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Naufragio colectivo español

Amadeo Palliser Cifuentes
amadeopalliser@gmail.com

En estos días de penumbra, ante la inminente traición de ERC invistiendo un gobierno de cipayos, me parece oportuno hacer unas referencias al libro de memorias de Ramón Lobo, ‘Todos náufragos’, ya que explica muy bien, a mi modo de ver, el caldo de cultivo en el que estamos; y que intento explicar en este escrito.

El periodista y escritor Ramón Lobo Leyder (1955 – 2023), hijo de padre español y de madre inglesa, nacido en Maracaibo (Venezuela), un pueblo controlado por la Shell, empresa en la que trabajaba su padre; pero criado y educado en Madrid, ejerció como enviado especial en infinidad de conflictos: Croacia, Serbia, Bosnia, Iraq, Haití, Ruanda, R. D. Congo, Nigeria, Guinea Ecuatorial, Uganda, Filipinas, etc.; despedido de El País, en 2012, mediante un dramático ERE (expediente de regulación de empleo) por el cuál la empresa se deshizo de 129 periodistas.

Tras publicar múltiples obras, en el año 2015 escribió el mencionado libro ‘Todos náufragos’ (Ediciones B.S.A., Barcelona), que hace unos días empecé a leer (lo tenía durmiendo el sueño de la espera, desde hace mucho tiempo) y ya, de entrada, sorprende con sus dedicatorias:

‘A mi bisabuelo Ramón Lobo Regidor, a mi abuelo Ramón Lobo Coya y a todos aquellos que siguen luchando por la Memoria Histórica; a mi familia de Inglaterra, en especial a Martin Leyder. Y a María’

Es decir, no dedica el libro a su padre, Ramón Lobo Varela, un falangista, miembro de la división azul. Por eso, en muchos momentos de la obra, el autor dice que escribió este libro ‘contra su padre’, fallecido en 1983.

Y, precisamente como oposición, Ramón Lobo L., se definía diciendo que ‘no tenía banderas, sólo valores y principios’, y señaló que:

‘(…) me reconstruí para ser, pensar, y estar en un mundo opuesto al de mi padre. Elegí ser lo contrario, la antimateria (…) soy un superviviente de un doble maremoto, el familiar y el colectivo, que asoló España entre el 18 de julio de 1936 y el 20 de noviembre de 1975, y del que aún no nos hemos recuperado. Ambos, familia y país, fuimos aplastados por una forma de intolerancia, impulsada y guiada desde el nacional – catolicismo, un virus troyano que procede de la Inquisición, de la España más oscura (…) estoy rodeado de náufragos (…)’ (págs. 11 y 12)

‘La familia volvimos de Venezuela, porque mi padre quería que me educara en España, para que no dejara de ser español. Ser hombre, macho, facha y español, demasiadas responsabilidades para una sola vida’ (pág. 43)

(…)

‘También fracasé en mi transición personal: hice concesiones, pacté la memoria histórica con el régimen anterior, con el recuerdo del padre. Me debatí entre la ruptura y la reforma, entre meter en prisión a los torturadores o mirar hacia delante. Escogí la peor opción, la de simular que olvidaba; compré las tesis erróneas (…) ser tan pragmático es una forma de derrota’ (pág. 46)

(…)

‘Los vencedores escriben la Historia, deciden los grandes trazos, las epopeyas, quiénes son los héroes y quiénes los canallas. También tienen bula para construir la pequeña narrativa, la que se transmite cada día a través de los medios de comunicación, creando un corpus difícil de desarmar en países políticamente incultos en los que la ira se limita al exabrupto en el bar o en el estadio de fútbol, o a un tuit súbito de tono. Esa rabia efectista no logra impulsar una transformación de la sociedad; es parte del juego de la apariencia democrática. La socióloga serbia Milena Dragicevic, a quién conocí en Belgrado en febrero de 2008, me dijo algo sobre Serbia que escuché como si se refiriese a nosotros: ‘hemos pasado de la tradición oral, donde dominaban los mitos, a la era audiovisual donde se transmiten por televisión. No tuvimos, como el resto de Europa, siglos de Gutenberg en los que primasen el pensamiento científico y los hechos comprobados (…) En la lengua serbia la palabra compromiso tiene unas connotaciones negativas, pues quien pacta es el débil que no merece respeto. Sucede algo parecido en España: pactar es renunciar a aplastar’ (pág. 66)

