Sin olvidar que mañana, 11 de setiembre, será el aniversario:
- del criminal golpe de estado militar, en 1973, contra el presidente legal de la República chilena, Salvador Allende (1908-1973) que falleció en el palacio de la Moneda, dando lugar a la dictadura del asesino Augusto Pinochet (1915-2006), y
- de los criminales atentados terroristas de Al Qaeda, en 2001, contra los EUA,
los catalanes volveremos a conmemorar nuestra Diada Nacional de Catalunya.
Es preciso señalar que los catalanes no celebramos derrotas, en este caso celebramos la resistencia de todo un pueblo en 1714, ante los ejércitos borbónicos (Guerra de Sucesión). Y, en concreto, el 11 cayó la ciudad de Barcelona y todo el gobierno, comandado por Rafael Casanova i Comes (1660-1743), Conseller en Cap (Primer Consejero) de Barcelona; si bien en la localidad de Cardona la resistencia duró unos días más, hasta el 18, que el general Josep Moragues i Mas (1669-1715) capituló la plaza militar (no fue una rendición incondicional, si no un acuerdo para salvar a la población cobijada en ella, y, más aún, para evitar que el ejército borbónico arrasase la ciudad de Barcelona, que ya controlaban).
En un par de escritos de mediados de agosto, ya comenté la diferente suerte que tuvieron los citados Casanova, Moragues, y también, incluí al general Antoni de Villarroel i Peláez (1656-1726); por lo que, en este escrito, no me detendré al respecto, si bien, el final vital de cada uno de esos tres personajes y lideres, debe ser valorado en todo tipo de análisis.
En 1901 se efectuó la primera concentración delante del monumento dedicado al citado Rafael Casanova último Conseller en Cap de Barcelona, hasta su detención el 11 de setiembre de 1714 por las tropas borbónicas; y desde ese momento, se fueron realizando manifestaciones en ese lugar, y en el ‘Fossar de les Moreres’ (una especie de monumento a los muertos desconocidos de 1714, en defensa de la ciudad). En ese espacio, junto a la Iglesia de Santa María del Mar, se puede leer una inscripción del poeta Frederic Soler i Hubert (1839-1895), conocido por diferentes seudónimos, entre ellos el de Serafí Pitarra:
‘Al fossar de les moreres / no s’hi enterra cap traïdor; / fins perdent nostres banderes / será l’urna de l’honor’. (En el fosar de las mareras no se entierra a ningún traidor, hasta perdiendo nuestras banderas, será la urna del honor)
Esas manifestaciones, con un irregular formato y concurrencia, desde la timidez inicial, el paréntesis de la guerra incivil (1936-1939), el miedo por la represión durante el largo período de la dictadura del asesino general Francisco Franco; y así, hasta el 2012 que, con el lema, ‘Catalunya, nou estat d’Europa’, llegamos a manifestarnos 1,5 millones de catalanes.
Y en el año 2013, con el lema ‘Via catalana cap a la independència’, nos concentramos 1,6 millones; en el 2014 fuimos 1,8 millones, con el lema ‘9-N, votarem’, en los años 2017 y 2018, 1 millón cada año; en el 2019, bajamos a 0,6 millones. Después ya vino la pandemia; y en el pasado 2021, en plena resaca de la pandemia, repetimos los 0,6 millones.
Una vez efectuada esta introducción, seguidamente me centro en la Diada de mañana, ya que este año está envuelta por un notable malestar entre la ANC (Assemblea Nacional Catalana) organizadora de la manifestación (con el soporte de Òmnium Cultural, los dos colectivos cívicos más importantes), con ERC, el partido independentista que ostenta la presidencia de la Generalitat.
Si bien todos queremos la independencia, ese es nuestro objetivo común, la diferencia radica en la estrategia y, como es sabido, ERC está a favor de la ‘mesa de diálogo’ con el gobierno central español; y, ante el temor a las críticas, ese partido incluso envió un correo a su militancia, ‘desmovilizando’ la Diada por ‘excluyente’.
En este escrito no analizaré esta discrepancia, ya que la he comentado estos últimos días. Me parece más importante señalar que en modo alguno los organizadores han querido ser excluyentes; ni podrían hacerlo, ya que se trata de una festividad catalanista independentista y transversal.
Es preciso señalar que en el referéndum del 1 de octubre del 2017, un total de 2,3 millones de catalanes votamos a favor de la independencia; así que estamos contados.
Los independentistas somos algo más de dos millones de catalanes, somos la mayoría parlamentaria (52% de los diputados al Parlament de Catalunya). Y esto es objetivo.
Pero, como pasa siempre, hay una notable diferencia entre lo que somos, lo que queremos ser, lo que parecemos a los otros, lo que los otros quieren creer que somos, lo que pensamos que los otros creen que somos, etc.
Y es evidente que en toda interpretación hay intereses conscientes o inconscientes, transparentes u ocultos, etc.
Por todo eso, hay una cosa que debemos tener clara todos los independentistas catalanes, es que la fotografía de la manifestación de mañana será leída de muy diferente forma por el estado español, por la opinión internacional, etc.
Y sabemos también que el estado español, sus medios de comunicación subvencionados y afines, ideológicamente o por intereses, todos ellos cuantificarán a la baja, de forma impúdica, la cifra de manifestantes. Igual que la cuantificación de la guardia urbana de Barcelona, dependiente de Ada Colau, la alcaldesa unionista. Y todos seguirán con su discurso de que se está ‘bajando el soufflé’, y de que somos ‘excluyentes’ (ya es el colmo, que digan a la mayoría dominada por la minoría, que somos excluyentes)
Todos sabemos que ‘la unión hace la fuerza’ y cuantos más seamos, más fuerza moral tendremos, incluso en la descafeinada ‘mesa de diálogo’.
Todos estamos muy decepcionados, la represión tras el referéndum del 2017 sigue sin parar; y encima, nuestros partidos van cada uno a la suya, con sus estrategias partidistas. Pero eso no debe vencernos. Tenemos que ir muchos, ojalá fuéramos los 2,3 millones que votamos la independencia, aunque, desgraciadamente, todos conocemos compañeros que han ido falleciendo; si bien es de suponer que los jóvenes que van ascendiendo, también se vayan sumando al movimiento independentista.
Pero lo que es incuestionable es que todos deberíamos salir a la calle, disfrutar de nuestra fiesta, y si se da la ocasión, puntualmente, y aunque se escondan, criticar a los políticos que no nos agraden, por el motivo que sea; pero sin olvidar que el objetivo es reivindicar la independencia. Y todo ello sin olvidar, tampoco, que somos una tierra de fraternidad, haciendo un símil con el himno de la revolución de los claveles de Portugal (1974) ‘Grândola, Vila Morena’, de José Afonso (1929-1987), publicada en 1964:
Grândola, villa morena
Tierra de fraternidad
El pueblo es quien más ordena
Dentro de ti, oh ciudad
Sabemos que, incluso siendo millones, el estado español no le daría importancia (y la UE tampoco), como no la dieron años atrás, pero también sabemos que el mensaje que lanzaríamos, sería potente; y, por más decepcionados que estemos, deberíamos ir, pues seguro que ‘nos gustaremos, al vernos tantísimos juntos’, y nos servirá de nueva dosis de moral, para afrontar el próximo 1 de octubre con una potencia descomunal, pues ese día será el quinto aniversario de nuestro referéndum y, en esos cinco años, el estado español únicamente ha tenido una idea: reprimir, reprimir y seguir reprimiendo. Ninguna propuesta para mejorar la autofinanciación, potenciar el catalán, nada, todo justo al revés.