
amadeopalliser@gmail.com
Ayer los independentistas catalanes conmemoramos el referéndum del 1 de octubre del 2017; y ayer debíamos haber efectuado una manifestación masiva por todo el país, ya que se trataba del quinto aniversario.
Pero la situación política catalana hace tiempo que está bastante convulsa. El principal motivo, lógicamente, es la constatación de que estamos en un punto muerto, y los partidos políticos independentistas han encontrado su acomodación, de la mejor forma que han conseguido, dada la gran represión que todavía continúa.
Y, claro, en una situación como la actual, el miedo ante un estado corrupto, que no cesa de emplear su fuerza más bruta, por activa y por pasiva, merma y cercena todo estímulo no ya independentista, si no, todo lo que huela a catalán, pues todavía hacen resonar su: ‘a por ellos, oé, oé’.
Con todo, la manifestación de ayer fue un éxito, tanto las que se realizaron, con diversos formatos, desde los efectuados la víspera, en los colegios electorales que más violencia sufrieron el 2017; los efectuados en múltiples poblaciones y los diversos actos realizados en Barcelona. Y la gran manifestación de ayer, en el Arco de Triunfo de Barcelona, delante del tribunal de la injusticia española, que fue seguida masivamente: 60.000 participantes (11.000 según la guardia urbana de la alcaldesa unionista Ada Colau).
Yo, personalmente, esperaba una mayor participación, especialmente, por tratarse de la primera convocatoria efectuada por el Consell de la República, presidida por Carles Puigdemont, nuestro president legítimo, en el exilio; esperaba un mayor éxito, aún considerando que ERC también se había desmarcado, como hizo en la Diada (11 de setiembre)
Evidentemente, no se puede comparar la asistencia entre ambas manifestaciones, pues la efectuada en la pasada Diada, los asistentes fuimos 700.000 según los organizadores (150.000 según la guardia urbana); pero, claro, las manifestaciones de las Diadas tradicionalmente las organiza la ANC, con el soporte de Òmnium, dos asociaciones cívicas que tienen una larga experiencia logística, para organizar cientos de autocares desde todos los puntos de Catalunya.
Es preciso señalar que tanto las citadas asociaciones sociales, como el Consell de la República, son apartidistas, transversales; si bien siempre hay malpensados que desconfían.
Un aspecto que me parece relevante destacar, es la media de edad de los participantes, pues, en gran parte éramos mayores de 60 años. Y me parece destacable y triste, que la juventud brille por su ausencia en esas manifestaciones, cuando eran muy presentes en las anteriores al 2017.
Vicent Partal director de Vilaweb, en una conferencia realizada en nuestro barrio de Sant Andreu de Barcelona, para presentar su último libro (Fronteres), dijo que era normal que la juventud no asistiera a ese tipo de actos, que consideran aburridos, pero que cuando sean precisos, estarán, como estuvieron el 3 de octubre del 2017.
Posiblemente tenga parte de razón, pero yo no entiendo que la juventud ‘pase’ tan olímpicamente. Es cierto que muchos CDRs (comités de defensa de la república) están formados por jóvenes, básicamente, aunque también por mayores; y algunos de esos grupos son muy activos. Yo estoy convencido que el compromiso independentista de los jóvenes no desaparece, las elecciones así lo muestran, pero, particularmente, creo que sería muy positivo ver una expresión pública por su parte, también en actos notables, pues la imagen final, es importante.
Participación aparte, la manifestación se mostró crítica, con pitidos al gobierno de Pere Aragonès, y también a la expresidenta del Parlament y represaliada Carme Forcadell, y al presidente de Òmnium, Xavier Antich, cada vez que hablaban de ‘unidad’. Por el contrario, grandes vítores a Carles Puigdemont, en todo momento, incluso cuando pidió la unidad. Así es la vida. Cada uno representa lo que representa, y lleva la mochila que lleva, y Forcadell es miembro de ERC.
Evidentemente, todos los políticos represaliados, todos, no sólo los nueve mediáticos, merecen todo nuestro respeto y agradecimiento por lo que hicieron y padecieron: prisión, expolio, etc.
