El miedo, como ‘la percepción de un peligro o la anticipación de un mal posible provoca un sentimiento desagradable, acompañado de deseos de huida’ (‘Diccionario de los sentimientos’, de J.A. Marina y M. López; edit. Anagrama, Barcelona, 1999)
Es evidente que el miedo, como motivador de la precaución, en determinados momentos es un sentimiento positivo, conservador; mientras que, en grados extremos e inapropiados, es negativo, limitador.
El trastorno fóbico-obsesivo del miedo a los síntomas de la ansiedad (como palpitaciones, vértigos, mareos, etc.) se denomina fobofobia. Y ese miedo irracional al miedo, actúa como un bucle sin final.
La solución, según las terapias cognitivas y/o conductuales, obviamente se basa en identificar los pensamientos inconscientes que fomentan y potencian dicho bucle, para facilitar el intento de tener una visión realista.
No se trata de etiquetar por etiquetar, pero es necesario hacerlo, para especificar el problema, ya que, un buen diagnóstico, es media solución. Y esa etiquetación evoluciona según el avance de los conocimientos.
Sobre el particular, me parece curioso reproducir una clasificación que señalan los citados Marina y López en su obra mencionada (pág. 243):
‘Borges habla de una enciclopedia china titulada ‘Emporio celestial de conocimientos benévolos’ que divide a los animales de la siguiente manera:
a) Pertenecientes al Emperador, b) embalsamados, c) amaestrados, d) lechones, e) sirenas, f) fabulosos, g) perros sueltos, h) incluidos en esta clasificación, i) que se agitan como locos, j) innumerables, k) dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello, l) etcétera, m) que acaban de romper el jarrón, n) que de lejos parecen moscas’.
(Borges, J. L., ‘Nuevas inquisiciones, obras completas’, Emecé, II, p.85)
Esta breve introducción al miedo viene a cuento, en este escrito, a una ‘experiencia’ de nuestro colectivo que nos manifestamos diariamente en la avenida Meridiana de Barcelona.
Pues bien, hoy será nuestra actuación 969; y cada día una compañera graba un vídeo a modo de resumen (intentando no filmar caras), que después publicamos en diferentes redes sociales. Asimismo, los miércoles, que efectuamos una jornada literaria, grabo a los compañeros/as que amablemente tienen la gentileza de efectuar las lecturas, y las publico en Youtube de Meridiana Resisteix (Resiste).
A menudo hemos tenido respuestas críticas, burlonas y descalificatorias, especialmente de un tal ‘Aguilucho’ (¿en añoranza del águila de la bandera franquista?), que, entre otros emoticones, pone el de la bandera española. Y, siempre lo denuncio por inducción al odio, y Youtube, automáticamente, elimina dichos comentarios.
Asimismo, es frecuente que a los que nos manifestamos, nos insulten o nos griten lindezas como: ‘viva España’, ‘viva Franco’ o que ‘moriremos españoles’, etc. ; ese es el nivel cultural y amoral de ciertos personajes que no toleran ver unas ‘esteladas’ (la bandera independentista catalana), y, como es lógico, carecen de la menor empatía. Y si contestamos, que no es siempre, decimos que ‘viva España, pero lejos’. Más grave es cuando a un compañero, con nocturnidad, le rayan el coche o le rompen el retrovisor, claro.
Todos los que efectuamos actividades públicas estamos expuestos a críticas, eso es evidente y ‘va en el oficio’.
Personalmente tengo bastante experiencia al respecto, pues las cartas que he enviado a ‘El Periódico de Catalunya’ han tenido un eco ‘relativo’ y ese medio publica, asimismo, las críticas, sin el menor control ético (ese es su libro de estilo, que, de forma clara, es anti-independentista), ya que toleran comentarios insultantes. Y, es más, hace muchas décadas, cuando todavía estaba en activo, el comité de empresa en la que trabajaba, editábamos una revista, en la que yo escribía, siempre firmando los artículos (pues, en principio, soy contrario a la utilización de seudónimos); pero, una vez, la dirección de la empresa me atribuyó la autoría de uno, firmado por un seudónimo, con las consiguientes repercusiones. Así es la vida.
Volviendo a nuestro colectivo mencionado, ayer recibimos un comentario en el que se nos decía que ‘somos unos imprudentes y frívolos (…) y que cualquier día un facha pega a alguno de los asistentes, pues ya nos conocen (etc.)’
Hoy, en la asamblea semanal, trataremos este tema, evidentemente, y veremos que decisión toma el colectivo.
Personalmente, creo que no podemos paralizarnos, pues no hacemos nada incorrecto ni indebido, si no todo lo contrario, actuamos ética y moralmente, reclamando nuestros derechos colectivos. Y en estas estamos y estaremos hasta que seamos independientes.
Ayer acabé mi escrito citando una narración, ‘la zanahoria, el huevo y el café’, y comenté que los independentistas catalanes habíamos perdido la fortaleza de la zanahoria cruda, pero que debíamos actuar como el café, persistente, que cambia el agua al llegar a la ebullición.
Pues bien, creo que está bien esa interpretación; pero, a veces, es preciso recobrar la dureza de la zanahoria cruda, ya que cada acción requiere su reacción, si no queremos ser avasallados. No podemos callar ante los insultos.
Me parece que, como colectivo, o individualmente, debemos persistir, no hay otra. Si cambiamos, por miedo al miedo (fobofobia), habrán ganado los acosadores.