(…)

‘Han transcurrido casi 80 años del inicio de la guerra, y las inquinas se mantienen a flor de piel en las tertulias radiofónicas y televisivas, en las redes sociales. Se incorporaron nuevos argumentos a los no resueltos. España no ha avanzado tanto, aún no se ha desprendido de la camisa de fuerza. Existe una memoria histórica científica y demostrable que no penetró del todo en un discurso político que sigue incrustado de una miríada de falsedades. La Iglesia ya no incita al golpe de Estado, a la rebelión armada, a la cruzada, como hizo el cardenal Segura a los quince días de proclamarse la República, pero su combate contra cualquier avance que represente la pérdida de poder y ponga en riesgo su negocio se mantiene vivo y se expresa en la calle si es preciso, como le gustaba hacer a Antonio María Rouco Varela, un resto de franquismo cardenalicio’ (pág. 67)

Pues bien, este es el caldo de cultivo español y, también, de buena parte de nuestro entorno sociológico catalán, por lo que me parece evidente que no podemos ser tan incautos de negociar nada y, mucho menos, investir como president a un cipayo como Salvador Illa.

Por eso, ERC debería considerar que, como dijo Ramón Lobo, refiriéndose al estado español, pensamiento que yo generalizo: ‘ser tan pragmático es una forma de derrota’, así que dejen de vendernos falsas excusas, de promesas del mítico tesoro de Moctezuma, el de El Dorado, el de Yamashita, o el de Lemminkäinen …

Por experiencia, sabemos que Pedro Sánchez se limita a recuperar viejas promesas, viejos compromisos acordados, recauchutarlos, y revenderlos, para encadenar nuevos pactos, a sabiendas de que, por su parte, nunca cumplirá, o lo hará en mínima parte.

Tal como he venido comentando de forma repetida, ERC parece que ya ha llegado a un previo acuerdo con el PSC/PSOE, para investir como president de la Generalitat, a Salvador Illa, el cipayo mayor de Catalunya.

Pero el problema no se limita a unos pocos futuribles consejeros, ya que el PSC/PSOE tiene una amplia red de ‘colaboradores y/o afines’, especialmente en los entornos de más poder: económico, financiero, mediático, etc.

Asimismo, en estos últimos tiempos, vemos que ‘florecen’ gran cantidad acólitos, de unionistas españoles, crecidos en sus ínfulas; y eso se puede constatar en todos los niveles; por ejemplo, los que nos manifestamos en la avenida Meridiana de Barcelona, vemos que ahora han salido de sus madrigueras, y están muy envalentonados, para gritarnos sus clásicos: ‘viva España’.

Nada nuevo bajo el sol, pues en la Inquisición española, se organizó una estructura de informantes, que formaron el círculo de ‘familiares del Santo Oficio’ que, sin necesidad de efectuar ningún tipo de voto monástico ni ingresar en el clero, tenían como misión incrustarse en la sociedad, y ser los ojos y los oídos de la inquisición, a cambio de beneficios económicos. Y claro, esos informantes eran muy temidos, pues cualquier falso testimonio suyo comportaba la prisión o la muerte.

Y esas redes clientelares, ansiosas de tocar poder, siempre son muy peligrosas, ya que sobreactúan para hacer méritos.

En definitiva, que los independentistas lo tenemos francamente difícil, pues, por un lado, el president Carles Puigdemont, esta mañana (27/7), ha vuelto a confirmar que regresará a Catalunya para la investidura, a pesar de correr el riesgo de ser detenido y encarcelado.

Y por el otro, vemos que la cúpula de ERC, a pesar de los pesares, está por apoyar la investidura de Illa, pues estima que es la única manera de evitar unas nuevas elecciones.