Pero hemos de tener claro que eso no les da una patente de corso, de por vida, digan lo que digan y hagan lo que hagan. Por eso, hace mucho tiempo que estoy convencido que, para ellos, y para todos, lo mejor es que hubieran dado un paso al lado, y hubiesen dejado paso a otros ciudadanos. Hubiera sido preferible para ellos, para no estropear su biografía, y para todos, pues tendríamos nuevos líderes sin ataduras con el corrupto estado y con nulas dependencias psicológicas por compromisos adquiridos, más o menos ocultos.
Es importante señalar, asimismo, que muchos políticos, tertulianos profesionales (‘todólogos’, pues se creen con capacidad de hablar y pontificar de todo), etc., se ríen para criticar el mandato de las urnas del 2017. Y para eso utilizan diferentes argumentos peregrinos e insustanciales, pero maliciosos y partidistas, como:
- La escasa participación: Es preciso recordar que el referéndum del 2017 tuvo una participación del 43,03% (2.044.038), de los cuáles, el 90,18% votó favorablemente).
El referéndum del Brexit tuvo una participación del 72,2%, de los cuáles, el 51,9% votó marchar de la UE.
En las últimas elecciones generales de España, el 10 de noviembre del 2021, la participación fue del 66,23%.
Y en el referéndum para la entrada en la OTAN (31 de enero de 1986), la participación fue del 59,4%, de los que 56,85% votaron SI.
Y las elecciones al parlament de Catalunya, el 14 de febrero del 2021, la participación fue del 51,29%.
En las últimas elecciones de USA (3 de noviembre del 2020), la participación fue del 66,7%, y Biden ganó con el 51,38% de los votos electorales.
Efectivamente, nuestra participación fue baja, es cierto, y hay muchas causas, desde la represión policial, hasta la desmovilización unionista. Pero está claro, que el que decide no votar, que está en su derecho, lo que no puede, después, es descalificar el resultado. Carece de toda ética. Podría haber participado votando NO, voto nulo, etc.
- La desconsideración del resultado como mandato: muchos de los ‘opinadores’ mencionados, descalifican el resultado, como ‘mandato’; y eso es una muestra de su alergia a la democracia, pues desconsideran la voluntad popular.
Los que piensan así, muestran a mi modo de ver, de qué lado están, pues, así, lo que hacen es avalar la posición represora.
- La consideración de la caducidad del referéndum: Otros opinan que el posible ‘mandato’ ya está caducado, y se mofan de su pretendida validez pasados cinco años. Bien, siguiendo esos argumentos, ¿podríamos revertir ahora, sin más, el resultado del referéndum de la OTAN?, pues han pasado varias décadas, y sociológica y culturalmente, las diferencias son notables.
Me parece claro que los resultados de todos los referéndums son válidos, hasta que no se realice otro con resultados contrarios.
- Etc.
Todos sabemos que los resultados electorales son sagrados, o deberían serlo, pues la expresión popular es la base de toda democracia. Y siempre debería ganar el que tuviera un voto más que el siguiente; pero sabemos que las leyes electorales, la ley d’Hont, etc., acaban maquillando los resultados.
Y, obviamente, cuando no se tiene mayoría para gobernar, y se debe recurrir a formar gobiernos de coalición, debe respetarse su composición, no la aplicación de la apisonadora mayoritaria, como hace el PSOE con Unidas Podemos.
En el caso del gobierno de la Generalitat, los resultados de las elecciones al Parlament de Catalunya, del 2021, ya citadas, reflejaron la siguiente fotografía, a nivel de los dos partidos que conforman el gobierno de coalición: ERC: 605.581 votos (21,3%) 33 diputados, y JxCat (Junts): 570539 votos (20,7%) 32 diputados.
Está claro que la diferencia fue mínima. Y también está claro y asumido, que el president Pere Aragonès (ERC), tiene toda la legitimidad para liderar el gobierno, para cesar consellers, para convocar elecciones, etc.
