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Hay múltiples teorías entre el paso del tiempo y la memoria, el olvido y el recuerdo. Pero tendemos a buscar explicaciones sencillas, y así, nos creemos las tesis informáticas que priman la memoria externa (en discos duros digitales), teóricamente siempre disponibles. Pero me parece evidente que todo eso no es más que un proceso de desindividualización, de masificación, para acabar todos uniformemente ‘informados’ y … controlados, como intento explicar en este escrito.
Así, vemos que el paso del tiempo nos permite ‘olvidarnos’ o quitar importancia a determinados actos y hechos que, en su momento, fueron importantes y nos parecieron trascendentes e inolvidables. Y ese proceso, obviamente, es un mecanismo de defensa individual, inconsciente; pero, a la vez, es un mecanismo de control social, en línea con la idea de que ‘la historia la escriben los vencedores’, y los ‘relatos’ oficiales en los diferentes medios de comunicación, acaban configurando nuestra historia.
A modo de ejemplo, me parece interesante recordar tres hechos:
- El pasado 11 de abril, se cumplieron 32 años del asesinato de Guillem Agulló i Salvador (1974 – 1993), un activista militante en movimientos independentistas (en concreto en Maulets), antirracistas y antifascistas. Asesinado por un grupo de extrema derecha, siendo condenado a 14 años de prisión, Pedro Cuervas Silvestre. Y es verdad que en muchas manifestaciones se oye el grito ‘Guillem Agulló, ni olvido ni perdón’; pero la realidad es que, a nivel social, ha pasado a formar parte de los recuerdos arqueológicos, como el asesinato de Salvador Puig i Antich (1948 – 1974) ejecutado mediante el garrote vil, por el asesino dictador Francisco Franco.
- Como señala Josep Antich, en la editorial del pasado 18 (elnacional.cat), titulada CatalanGate, el espionaje que todos olvidaron’ (el nacional.cat), ‘este Viernes Santo, es el tercer aniversario del caso más importante de espionaje por parte de un gobierno de Europa a una ideología perfectamente legalizada como es el independentismo catalán (…) y tres años después, el caso sigue empantanado en diversos tribunales (…) y, como en otras situaciones similares, se puede decir que ha habido más ruido que nueces (…) y si hemos de ser serios, es fácil concluir que si Rajoy es el último responsable del primero de los casos, Sánchez lo es del segundo (…) Al final, el CatalanGate ha sido un escándalo político (…) que, en cualquier país serio de nuestro entorno, habría hecho rodas cabezas muy importantes’. Pero, claro, ‘Spain is different, ni mejor ni peor, Spain es un destino exótico’, como dijo el fascista Manuel Fraga Iribarne (1922 – 2012).
- Y también el pasado viernes 18 (tres años después de la penosa carta que Pedro Sánchez dirigió al rey de Marruecos, oficializando el giro de España, rompiendo el consenso histórico; y, posiblemente, relacionado por el espionaje a los teléfonos del propio Pedro Sánchez y Margarita Robles (ministra de defensa), por lo que cabe sospechar cierto chantaje nunca reconocido, claro), el ministro de exteriores José Manuel Albares, tras una reunión con su homólogo marroquí Nasser Bourita, reiteró que ‘el plan marroquí de una autonomía es la base más seria, realista y creíble para el conflicto del pueblo saharaui’, por su parte, Bourita ‘acusó a los que piden autodeterminación para el Sáhara, de sostener posturas antiguas y de querer perpetuar el conflicto 50 años más’. Y ambos ministros consideraron el actual momento, como histórico, en las relaciones entre España y Marruecos. Obviamente, Abdulah Arabi, delegado del Frente Polisario en España, criticó ‘la defensa acérrima de Pedro Sánchez a los planes autonomistas de Marruecos para el Sáhara Occidental (…) y recordó que esa política choca con la promoción y defensa de los derechos humanos (…) y no respeta el derecho de autodeterminación e independencia del pueblo del Sáhara Occidental defendido por el derecho internacional’. Todo es vergonzoso y una clara traición al pueblo saharaui; y evidencia la nula credibilidad de Pedro Sánchez, así como el valor que da al concepto de las autonomías.
Pues bien, estos hechos, entre los muchos que podría recordar, son claros ejemplos de la amnesia colectiva, con honrosas excepciones, claro. Pero es evidente que ‘Spain is different’ y, un día, podríamos enterarnos de que Felipe VI no es más que troll (yo creo que, efectivamente, lo es), un muñeco virtual, y … no pasaría nada, todo continuaría igual, si nos mantienen el soma: sol, toros, fútbol, paella y sangría, en definitiva, nuestro ‘pan y circo’.
Es evidente que sería invivible no poder olvidar. Hay diferentes teorías del olvido: el fracaso al evocar, la interferencia, el fracaso en el registro o la codificación, el olvido motivado, etc.
Y me parece necesario resaltar que las interferencias son debidas, fundamentalmente, a la competición e interferencia de ‘relatos’ diferentes; y, claro, los medios de comunicación estatales utilizan todo su poder para conseguir cohesionar a la ciudadanía en torno a su ‘visión’ oficial.
Y tristemente, vemos que muchos independentistas hasta el 2017, ahora, a los que seguimos con las reivindicaciones, nos consideran como ‘hiperventilados’, ‘alejados de la realidad’, ‘nostálgicos’, y otras consideraciones más duras y negativas. Y eso es una clara sumisión de esos anteriores independentistas al reino borbónico, pues ahora consideran el pragmatismo, como la fórmula mágica, su quijotesco bálsamo de fierabrás (fier–a–bras: brazo bravo, fanfarrón, bravucón), y por eso pactan y votan a favor de Pedro Sánchez, aún sabiendo que es el mentiroso mayor del reino.
El filósofo italiano de origen armenio Giorgio Agamben (n. 1942) señaló que ‘cada cultura es, ante todo, una determinada experiencia de tiempo (…) y la palmaria mutación actual de dicha experiencia es una prueba irrefutable del hondo calado de los cambios culturales que vivimos’. Y me parece claro que, las diferentes experiencias dentro del entorno independentista, en última instancia, nos está subdividiendo y distanciando y, desgraciadamente, ciertos sectores decantándose por el autonomismo, es decir, el dependentismo del reino español.
Y, como he dicho al principio de este escrito, es un gran error confiar en las tecnologías (con la externalización de nuestra memoria: teóricamente siempre disponible a un clic, pero siempre tendenciosa y manipulada) y en las redes y medios sociales (también siempre sesgados). Por eso, es una clara muestra de sumisión no preservar nuestra memoria y fiarnos de la que nos dan enlatada, pues ésta no es nuestra memoria, es la de ellos.
En definitiva, deberíamos revalorizar la acción de recordar que, etimológicamente, viene del latín ‘recordari’: ‘re’ (de nuevo) y ‘cordis (corazón), por lo que recordar ‘quiere decir mucho más que tener algo presente en la memoria, ya que significa: volver a pasar por el corazón’.
Y los independentistas catalanes deberíamos recordar, recuperar esa sensibilidad y, así, sin duda, nos volveríamos a sentir motivados para repetir grandes acciones, pero sin olvidar nuestros errores cometidos desde el 2017 y, mucho menos, olvidar las ilegales e ilegítimas acciones del estado español.
Debemos recordar. Nada de olvido. Ni olvido ni perdón.