estilo de vida de esperar que llueva dinero de Bruselas o de Barcelona. El principal instinto de los yonquis es conseguir su droga, no importan los medios, incluso la violencia del 1-O y el uso intensivo de los piolines o fiscales. Por lo tanto, difícilmente puede llegar un acuerdo factible con Catalunya, ni pacto fiscal, ni otras cosas que cuestionen la dependencia colonial, porque si hay algo que han aprendido generaciones de españoles, es una especie de desprecio reptiliano contra Catalunya y los catalanes, que ejercemos como una especie de judíos substitutorios’

(elmon.cat, 3 de noviembre del 2023)

Por eso, los independentistas estamos cansados de ser conscientes de nuestro estado colonial, dependiente de la metrópolis madrileña / castellana, y constatando que todos los poderes del estado, dirigidos por el poder judicial, como brazo ejecutor de la infumable monarquía, están bunquerizados contra nosotros, pues siguen manteniendo la causa general contra el independentismo, aplicando todo tipo de represión, incluso la ilegal de sus cloacas, obviando todo compromiso con la democracia 

Y muchos consideramos que ya no es el momento de seguir haciendo el gran paripé, como el que ha hecho ERC, pactando por las migajas citadas.

Estamos cansados de ser pacientes, en la amplitud del siguiente término:

Makrothymia, la palabra griega traducida como ‘paciencia’ o ‘sufrido’; término formado por dos palabras: ‘makros’, que significa ‘largo’ (plazo), y ‘thymia’, que significa sentimiento. Al unir estas dos palabras, expresa el sentimiento a largo plazo.

Estamos cansados de sufrir ese sentimiento por los siglos de los siglos; estamos hartos de permanecer debajo de la bota represora, como se desprende del siguiente término:

Hupomone, otra palabra griega que también significa ‘paciencia’ o ‘resistir’, soportar, permanecer. Está formada por dos palabras: ‘jupo’, que significa ‘debajo’ y ‘meno’, que significa permanecer. Al unir los dos términos, la palabra significa permanecer debajo con resistencia.

Por todo eso, si no se consigue un verdadero ‘acuerdo histórico’ como nos anunció Carles Puigdemont, mejor olvidarnos de Pedro Sánchez y de sus problemas de investidura, que se las componga como pueda.

No soy partidario del ‘cuanto peor mejor’, ni mucho menos (pues, cuanto peor, es mucho peor). Pero tengo claro que tampoco podemos vivir más tiempo con la amenaza de la zanahoria de que ‘si no les votas, vendrá la derecha y la extrema derecha’. Hemos visto, y nunca olvidaremos, que Pedro Sánchez (PSOE) apoyó decidida y animosamente a Mariano Rajoy (PP) para aplicarnos el 155, quitarnos el gobierno, controlar el parlamento, y judicializar todos los órdenes de nuestra existencia, olvidando la política. En realidad, en cuanto hace referencia a la esencia del reino español, el PP y el PSOE son idénticos, intercambiables, clónicos. Ese es el régimen del 78 que parió la constitución que tenemos. Y así nos va.

Y así seguiremos, pues, repitiendo al citado Díaz: ‘si hay algo que han aprendido generaciones de españoles, es una especie de desprecio reptiliano contra Catalunya y los catalanes, que ejercemos como una especie de judíos substitutorios’; y nuestra mayor desgracia es que casi la mitad de catalanes, los unionistas, se sienten y actúan como a modo de los peores cipayos.

Así que, dejemos de implicarnos en la gobernanza española y busquemos una mutua colaboración, en la que ambas partes nos involucremos de igual modo y forma, no como hasta ahora, que solo los catalanes nos hemos sacrificado y el estado se ha beneficiado. A este respecto, cabe recordar la siguiente historieta:

‘Una gallina y un cerdo paseaban por la carretera. La gallina le dijo al cerdo: ¿Quieres abrir un restaurante conmigo? El cerdo consideró la propuesta y le respondió: ‘Sí, me gustaría, ¿y cómo lo llamaríamos? La gallina respondió: ‘Huevos con beicon’. El cerdo se detuvo, hizo una pausa y contestó: ‘Pensándolo mejor, creo que no voy a abrir un restaurante contigo. Yo estaría realmente implicado, mientras que tu estarías sólo comprometida’

Cuando una persona se compromete a realizar una acción, la probabilidad de que se lleve a cabo es menor, que si se implica, pues implicarse conlleva algo más que compromiso, se trata de tener la voluntad y motivación necesaria.

Ya nos hemos implicado en exceso desde 1714, mientras que el estado español apenas se ha comprometido, y después, siempre, se ha desentendido; y menos con Pedro Sánchez, un personaje sin palabra, sin honor, que hoy dice blanco, y mañana negro, sin cambiar la cara, sin inmutarse. Y todos sus palmeros le aplauden. Una vez investido, Pedro Sánchez, creyéndose el mejor Jedi, es capaz de señalar una tormenta en la galaxia más lejana, para argumentar su cambio de opinión e incumplimientos. Ya lo hemos visto repetidamente. Como si toda la estructura de un estado solo pudiera atender un tema.

Y creo que ha llegado el punto final de esa relación desequilibrada e inarmónica que tanto nos ha perjudicado.

Por eso, si no hay ese ‘acuerdo histórico’ (que no lo habrá), deberíamos salir todos a las calles, manifestándonos pacifica y democráticamente, para hacer el embate definitivo que nos permita implementar el referéndum del 1 de Octubre del 2017. No hay otra salida, si no queremos dejar la patata caliente a nuestros nietos.