Miscelánea 22-11-22

Amadeo Palliser Cifuentes
amadeopalliser@gmail.com

En memoria de Pablo Milanés, cantautor fallecido hoy, 22 de noviembre del 22.

En esta fecha palíndromo (capicúa) podemos destacar, también, que:

  • En el año 1963, en Dallas, fue asesinado el presidente John Fitzgerald Kennedy, 35ª. Presidente de los EUA.
  • En el año 1975, en Madrid, Juan Carlos I fue coronado rey, como había dejado ‘atado y bien atado’ el asesino y dictador Francisco Franco, fallecido dos días antes.

Es decir, en este momento hace 59 años del asesinato mencionado, y 47 de la coronación; y ambos hechos marcaron a la sociedad, pues ambos fueron seguidos masivamente a nivel internacional, gracias a la radio, la televisión y la prensa, y a pesar de estar en un momento ‘pre-redes sociales’.

Un elemento en común de ambos hechos es su oscuridad, su falta de transparencia, pues:

  • El asesinato de Kennedy fue el primer crimen mediático de la historia. Desde ese momento se han publicado más de 40.000 libros sobre JFK y su ‘Camelot’, ampliando la fascinación por su figura. Pero todavía se desconoce en su totalidad la trama del magnicidio, más allá de Lee Harvey Oswald y Jack Ruby, por lo que existen diversas teorías que la comisión Warren no desveló; y persiste el secreto oficial.
  • La coronación de JC I también se vistió con ese halo mediático, intentando ocultar los mandatos fijados por su antecesor Franco. Y en la actualidad seguimos igual, los secretos oficiales siguen impidiendo que conozcamos nuestra intrahistoria, si bien, por las actuaciones de los diferentes poderes: militar, judicial, policial, etc., blanqueados por la transición / traición, hemos podido ir constatando con qué mimbres nos construyeron su cesto.

Evidentemente, los países (EUA y España) en aquel momento y en el actual, están en las antípodas, refiriéndonos al nivel democrático. Pero, aún así, ambos personajes causaron una gran fascinación mediática, como he dicho; y ello, en buena parte, fue debido a su juventud: JFK tomó la presidencia con 43 años, y JC I la corona con 37.

En los EUA, el asesinato puso fin a una época de optimismo e inocencia, pues se pasó de una era plácida y previsible, a otra violenta y desorientada, como escribió Jorge Martínez (La Prensa, 23.11.2013) refiriéndose al libro ‘Camelot y la revolución cultural’ (de James Piereson, 2007).

Según este autor:

‘el asesinato introdujo una sensación de pesimismo y resignación en la cultura estadounidense, que antes no estaba presente. La muerte de un líder vital y apuesto en las calles de una gran ciudad fue una conmoción difícil de superar para muchos. ¿Cómo pudo haber ocurrido? Muchos no le encontraban sentido. Ese ánimo se agravó cuando la gente empezó a decir que el país mismo, y su cultura de violencia y extremismo, habían sido los responsables del acto. (…) El asesinato puso fin a la era de optimismo y la inocencia estadounidense’.

En España la situación fue inversa, veníamos de una guerra incivil y una dictadura de 40 años y, las ganas de querer pasar página, junto a la ocultación de la información, y la manipulación de los partidos, que asumieron las presiones de los poderes mencionados, y evitaron la votación de la corona como forma de gobierno, la prevalencia del ejército como garante de la unidad, etc.; todo ello, permitió que, mayoritariamente, aprobásemos la constitución y diéramos por bueno el blanqueamiento de la transición / traición.

Es decir, los estadounidenses perdieron la inocencia, y nosotros la ganamos; pero, en nuestro caso, fue una inocencia como mecanismo de defensa. Un mecanismo que los partidos políticos, indecentemente, asumieron y potenciaron. Hasta Santiago Carrillo Solares, líder del partido comunista español, traicionó sus principios y se hizo ‘juancarlista’ (ese era el término para los monárquicos vergonzantes).

Ahora bien, el balance, tras 59 años del asesinato de JFK, y 47 de la coronación de JC I, no puede ser más dispar; salvando las infinitas diferencias.

En España la inocencia duró bien poco, pues con el paso de los años fuimos viendo que el régimen aprobado en 1978, en lo sustancial, era una continuación, ‘más de lo mismo’, del régimen franquista. No en vano, todos los poderes siguen manteniendo el poso neofranquista en su ADN.

