El pensamiento recurrente del ‘más de lo mismo’ es propio de los estados depresivos, con sentimientos de tristeza, pesimismo, etc.; en lugar de alegría, optimismo, etc.
Y, obviamente, vista la situación actual, no es de extrañar que ese pesimismo sea generalizado. Las guerras, la política en general, la economía, la falta de recursos energéticos, el cambio climático, etc., nos avocan a esa sensación de estar en el día de la marmota, atrapados en el tiempo, como muy bien reflejó la película de ese mismo título: ‘Atrapado en el tiempo’ (1993), dirigida por Harold Ramis e interpretada por Bill Murray y Andie McDovwell.
A pesar de que muchos pensadores nos repitan que este siglo XXI es el de más confort de la historia, sabemos que esa visión es propia y exclusiva del primer mundo, y aún, pues todas las informaciones nos indican que en este momento hay más esclavismo sexual infantil que en los momentos en que el esclavismo era legal, como nos recuerdan al final de la película ‘Sound of freedom’, de Alejandro Moneverde, que hemos visto hoy. Una película dura, por el tema que trata, no por las imágenes, ya que no muestra nada especialmente escabroso; por lo que es muy recomendable.
Y, como vemos, la prensa diaria nos refleja que los políticos al uso son meros vividores, ‘momentistas’, y así nos va.
Yo creo que sería interesante replantearnos la situación, para liberarnos del servilismo ‘seguidista’ que nos imponen o que nos quieren imponer.
Pero, para ello, debemos concienciarnos de que ‘la cosa más difícil es conocernos a nosotros mismos; la más fácil es hablar mal de los demás’, como dijo Tales de Mileto (624 a.C. – 546 a.C.)
Sobre el particular, es pedagógica la siguiente fábula:
‘La estrella de mar
La estrella de mar estaba enamorada del Pulpo, y por eso, empezó a dejarse ver mucho más por ese barrio tropical con intención de conquistar sus tres corazones.
El pulpo era bueno, guapo y tenía unos fuertes tentáculos, pero, aunque pasaba por su lado continuamente, nunca reparaba en ella.
Un día, la estrella se puso un vestido de colores precioso que le quedaba muy bien, realmente estaba bella, se lo dijeron todos sus amigos pero, ella no se veía bien y, el pulpo, nadando con sus amigos calamares entre las hiedras ni siquiera la miró.
Otra tarde fue a la peluquería y salió de allí con un peinado de trenzas que gustó mucho a todos sus amigos. Estás guapísima, dijeron todos a la vez, pero la estrella de mar, nunca se veía guapa y, aunque el pulpo pasó jugando a su lado con sus amigos sepias, ni siquiera reparó en ella.
Entonces, la estrella, aconsejada por una caracola, fue a recibir clases de canto con una ballena, pero, a los pocos días, creyendo que desafinaba mucho y que no cantaba bien, a pesar de los ruegos de su profesora, dejó de asistir a las clases.
Días después, aconsejada por un mero, empezó a aprender a bailar y, aunque lo pasaba fenomenal en las clases, como era muy vergonzosa y creía que lo hacía muy mal, dejó de asistir a las clases de baile.
Por las noches, a la hora de dormir, la estrella pensaba que el pulpo nunca se iba a fijar en ella y sufría, porque, hasta ese momento, no había conquistado ninguno de sus tres corazones y, aunque intentó olvidarse de él con todas sus fuerzas, la realidad es que no podía.
Una mañana, la estrella decidió pedir consejo a la Luna, pues todos decían de ella que era buena, comprensiva y muy inteligente. Esperó impaciente a que llegara la noche y cuando salió, se dirigió a la orilla para que la pudiera ver bien.
¡Eh, Luna!, gritó, ¡aquí! ¿me puedes ayudar?
La Luna enseguida vio a la estrella y contestó: Dime, estrella, ¿qué necesitas?
La estrella le contó entonces lo enamorada que estaba del pulpo, todo lo que había hecho por conquistar sus tres corazones y lo mal que se sentía con ella misma.
La Luna escuchó pacientemente a la estrella y le dijo: nunca podrás enamorar al pulpo mientras no seas capaz de quererte a ti misma. Reflexiona sobre lo que te digo y empieza a cambiar tu actitud.
La estrella se quedó muy callada y estuvo toda la noche pensando en las palabras de la Luna, sin poder conciliar el sueño.
A la mañana siguiente, contó a sus amigos lo que había hablado con la Luna, y todos estuvieron de acuerdo con su sabio consejo.
La estrella, entonces, recapacitó seriamente en todo lo sucedido, y empezó a quererse a ella misma.
Una mañana amaneció muy contenta y se puso a cantar feliz sin importarle quien escuchaba y, el pulpo que nadaba por allí, de repente, notó que uno de sus corazones latía más deprisa de lo habitual. Y quedó enamorado de su voz.
Otro día, la estrella empezó a bailar dejándose llevar por las olas, sin importarle quien miraba y, el pulpo, que nadaba por allí, quedó embelesado con sus elegantes movimientos, sintiendo que su segundo corazón latía aceleradamente.
Una tarde, la estrella decidió vestirse muy guapa y hacerse las trenzas que tanto habían gustado a sus amigos y, sucedió que el pulpo, al verla, quedó prendado de su belleza y, sus tres corazones empezaron a latir acompasadamente.
