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Imagogenia
@mar_naa
La imagen pública de un líder político en gran medida depende de su gestión, y dentro de esta gestión también están su habilidad para manejar crisis y construir un relato convincente ante la opinión pública. En el caso de Javier Milei, el escándalo del «Criptogate» ha puesto en evidencia la fragilidad de la imagen de un político y la manera en que una mala estrategia de comunicación e imagen puede acelerar su desgaste. La política, al igual que las finanzas, depende de la confianza, y una vez que esta se ve comprometida, la recuperación es una tarea titánica.
La consultora Synopsis reveló que el Criptogate, como se le está llamando en medios argentinos, generó un impacto negativo sin precedentes en la percepción del gobierno de Milei. Con un 81,7% de menciones negativas en redes sociales en menos de tres días; siendo esta la peor crisis de imagen que el presidente argentino haya enfrentado. A diferencia de conflictos previos, como su disputa con Pedro Sánchez o su discurso en el Foro de Davos, este escándalo tocó un punto sensible para los argentinos: la confianza en su liderazgo y en sus decisiones económicas. La promoción de la criptomoneda $Libra, percibida como una jugada irresponsable, generó una ola de críticas que superó cualquier otro episodio de su mandato hasta el momento, y vaya que en el poco más de un año que lleva en el poder ha tenido varias crisis que sortear.
Sin duda, los números son contundentes y las encuestas refuerzan esta tendencia: el estudio de la consultora CB indicó que la imagen positiva de Milei cayó 2,5 puntos en un sólo mes. Lo más preocupante para el mandatario es que, incluso dentro de su base de seguidores, el 31% mostró desconcierto y el 19% expresó enojo. Esto sugiere que el escándalo afectó su percepción entre los opositores y entre quienes confiaban en su gestión, porque ¿cómo confiar en un líder que se deja estafar? O ¿cómo confiar en un líder que quiere estafar? Y es que, la versión oficial sostiene que Milei fue víctima de un engaño por parte de empresarios y traders vinculados al proyecto Viva la Libertad. Si bien esta narrativa busca eximir al presidente de responsabilidad, a nivel público, la idea de que un jefe de Estado pueda ser «estafado» por un grupo de inversionistas pone en duda su capacidad para tomar decisiones informadas y rodearse de asesores confiables.
La respuesta del gobierno ante la crisis no hizo más que agravar la situación, y es que aquí es donde entra la importancia de una buena estrategia de imagen pública que construya una narrativa adecuada no sólo al personaje y sus intereses personales, sino que además sea efectiva para los intereses de la ciudadanía, sobre todo cuando hablamos en términos de líderes gubernamentales. Y es que, en su intento de minimizar el impacto, Milei recurrió a una entrevista con el canal TN en la que intentó justificar sus acciones, hasta ahí todo bien. Sin embargo, se terminó filtrando un clip sin editar que confirmó que las preguntas habían sido guionadas. Así, la credibilidad del presidente, ya golpeada por la promoción de la criptomoneda, sufrió otro revés al quedar en evidencia que la estrategia del gobierno estaba basada en el control del discurso y no en un concepto o mensaje central real que permitiera la construcción natural de lo sucedido, por lo que, más que ayudar, esto sólo abonó a la crisis sumando la transparencia a la misma.
Al final, en un contexto político donde la confianza es un activo invaluable, la crisis del Criptogate ha dejado a Milei en una posición vulnerable. Su imagen, construida sobre la promesa de un liderazgo fuerte y disruptivo, se tambalea frente a la percepción de desconfianza en sus habilidades y falta de control. Si el presidente no logra revertir esta tendencia con acciones concretas y una comunicación más efectiva, el deterioro de su imagen podría convertirse en un obstáculo insalvable para su gobierno.