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@Mik3_Sosa
Las palabras son la arquitectura del pensamiento, pero ¿qué ocurre cuando decimos algo sin decir nada? En psicología, el concepto de “significantes vacíos” se refiere a términos que parecen tener un significado profundo, pero que en realidad dependen completamente de la interpretación de quien los escucha. Ideas como «libertad», «progreso» o «justicia» pueden significar cosas distintas para cada persona, y es precisamente en esta ambigüedad donde reside su poder y su peligro.
Desde la perspectiva del psicoanálisis, Jacques Lacan planteó que el lenguaje estructura nuestra percepción del mundo. Sin embargo, también advertía que no todas las palabras tienen un significado fijo. Un significante vacío es como un espejo: refleja los deseos, creencias y experiencias de quien lo interpreta. Esto es clave en el desarrollo personal, ya que muchas veces nuestras aspiraciones están ligadas a conceptos abstractos. ¿Cuántas veces alguien ha dicho que busca «ser feliz» sin saber realmente qué significa la felicidad para sí mismo?
En la vida cotidiana, estos términos son omnipresentes. Se usan en discursos políticos, en campañas publicitarias y en conversaciones sobre el futuro. Palabras como «cambio», «empoderamiento» o «renovación» pueden inspirar o manipular, dependiendo del contexto. En psicología social, esto se estudia como parte de los “constructos ambiguos”, que permiten cohesionar grupos con ideas generales, pero también pueden generar frustración cuando las expectativas individuales no coinciden con la realidad.
Daniel Kahneman, psicólogo y Premio Nobel de Economía, ha señalado que el pensamiento humano es altamente influenciable por marcos conceptuales abstractos. Cuando alguien cree estar persiguiendo un ideal sin una definición clara, puede caer en la trampa de la disonancia cognitiva: la sensación de que algo no encaja, pero sin poder identificar exactamente qué es. Esta falta de precisión en el lenguaje puede generar confusión emocional, dudas y hasta parálisis en la toma de decisiones.
Sin embargo, los significantes vacíos no son solo una limitación, también pueden ser herramientas de transformación. En terapia, muchas personas encuentran alivio al definir de manera más concreta lo que desean. La clave está en tomar conciencia de los significados personales detrás de las palabras que usamos. ¿Qué significa para mí el éxito? ¿Cómo se traduce el amor en acciones concretas? Nombrar con precisión es un acto de poder, porque nos permite actuar con mayor claridad.
Desde la psicología positiva, se recomienda reemplazar términos abstractos por definiciones más operativas. En lugar de decir «quiero mejorar», es más útil decir «quiero aprender a gestionar mi ansiedad en situaciones sociales». Este cambio de enfoque facilita la acción y evita el autoengaño. Como decía Viktor Frankl, «quien tiene un porqué puede soportar casi cualquier cómo». Darle contenido a los significantes vacíos nos ayuda a conectar con nuestro propósito de vida.
En un mundo donde el lenguaje es utilizado para persuadir, movilizar y en ocasiones manipular, es importante comprender el poder de los significantes vacíos como herramientas de autoconocimiento. Más que huir de ellos, debemos aprender a llenarlos con sentido propio. Porque si el lenguaje nos construye, también podemos construirnos a través de él.
Así, el reto no es eliminar los significantes vacíos, sino aprender a reconocerlos y dotarlos de un significado personal y auténtico. No se trata de repetir frases bonitas sin reflexionar, sino de transformar esas palabras en acciones concretas. Si entendemos que lo que decimos moldea la manera en que vivimos, entonces tomar control de nuestro lenguaje es también tomar control de nuestra vida.