Una frase atribuida al canciller alemán Otto Eduard Leopold von Bismarck-Schönhausen (1815-1898) afirma que:

‘España es el país más fuerte del mundo: los españoles llevan siglos intentando destruirlo y no lo han conseguido’.

‘Cuando Bismarck dijo su supuesta frase, España había vivido uno de los siglos más violentos de su historia: guerra de independencia, guerras de sucesión, golpes de estado, intentonas, sublevaciones, asonadas, rebeliones cantonales, guerras civiles, además de caída de la monarquía y asesinato de dos presidentes de gobierno.

Y la cosa siguió a peor: a principios del siglo XX se asesinaron a dos jefes de gobierno más. Hemos superado a EEUU en número de presidentes asesinados.

Ellos tienen cuatro: Lincoln, Garfield, McKinley y Kennedy. Nosotros tenemos cinco: Prim, Cánovas, Canalejas, Dato y Carrero.

En guerras civiles, pocos países nos ganan. Creo que es el país de Europa con más guerras civiles desde principios del siglo XIX. Una guerra civil, comparada con una guerra externa, causa una división profunda y larvada de los ciudadanos. Se transmite de generación en generación’.

(Carlos Salas, La Información, 7 de marzo del 2016)

Efectivamente, podemos confirmarlo, ‘España es el país más fuerte del mundo: los españoles llevan siglos intentando destruirlo y no lo han conseguido’; un país que en todos sus poderes predomina la corrupción, que, como vimos en el 2017, soltaron a todas sus fuerzas enloquecidas contra nosotros, los independentistas catalanes, saltándose todas las normas democráticas (como aplicar su fuerza bruta para intentar impedir votar, inventarse delitos para culpabilizar a nuestros líderes, espiar a quien les place, incluso a abogados defensores, etc.), y no pasa nada. El estado y sus representantes (Felipe VI y Pedro Sánchez siguen paseándose por el mundo poniendo su cara bonita y su altura física, como únicos valores; esa es su tarjeta de visita).

Y lo triste es ver que la UE y demás países, siguen aceptándolos como iguales; y esa desvergüenza nos demuestra que todo se mueve, única y exclusivamente, por el dinero, por los beneficios y todo tipo de ventajas más o menos ocultas.

Una buena prueba de ello la tenemos con la maldita Copa Mundial de la FIFA, en Qatar; pero también con la F-1, en Abu Dhabi, la capital de los EAU, donde tenemos a nuestro emérito.

Hemos visto los falsos gestos de contrición de políticos, futbolistas, e incluso del impresentable Gianni Infantino; y no olvidamos que el FC Barcelona tenía como sponsor a Qatar Airways y Qatar Foundation; ni las declaraciones de Pep Guardiola y Xavi Hernández, ‘ofuscados’ por el dineral ganado en ese país. También hemos visto el tímido intento de gesto de los capitanes de seis selecciones europeas, para llevar un brazalete pro LGTBIQ+, pero que ante la menor amenaza, se han acoquinado.

Es curioso señalar que la ‘roja’ la selección del reino de España, la selección del toro y la ‘rojigualda’, no ha tenido ni el valor de hacer ese tímido gesto inútil, con la ridícula excusa de su entrenador Luís Enrique Martínez, que ‘ellos sólo saben de fútbol’. Aquí seguimos con la mentalidad supremacista expresada en la frase franquista (Areilza y Castiella, 1941): ‘por el imperio hacia Dios’

Ahora bien, sí que merece una mención especial, por su dignidad y valentía, el gesto efectuado por la selección iraní, al no cantar su himno. Y claro, los jugadores que hayan de volver a su país (algunos no irán, pues viven y juegan en otros países, como su capitán Sardar Amoun, que juega en el Bayer Leverkusen). Según los medios, la idea de ese gesto fue suya, consensuada por el resto del equipo. Claro, el capitán no se jugaba nada, así es fácil aconsejar. Mientras que los otros, volverán a su país, que ya lleva más de 326 muertos y entre 15.000 y 17.000 detenidos…

En definitiva, que esta fecha palíndromo (capicúa), 22-11-22, sigue mostrándonos un negro panorama, por eso sólo nos queda soñar con una futura República Catalana, que nos aporte ‘luz en la oscuridad’, si bien somos pragmáticos, no ilusos, y sabemos las dificultades; pero, aún así, seguimos soñando rememorando a Pablo Milanés, en su canción ‘Yo no te pido’ (1978):

‘Yo no te pido que me bajes

una estrella azul

sólo te pido que mi espacio

llenes con tu luz’

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