Pero, presidiendo un gobierno de coalición, con una diferencia electoral tan escasa, lo que no puede hacer, es actuar de forma absolutista, y cesar al vicepresidente de Junts, sin más, sin haberlo pactado con su socio.
Y los independentistas de base no podemos actuar en una apariencia de realidad (‘el como sí’, de H. Vaihinger, que he citado en varias ocasiones); todas las personas nos movemos y aprendemos, mediante las estrategias de clasificación y la oposición. Sabemos que hay diferentes formas, pero, por ejemplo, asociamos las categorías por similitudes geométricas: triángulos, cuadrados, etc.; igualmente hacemos con las aves, los peces, etc.
Según Aristóteles, la substancia de las cosas, son la que hace que cada cosa sea lo que es.
Pues bien, los independentistas de base podemos clasificar a nuestros políticos por la substancia de sus hechos. Así, discriminamos a los más o menos afines a nuestra forma de pensar. Y si el error se opone a la verdad, la apariencia se opone a la realidad. Todos sabemos la sabiduría de viejos refranes, como: ‘no es oro todo lo que reluce’, ‘las apariencias engañan’, ‘dime de lo que presumes y te diré de qué careces’, etc.
Efectuado este largo preámbulo, ahora llego al núcleo duro:
En este momento, los independentistas catalanes tenemos las siguientes alternativas:
- esperar los resultados pactistas de ERC, que nunca darán resultado, ya que la carpetovetónica España NUNCA, NUNCA, aceptará un referéndum acordado; aunque todos los astros del universo presionasen para hacerlo. La hidalguía castellana les llevaría a morir matando, así son.
- seguir las ilusiones de confrontación fantasiosa de Junts, que, como hemos visto, tampoco se han ejercido, ni durante la presidencia de Quim Torra en la Generalitat, ni con Laura Borràs, en la presidencia del Parlament, pues vimos como cesaban al diputado Pau Juvillà de la CUP (febrero 2022), acatando el dictamen de la junta electoral central, basándose en el precedente contra Torra, del mismo tribunal. Es decir, cero confrontación, siempre acatando a los represores.
- esperar que los tribunales de justicia europeos acaben fallando a favor de Carles Puigdemont y sus compañeros de exilio en Bruselas; que se les siga reconociendo, asimismo, la inmunidad como eurodiputados; etc. Y que con este bagaje puedan venir a Catalunya, sin ser detenidos al primer paso.
Obviamente, esperar que las sentencias internacionales sean favorables, no es una utopía, en absoluto. Pero que España acepte dichas sentencias, ya es otro cantar, como he dicho.
Está claro que, si pudiesen volver, se produciría un gran revulsivo a todos los niveles políticos, catalán y español.
Y si hubiera un mínimo de ética, Puigdemont debería volver como president, ya que fue cesado ilegítimamente por el 155 represor. Y aquí nos encontraríamos con otro problema, pues todo el gobierno de Puigdemont, debería asumir sus puestos, y esto comportaría, previamente, el cese voluntario de todo el gobierno actual.
Eso sí que es una utopía, por múltiples factores, pues los que ‘calientan’ actualmente las poltronas, no querrían abandonarlas, y aducirían todo tipo de legislaciones para ‘justificar’ su permanencia; y leyes no les faltarían, y jueces tampoco, es evidente.
Otra posibilidad sería efectuar, de inmediato, unas nuevas elecciones, en las que estoy seguro que Puigdemont arrasaría; pero, ERC y la CUP, por eso mismo, no aceptarían esa nuevas elecciones.
- salir todos, masivamente, a las calles para efectuar una confrontación democrática y pacífica, pero contundente, contra todos los intereses económicos de España.
- o quedarnos calentitos y cómodos en el sofá, pensando que ya hicimos lo posible, y que nuestra generación ya está ‘salvada’, que ya vendrán nuestros hijos y nietos, si les interesa hacer algo.
Estoy convencido que todos tenemos claras nuestras posiciones, más o menos diáfanas, y deberíamos actuar en consecuencia. La no actuación, como el no ser, no son opciones válidas.