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Monotema catalán

Amadeo Palliser Cifuentes
amadeopalliser@gmail.com

El próximo 18 de febrero se realizarán las elecciones en la comunidad gallega, y todos los partidos se han volcado en esa comunidad, pero, el monotema es la amnistía para los independentistas catalanes; obviando los problemas específicos, como los vertidos de ‘pellets’ en las playas. En este escrito festivo trato este fenómeno, recurriendo a varias fábulas.

En esta última década, Catalunya centraliza todos los debates políticos, por eso, no sé de qué hablarían los diferentes partidos, si no existiese el ‘problema catalán’, que lo utilizan como talismán, como boomerang, o como lanza arrojadiza.

Parece que no exista otro problema, que el paro, la distribución de los fondos europeos, la sanidad, la educación, los vertidos de residuos plásticos (pellets), la sequía, etc., no sean suficientemente importantes. 

Por eso, me parece ilustrativo reproducir los siguientes fragmentos:

‘Cuenta una leyenda popular que en una ocasión un rey ordenó llamar a dos cortesanos, enemigos irreconciliables entre sí, por la envidia que uno sentía hacia el otro. Teniendo a ambos en su presencia, el monarca le dijo al envidioso: Pídeme lo que quieras, pero ten en cuenta que a tu rival le daré el doble. El envidioso pensó tan sólo un instante y dijo: quítame el ojo. El rey, horrorizado por la ruindad del cortesano, ordenó su expulsión del reino y le prohibió entrar en la corte de por vida. Esta anécdota ilustra perfectamente hasta qué punto la envidia, tan nuestra, tan inveteradamente española, corrompe el alma de quien la profesa, y es además, claro signo de estupidez, pues debe ser el ñunico pecado que no produce placer a quien lo comete, más bien al contrario, el envidioso se martiriza ante el éxito del envidiado, cuya fama descuella más, cuanto mayor sea el resentido sentimiento que despierta en aquél’

(Wilson Jones, La región, 11 de febrero del 2014)

Fábula, ‘La mochila’ de Lean de La Fontaine (1621 – 1695):

‘Cuentan que Júpiter, antiguo dios de los romanos, convocó un día a todos los animales de la Tierra ante su trono. Quería ofrecerles que pudiesen decir, sin temor, si alguno tenía quejas por su aspecto o suerte.

Cuando se presentaron, les preguntó, a uno por uno, si creían tener algún defecto. De ser así, él prometía mejorarlos hasta dejarlos satisfechos.

Ven acá mona, y habla tú en primer lugar -dijo el dios-. Mira a todos esos animales y compara sus bellezas con las tuyas. ¿Acaso estás plenamente contenta?, ¿o crees, quizás, tener algún defecto? Yo podría ayudarte…

¿Me habla a mi, Señor?, -saltó la mona-, ¿yo defectos? Tengo cuatro patas, como todos, y ni retrato me parece hermoso. En cambio, el oso, ¿se fijó?, ¡no tiene cintura!

Que hable el oso -pidió Júpiter.

Todos creyeron que el oso se quejaría, pero jo: alabó grandemente su figura.

Aquí estoy -dijo el oso- con este cuerpo perfecto que me dio la naturaleza. ¡Suerte no ser una mole como el elefante, que es una masa informe, sin belleza, debería cortarse las orejas y alargarse la cola!

Que se presente el elefante …-dijo Júpiter.

Éste se adelantó y, con un discurso muy discreto, dijo cosas muy parecidas.

Francamente, Señor -declaró-, no tengo de qué quejarme, aunque no todos pueden decir lo mismo. Ahí tiene el avestruz, con esas orejitas ridículas…

Que pase el avestruz, -siguió el dios, ya un poco cansado.

Por mi no se moleste -dijo el ave- Soy tan proporcionado ¡tan veloz!, ¡puedo correr a la velocidad de la luz! En cambio, la jirafa …, con ese cuello.

Júpiter hizo pasar a la jirafa, quien, a su vez, dijo que los dioses habían sido generosos con ella.

Gracias a mi altura, veo los paisajes de la tierra y del cielo, no como la tortuga, que sólo ve los cascotes.

La tortuga, por su parte, dijo tener un físico excepcional. Mi caparazón es un refugio ideal. Cuando pienso en el sapo, que tiene que vivir en la intemperie…

Que pase el sapo -dijo Júpiter, algo fatigado.

Así siguieron asando: el sapo acusando a la señora ballena de ser demasiado gorda, ésta hallando a la hormiga muy pequeña, quien a su vez se juzgaba como un coloso, comparada con el gusano…

¡Basta! Exclamó Júpiter. Sólo falta que un animal ciego como el topo critique los ojos del águila.

Precisamente -empezó el topo-, quería decir dos palabras: el águila tiene buena vista, pero ¿no es horrible su cogote pelado?

¡Esto es el colmo! -dijo Júpiter dando por terminada la reunión-. Todos se creen perfectos y piensan que los que deben cambiar son los otros …

Entonces, los despachó luego de escucharlos criticarse entre ellos y hallarse cada cual tan contento de sí mismo.

Somos como águilas para el prójimo y cual topos para nosotros mismos. Nada perdonamos a los demás y, a nosotros, todo, porque nos vemos con distintos ojos que al vecino.

Así, el Creador nos hizo a todos con alforja, puso detrás la mochila de nuestras faltas y, delante, la bolsa de los defectos ajenos.

(https://www.guiainfantil.com)

Para finalizar, me parece que es interesante la siguiente fábula:

‘La fábula de los 3 filtros de Sócrates:

Un discípulo llegó muy agitado a la casa de Sócrates y empezó a hablar de esta manera:

¡Maestro! Quiero contarte cómo un amigo tuyo estuvo hablando de ti con malevolencia …

Sócrates lo interrumpió diciendo_ ¡Espera! ¿ya hiciste pasar a travñes de los Tres Filtors lo que me vas a decir?

¿Los tres filtros?

Sí, replicó Sócrates. El primero es la VERDAD, ¿ya examinaste cuidadosamente si lo que me quieres decir es verdadero en todos sus pintos?

No … lo oí decir a unos vecinos …

Pero al menos lo habrás hecho pasar por el segundo Filtro, que es la BONDAD: ¿lo que me quieres decir es por lo menos bueno?

No, en realidad no … al contrario.

¡Ah! Interrumpió Sócrates. Entonces vamos al último Filtro: ¿es NECESARIO que me cuentes eso?

Para ser sincero, no … necesario no es.

Entonces, sonrió Sócrates. Si no es verdadero, ni bueno, ni necesario, sepultémoslo en el olvido’

(https://www.loopian.com.ar)

Está claro que todos actuamos como se puede leer en diferentes pasajes de la Biblia:

‘El que ve la mota en el ojo ajeno, vea la viga en el suyo’;

‘¡Hipócrita! Saca primer la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano. No deis lo santo a los perros, ni echéis vuestras perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y se vuelvan u os despedacen’;

‘El fariseo, de pie, oraba para sí de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres: ladrones, injustos, adúlteros, ni aún como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano …

(Mateo, 7,3-5; Lucas 6, 41)

En definitiva, que nunca aplicamos los citados tres filtros, pues, ‘si la envidia fuera tiña, ¡cuantos tiñosos habría!’