Así que ya veremos, todo lo deberán decidir los 8500 afiliados de ese partido; y quieren efectuar la consulta antes de que vuelva Puigdemont y sea detenido, pues eso sí que sería un verdadero shock, difícilmente digerible por esas bases.

Ya he comentado en un par de ocasiones que, dejar en las consciencias de esos 8500 afiliados, el futuro de todo el movimiento independentista, es un ejercicio antidemocrático, una reducción al absurdo (reductio ad absurdum), pues parte de la premisa de suponer como hipotética la veracidad democrática de ese ínfimo número de personas, prescindiendo de los intereses y sentimientos de la generalidad del movimiento independentista.

De todos modos, mientras dure la partida, tendremos esperanzas; pues ayer (26) se hizo público el ‘Comunicado del Colectivo Primero de Octubre sobre la investidura’, en el que se manifiesta que:

‘(…) en ningún caso, las negociaciones pueden comportar hacer MH President de la Generalitat a una persona que aplicó con devoción la represión contra los políticos independentistas desde el 2017. No olvidamos que Salvador Illa se manifestó en octubre del 17, del brazo de Borrell, Ciudadanos, Vox y PP contra el independentismo. No podemos aceptar, bajo ningún concepto, que ERC facilite con sus votos que la Presidencia de la Generalitat de Catalunya acabe en las manos de los que nos querían encarcelados. Ningún pacto lo puede justificar. Ninguna promesa de cumplimientos futuros lo pueden avalar. Las promesas de los gobiernos españoles tienen cero credibilidad y las de los socialistas no son ninguna excepción. Desde el ‘Apoyaré el Estatuto que apruebe el Parlament de Catalunya’ de Zapatero, hasta los incumplimientos sistemáticos de inversiones del Estado en Catalunya cuando estas las tenían incluso aprobadas en los presupuestos. Basta de migas, basta de promesas.

Por lo tanto, decimos: NO A LA INVESTIDURA DEL CANDIDATO SOCIALISTA SALVADOR ILLA’

(…)

No nos ha de hacer miedo ir a una repetición de elecciones. Hemos de explicar a nuestros votantes que pueden confiar en nosotros de nuevo, porque pondremos la bandera de la independencia por delante de todo y que nunca, ningún independentista será nuestro adversario’

Particularmente, estoy totalmente de acuerdo con este comunicado que, como podrá comprobar el lector, es coincidente con mis comentarios de estos días pasados.

Es preciso recordar que en las pasadas elecciones del 12 de mayo:

  • PSC consiguió 882.589 votos, que comportaron 42 diputados.
  • Junts, obtuvo 681.470 votos, 35 diputados.
  • ERC, 431.128 votos, 20 diputados.
  • PP, 347.170 votos, 15 diputados.
  • Vox, 251.096 votos, 11 diputados.
  • Comunes / Sumar, 184.297 votos, 6 diputados.
  • Cup, 129.059 votos, 4 diputados.
  • AC, 119.149 votos, 2 diputados.

Es decir, 61 diputados independentistas, de los 135, por lo que, en realidad, los unionistas españoles son mayoría, por primera vez desde hace años. Pero no por eso, ERC debe facilitar, todavía más, las cosas al PSC/PSOE.

Si Illa quiere gobernar, que consiga una mayoría con el PP, Vox, Comunes; pero eso le sería más difícil que conseguir la cuadratura del círculo, pues, a nivel central español, el PP y Vox, nunca facilitarán que los socialistas salgan vencedores.

Bueno, ese nunca tiene excepciones, como vimos en el ayuntamiento de Barcelona, que, gracias a los votos del PP, Jaume Collboni (PSC/PSOE) es alcalde, en lugar de Xavier Tiras (Junts) que ganó las elecciones.

En definitiva, que estamos en un momento crucial y en breve veremos si la cúpula de ERC hace un ‘Poncio Pilatos’, y se lava las manos y se desentiende de los intereses y sentimientos generales, o si decide actuar de forma responsable y coherente, y no nos traiciona, dejándonos como náufragos a los independentistas.