Eso es lo que pretendió el estado español, pues con la represión efectuada desde octubre del 2017, especialmente desde la llamada al ‘a por ellos’ de su nefasto rey Felipe VI, nos quisieron anestesiar, dormir, desmovilizar.
Los unionistas españoles sí que tienen miedo, miedo al cambio, como puede verse en la siguiente fábula:
‘Las dos hormigas
Una hormiga vivía plácidamente en una montaña de azúcar. Otra hormiga vivía cerca de allí, en un montículo de sal. La hormiga que vivía en la montaña de azúcar vivía feliz, porque disfrutaba de un alimento muy dulce, mientras que la hormiga que vivía en la montaña de la sal siempre tenía una terrible sed después de comer.
Un día, la hormiga de la montaña de azúcar se acercó a la montaña de sal: ¡Hola, amiga!, le dijo. ¡Hola!, contestó extrañada la hormiga del montículo de sal, ¡Qué bueno ver otra hormiga por aquí, comenzaba a sentirme muy sola’
¡Pues vivo muy cerca de aquí, en una montaña de azúcar!
¿Azúcar? ¿Y eso que es?, preguntó extrañada la hormiga de la sal.
¿Nunca probaste el azúcar? ¡Te va a encantar! Si quieres, ven mañana a verme y te dejaré probar el azúcar.
¡Me parece una idea fantástica!, contestó intrigada la hormiga de la montaña de la sal.
Al día siguiente, la hormiga del montículo de sal decidió aceptar la invitación de su vecina. Pero, antes de partir, pensó en llevar en la boca un poco de sal, por si acaso el azúcar no le gustaba. Así tendría algo que comer.
Y después de andar un poco, enseguida descubrió la brillante montaña de azúcar. En lo más alto estaba su vecina.
¡Qué bueno que viniste, amiga! Sube, que quiero que pruebes el sabor del azúcar.
¡De acuerdo!, contestó la hormiga de la sal.
Una vez arriba, la hormiga vecina le ofreció un poco de azúcar, pero como ella tenía sal en la boca, el azúcar le supo a sal.
¡Vaya, qué curioso -dijo la hormiga de la sal- resulta que tu azúcar sabe igual que mi sal, debe ser lo mismo, tú le llamas azúcar y yo le llamo sal!
¡No puede ser, dijo extrañada la otra hormiga, yo he probado la sal y no se parece en nada …a ver, abre la boca!
¡Claro, ahora lo entiendo, anda, escupe la sal y prueba de nuevo!
La otra hormiga obedeció y esta vez sí, el azúcar al fin le supo a azúcar.
¡Mmmmm, deliciosa, es una maravilla! Dijo la hormiga entusiasmada. Y se quedó a a vivir con su nueva amiga, disfrutando del maravilloso y dulce sabor del azúcar’.
(https://tucuentofavorito.com)
Ya sé que nuestros vecinos, los españoles, no cambiarán nunca, creen que todo es su sal, por eso están sedientos y vienen a expoliar nuestro azúcar (con un déficit fiscal y mínimas ejecuciones de las obras presupuestadas). Ellos sí que tienen fobofobia en grado extremo, y ya les va bien seguir así, ese es su mecanismo de defensa.
Nosotros, sin embargo, queremos cambiar, cueste lo que cueste, ya que sabemos que, siendo independientes, podremos tener el sistema político, legal y social que queramos, sin imposiciones ni cortapisas; y nos podremos desprender de la casta franquista que nos tiene atados.
Y para conseguir ese cambio, en nuestra actividad diaria debemos persistir con nuestro comportamiento habitual. Y que griten lo que quieran, como dijo el Quijote a Sancho Panza:
‘Ladran, Sancho, señal que cabalgamos’; y antes de morir el caballero, Sancho le dijo:
‘No se muera vuesa merced, señor mío, sino tome mi consejo, y viva muchos años; porque la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir, sin más ni más, sin que nadie le mate, no otras manos le acaben que las de la melancolía. Mire, no sea perezoso, sino levántese de esa cama, y vámonos al campo vestidos de pastores, como tenemos concertado: quizá tras de alguna mata hallaremos a la señora doña Dulcinea desencantada, que no haya más que ver. Si es que se muere de pesar de verse vencido, écheme a mi la culpa, diciendo que por haber yo cinchado mal a Rocinante le derribaron; cuanto más vuesa merced habrá visto en sus libros de caballerías ser cosa ordinaria derribarse unos caballeros a otros, y el que es vencido hoy ser vencedor mañana’.
(Miguel de Cervantes Saavedra, ‘El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha’, capítulo LXXIV)
Sabemos que, como dijo Sancho Panza, ‘la mayor locura que puede hacer un hombre en esta vida es dejarse morir, sin más ni más’, y claro, los independentistas no dejaremos morir nuestros ideales, así como así. Y no dejaremos que nadie nos los mate, ni sucumbiremos de melancolía. Y no somos perezosos, ni tenemos miedo, nos levantaremos las veces que nos tumben, llevamos 308 años de historia represiva, y no podemos decepcionar a los cientos de miles, millones, de ciudadanos que nos han precedido, especialmente, los que perdieron la vida en 1714, defendiendo lo que somos y lo que nos arrebataron.
Y tampoco permitiremos que nos clasifiquen y subclasifiquen de forma errónea en la mencionada cita de Borges, pues no pertenecemos a su rey, ni estamos embalsamados, etc.; sólo aceptaríamos que nos considerasen como ‘los que acaban de romper el jarrón’, su jarrón unionista, su ‘unidad de destino en lo universal’.