La estrella, por fin, comprendió que para que a uno le quieran, primero debe empezar a quererse a sí mismo. Logró conquistar a los tres corazones del pulpo, y fueron muy felices’
(https://www.guiainfantil.com)
Pues bien, aplicando la moraleja de esta fábula a nuestro movimiento independentista catalán, vemos que nos bombardean con pseudo informaciones / desinformaciones, y, nosotros, incautamente, en lugar de valorarnos como nos merecemos, entramos al trapo de sus diatribas, discutiendo si aceptamos que Catalunya sea una minoría nacional, en lugar de ser considerada una nación.
‘Nuestra historia diferenciada se remonta a la Hispania Citerior, que en el año 27 a.C. pasó a formar parte de la Tarraconense, con capital de Tarraco.
En la Edad Media, nuestro territorio formó parte de la Marca Hispánica del imperio carolingio; y, tras la unión dinástica del condado de Barcelona y el Reino de Aragón, en el siglo XII, los territorios catalanes se constituyeron en parte integrante de la Corona de Aragón.
La crisis económica y la política centralizadora del conde duque de Olivares, que pretendía unificar los reinos de Aragón y Castilla, comportó, en 1640 la revuelta de independencia de Portugal, y, en 6 de junio de 1640, el día de Corpus, la sublevación de Catalunya (Corpus de Sangre). En ese momento, el embajador francés, Du Plessis Besancon, se reunió en Barcelona con el presidente de la Generalitat, Pau Claris, con la intención de convertir a Catalunya en una república independiente bajo la protección de Francia. Se alcanzó un acuerdo mediante la firma del tratado del 16 de diciembre de 1641 y Catalunya se sometió a la soberanía del rey Luis XIII de Francia.
A finales de 1642 murió Richelieu y, pocos meses después, el rey Luis XIII. Por su parte, Felipe IV de Castilla, prescindió del conde-duque de Olivares. Todo ello marcó un cambio de tendencia en la guerra y, aunque las tropas francesas entraron en Catalunya como aliados de los catalanes, pronto fue evidente para éstos que los soldados franceses se comportaban de igual modo a como lo habían hecho los de Felipe IV.
En 1649 los realistas de Felipe IV avanzaron hasta Barcelona, donde el comportamiento de los franceses hizo inclinarse la balanza nuevamente a favor de Felipe IV.
El tratado de los Pirineos (o Paz de los Pirineos) firmado el 7 de noviembre de 1659, por parte de Felipe IV y Luis XIV de Francia, cedió el Rosellón y parte de Cerdanya a Francia. Un acuerdo a espaldas de las Cortes Catalanas, que no lo conoció oficialmente hasta 1702.
Más tarde, tras la muerte de Carlos II y tras la guerra de sucesión, Felipe V, nieto de Luis XIV de Francia, aspiró a la corona de Castilla y Aragón, iniciándose la monarquía borbónica española, una vez vencida Catalunya (1714)
(fuente: Wikipedia)
Como podemos ver con este brevísimo repaso histórico, nuestra historia es milenaria. La más antigua referencia al parlamento catalán se remonta a 1027, con la convocatoria efectuada por el obispo y abad Oliba (971 – 1046) de Vic, en Touluges (condado de Rosellón); si bien la corte condal catalana se remonta al siglo XI, como derivación de la curia real de los francos.
Con todo ello quiero mostrar que Catalunya, hasta el decreto de nueva planta, promulgado el 16 de enero de 1716 por el primer borbón castellano Felipe V, tenía una constitución y unos derechos catalanes, y era un principado, un estado dentro del estado compuesto de la monarquía hispánica.
Y esa configuración política catalana, reprimida por las armas, nunca acabó con el sentimiento de los catalanes. Sentimiento más o menos generalizado, en funcion de la represión, por ejemplo, la guerra incivil del pronunciamiento ilegal del asesino Francisco Franco.
Y ese sentimiento nacional, difícilmente podrá ser olvidado, ni rebajado al de ‘minoría nacional dentro de España’.
Por eso, y ya que estamos cansados de malvivir en la Moria (el abismo oscuro), como en la ciudad subterránea de las Montañas Nubladas, de la Tierra Mediana, de la saga ‘El señor de los anillos’, de John Ronald Reuel Tolkien (1892 – 1973); queremos dejarnos ya de universos ficticios, como podría ser ahora el de ‘minoría nacional’.
Nuestro himno nacional ‘Els segadors’ hace referencia al citado Corpus de Sangre (1640) y a la guerra contra las tropas de Felipe IV.
Por todo ello, ¿quién puede pretender que ahora, por una investidura de un representante español, nos olvidemos de nuestra historia y la limitemos a una mera minoría (por más ventajas legales que comporte; pero la simbología está por encima de todos nosotros y de las argucias de los leguleyos al efecto)?
Creo que sería una traición a nuestros antepasados; sería desobedecer a nuestro himno, tan respetado, que dice: ‘Bon cop de falç, defensors de la terra’ (buen golpe de hoz, defensores de la tierra).
Pues, como dijo, quijotescamente, el almirante Casto Méndez Núñez (1824 – 1869), en la guerra hispano-sudamericana (1865): ‘Más vale honra sin barcos, que barcos sin honra’.
Así que no debemos doblegarnos más, ya nos hemos sometidos demasiados siglos al ‘más de lo mismo’. Que se vayan a hacer puñetas con sus problemas de gobernanza, si ni ellos, por si mismos, son capaces de gobernarse. Nosotros a lo nuestro, que es persistir para conseguir la independencia, obviando los problemas del día a día. Hemos de tener una visión más amplia.
El próximo viernes, día 27 de octubre, se cumplirán seis años de la declaración unilateral de independencia efectuada en el Parlament de Catalunya. Y si somos coherentes, deberíamos actuar en consecuencia, a pesar de que muchos de los actores del momento, hayan sucumbido por el camino.